Disclaimer: Inuyasha y todos sus personajes no me pertencen. Gracias.
Advertencia: El siguiente capìtulo contiene escenas de lenguaje, salud, sexo y violencia que no son aptas para personas que sufran de paros cardìacos o tenga problemas con el lenguaje vulegar y el sexo. xDDD Gracias (otra vez).
Si lo lees, es bajo tu propia responsabilidad.
El Ritual
La primavera es una época muy apreciada en la villa de Artemis, hogar de Las Amazonas. Mujeres instruidas en el arte de la guerra y la conquista, grandes arqueras y feministas. Conocidas en toda la tierra media por su coraje y determinación al defenderse de los constantes ataques patriarcales que buscan someterlas al yugo de los hombres.
Ah, los hombres, escorias miserables, preciados únicamente por su papel en la reproducción.
Y por eso, en un periodo de fertilidad como ahora, varias proles de estas incansables luchadoras parten a los fuertes a secuestrar y negociar por los guerreros más fuertes; con los cuales yacerán en el lecho durante tres días y después, bien, si no hay algún tratado de por medio, probablemente serán asesinados o devueltos a su tierra.
Si el apareamiento con las bestias tiene éxito, la mayoría de la progenie nacerá hembra y será criada en sus costumbres, si no, los varones alumbrados serán entregados a sus padres o arrojados al rio, donde su carne servirá de alimento a los cocodrilos.
Ya fuese por suerte o infortunio de su mala estrella, Kagome Pentensilea Hipolita tercera, (a quien sus hermanas llaman Kag para no enredarse con el nombre completo) nació mujer.
-Saludos, Kagome, hija de mi vientre. – entono una voz a sus espaldas.
La aludida a penas si volteo para corresponder con un asentimiento de cabeza, sentada a la sombra de un abeto, ocupada en sacar filo a su lanza con una piedra caliza.
-¿No presenciaras el Gamos? – insistió la mujer, mayor que ella tanto en años como jerarquía.
-Nop.
Silencio. Los pasos de la anciana rozaron la hierba húmeda como si flotaran entre nubes, deteniéndose junto a las raíces nudosas del árbol. Kagome ni se inmuto, preparada para lo que venía. Dio un giro a la punta de su lanza y siguió frotando. La anciana se tumbo a su lado.
-¿Puedo preguntar por qué?
-No estoy interesada.
-Ya veo. – hizo una pausa para escrutarle. – Así que te tiene sin cuidado la preservación de nuestra especie.
La pelinegra paro de cortar y le dedico una mirada envenenada a la abuela. – No dije eso, Babaa– refunfuño.
-¿Entonces?
La chica desvió la mirada, haciendo una mueca. – Es…solo que... me repugna.
Hubo un breve momento de mutismo en el que ambas mujeres se vieron la una a la otra. La más grande hablo primero.
-Es una obligación que nos corresponde tomar si queremos sobrevivir los siglos que están por venir. Sabes de sobra que las batallas de los últimos años han mermado nuestras filas y necesitamos reponernos. Aunque no nos guste, Artemis nos bendijo con el poder de dar vida, el Gamos es un ritual conmemorado a ella, siempre que tengas eso en mente no hay de que sentir repulsión. Además, pronto te tocara a ti, es mejor que te prepares.
La ira se reflejo en el rostro de la joven como un volcán a punto de hacer ebullición. - ¡NUNCA! – rugió. - ¡JAMAS SERE TOMADA POR UN HOMBRE! ¿Me oyes babaa? ¡J-A-M-A-S!
-Eso no lo decides tu Kagome, cuando llegue el momento, tus instintos tomaran el control y tú misma, serás la que tome. No al revés. – La anciana se incorporo lentamente sobre sus piernas, crujiéndole un poco los meniscos. – Lucirás tu bata ceremonial esta noche…
-No.
-…y acompañaras al resto de tus hermanas en el Gamos.
-¡No lo hare!
-¡ES UNA ORDEN!
Kagome blasfemo por lo bajo, no desobedecías una orden directa de la patriarca sin que eso conllevara un castigo ejemplar, ni siquiera porque fueses su nieta. Para babaa, todas las amazonas eran como las nervaduras de una hoja, entrelazadas más allá de los vínculos consanguíneos, a un nivel espiritual, debido a que cada una de ellas había sido engendrada del mismo cáliz de su madre, Artemisa. La diosa venerada de Las Amazonas.
No tenía escapatoria, y aun le dolía la espalda de su última sanción. Rayos.
-Está bien, babaa.
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La noche cayo más rápido de lo que esperaba, lo que no ayudo en nada a su genio. Kagome estaba de un humor de perros mientras se enfundaba el vestido ceremonial, de un tono blanco marfil que contrastaba con el pigmento cobrizo de su piel, haciendo resaltar la abundante melena azabache que le enmarcaba el rostro de camafeo. Se coloco los abalorios de plata (símbolo de castidad en las amazonas vírgenes. Por otra parte, aquellas que ya han procreado usan abalorios de oro) en cuello, muñecas y tobillos y se ato una funda en el muslo derecho, en la que cargaba al menos tres cuchillos y una bolsita con polvos venenosos. Las armas no estaban permitidas en el Gamos, pero ella no era tan estúpida como para andar por ahí desarmada ante la posibilidad de que un ataque. Que se jodiera el protocolo.
Tocaron a la puerta.
- ¿Quién? – pregunto, al tiempo que escondía el muslo en el interior de su vestido, asegurándose de que este camuflara su cargamento.
- Sango, hermana mía. ¿puedo pasar?
- Por supuesto, hermana.
La puerta de su habitación se entreabrió, dejando el camino libre a una musculosa, si bien esbelta, figura. Sango Asta Taijiya, era una joven de tez amarillenta y largos cabellos cafés, que ahora mismo mantenía sujetos en un moño flojo decorado con espigas de oro. Su vestido le quedaba como un guante, ciñéndose a su estrecho y trabajado abdomen. Era una de las segundas al mando, y por si fuera poco, consejera y mejor amiga de la futura reina.
- Estas…deslumbrante, hermana. – dijo Kagome. Admirando el efecto reluciente que los abalorios de oro le otorgaban a su amiga.
La muchacha sonrió. – También tú.
Kagome chasqueo la lengua.
-Nah, yo no. Odio este trapo.
Sango rió. - Si te oyese la patriarca…
-¡Ag! No hablemos de babaa ¿quieres?, solo salgamos de aquí y acabemos con esto, ¿me acompañaras en los canticos? – mientras hablaba apresuradamente, Kagome salió del cuartucho y arrastro a Sango con ella, siguiendo el sendero iluminado por antorchas que daba al templo.
-De hecho…- Sango se tenso. Barajando las palabras en su mente. – Voy a consumar en el ritual.
Kagome paró en seco, y de no ser por sus desarrollados reflejos Sango se habría tropezado con ella.
-¿Qué?
-Lo que has oído. Voy a consumar. Secuestré a un noble de muy buena descendencia y voy a tomarle.
La pelinegra contemplo a su amiga como si se hubiese vuelto loca. Empero, para nadie era un secreto que Sango anhelaba una hija más que nada en el mundo. No obstante, a pesar de las muchas veces que había sido fecundada, su matriz no lograba soportar los dos meses de gestación y ella terminaba abortando, lo que la sumía en profundas depresiones. Una diría que, con tantas experiencias desagradables, Sango se resignaría. ¡Qué equivocada estaba!
-¿Me condenas, Kag? – se animo a preguntar la pelicafe, recibiendo una dura mirada por parte de la azabache.
-Haz lo que quieras. – replico. Reanudando su andar.
Simplemente, Kagome no podía concebir la idea de otorgar su cuerpo a cualquiera, ni mucho menos su virginidad, sin que hubiese algo más que "instinto" de por medio. Desde luego, ella no sabía exactamente qué era ese "algo", pero había sido criada con una imagen totalmente desprestigiada de los hombres, y los atropellos de estos con sus ínfulas machistas para con ellas habían colmado su postura.
Por esa razón, cuando ingresaron al templo y se unieron a sus hermanas, ella se mantuvo cabizbaja; de ese modo, no filtraría el asco que sentía. Sango y ella no se dirigieron palabra.
Kaede babaa ya estaba allí, claro está. De pie en una tarima que le proporcionaba una periferia completa del templo. Detrás de ella había un altar de la diosa, cuya cara se veía asediada por las sombras que proyectaban las velas aromáticas y el humo de los inciensos, dándole un aspecto amenazante.
-¡Bienvenidas, mis hijas, que honran a la diosa esta gloriosa noche! – dijo a viva voz, haciéndose eco en las paredes.
Un centenar de mujeres vocearon en respuesta.
-¡Que su poder se manifieste de lleno y nos cubra, para que nuestras generaciones futuras sean el orgullo de nuestros espíritus y se mantengan a flote con la fuerza de su espalda y la valentía de nuestros ancestros, que nunca permitieron que hombre alguno mancillara su territorio o subyugase su voluntad!
Más gritos estuvieron de acuerdo. Kagome se situó tras el altar, junto con las Melisas que cargaban cestos rebosantes de manzanas. Entretanto, Sango partió al extremo opuesto de la estancia, agrupándose al círculo de amazonas que danzaba entorno a un suelo de piedra del que surgían pilares de hormigón con cadenas.
-¡Hacedlos pasar, a ellos, los hombres! ¡Siervos mansos a nuestro control!
Se oyó un sonoro BOOM. Y del portón de entrada emergió una hilera de hombres, de todos los tamaños y contexturas, conducidos por dos columnas de guerreras. Las mujeres del círculo concedieron una ruptura para dejarles acceder y, en un parpadeo, estuvieron encadenados a los pilares, con sus anatomías expuestas a la luz de las antorchas. Los había altos y corpulentos, fantoches y melenudos, y de todos, absolutamente TODOS, los tamaños, en el mas libidinoso sentido del término.
-¡Vayan, mis tesoros! ¡Que estos hombres sirvan a su propósito!
Un tambor redoblo, y las voces de las Melisas se alzaron suavemente, acompañando el murmullo de las telas al deslizarse por los cuerpos. Kagome diviso el perfil de Sango parada frente a un joven pelinegro de ojos amatista, que parecía más que dispuesto al admirar el hermoso cuerpo de su amiga. Las mejillas de Kagome se encendieron. Sango era, sencillamente, hermosa. De piernas largas y marcadas, hombros ligeramente ensanchados por el ejercicio de cortar cabezas y senos prominentes, justos para el grosor de su caja torácica.
Venimos de la luna y el sol, de la tierra y del aire, del fuego y del agua…- entono con claridad y soltura, haciendo coro con el resto de sus hermanas. No supo a ciencia cierta, que la motivo a seguir mirando cuando ella misma se tachaba de pollasogina, pero hubo algo, en la expresión de Sango hacia aquel hombre que le hipnotizo.
Somos luz y oscuridad…
La pelicafe se arrodillo a la altura del miembro, sus ojos sin perder el contacto con los del hombre ni un segundo. Con su dedo índice trazo el contorno de la parte más larga de la virilidad de este, y, sorprendentemente, la…la cosa se movió, como si desease el tacto de la piel femenina.
Somos la hija, la amante y la madre, somos la vida misma…
No debía mirar, no era correcto, pero…
¡Oh, Di…Dios mío!
Kagome casi se sale de tono cuando vio a Sango metiendo la cosa, porque seguro como la mierda que el bicho tenia vida propia ¡se movía solo!, dentro de su boca. Vio como ella subía y bajaba, subía y bajaba, al compás de la música, abarcando toda la rígida extensión. De tanto en tanto, Kagome pillaba la rosada lengua de su amiga jugueteando con la oscura cabeza de la cosa.
¿Y el tipo? Pues, bueno, quizá estuviese errada pero parecía al borde de tener un derrame cerebral. Su ceño estaba perlado de sudor, los labios apretados, las aletas de la nariz resoplando. Sus brazos pugnando por liberarse de las amarras de las cadenas.
Amadas, adoradas, benditas, somos la fuerza y el milagro…
Gemido.
Gemido.
Gemido.
Sango se levanto, pegando su torso al del hombre, con las manos apoyadas a los lados de la cabeza de este. Se inclino, susurrándole al oído, y entonces él se sentó, abriendo las piernas. Lo que su amiga hizo a continuación, le quito el aliento. Sus sexos se sobaron por un breve interludio, y después, la pelicafe se introdujo completamente en él. Ambos jadearon. Ella le ofreció un pecho al hombre, que lo acepto gustoso, amamantándose de ella como un niño hambriento.
Soy la mujer, la que de cuerpo parece frágil pero con la fortaleza de mil hombres…pues soy yo quien alberga su ser en mi interior, la que sufre en silencio, la juzgada, la necesaria…
La canción fue más y más rápido. Sango cabalgaba al hombre sin misericordia, su cuerpo sudoroso empujando en él, su cabello suelto, pues le moño no aguanto más, pegándose a su cara. Era una visión.
Más veloz, más fuerte, más duro.
Soy el amor…
El coro se elevo una octava por encima de los gruñidos animales que brotaban de las gargantas atenazadas por el clímax, graves y agudas se hicieron un solo ser, una sola alma. Kagome supo el momento exacto en que su amiga culmino, porque, en contra de cualquier regla impuesta y cualquier acto que ella hubiese atestiguado antes, los labios de ella se fundieron con los del hombre.
Al cabo de un rato, la cacofonía de voces se apaciguo como si bajaran el volumen de una estéreo, la anciana Kaede vertió vino en la copa del altar y pronunciando unas palabras en el antiguo idioma bebió a sorbos lentos y calmados. El ritual había concluido, y un consejo decidiría que hacer con los hombres.
Entonces, ocurrió algo que nadie había previsto. Hubo un estallido.
El portón exploto, enviando astillas de madera por los aires y levantando una humareda de pólvora, en la que pudo distinguirse la enorme silueta de un hombre, y su ejército.
¿Owari?
Ta-Da! Aquì, Belleclipse, con una nueva propuesta, cof, cof, La Amazona.
Espero que les guste. Cualquier duda, sugerencia o comentario me lo dejan en un post vale? ^^ Recuerden que toda esta inspiraciòn viene de ustedes, de los libros que uno curiosea de cuando en cuando. Esta vez, les ha tocado a las amazonas. (Brillo) Ahhh esas valerosas mujeres. Tenìa que escribir algo sobre ellas y aquì esta, recièn salidito del horno.
Ummm veamos algo de vocabulario:
Gamos/ es una palabra que leì en algùn sitio, me gusto, y no tengo idea de que significa XP!
Pentensilea e Hipolita/ fueron dos jefas guerreras que figuran en las batallas de troya y un encontronazo con Hèrcules en la historia. ^^
Melisas/ Son las sacerdotisas de Artemisa ^^.
Matta ne! Cuento con ustedes vale? ^^ Mil gracias.
