Título: ANIMA.

Autor: Clumsykitty

Género: AU (Universo Alterno), Sobrenatural, Angst, Yaoi como siempre.

Parejas: ¡Qué casualidad! OC/S, J/S

Disclaimers: oh, mundo cruel, Yu Gi Oh no me pertenece ni nada parecido.

Feedback: reviewerénme…

Summary: Los verdaderos cambios vienen del alma, dicen los sabios. Es ahí donde todo es posible, incluso el amor.

-/ … / diálogo mudo

" … " tiempo pasado

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

ANIMA

PROLOGO

¿Qué es un fantasma?

Un evento terrible,

Condenado a repetirse una y otra vez.

Un instante de dolor quizá.

Algo muerto que parece vivo aún.

Un sentimiento suspendido en el tiempo.

Como una fotografía borrosa.

Como un insecto atrapado en ámbar…

…………………… de la película, El Espinazo del Diablo.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

La nieve es espesa y muy abundante, haciéndose dura al compactarse con el suelo húmedo, cuesta demasiado caminar por ella. El aire congela mis pulmones como brasas heladas con cada inhalación. No hay mucho ruido alrededor, tal vez a causa de la nevada; aunque por estos callejones abandonados, una persona en su sano juicio no se atrevería a pasear. Los densos copos de nieve acribillan mi piel. Tallo mis manos a mis costados, buscando un calor de fricción; sin embargo, mis abrigos están ya húmedos y muy poco pueden ayudarme, al igual que mis desgastados guantes.

-¿Por qué sonríes, Ojiazul?

Escucho su voz pero me apresuro a caminar sin darle una respuesta. Estoy tiritando de frío. Me pregunto cuánto falta para alcanzar el edificio más próximo. Ya no siento mis pies.

-¡Hey! Damm right! ¡Ven!

Una callosa e igualmente congelada mano toma la mía para arrastrarme hasta un piso resbaloso pero más libre de nieve. Un viento helado castiga nuestros cuerpos adoloridos, convirtiendo los copos de nieve en estacas asesinas que lastiman a los viajeros fatigados.

-Este es un buen lugar. Ayúdame a abrir.

Extiendo una mano para tocar una helada puerta de madera vieja a juzgar por los pequeños hoyos de termitas que encuentran mis dedos. Encontrando su centro, recargo mi peso contra ella para abrirla. El crujido de los goznes oxidados anuncia nuestra entrada al edificio cuando la puerta cede después de un par de intentos. El olor a orines, basura, polvo y humedad ataca mi olfato, pero el frío disminuye lo suficiente para considerarlo un buen techo en esta nevada noche.

-Umm, me parece que tendremos que subir las escaleras, creo que arriba está mejor. ¿Qué dices, Ojiazul?

Asiento, aferrándome al brazo protector que me guía a través de los escombros hacia la escalera. El olor de la madera podrida dice mucho de lo vieja que es esta construcción… 23, 24, 25 escalones cortos y bajos. Nos detenemos y percibo que aquí el viento invernal entra muy poco, la humedad, sin embargo, es mayor.

-No. Las ventanas están tapadas con láminas de metal. No entrará nada de luz de luna. No. Hay que subir de nuevo.

… 15, 16, 17, 18, 19 escalones esta vez, aquí hay muy poca humedad, escucho el viento soplar con suavidad contra los vidrios que tiemblan en sus precarios marcos de metal. El polvo reina en este piso, flotando en el aire y hay cierta densidad en él, como ceniza.

-¡Mira! ¡Una chimenea al fondo! ¡Y tiene aún troncos que encender! Fucking luck! ¿Tienes el encendedor?

Temblando de frío, busco en uno de mis bolsillos interiores al tiempo que sigo el sonido de los pasos animados… si, aquí está, el viejo encendedor de bota, pero muy útil.

-Espera unos segundos, voy a encenderla, Ojiazul.

El crujir de la madera protesta ante nuestras pisadas. Sigo tallando mi cuerpo en una vana esperanza de no entumecerme. La nieve atrapada entre mis largos cabellos que salen del gorro se ha derretido, humedeciéndolos. Trato de exprimirlos con mis dedos.

-¿Qué usaremos…? ¡Ah! Este tapiz puede servir. ¿No te digo, Ojiazul? Si Ravel siempre tiene la razón. Hell, yes!

Con fuertes rasguidos, el tapiz se desprende, alborotando más el polvo y ceniza. Mi garganta ya adolorida por el cruel frío se contrae ante otro nuevo ataque de tos, causada por el brusco movimiento. Mis pulmones sienten reventarse ante el esfuerzo pero pasa rápidamente. Me muevo para evadir la mini tormenta de polvo y ceniza. Ravel me jala al piso, arrodillándome. Tomo algunos trozos de tapiz que caen en mi regazo para hacerlos trocitos y echarlos a la chimenea que palpo frente a mí.

-Hey, Ojiazul, no las tires al suelo. Esta chimenea es grande, hay que arrojarlos con más fuerza.

Así lo hago hasta acabar; con un chasquido, Ravel enciende los papeles que crujen al ser invadidos con fuego tímido.

-Qué mal, no quiere encender.

Me acerco, usando mis palmas como apoyo sobre los ladrillos mal colocados para soplar. El calor del fuego por fin llega a mi rostro en segundos, y los papeles crepitan aún más cuando el olor del carbón se deja venir saturando mi olfato.

-¡Epa, epa, epa, ven acá, Ojiazul! Te me vas a quemar las pestañas. Eres muy bueno encendiendo fuego, ¿qué haría sin ti?

Sonrío ante su comentario.

El calor crece, aliviando mis huesos congelados. Me cruzo de brazos, recibiendo la calidez del fuego y arropándome con ella. Pasan varios minutos en silencio antes de que Ravel vuelva a hablar.

-Bueno… pues hay que cenar. Saca la comida, Ojiazul.

Busco mi fiel morral de cuero, para sacar un pequeño paquete envuelto en plástico adherente. Es nuestra "cena", consistente en una pieza de pan duro y una especie de ensalada con repollo. Partiendo el pan en dos, abro la taza de unicel. Creo que la ensalada está un poco pasada, pero para un estómago que no ha probado alimento sólido en una semana es una gloria. Ravel y yo usamos como cuchara nuestra ración de pan, que por cierto, está tan duro como una piedra… y rancio. Es un castigo a mi pobre mandíbula y dientes; sin embargo, me consuela saber que como al lado de Ravel.

Antes, solía tener grandes cenas con caviar y champaña, pero me encontraba más solo que un oasis en el desierto, nadie compartía de esta manera mis alimentos. Extraño poder sentarme en una sala confortable, frente a una enorme mesa llenas de exquisitos manjares.

Extraño comer con ellos…

-What's up, Ojiazul? ¿Te tocó un ajo?

Niego con la cabeza y sigo comiendo… hasta que me percato que Ravel lo está haciendo de nuevo. Casi no ha tocado la ensalada, dejándome a mí un bocado mayor. Golpeo el vaso contra el suelo para mostrarle mi enojo.

-¡Rayos, Ojiazul! Creí que no estabas poniendo atención.

Aprieto mi mandíbula mientras que levanto la ensalada hacia él, que la empuja contra mí, usando suavemente su mano.

-Ojiazul, debes comer más, te he traído corriendo toda la tarde. Ya sabes que yo puedo salir a buscar algo más. Anda, termínalo.

Con un suspiro lo hago. Ravel puede llegar a ser obstinado como una mula y hoy no quiero discutir con él. Una vez terminada la ensalada, pongo mis manos cerca del calor para moverlas y resistir la rigidez provocada por el frío.

-¿No te enojaste, verdad?

Sigo en mi posición sin moverme para nada. Si, me molesta que él haga esto, aunque tenga razón. Pero quiero que se cuide. No quiero perderlo.

Como perdí todo lo demás.

-Ojiazul…

Un suspiro de resignación se me escapa. Mis dedos están mejor para moverse.

-/¿Qué voy a hacer si te enfermas/

-Ya te dije que puedo…

-/¿Dónde vas a encontrar comida en este momento/

-Bueno, no ahora, pero mañana…

-/Vas a salir con lo mismo/

-Hey, Ojiazul. Dame un break, es Navidad.

Tiene razón, no deberíamos discutir. Usando mi morral como almohada, me recuesto en el viejo piso polvoriento. Los palos de la chimenea siguen crujiendo al quemarse. La fatiga termina venciéndome, no sin antes de que Ravel se acomode cerca de mí, buscando el calor del fuego.

-Feliz Navidad, Ojiazul –le escuchó murmurar antes de quedarme dormido.

"¡Oh, Seto! Vamos… ¿Qué te cuesta aceptarlo?"

"Hermano, ¿verdad que si vas ir a verme a la escuela?"

"¡Estoy cansado de esto, Seto!"

"¿Por qué ya no pasas más tiempo conmigo, hermano?"

"Acepto casarme contigo, Seto"

"¡Solo te interesan tus estúpidas juntas, hermano! ¡Te odio!"

"Algo falta en nuestra relación"

Despierto bruscamente y con la respiración agitada. De nuevo esos recuerdos, esas voces atormentándome. Quizá vinieron a mi mente por la fecha, me pregunto si…

No, no, no. No puedo hacerlo. Está de más. Deben ser muy felices sin mí. Yo solo les traía desgracias. Era un monstruo con ellos. Seguramente están chocando sus copas con todos sus amigos y familiares.

Sin mi…

Nadie me recuerda ya…

-Ojiazul, ¿qué pasó?

Ravel se pega a mí, abrazándome con preocupación. Me aferro a él como un niño asustado, y sin evitarlo dejo libre mi llanto silencioso. Sus brazos hacen círculos lentos en mi espalda, mientras posa sus labios cerca de mi oído.

-Shh, ya, ya pasó. Ravel está contigo.

Lloro como tantas veces lo he hecho, contra su pecho, mientras él sigue abrazándome con ternura, esperando a que mis lágrimas se acaben. Hundo mi rostro entre su peludo y viejo abrigo, tallándome contra sus cabellos largos y rizados con cierto aroma a bosque. Su barba áspera toca mi sien cuando me da un beso en ella, para luego sentir mi húmeda mejilla acariciada por un grueso dedo.

-Ya, ya pasó.

Su voz me consuela y sus brazos me confortan. Si lo perdiera me volvería loco, antes de quitarme la vida. Ha sido mi ángel guardián todos estos años. Protegiéndome, cuidándome, enseñándome… incluso amándome. Gracias a él, sobreviví.

Pese a ser ciego.

Pese a ser mudo.

El viento sopla estrellándose contra las ventanas. Ravel se pone en cuclillas para acunarme entre sus brazos como si fuera un bebé; aguardando paciente a que mi llanto se apague en definitiva. Sin preguntar nada después. Su cariño tan incondicional nunca me ha pedido explicaciones.

Es tan irónico que yo, quien solía ser un hombre insensible, despiadado y egoísta, terminara como un chiquillo aterrado en los brazos de un vagabundo.

Yo, que tenía el poder en mis manos y reinaba sobre muchos, ahora sólo tengo a un solitario ladrón por única compañía.

Yo, que tenía una familia, posición y dinero; ahora solo tengo estos consoladores brazos y una suave voz como mis únicas posesiones.

-Ya, mi Ojiazul. Ravel te cuida.

-/No me dejes, Ravel, por favor/ -le suplico, separándome un poco para mover mis manos.

-Siempre voy a estar a tu lado. No llores más.

-/Tengo miedo/

Me abraza con fuerza, meciéndonos. El fuego disminuye, puedo sentir su falta de calor. Nuestra reserva de leños se agotó seguramente.

-Ravel está contigo, Ojiazul. Duerme tranquilo en mis brazos. No voy a dejar que nadie te lastime.

Esta es mi tercera Navidad con Ravel, desde aquél accidente que cambió mi vida para siempre.

Él me salvó, me enseñó a hablar con mis manos, a valerme de mi mismo en este mundo olvidado por la humanidad. Lleno de escombros, mugre, desperdicios y soledad, donde pasaré el resto de mis días.

Seto Kaiba está muerto. Ahora solo soy… Ojiazul

El Ojiazul de Ravel.