La puerta estaba cerrada a cal y canto. Mientras tanto, dentro, se escuchaban los gritos ahogados de María, a la vez que sobresalía la voz de una de las matronas:
-¡Vamos señora, empuje!
La habían mandado traer a la fortaleza de Masyaf en cuanto María había comenzado a tener las primeras contracciones. Altaïr había sido obligado a permanecer fuera mientras su mujer daba a luz, a pesar de sus quejas y su disposición a permanecer al lado de María.
-¡Quiero estar con ella!-Había dicho.
Malik estaba a su lado mientras Altaïr iba de un lado a otro, sumido en sus propias cavilaciones. Él, Altaïr Ibn-La'Ahad, Maestro Asesino, asesino de Roberto de Sable y pesadilla de los Templarios en Oriente. Él, que había tenido, o tenía en su poder el Fruto del Edén. Él, Altaïr Ibn-La'Ahad, tenía miedo.
¿Miedo?, se preguntaba con ironía mientras un grito desgarrador de María rompía el silencio y hacía estremecer a los presentes. Sí, miedo. Miedo porque no sabía a lo que se enfrentaba. Todas sus misiones consistían en investigar, ocultarse...Sabía a lo que se enfrentaba. Sabía que con cada misión, podía morir. Pero no tenía como ahora.
¿Sería acaso un buen padre? ¿Qué educación podría darle? ¿Debería permitirle pertenecer a la hermandad de los Asesinos, y que así pudiera proteger el Fruto, ese demoníaco artefacto? No lo sabía. No sabía que hacer, ni qué sentiría. No sabía nada, y estaba desesperado.
Altaïr se detuvo en seco cuando un llanto de bebé rompió el silencio. Malik sonrió y asintió con la cabeza y Altaïr se precipitó hacia la habitación. María estaba tendida sobre la cama mientras las matronas iban de un lado a otro, intentando limpiar todo. Sobre el pecho de María, había un bebé.
Su hijo.
-Saluda a tu primogénito, Altaïr-Contestó María con una sonrisa dulce,pero cansada.
Altaïr estaba completamente anonadado y no podía dejar de observar aquél bulto envuelto en mantas que se movía y lloraba al ser retirado del pecho de su madre. Con las manos temblorosas, cogió al bebé en sus brazos, que le observó con ojitos curiosos. Sin poder evitarlo, Altaïr se dio cuenta de que estaba llorando.
-Bienvenido al mundo, Darim Ibn-La'Ahad.
