Advertencia: Spoilers del último libro, así que nada de quejas
Palabras: 466.

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Sólo una hija
Padres

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Siente la urgencia de frotarse los ojos, pero se controla. Suspira profundamente, ganándose una mirada de extrañeza, pero ella sólo sonríe, tratando de calmar el ambiente. Sabe que ellos no entienden lo que esta pasando, es mejor así, por eso lo ha hecho.

El silencio es algo incomodo y trata de ignorarlo, buscando las palabras correctas para explicarles todo. Su primer pensamiento es decirles "Lo hago por su bien", pero no entenderían a que se refiere. Para ellos no existe ninguna guerra, para ellos el mundo sólo esta sufriendo de extraños fenómenos climáticos, nada más. No existe Voldemort, ni mortífagos, ni siquiera saben que uno de sus mejores amigos es la única esperanza para el mundo mágico –y el muggle, si lo piensa bien-. No, para sus padres nada de eso existe.

Su madre le mira confundida y siente como se encoge su corazón, como si fuera oprimido sin piedad por una mano helada. Vuelve a sonreír, pero ahora más que nunca se nota su nerviosismo.

"No soy mala hija" se repite una y otra vez, tratando de convencerse de lo mismo. "Lo hice por si bien, para protegerlos" y esas palabras le parecen una excusa barata.

Su padre da un paso hacia ella e inconcientemente presiona la varita, que esta oculta en la bolsa de su chamarra. Retrocede un paso y él se detiene.

"No soy mala hija" se vuelve a decir, esta vez encontrando su voz perdida y por fin da con las palabras adecuadas, para explicarlo todo. Pero algo lo estropea, algo que no se espera.

―¿Quién eres tu? ―pregunta, con un tono de voz que nunca había escuchado en él, en su padre.

Ella no contesta, intenta sonreír, pero no puede, porque las lágrimas le han ganado. Y sale corriendo de aquella casa que no es la suya, escuchando los gritos de su madre, sabiendo que dentro de poco ya no le dará importancia a la extraña chica que había entrado en su hogar. Corre hasta que sus pies se cansan y se recarga en una pared, dejando que las lágrimas reprimidas surquen su rostro con libertad.

Se lleva una mano al pecho y solloza. Ya no hay marcha atrás. "Es por su bien" murmura varias veces, como si de un mantra se tratara, tratando de convencerse a si misma.

―No soy una mala hija... sólo quiero protegerlos.

Mira por última vez hacia atrás, sabiendo que ya no los verá hasta que todo eso termine –si es que termina-. Lo hecho, hecho está. Gira sobre su propio eje y desaparece en un "poof", y parece que nunca estuvo en ese lugar.

Desde ese día un recuerdo atormenta a Hermione todas las noches. Y es que por su culpa los Granger nunca tuvieron una hija o, al menos, nunca recordaran haber tenido una.

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Fin de la historia.