Todo es propiedad de George R. R. Martin
A/N: He regresado, y con un nuevo fic.
Esta idea ha rondado por mi cabeza desde hace mucho tiempo, y finalmente me decidí a llevarla a cabo.
Lo único que tengo que aclarar es que es un AU, solamente de humor y romance y que va a carecer de todo lo típico de ASOIAF: muerte, guerras, sangre, trama compleja y rica... Esto solamente se va a centrar en la relación del Príncipe Gendry Baratheon y su futura esposa, Lady Arya Stark.
Conclusión: no existe Daenerys, ni su reclamo al trono, ni la amenaza de los no muertos, y Jon Arryn jamás murió.
No sé cuantos capitulos tendrá, pero creo que no será muy extenso. También quiero aclarar que solo la introducción será contada desde el punto de vista de Sansa, lo demás sera desde el POV de Gendry y Arya.
Espero que les guste.
Introducción
Decidieron detenerse antes de que el sol llegara a su punto más alto, a un costado del arroyo. Quedaban pocas millas hasta la próxima posada, y los caballos necesitaban hidratarse y descansar.
Lo primero que pensó, cuando salió del carruaje y el viento seco golpeó su rostro, fue que extrañaba Invernalia. A pesar de poseer rasgos marcadamente Tully, ella también era una Stark, y estaba acostumbrada al frío. Cuando se marchó de su hogar –dos años atrás– y se convirtió en la esposa de Ser Loras Tyrell, uno de sus desafíos más difíciles fue adaptarse al nuevo clima. Altojardín era conocida por tener un campo de rosas doradas que se extendía más allá del horizonte, y deliciosas frutas que de sólo verlas se le hace a uno agua la boca. Pero lo que nadie le dijo es que el durante las tardes el viento es tan húmedo que hace que las mujeres lleven vestidos cortos de seda que se les pegan a la piel por el sudor, y los hombres prefieran encontrar un buen árbol bajo el cual dormir, a hacer cualquier otra actividad. No fue hasta la tercera luna que su cuerpo se acostumbró a los vientos cálidos, y ahora se movía por el lugar con gracia y delicadeza, haciendo honor a su título de Señora de Altojardín.
Una fuerte risa llamó su atención, y al voltear su mirada, encontró a Arya corriendo junto a Nymeria hasta perderse en los árboles.
«La sangre de lobo corre por sus venas—pensó, con una sonrisa—. Es más Stark de lo que jamás seremos mis hermanos y yo.»
Sansa sabía que sus deberes habían cambiado al casarse, pero no supo cuánto extrañaba a su familia hasta que regresó a Invernalia, una luna atrás. Rickon había crecido desde la última vez que vio y las habilidades de Bran demostraban que sería un caballero muy capaz; su señor padre hizo un buen trabajo educando a Robb y el muchacho lucía como un digno sucesor para gobernar el Norte, y Arya… ella continuaba fiel a sí misma. La primera vez que volvió a verla, la encontró cabalgando con la misma destreza que siempre la caracterizó. Arya había bajado del animal de un solo salto, antes de lanzarse a sus brazos con una euforia y cariño que jamás creyó posible entre ellas. Incluso ahora –a pocas semanas de su decimosexto día del nombre–, su hermana seguía luciendo como aquella niña curiosa y alegre que hacía amistades con todo el mundo, que dejó atrás al abandonar Invernalia.
Arya regresó luego de varios minutos, con su vestido color ciruela manchado con lodo, y un ramillete de flores en su mano, el cual entregó a padre, y él aceptó con una sonrisa. Sansa estaba a punto de reprenderla por su olor a tierra y su cabello enmarañado, pero Arya pareció notarlo incluso antes de que abra la boca, porque se acercó con una sonrisa hasta quedar frente a ella.
—No hay necesidad de tener celos, querida hermana —le dijo, extendiéndole una rosa color rojizo—. He guardado la más bella para ti.
Sansa meneó su cabeza con una leve risa, mientras aceptaba el regalo, y no pudo evitar la mueca de asombro al tocar la flor y encontrar que tenía ninguna espina alrededor del tallo. No tuvo que pensar mucho en aquello, pues entonces su mirada bajó hacia las manos de su hermana, las cuales tenían pequeños cortes que le indicaron que fue ella quien se encargó de retirarlas.
—Hasta la rosa más bella tiene espinas, Arya —le susurró, envolviendo un pañuelo de seda alrededor de la palma de su mano herida—. No debiste ser tan imprudente.
—Algunas cosas nunca cambian, hermana.
Sansa no puede evitar preocuparse por el temperamento salvaje de su hermana, y como se adaptará a convertirse en la esposa del Príncipe Gendry Baratheon, y la futura Reina de los Siete Reinos, pero le devuelve la sonrisa a Arya y empuja sus pensamientos fuera, porque aún faltan tres días para que lleguen a Desembarco del Rey, y la boda no será hasta que Arya se convierta en una mujer de diez y seis.
Sansa levantó la vista del libro del poesía, y cuando observó a su hermana a un costado de la gran cama –la cual debían compartir– supo que era lo que deseaba.
—Toma asiento, Arya —le susurró, con una sonrisa, dejando el libro a un costado.
Su hermana obedeció y se sentó en medio de la cama, echando todo su cabello color castaño oscuro a su espalda. Le tomó un par de segundos encontrar su cepillo, pero apenas lo hizo se colocó detrás de ella, y comenzó a cepillar su cabello. Su señora madre se encargó de hacer lo mismo con ella desde que era una niña de tres; entraba a su recamara cada noche antes de ir a dormir, y compartían ese momento de madre e hija. Solía elogiarle su largo cabello rojizo, y le decía en la hermosa mujer que se convertiría cuando florezca. Ella siempre disfrutó de esa atención, pero no fue hasta que creció que se percató de que Lady Catelyn jamás hizo lo mismo con Arya. Cuando su hermana se convirtió en una niña de diez, le pidió por primera vez que le cepillara el cabello. Sansa se sorprendió ante aquello, porque nunca imaginó a Arya en una actividad femenina como esa, pero accedió gustosa. Siempre lamentó que su madre haya muerto antes de poder compartir esos gestos con Arya, pero ahora estaba ella para acompañar a su hermana. Le alegraba ser la primera persona en cepillar el cabello de Arya, y esperaba tener muchas hijas –con cabello Tully, Stark o Tyrell– para hacer lo mismo.
—Extrañaba esto —le confesó, y su hermana tarareó una palabra casi inaudible para decirle que ella también añoraba eso.
La noche estaba muy calma; el único sonido presente era el del cepillo abriéndose paso entre los mechones de cabello de Arya, y Sansa tomó aquello como una buena oportunidad para tener una charla más íntima.
—Sé que no solemos hablar de estas cosas, Arya —susurró—. Pero quiero que sepas qué si tienes alguna duda, estaré aquí para oírla.
—Una duda… ¿acerca de qué? —tal y como esperaba, su hermana seguía esquivando las preguntas demasiado personales.
—De tu matrimonio, Arya —respondió—. No está mal tener miedo.
—Oh… pues no lo tengo. Además, no es cómo si tuviera otra opción.
Sansa suspiró suavemente, mientras pensaba en el hombre al que su hermana había sido prometida. Cuando ella fue prometida a Loras Tyrell, todos ya conocían al caballero por ser apuesto, noble y cortés. El Príncipe Gendry, en cambio, había nacido como un bastardo y su reputación aún no era muy conocida.
—Sigo pensando que la decisión de padre no es correcta —confesó—. Mereces más que un bastardo, Arya.
—El Príncipe no es un bastardo —su hermana respondió—. Es hijo del Rey Robert, y una dama… una dama de una Casa pequeña del Sur.
—Pues así lo haya parido la Señora de la Casa Martell, nació como un bastardo.
«Concebido por la lujuria, y no por el amor.»
—No importa ya, el Rey Robert lo ha legitimado —su hermana se encogió de hombros con indiferencia.
—Solamente lo ha hecho por una razón.
El Rey Robert estaba casado con la bella Reina, Cersei Lannister, y durante el matrimonio ella dio a luz a tres hijos: Joffrey, Myrcella y Tommen. Ella estuvo prometida a Joffrey desde muy pequeña, y siempre había soñado con casarse con él, gobernar a su lado y poblar el castillo con príncipes y princesas. Pero sus sueños murieron cuando se supo que los hijos de la Reina no fueron producto de su relación con el Rey, si no de una unión pecaminosa con su hermano mellizo, Ser Jaime Lannister. El Rey Robert enfureció como nunca al saberlo, y mandó a extinguir la Casa Lannister y a su vasalla, la Casa Clegane. Muchos decían que Robert mató a su esposa con su mazo, de la misma forma en que asesinó a Rhaegar Targaryen; otros contaban que Cersei había logrado escapar, y que vivía oculta entre las sombras. Lo único verdadero eran los tres cuerpos de niños que los caballeros de la Guardia Real retiraron del castillo.
Cuando supo la noticia, lloró durante dos días a su prometido, hasta que las historias sobre Joffrey llegaron a sus oídos, y descubrió que ocultaba una crueldad enorme para un niño de su edad. Ahora, Sansa solamente lamentaba la muerte de Tommen y Myrcella, dos niños inocentes que pagaron por los pecados de sus padres.
—Además, padre dice que el Príncipe tiene un buen corazón —Arya continuó, como si percibiera sus pensamientos y quisiera alejarla de estos— ¿No confías en su palabra?
—Por supuesto que sí, Arya.
El silencio comenzó a reinar entre ambas, y Sansa rogó por que su padre no se haya equivocado al destacar el noble corazón del Príncipe Gendry.
—El Príncipe tuvo su vigésimo día del nombre hace un par de lunas.
— ¿Y? —ella preguntó, sin saber a donde quería llegar su hermana.
— ¿No es un poco mayor para estar soltero? —cuestionó—. Ha sido legitimado hace más de tres años.
—Bueno… padre dice que el Príncipe Gendry pasó la mayor parte de su vida en Rocadragón, como pupilo de Stannis Baratheon —respondió—. Tal vez el Rey Robert quería que se concentrara en su formación antes de prometerlo a una dama… después de todo, es su primogénito, el heredero al Trono de Hierro.
—No lo sé, Sansa…
— ¿Qué otra explicación podría haber?
—Tal vez el Príncipe prefiere la compañía de los hombres —Arya especuló, y Sansa se sonrojó al oír sus palabras.
—Deja de decir tonterías, Arya.
—O quizás es un eunuco —continuó— ¿Cómo se supone que lleve a sus hijos en mi vientre si no tiene una polla?
Sansa quedó unos segundos petrificada por el lenguaje de su hermana, y el cepillo resbaló de sus dedos, cayendo al suelo de madera.
— ¡Arya! ¡Hablas como un marinero! —le reprendió— ¿Quién te ha enseñado esas palabras?
Arya no respondió a eso, pero no tenía que ser muy inteligente para saber quién era el culpable de que su hermana –una dama, la futura Reina de los Siete Reinos– usara ese lenguaje.
—Padre debió mantenerte lejos de Theon —susurró—. Puede que nuestros hermanos encuentren gracioso que pronuncies esas palabras, pero está mal visto en la familia real.
—Aún falta para llegar a Desembarco del Rey —Arya suspiró, volteando para verla a los ojos—. Déjame seguir siendo Aryaentrelospiés un rato más.
El corazón de Sansa se encogió ante la petición de su hermana, y no pudo hacer más que abrazarla y acceder a su pedido.
Para cuando cae la noche, Arya yace dormida en la cama, envuelta en una profunda tranquilidad y Sansa no puede dejar de observarla. Aquella niña de la que una vez se burló y a la que llamó "Aryacaracaballo", se había convertido en una mujer florecida ya, con un carácter terco, pero voluntarioso, y una belleza salvaje que los norteños no dejaban de comparar con la hermana de su señor padre, Lyanna.
Sansa aparta con delicadeza un cabello del rostro de su hermana, y se recuesta a su lado, tapándose con las sábanas. Cierra los ojos, y el último pensamiento que tiene antes de dormir, es su preocupación por que sucederá cuando lleguen a Desembarco del Rey, y traten de encerrar a una loba en una jaula de oro.
A/N: Es un poco corto, pero repito que es una introducción...
De más está aclarar que Gendry es el único bastardo que Robert tuvo... espero que no hayan quedado muy confundidos XD
Oh, y quiero decir que una de las cosas que más me impulsó a escribir el fic, fue plasmar una relación de unión entre las hermanas Stark. Ya han visto que Lady Catelyn murió (pido perdón por asesinarla XD) y Sansa será algo así como la figura materna de Arya... aunque seguirán teniendo sus discusiones de vez en cuando.
Espero que este fic sea tan bien recibido como los demás, y que tengan paciencia. Planeo hacer un POV distinto en cada capítulo, así que puede que me tome un tiempo más largo actualizar, porque los capítulos tendrán como mínimo 3.000 palabras.
¡Saludos!
