Hola a todas, bueno me anime a escribir un Dramione. Hacia tiempo que quería plasmar la idea que me rondaba la cabeza.

Bueno primero, decir que la idea riginal me la dio un libro que se llama El Laberinto de la Rosa de Titania Hardie, y claro los personajes que le pertenecen a J. K. Rowling; pero lo demás es fruto de mi alocada cabecita.

Ojala les guste y dejen reviews. Sin más los dejo con el primer capitulo :D


Fría Mañana

El cielo de aquella mañana, dejaba entrever a las nubes grises cargadas de lluvia, que se aproximaban peligrosamente a la ciudad, para descargar sobre ella su fría garúa. Ese día de Setiembre, traería consigo sorpresas inesperadas, encuentros extraños y alguna que otra tristeza, que sobrecogería el debilitado corazón de aquella castaña.

Ella estaba ya lista a temprana hora, para salir a su cita diaria en el hospital. Era un día frio, pero como era habitual, se disponía a enfrentarse con ese monstruo, que lleva por nombre VIDA. Aquél que siempre la sorprendía con un nuevo problema, obligándola a cambiar de estrategia. Sí, definitivamente la vida la probaba a cada minuto, no había duda de ello.

Ella sabía que ese día sería distinto, las noticias que recibiría podrían cambiar el rumbo de su destino. Jamás había sido muy apegada a los horóscopos y a cosas de adivinación, aunque su compañera y amiga de cuarto, si lo era. De todas formas, antes de irse a bañar y de cambiarse, había leído los designios de ese mes, que le correspondían a su signo, dejándola más confusa e irremediablemente desolada: "Y recibirás de aquél desconocido, el regalo más preciado. Entre lluvias de otoño y nieves de invierno el vendrá a ti. Jamás lo verás, pero a su otra mitad tendrás que alumbrar y guiar."

Hermione se miro al espejo para comprobar su vestimenta. Este, le devolvió el reflejo de una mujer hermosa, aunque la enfermedad había hecho mella en ella, enfundada en unos vaqueros azules y un sweater de color rosado pálido. La enfermedad, pensó sin ganas. Hacia exactamente cuatro meses que se encontraba en el programa de trasplante del hospital Harefield en Londres. Cuatro meses que se habían convertido en interminables sesiones de análisis y pruebas, para darle un donador apto. Hermione había contraído una enfermedad extraña en uno de sus viajes como arqueóloga, la cual había debilitado su corazón, hasta el punto de necesitar el dichoso trasplante. Esto no hacía más que ocasionarle problemas, ella sabía que para vivir alguien más debería morir.

Ese día sería importante, ya que su médico, el doctor Marsden, le diría el resultado de los análisis que indicaban si podía seguir esperando el trasplante en su casa, o tendrían que trasladarla al hospital hasta el día de la operación. Algo a lo que Hermione se negaba. Después de ser una mujer independiente, acostumbrada a valerse por sí misma, el estar bajo el cuidado del personal del área de trasplantes era un poco agotador. No es que no le gustase que la mimen de vez en cuando, ya que al no tener padres en ocasiones era reparador, sino que para ella su independencia y su libertad de decidir qué hacer y no hacer, era su piedra angular.

Unos toques en la puerta la sacaron de su ensimismamiento. Se volteo, para ver entrar a una hermosa mujer de cabellos rojos como el fuego. Era Ginny, su amiga y compañera de departamento. Se habían conocido hacía unos cuantos años atrás, cuando las dos se encontraban en Grecia. Hermione estaba en una excavación, y Ginny estaba haciendo un documental sobre la cultura griega. Las dos encajaron una con la otra inmediatamente, haciéndose inseparables. Y a decir verdad Ginny fue y era una gran ayuda para ella, sobre todo cuando más sola se sentía.

-Pero es que todavía no estás lista –le dijo la muchacha de cabellos rojos.

-Sí, solo me falta peinarme y salgo –le sonrió y se acerco a la mesa de noche por una coleta.

-Y bueno, no me vas a decir a que se debió lo de la mañana

-A qué te refieres? –le pregunto la castaña, como si no supiera de lo que hablaba

-Vamos Hermione, tú jamás leerías el horóscopo, siempre dices que es una tontería –le recriminó su amiga, haciendo un puchero mientras hablaba. La castaña no aguanto la risa, muchas veces Ginny le había parecido mística, sobre todo en sus creencias.

-Pues creo que tantos años viviendo juntas, algo tuyo se me tenía que pegar no es verdad? –le dijo, dándole un beso en la mejilla y pasando a recoger su cartera, que estaba encima de la cama.

-Ten cuidado. Tranquila sé que todo saldrá muy bien –le dijo Ginny mientras se acercaba y le daba un apretón en la mano, transmitiéndole así, las fuerzas que necesitaba.

-Lo sé, gracias –sonrió y salió del cuarto, y luego del departamento.

Hermione no apresuro el paso, sabía que era perjudicial para su ya endeble estado de salud; así que se dedico a admirar la fría, aunque bella, mañana. No tardo mucho en conseguir un taxi que la llevara al Harefield. Era cierto, era una mañana muy húmeda, pero ella se encontraba abrigada en su sobretodo negro. Bajó del taxi y se dirigió a la planta de trasplantes, donde Cristina King, ya la esperaba.

-Buenos días, Hermione. Cómo has estado? –le dijo mientras ella se sentaba y le tomaban la presión arterial.

-Pues muy bien, el otro día estuve un poco mareada, pero nada fuera de lo normal, creo yo –trato de sonar sincera, ya que sabía que Cristina era muy cuidadosa con sus pacientes.

-Tendrás que decirle eso al doctor Marsden –dijo un poco seria

-Claro, no hay problema –sonrió y entro al consultorio del doctor.

Al entrar, vio a un hombre de no más de cincuenta años, sentado de espaldas. Apenas sintió a Hermione, el doctor Marsden volteo su silla y ella pudo ver esos ojos verdes que tanta confianza le transmitían. Albert Marsden, era un cardiólogo de fama en Inglaterra, pero desde que era su médico se había comportado como un padre comprensivo y abnegado. Ella siempre estaría agradecida por eso.

-Vaya, niña, si que te ves desmejorada hoy. Has dormido bien? –pregunto verdaderamente preocupado. Ella sonrió y contesto

-Sí, solo tuvo un mareo el otro día, pero por el resto, la vida me trata lo mejor que puede –le dijo mientras el doctor la guiaba hacia unas sillas para que tomara asiento.

-Ya veo –se puso serio, ella lo noto tenso.

-Mira Hermione, hoy temprano he hablado con un doctor especializado en trasplantes, él recomienda que te tengamos en el hospital. Dice que es muy riesgoso dejarte ir, tu corazón puede fallar de un momento a otro.- Las palabras que mas temía se habían pronunciado, su sentencia estaba dictada, al menos ella así lo sentía. No quería estar en el hospital, no le gustaban desde que sus padres murieron en ese accidente de tránsito.

El doctor entendió como se sentía aquella chica que trataba de ser fuerte. Se sentó a su costado y le cogió una mano, apretándosela suavemente.

-Hermione, niña, mírame a la cara –ella obedeció y levanto la vista

-Mira, no será por mucho tiempo, además podrás salir a dar paseos cerca a las instalaciones. No te preocupes todo esto pasara muy pronto –con sus últimas palabras trato de reconfortarla, de que se sintiera mejor, pero la mejoría no fue mucha.

-Cuando me debo mudar –dijo con un deje de sonrisa formándose en sus finos labios.

-Deberá ser lo más antes posible, quizás hoy mismo –ella solo asintió. Sabia que eso tarde o temprano llegaría.

-Quién será el encargado de verme, aparte de usted? –pregunto tratando de controlar su tristeza

-Así, me olvidaba decirte. Hemos recibido a uno de los mejores alumnos de Oxford en todo lo que tiene que ver con trasplantes, no tiene más de veinticinco años, así que creo que se llevaran bien los dos –el doctor Marsden hizo una pausa, esperando ver como habían sido recibidas sus palabras.- Es el doctor Malfoy, y estará asignado a tu caso.

-Malfoy –dijo ella con una extrañeza en la voz.- De algún lugar me suena? –le pegunto al doctor. Pero claro como lo había olvidado, si Ginny le había hecho una entrevista a Los Malfoy, una de las familias más prestigiosas de Londres, y que contaban con la más valiosa colección de arte.

El doctor solo sonrió y le aseguro que el doctor Malfoy, era completamente adecuado para su caso, y que contaba con toda su aprobación. Ella asintió.

-Ahora sería conveniente que llamaras a tu amiga, para que te traiga un poco de ropa y otros efectos

-Claro, así lo haré –y dicho esto el doctor Marsden salió, dejándole su consultorio para que pueda llamar a Ginny.