Esto es un prologo, principalmente. Sí esto resulta, pronto tendrá una continuación.
Gracias, y disfruten la lectura c;
Alma por alma.
—El tratamiento ya no está funcionando; tu cuerpo ah recibido tanta medicina que ya se adaptó a ella.— dijo el hombre frente a Claudia. Él parecía no querer mirarla directamente, porque solo observaba la tabla en donde estaba su kardex, y eso solo la hacia sentirse aun más desdichada.— Comprendo que no quieras estar en el hospital todo el tiempo, pero toma una decisión sensata, por favor.—continuó él, pero ahora sí la miraba con expresión triste; para Claudia solo había pocas cosa que odiaba de verdad, y una de esas era que le tuvieran lastima. Sin embargo, no comento nada al respecto.
—Entienda, Doctor... no quiero morir, pero tampoco quiero estar todo lo que resta en una camilla, o sin saber lo que pasa al rededor.
—Lo entiendo, Claudia... Sin embargo, eres tan solo una niña de quince años.—comentó él, y ella, aunque no le gustara esto, sonrió. Una decisión sensata. El doctor Carlisle había dicho en varías ocasiones qué lo que le pasaba no era justo, pero, como ella siempre pensaba: ¿Qué en esta vida es justo?, ¿qué pensamiento podía ser sensato cuando se está al borde la de muerte?
—Sin la radioterapia, ¿cuanto tiempo tengo?—preguntó ella, dándole a entender a Carlisle que su edad no media su madures, y no era que ella fuera exactamente de mente adulta, pero el saber que en cualquier momento podría morir, la tenia con la sangre fría la mayoría del tiempo.
—Entre tres meses y dos semanas.—contestó él.
Lo único en lo que pudo pensar era en los día de vida que tenía. Quiza eran los suficientes para despedirse de aquellos que consideró sus amigos, pero pensaba en que era demasiado tiempo con saber que en cualquier instante su corazón dejaría de latir.
Ella era Claudia Lightsword. El cáncer la estaba matando; le estaba robando la vida tan dolorosamente que aveces tenía deseos de morir antes de tiempo. Tenía trece años cuando calló en cama, y luego de meses de agujas y autopsias, resultó ser portadora de leucemia linfoblástica aguda. Su única razón para luchar era su padre, y la única fuerza que tenia era por él, porque no quería dejarlo solo... pero él, como si no recordara que era su hija, la abandonó.
Revivió en su mente la imagen de su padre colgado en el baño, con una soga al cuello y con una expresión terrorífica en su rostro cientos de veces; él tenia una nota en donde se podía leer: "No te rindas, Claudia. Yo sé que tú puedes"... Le pedía que no se rindiera, pero él se rindió mucho antes de que ella pudiera considerar la sola idea de querer morir. Ahora estaba sola sin entender la verdadera razón por la que su padre decidió ser cobarde. ¿No era ella la que estaba muriendo? Debería ser ella la que considerara rendirse, y no él, que todavía podía vivir muchos años. Se suponía que un padre jamas debe ver morir a su hijos, pero sí ella estaba preparada para lo que sucedería, entonces, ¿porqué el la dejó sola?, ¿no se le ocurrió la brillante idea de que ella lo necesitaba en su enfrentamiento a la muerte? Aunque también comprendía que la presión de ver a tu única hija morir, podría ser algo muy doloroso e imposible de sobrellevar.
Pero con todo ésto, había ocasiones en que sentía calidez en su alma, como si los deseos de seguir con vida se volvieran cálidos y ardieran solo para llamarle y decir: "Hey, sé que quieres tener paz y todo eso, ¡pero aun tienes que esperar!, ¡No es momento de sentir paz!". Solo bastaba con repetirse aquello y sentía muy vividamente cómo de su alma se iba yendo todo rastro de oscuridad y malos pensamientos.
Estaba claro que aunque abandonara la esperanza, su vida era especial, y ella... con todo ésto...
—¡No quiero morir!—gritó mientras sus ojos se llenaban de lagrimas. Con todo el sufrimiento que tenía a causa de su padre, del dolor físico que le provocaba el cáncer, el saber que su alma pedía a gritos paz (aunque ella pudiera controlar este deseo fácilmente), a pesar de que la oscuridad llegara siempre que había logrado alejarla... con todo ésto, ella quería vivir.
Los dorados ojos del doctor Cullen atraparon los grises de Claudia, que eran contorneados por grandes ojeras moradas que solo hacían resaltar su enfermiza palidez. Sus facciones se contorsionaron como las de una persona que estaba teniendo un debate mental, con solo una respuesta como objetivo: Si o No.
Finalmente, cuando el llanto de Claudia se volvió más desesperado, él caminó hacia donde ella se encontraba sentada, y la abrazó. Ella no sabía que era lo que podía estar pasando por su cabeza cuando lo hizo, pero lo hizo, y ella se dio cuenta por primera vez de lo necesitada que estaba de afecto, y, como si él lo supiera, se la ofreció con ese abrazo.
No se percató realmente de cuando fue que él bajó su cabeza hacia a su cuello, o de cuando aparto su cabellera azabache de éste; solo sintió un dolor desgarrador cuando él mordió su garganta.
Pero después, solo sintió el infernal fuego que la abrazaba justo cuando la oscuridad se apoderaba de ella.
¿Continuará?
