Disclaimer: Los personajes pertencen a Takeshi Obata y Tsugumi Ohba.


¿Sabes una cosa, Matt? Te odio, maldita sea.

Te odiaba hace cinco años y sigo odiándote ahora. Odio absolutamente todo lo que significabas para mí; lo que al fin y al cabo sigues significando, porque mis sentimientos no han cambiado.

¿Eres consciente de lo jodidamente molesto que ese cosquilleo que siento en la base del estómago cuando estás cerca? Dicen que son mariposas y te aseguro que si matando a esos malditos bichos pudiese acabar con este suplicio, desayunaría insecticida todos los días. Pero estoy seguro de que, aun asesinando a esas mariposas, el sentimiento permanecería conmigo siempre y cuando estuvieses a mi lado.

Aun así no quiero que te vayas.

¿¡Ves lo que estás consiguiendo!? Ni siquiera sé bien qué pensar al respecto. Antes de que volvieras todo era más fácil; no es que hubiese dejado de sentir… cosas por ti, pero sabía que probablemente nuestros caminos no volverían a cruzarse y, a medida que me alejaba del orfanato, parecía que la tempestad que tenía lugar en mi interior se calmaba.

Sí, creo que más que a unas inocentes mariposas, lo que tengo en mi interior se parece a una tormenta. Una tormenta cuyo único propósito es destruir.

Eres una tormenta viviente, Matt. Lo escondes detrás de un engañoso cielo azul, detrás de unos calmados y afables ojos, pero disfrutas arrasando con todo. Sé que te gusta desordenar mi vida.

Creí que si me alejaba lo suficiente no me mojarías, me tranquilicé y, al obligarme a dejar de pensar en ti, no fui capaz de ver las nubes que anunciaban tu llegada.

¿Y para qué has venido, si puede saberse? Dijiste que te debía cinco años de tu vida, ¿acaso pretendes que pague mi deuda con cinco años de silencio y miradas frías? ¿Quieres hacerme sentir mal durante cinco jodidos años y largarte cuando tu maldita indiferencia me haya calado hasta los huesos? Está bien, haz lo que te plazca, pero no pretendas que te pida perdón, no ahora que has dejado de ser la única persona en la que he logrado confiar en toda mi puta vida.

Podría disculparme con ese chico que se enfadaba cuando le apagaba la consola porque quería que me prestase atención y que, después de cinco minutos intentaba parecer enfadado mientras contenía la risa. Sería capaz de pedirle perdón al chico que se puso rojo como mil demonios antes de robarme un beso cuando le estaba diciendo que se concentrase en estudiar. Podría disculparme con él, Matt, pero contigo no.

Así que, cuando decidas volver a ser tú de verdad, avísame.

Sé que en cuanto termine de escribir, mi orgullo me impedirá darte esta carta y la tiraré a la basura, pero si por casualidad la encuentras, me gustaría pedirte que te largaras de mi casa y no volvieses hasta que encontrases al chaval que consiguió enamorarme en contra de mi voluntad hace tanto tiempo.

Atentamente, Mello.