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El Nuevo Comienzo
Era una mañana de verano, el viento soplaba mientras el sol resplandecía sobre el jardín de una preciosa casa. Era raro ver el sol tan radiante, parecía el reflejo de la felicidad de quienes habitaban en aquella casa: "Los Potter"
Cuando los rayos de sol entraron por la ventana y proyectaron su fulgor en la habitación superior de la casa, un joven de 22 años dormía tranquilamente... Tenía el cabello negro, el cual caía sobre su frente cubriendo la desvanecida cicatriz en forma de rayo... Esa cicatriz consecuencia de una poderosa maldición que pudo haberle arrebatado la vida cuando apenas era un bebé. Pero no sólo era una marca de aquel suceso, que al año de edad lo dejara huérfano, sino una conexión con su agresor, y quizá también su salvación.
Harry Potter se las había tenido que ver con Lord Voldemort desde su primer año en Hogwarts, y en los siguientes, hasta que pudo vencerlo y así acabó con un reinado de terror y muerte. Habían pasado casi cinco años de aquel acontecimiento, que le dio más fama de Héroe, entre los magos. Pero su mayor felicidad la había conseguido después de todo, en alguien cercano a él.
Ese día su despertar fue otro, ya no escucharía más los gritos de tía Petunia diciéndole:
— ¡Arriba!... ¡Es hora de levantarse!, ¡Ahora! — O los regaños de tío Vernon. No esquivaría nunca más los golpes de su primo Dudley, mucho menos los soportaría. Esta vez fue una dulce voz la que lo llamó, la voz más bella que jamás haya escuchado. Puede que lo aturdiera un poco la primera vez que la oyó en el tren camino a Hogwarts en su primer año. Pero a partir de ese momento en adelante, esa voz tan angelical le diría palabras de aliento y apoyo, de comprensión y admiración. Que jamás lo dejarían caer, y que incluso le salvarían la vida. Que lo harían sentir especial, y que no estaba solo. Que lo felicitaría en sus victorias y triunfos, y lloraría sus fracasos, derrotas y angustias. Esa voz era la de Hermione Granger. Sí, su inseparable amiga. La que a veces lo regañaba por sus imprudencias, pero al fin y al cabo lo apoyaba en ellas no importando las consecuencias.
— ¿Harry, ya te has despertado? Baja, el desayuno está servido —se escuchó suave.
El chico tomó sus gafas redondas de la mesilla de noche y se las colocó, detrás de ellas sus ojos intensamente verdes brillaron emocionados. Se incorporó entonces.
— Ahora bajo, Hermione —le avisó. Se vio al espejo, su reflejo había cambiado, ya no era más el adolescente imprudente, era un hombre. Aunque su cabello jamás cedería al peinarse, terminó de arreglarse. Bajó aprisa las escaleras, atravesó la estancia con dirección al comedor. — ¡Buenos días, Harry! —Hermione lo recibió con una sonrisa, y él le respondió con un beso.
Hermione tampoco era la misma niña del colegio, era toda una mujer. No obstante su cabello en alborotados bucles castaños era el mismo, sus ojos tan marrones como siempre… Pero ahora reflejaban la felicidad que se le dibujaba en el rostro, y sobre todo que sentía en el alma. En sus brazos sostenía a una niña de pelo castaño, idéntica a ella. La única diferencia estaba en sus ojos, cuyo color era una mezcla perfecta entre el esmeralda y el marrón. Sí, era Lily Potter, como habían decidido llamarla sus padres en honor a su abuela paterna. La primogénita del matrimonio Potter Granger.
— ¡Hola, mi amor! —dijo Harry, tomando a la niña de los brazos de su madre, y la acomodaba en la silla alta, no sin antes darle un beso en la frente.
— Has madrugado Hermione, debiste despertarme. En tu estado no es conveniente —se dirigió a su esposa y agachó la cabeza para besar su vientre saludando con un: ¡Hola, James!
— No quise levantarte tan temprano, preferí verte dormir. Parecías ser feliz y no quise interrumpir tus sueños —le explicó Hermione.
— ¿Para qué dormir soñando ser feliz? Si la felicidad está en mi mundo real, Hermione —objetó el ojiverde.
— No sé Harry, sólo pensaba… ¿Jamás te arrepentirás de estar conmigo? —soltó la castaña, mordiéndose el labio inferior incisivamente.
— ¡Nunca! De eso puedes estar segura —afirmó Harry, tomándola de las manos y viéndola a los ojos.
— Pero pudiste haber elegido a Ginny Weasley, ella es de sangre pura. O a Cho, ella también lo es, y es tu primer amor — Sin poder evitarlo la castaña agachó la mirada.
— ¿A qué viene eso, Hermione? ¡Tú eres mi único amor! Lo de Cho sólo fue una ilusión de adolescencia. Y a Ginny la he visto, y la seguiré viendo, como mi hermanita menor—dijo extrañado Harry.
— No siempre… —musitó dolida Hermione. Los ojos de Harry se dilataron y sus mejillas se ruborizaron ante el comentario. Era verdad que un tiempo intentó algo con Ginny, sin embargo estaba claro que las cosas no funcionaron porque él siempre había estado enamorado de Hermione; sólo que había sido demasiado lento para descubrirlo.
— Eso fue otro enamoramiento pasajero —prosiguió el ojiverde. — Pero tú eres la personita con la que decidí compartir mi vida —se atrevió a tomarla de la barbilla buscando nuevamente su mirada. — ¿Y de cuándo acá tú tienes prejuicios sobre la sangre, Hermione? No seas insegura, yo te amo por lo que eres, no por la sangre que tienes. ¿O acaso tú a mí sí? Porque tú sabes que mi sangre es mezclada, mi madre era hija de muggles también. Sin embargo una excelente bruja, igual que tú… ¡Y yo estoy orgulloso de ambas! — Hermione lo miró con los ojos dilatados.
— ¿Verdad Lily que estás orgullosa de tu mamá? — Harry se dirigió a su pequeña hija, Lily sonrió. Hermione soltó un sollozo.
— ¿Ves, Hermione? No tienes por qué dudar de cuán grande es mi amor por ti — Él clavó nuevamente sus ojos en los de ella. — ¿Cómo pruebas que el cielo es azul y los océanos inmensos? Yo pruebo cuán profundos son mis sentimientos hacia ti, cuando veo tus ojos y me tocas. En cada amanecer a tu lado. En las sonrisas y llantos de Lily… Y en el latir del corazón de James en tu vientre. ¡Así sé que son verdaderos!
— Ahora te pregunto yo a ti — La atraía hacia él, y con un beso la cuestionó.
— ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo? Habiendo podido casarte con Krum cuando te lo propuso. Él, un jugador estrella, que podía darte la seguridad de que jamás te ocurriría algo. O Malfoy, el heredero de una gran fortuna, que te ofrecía una vida cómoda y sin privaciones —terció el ojiverde, con ciertos resentimientos hacia esos dos por haber pretendido robarle el amor de Hermione.
— ¡No Harry, no tengo dudas de que mi amor es tuyo! Y mucho menos miedo… Porque desde que nos conocimos juntos desafiamos los peligros. No tengo por qué arrepentirme ahora, ni nunca —aseguró sin dejar de verlo a los ojos, guiando sus manos para que él las posara en su cintura. Harry aprovechó para acariciarle los costados de su pancita, donde crecía su hijo.
— ¿Y para qué quiero toda una vida sin haberla compartido contigo? Es mejor correr el riesgo de morir en tus brazos, y haberte amado tanto… Esta es mi casa, mi familia y el camino que elegí. Y con ello yo soy feliz —concluyó la castaña, posando sus manos en las mejillas de Harry.
— Entonces Hermione, ambos sabemos lo que sentimos el uno por el otro —La besó lentamente en los labios y su unión iluminó la estancia ante los ojos del más puro testigo, y la prueba más grande de su amor: Lily. La cual en ese instante dijo su primera palabra.
— Pa-pa —repitió la pequeña. Los dos se quedaron boquiabiertos, y sonrieron.
— ¡¿Hermione, escuchaste?! ¡Lily me dijo papá! —exclamó eufórico el ojiverde.
— ¡Sí Harry, la escuché! —asintió sonriendo Hermione.
Harry iba y sacaba a su hija de la silla alta. — ¡Lily, dilo otra vez! —le pidió emocionado, pero la pequeña se limitó a sonreír. Después se acercó al oído de Hermione y le susurró: ¡Te amo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida! Gracias por darme la mayor felicidad en una hija maravillosa, en una esposa amorosa, y un bebé que ahora crece dentro de ti. ¡Son mi mayor tesoro! —La besó en la sien. Hermione soltó un sollozo nuevamente, esta vez de felicidad.
— Y bien, ya que todo está aclarado… ¡Hay que desayunar! —resolvió con voz alegre Harry.
— Harry, hay que festejar que Lily haya dicho su primera palabra —apuntó Hermione. El ojiverde asintió enérgicamente, alzando a Lily, quien soltaba una cantarina risita.
Esa mañana del sábado 26 de julio del 2003, fue tal vez una de las mejores para Harry Potter. Tenía lo que más deseaba en la vida: Una familia, en la cual él era el soporte.
— ¿Qué más puedo querer si lo mejor de mi vida son ellos tres? — Pensó Harry mientras desayunaban, observó con una amplia sonrisa en el rostro a Hermione y a Lily.
El día pasó muy rápido, y el resto de la tarde la disfrutaron jugando con Lily. Y el tenerse el uno al otro. A las 9 de la noche Hermione anunció que llevaría a Lily a descansar, pues a la pequeña el sueño la había vencido.
— Está bien Hermione, las alcanzo en un momento. Voy a cerrar bien todo —avisó, y besó la frente de Lily.
Harry apagó las luces de la estancia, y mientras subía las gradas a la parte superior de la casa imaginó a sus padres con él, y una vez más volvió a sonreír para sí.
" ¿Cuando yo era bebé sería tan feliz como Lily?" —Pensó Harry, pero ahora se le heló la sangre al pensar qué pasaría si él y Hermione estaban amenazados igual que sus padres, y Lily condenada a la orfandad al igual que él. Algo más lo tensó: ¿Y si en ese instante alguien los vigilaba? — Su corazón tuvo un mayor temor.
"¡James!" — Pensó aterrado. — ¿Qué tal si no lo veo nacer? ¿O lo que es peor, no lo dejan nacer? Ese alguien que los persiguiera. — Se apresuró a subir las escaleras, su corazón latía aprisa y se dijo a sí mismo: ¡No puede ser posible, Voldemort ya no existe!
— Pero quedan aún quienes le son fieles, y quienes quieren vengarse de ti — dijo una vocecilla en su cabeza.
Con esto dando vueltas en su mente no se percató que ya había llegado al segundo piso, en eso su esposa lo llamó: ¡Harry ven, Lily se despertó y no quiere dormir sin ti!
Volvió en sí. — ¡Ya voy, Her!
— ¿Por qué tardaste tanto? —preguntó extrañada la castaña.
— Este, yo. . .
— ¿Harry, te pasa algo? —Hermione lo escudriñó con la mirada.
— No, nada —negó tenso.
— ¿En serio? —insistió la castaña.
— En serio, Hermione —Harry sintió el impulso de besarla y nunca soltarla.
— No te creo Harry, a ti te ocurre algo extraño —observó Hermione, empezando a preocuparse.
— No, sólo que... ¡Aún no puedo creer que estés junto a mí, creo no merecerlo! — Se dirigió a Lily, la arrulló en sus brazos, la besó nuevamente en la frente y le dijo: ¡Dulces sueños, mi dulce ángel! —La volvía a recostar en su cuna. Y esta vez le dijo al oído en voz muy baja: Papá te protegerá aún a costa de su vida, ¡No temas! No le digas a mami, no quiero preocuparla.
La bebé de nuevo durmió tranquilamente. Harry apagó la luz y tomó por la cintura a Hermione.
— Vamos a dormir…
— Harry, insisto, te comportas de manera extraña desde que subiste.
— No Hermione, no alucines, no me sucede nada extraño —negó exageradamente. Ella lo miró dubitativa.
— Sólo estoy cansado, será mejor dormir —dijo nervioso.
Llegando a la habitación Harry se puso la pijama y se acomodó en la cama, Hermione apagó la luz y se acostó a su lado.
— Nunca dejes de decirme Te amo, Hermione. ¡Ustedes son mi fuerza! Y mucho menos dejes de sonreír, porque de ello mi corazón se alimenta —le dijo a su esposa. Hermione sonriendo le deseó dulces sueños, Harry la besó y ella cerró los ojos.
— Eres mi vida, Hermione —susurró él.
Hermione sólo alcanzó a articular un débil asentimiento acompañado de un suspiro, indicando que se había quedado profundamente dormida.
Una vez que Harry se quedó dormido inmediatamente comenzó a soñar… Era un sueño muy raro, como los que acostumbraba en el tiempo del colegio. Estaban en una bodega, o algo parecido, era un lugar abandonado y enorme, alguien gritaba: "¡Ella es mía, apártate!" Un bebé lloraba, un No desesperado se oía a lo lejos, era la voz de Hermione. Instantes después se escuchaba "Avada Kedavra", un rayo de luz verde lo cegaba, alguien caía muerto, iba a verlo… Un grito de dolor rompía el fúnebre silencio, alguien más caía muerto, pero esta vez en sus brazos. Había sangre, él gritaba, iba a ver el rostro de quién tenía en brazos, ya casi… En eso...
