Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.
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[Capítulo 1 : No existe el olvido]
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Como cada día a las 7 de la mañana, la directora ejecutiva de la prestigiosa empresa Onsen-kô cruzó las puertas del edifico de oficinas. No es que fuese una maniática, simplemente le gustaba tener bien atendido su negocio y para ello la puntualidad era un elemento fundamental.
Tomó el ascensor y a las 7:05 ya estaba atravesando la puerta de su despacho. Sobre el escritorio había una bandeja con una humeante taza de café, zumo, tostadas y varios periódicos.
Se quitó el abrigo y se atusó el pelo. Llevaba un elegante traje de dos piezas compuesto por falda y chaqueta ejecutiva en color granate. Sus curvas se marcaban de forma sinuosa, era atractiva y lo sabía. Utilizaba todos y cada uno de sus acentuados encantos para sacar el máximo beneficio en las negociaciones. La "dama implacable" le llamaban, y eso le encantaba.
Se sentó en su cómodo sillón de piel y se recostó ligeramente, tomó aire antes de tomar el primer periódico y sorber el café.
New York Times, el mundo estaba loco. Sección de economía, ahí estaba lo interesante. Sus acciones no cotizaban demasiado mal en bolsa, aunque con el estado actual del mercado había que conformarse con eso.
Hojeó por encima titulares de periódicos japoneses, leyó con curiosidad alguna de las noticias nacionales más importantes y sonrió al ver el gigantesco anuncio de la compañía a toda página. La publicidad era siempre una apuesta que bien utilizada podía reportar interesantes beneficios.
Dejó para el final al prensa coreana, no lo quería admitir, pero era un mercado que aún le era adverso. Tras tres años triunfando dentro y fuera de Japón, Onsen-kô había conseguido extenderse por toda Asia e incluso ya había sucursales en algunos países europeos, pero Corea del sur... se le resistía.
Los negocios autóctonos eran muy poderosos y había otras empresas especializadas en los baños termales que tenían una abultada cartera de clientes, meter la cabeza resultaba complicado.
La economía nacional era fuerte y emergente, todos los contactos que había hecho finalmente habían resultado en vano. Las páginas de negocios no parecían decir nada nuevo, grandes artículos dedicados a las empresas nacionales, seguramente pagados, para seguir enalteciendo el ego de los poderosos. Lo normal.
Pasó la siguiente página y por un momento dejó de respirar. Abrió los ojos como platos y terminó de tragar el café. Era una noticia de página completa y en los titulares podía leerse: "Kim Joo Hee, un brillante futuro".
Lo cierto es que el coreano de Nabiki era bastante limitado ,pero aún así no le costó demasiado entender el pie de foto "...el futuro director del complejo de hoteles con su actual pareja...", aquello no dejaba lugar a dudas.
La fotografía ocupada un tercio de la página y en ella se podía ver al Kim Joo Hee, (era un hombre guapo, de eso no cabía duda) vestido con un elegante esmoquin negro sonriendo a cámara, y a su lado una preciosa mujer de larga melena y ojos marrones. Lucía un precioso vestido de color tierra sin demasiado escote hasta la rodilla, parecía sorprendida, como si acabase de notar la presencia de la cámara. Ambos se encontraban de pie en medio de una recepción, no estaban posando.
Nabiki se puso de pié y masculló entre dientes, dio grandes zancadas hasta su bolso y de él extrajo una pitillera y un mechero. No acostumbraba a fumar, y menos a esas horas de la mañana. Era un simple vicio que había adquirido en su época universitaria y al que solo recurría cuando se encontraba nerviosa.
Dio una honda calada al cigarrillo y expulsó el humo lentamente.
— ¿A que demonios se cree esa cría que está jugando? — murmuró antes de dar una segunda calada.
Volvió sobre su escritorio y apagó el cigarrillo en la taza de café, tomó rápidamente el teléfono y marcó un número corto, en seguida le respondieron.
— Saori, necesito que compres 10 ejemplares más del Corea Bussines de hoy. Traelos a mi despacho, después llama a Saotome e infórmale de que le he convocado a una reunión y que no debe de llegar más tarde de las 9.
— Claro señora Tendô, ¿necesita algo más?. — respondió una voz clara, casi cantarina al otro lado de la linea.
— Sí, consigue los contactos de la compañía de hoteles Agate y un buen traductor de coreano.
Colgó el teléfono, en su cabeza ya había comenzado a enmarañarse toda una complicada red de ideas y pensamientos. Volvió a mirar el sorprendido rostro de su hermana en aquella fotografía al lado del atractivo empresario. Lo sopesó detenidamente y de repente una pícara sonrisa apareció en sus labios.
Tal vez la llave del mercado coreano no fuese tan inalcanzable... y quien sabe, moviendo los hilos adecuados quizás hasta podría conseguir lo que ya parecía imposible: matar dos pájaros de un tiro.
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El teléfono no dejaba de sonar. Alargó la mano y sin siquiera mirar palpó por encima de la mesita de noche hasta que dio con él. Lo descolgó y se lo puso en la oreja.
— ¿Quien es? — preguntó el chico con voz ronca, aún dormido.
— Buenos días dormilón — sonó una excesivamente azucarada voz por el auricular.
— ¿Nabiki? — respondió incorporándose en la cama. — ¿Qué demonios quieres a estas horas?, no me toca ir a la oficina hasta el miércoles.
— Mi secretaria estaba desesperada porque no cogías el teléfono. Te he dejado un regalito en la puerta, necesito que vengas urgentemente a mi despacho — y sin decir más colgó.
Ranma se quedó unos segundos en la cama antes de levantarse. Se puso en pie y se desperezó. Aún a pesar de ser pleno invierno solo dormía con un pantalón largo de algodón y una camiseta de tirantes. Hacía escasamente dos días que había celebrado su 26 cumpleaños, habían pasado 10 años desde que se instaló por primera vez en Tokio.
Había cambiado, toda su vida era diferente de lo que fue su adolescencia. Ya no lucía aquella graciosa trenza que tanto le había caracterizado, cuando finalmente tuvo que comenzar a trabajar para Onsen-kô como delegado comercial tuvo que despedirse de muchas cosas. Ahora llevaba un look un tanto desordenado, con el pelo excesivamente largo como para parecer un hombre de negocios serio.
Por supuesto seguía practicando artes marciales, de hecho seguía yendo al dôjo Tendô tres veces por semana a dar clases. El estilo Saotome no debía perderse, aquella era la mejor forma de honrar la memoria de su padre, aunque aquello no le daba para vivir.
A regañadientes tuvo que aceptar aquel puesto en la empresa que Nabiki le llevaba ofreciendo años. No es que fuese especialmente bueno en los negocios, pero según Nabiki, tenían un don para saber exactamente lo que necesitaba. En la empresa era considerado una especie de "as en la manga", el hombre al que todo el mundo recurría cuando se torcía una negociación.
Recorrió el espacio que le separaba de la puerta. Por supuesto ya no vivía con su madre, ahora tenía su propio piso en el centro de la ciudad, no muy lejos de la empresa y a tan solo 20 minutos en coche de Nerima, cosas que no se podría permitir de seguir trabajando tan solo de profesor de artes marciales.
Abrió la puerta y el frío le golpeó en la cara, aún atontado alcanzó a ver el "regalo" que le había hecho llegar Nabiki, era la edición diaria del Corea Bussiness.
Cerró la puerta a sus espaldas y miró la primera página. Aburrido, ni se molestó en ver el resto, con un gesto de desidia puso el periódico encima de la primera mesa a mano y se metió en la ducha.
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— Te dije que era urgente. — refunfuñó Nabiki desde el otro lado de la mesa. Ranma ni siquiera se inmutó, se dedicó a bostezar y a rascarse la cabeza despreocupado.
— Era mi día libre — contestó a modo de excusa antes de sentarse en uno de los cómodos sillones destinados a las visitas.
— Por tu actitud supongo que ni te has molestado en abrir el periódico... — dijo la chica levantando una ceja y apoyando ambos brazos sobre la mesa.
— No sé coreano, ¿quieres ir al grano de una vez?
Nabiki abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó otro nuevo ejemplar de la publicación, lo puso enfrente del chico con cuidado y sonrió.
— Sigo sin saber coreano.— respondió Ranma mirándole directamente a los ojos.
— Si hubieses abierto el maldito periódico que te mandé te habrías dado cuenta de que en el artículo en cuestión había incluido una breve traducción en japonés, página 31.
El chico tomó el periódico con aburrimiento y buscó la página, Nabiki pudo notar como su expresión cambiaba de la desidia al sobrecogimiento. Frunció las cejas y sus ojos se agrandaron desorbitados.
Cuando Ranma levantó la mirada ante él solo había una excesivamente sonriente Nabiki.
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— ¡Joder!— exclamó el chico mientras cerraba de un portazo su coche y se encaminaba hacia el dôjo Tendô.
Llevaba la chaqueta de su elegante traje azul marino en la mano como si se tratase de un trapo. La camisa gris que se había puesto a conjunto tenía los tres primeros botones desabrochado,s dándole un aire bastante informal, pero lo que en realidad pasaba es que durante unos segundos le había dado la impresión de que no podía respirar.
Atravesó las puertas de la casa y abrió la de la entrada, se quitó los zapatos y se dirigió al salón donde esperaba poder encontrar a su madre.
Tras la muerte de su padre tres años atrás Nodoka, había comenzado a vivir con los Tendô. Al principio a Ranma no le había hecho mucha gracia que viviese con Soun, ya que él también estaba viudo, aunque finalmente se había dado cuenta de que de alguna forma se habían transformado en una extraña familia.
Kasumi seguía viviendo en la casa familiar y cuidaba de ambos, además del pequeño Kenta que recientemente había cumplido los 5 años y era la alegría de todos. Se había casado 6 años atrás con el doctor Tofu y todo parecía irles sobre ruedas, de hecho Kasumi estaba de nuevo embarazada y esperaban el nacimiento de su nuevo hijo en 4 meses.
Por el pasillo escuchó unos pasos rápidos y firmes pasos, en seguida el pequeño Kenta se le echó encima.
— ¡Tio Ranma! — exclamó el niño mientras se lanzaba a sus brazos — ¿Me vas a enseñar una nueva kata? ¡ya me se todas las de la semana pasada!
— Umh... quizás luego — contestó el con una sonrisa mientras le revolvía el pelo.
Kenta era muy espabilado para su edad. Con tan solo 3 años había comenzado la práctica de las artes marciales, no era de extrañar, desde bien pequeño ya se quedaba hipnotizado viendo practicar a Ranma y a sus abuelos.
El dôjo Tendô había cambiado, desde hacía más de 6 años Ranma había comenzado a dar clases en él a varios chicos del barrio. Actualmente tenía unos 40 alumnos repartidos en tres clases por edades a los que solía instruir tres días por semana. Obviamente no todo lo hacía solo, en su día había tenido el respaldo de su padre y del señor Tendô, y actualmente Soun seguía ayudando en las clases de vez en cuando. Quien era de mucha ayuda siempre y cuando no se perdiera por el camino era Ryoga; un buen amigo que había afianzado con el paso de los años, y que actualmente se dejaba caer por el dôjo de vez en cuando.
Aquel día Ranma tenía toda una tarde de clases, lo cual no le reportaba demasiado dinero, pero le daba un tipo de paz que no podía encontrar en ningún otro lugar.
Dejó a Kenta mientras practicaba una serie de katas en el pasillo dando pequeños gritos (la verdad es que lo hacía bastante bien ) y sonrió. Al menos el pequeño niño parecía haber aplacado de alguna forma su mal humor.
— ¡Mamá! — llamó Ranma desde el salón — ¿Hay alguien?— repitió sin obtener respuesta.
De la cocina salió Kasumi con una sonrisa, se encontraba embarazada de 5 meses y estaba preciosa, simplemente radiante.
— ¿Ranma? Nodoka ha salido a hacer unos recados, no te esperábamos hasta la tarde, ¿quieres un té?
— Emh... si, gracias Kasumi.
Ambos se sentaron en el salón y Ranma sorbió nervioso su taza. Con el paso de los años su relación con Kasumi había evolucionado, transformándose en una sólida y adulta amistad. Muchas veces recurría a ella o a su madre en busca de consejo.
— Nabiki quiere que vaya a Corea — soltó a bocajarro con la mirada baja, como si le diese vergüenza hablar del tema.
— ¿Y cuál es el problema? — contestó Kasumi tranquilamente, mirándole a los ojos.
— ¿Sabías que... ella se ha prometido? — dijo airado. Le dolía tanto pronunciar su nombre que lo evitaba siempre que podía.
— ¡Cielos! — exclamó Kasumi llevándose las manos al rostro — Hablé con Akane hace apenas unas semana y me insinuó algo, pero jamás imaginé... ¿estás seguro?.
Ranma pareció dudar unos segundos.
— No lo sé — admitió — Yo... — se detuvo en mitad de la frase, no sabía terminarla. Kasumi pareció reflexionar unos segundos en los que el silencio llenó por completo la estancia.
— Creo que deberías ir a Corea — sentenció, el chico pareció sobresaltarse. — Tenéis asuntos pendientes que resolver y hace más de 3 años que ni siquiera os veis. Ranma — dijo muy segura y dándole énfasis a cada una de sus palabras — ninguno de los dos podéis vivir así.
— No Kasumi, dijimos que no íbamos a volver a tener esta charla — hacía más de un año desde la última vez que habían discutido sobre aquello.
— Eres tú el que ha venido a mí en busca de consejo. Escúchame — dijo tomándole de la mano y mirándole fijamente — yo solo quiero que mi hermana vuelva a casa, y no lo hará mientras esto siga sin resolverse. Por favor, para bien o para mal, ve a Corea.
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No durmió en toda la noche, después de sus clases había salido a correr por el barrio y cuando llegó a su piso se encontraba agotado. Aún así no pudo dormir.
El Corea Bussiness del día anterior estaba abierto por la página 31 y permanecía encima de la mesa del salón, había estado contemplado aquella foto más rato del que le gustaría admitir.
Pensó y recordó de nuevo aquella noche hacía ya tres años, cuando su padre murió. Parecía sentir aún sus finos brazos alrededor del cuello, abrazándole como si el mundo se fuese a terminar en ese instante, tan cálido, tan breve...
El sonido del timbre interrumpió sus cavilaciones, eran las 8 de la mañana. Abrió la puerta aún en pijama, no podía ser otra persona. Shampoo entró en el piso bamboleando las caderas y con cara de pocos amigos.
— ¡Hacer una semana que no coger el teléfono! — exclamó la chica, que muy lejos de haber mejorado su japonés parecía haberse estancado desde hacía años.
— No entiendo que estás haciendo aquí — contestó Ranma con un tono de voz seco y cansado. — No estoy de humor.
— Shampoo estar preocupada... — dijo haciendo un mohín con el labio inferior, él suspiró hastiado.
— Vete por favor — y abrió la puerta de par en par haciendo un gesto hacia afuera. Shampoo simplemente le ignoró y se dirigió hacia el salón.
— Ranma tener que hablar ahora, ¡decir muy en serio! — la vista de la chica recorrió la estancia y se detuvo en el único elemento que a Ranma hubiese preferido que no viera.
Tomó el periódico con las dos manos y contempló la fotografía a sabiendas que él había estado haciendo lo mismo momentos antes. Cuando levantó la vista estaba más furiosa de lo que la recordase jamás.
Discutieron. No como en otras ocasiones de forma más calmada, no como hacía dos semanas cuando habían terminado con su corta relación de apenas 2 meses. Se gritaron y se dijeron hirientes palabras que ninguno de los dos lamentó.
Cuando Shampoo salió del apartamento Ranma se dejó caer sobre el sofá, aún más cansado de lo que ya estaba. Se lo advirtieron y él lo sabía, esa chica sólo había traído a su vida dolores de cabeza. Eran dos meses en los que habían sido algo así como felices en algunos instantes, pero aquello no podía durar.
Sería muy hipócrita decir que se arrepentía de aquello, no lo hacía, pero el estar al lado de una mujer que contentase todos sus caprichos no era suficiente. Sabía perfectamente que no la amaba, igual que ella también era consciente de ese detalle. Lo intentaron ignorar un tiempo hasta que la realidad les superó.
Temía que la ruptura iba a ser más larga que el mismo noviazgo. Shampoo era una mujer orgullosa y no daría su brazo a torcer, aún a pesar de que saber que él no le correspondía no estaba dispuesta a rendirse. Iban a ser unos meses muy largos.
Volvió a mirar el periódico, que tras la discusión había terminado arrugado y en el suelo.
Akane Tendô...
La odiaba con toda su alma. Le dolía tan solo estar cerca, respirar el mismo aire. No había día que no desease abrazarla fuerte hasta destruirla. Quería que sufriera, quería hacerla sufrir con sus propias manos. La odiaba tanto como se odiaba a sí mismo.
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Eran las 9 de la mañana. Nabiki ya había conseguido cuadrar toda su agenda y estaba repasando unos informes antes de la primera reunión.
La puerta de su despacho se abrió sin previo aviso, sin tomarse siquiera la cortesía de llamar.
Ranma Saotome iba vestido en un tono informal, con unos vaqueros y una camiseta con cuello en pico de color blanco. Dio dos grandes pasos hacia el escritorio y se quedó allí parado, calculando lo que iba a decir. Nabiki sonrió con la mirada y dejó los informes a un lado.
— Necesito salir de Japón — declaró firmemente, la chica no pudo evitar esbozar una sonrisa.
— ¿No es una feliz coincidencia? Tu necesitas salir de aquí y yo quiero que lo hagas.
Ranma cogió aire, sus ojos de color azul marino parecían haberse apagado.
— No te equivoques, no voy a acercarme a esa empresa más que lo estrictamente necesario a nivel profesional. En cuanto tengamos trato me largo.
— Claro, sin problemas — con un ágil gesto abrió uno de los cajones de su escritorio y de el sacó un par de sobres. — Ahí tienes el billete de avión y las instrucciones para el viaje. Me he tomado la libertad de alquilar un coche para que te muevas por Seúl, y ya he reservado un pequeño apartamento en el centro. Esta misma tarde un mensajero te entregará las bases del proyecto, estúdialo bien y vete preparando la maleta, tu vuelo sale mañana a las 7.
El chico la miró anonadado y después tomó ambos sobres.
— ¿Cómo sabías...?
— Oh, vamos Ranma, ya me conoces — y diciendo esto le guiñó un ojo.
— Aquí solo hay un billete de ida — replicó él.
— Buen viaje — contestó con una sonrisa cada vez más amplia.
Ranma suspiró rindiéndose a la evidencia, estaba claro que Nabiki Tendô no daba puntada sin hilo, lo tenía todo planeado desde el principio. Se dirigió andando lentamente hacia la salida.
— Una cosa más — dijo antes de desaparecer por la puerta — Sigo sin saber nada de coreano.
— Bueno...— respondió — ya me he ocupado de eso.
Finalmente y algo dubitativo Ranma cerró la puerta del despacho a sus espaldas.
Nabiki se estiró en su silla e inspiró fuertemente.
— Uf, ¡cuanto trabajo!
