Hola, cupcakes :3

El presente fic participa en el Reto Especial: Ave atque Vale del foro Al final de la pradera. Como consistía en tomar tres frases (una de los libros, otra de las películas y otra que nos agradara de cualquier ámbito) y con ellas hacer tres drabbles para despedirnos de el maravilloso mundo de Suzanne Collins, yo decidí que iba a hacerlo en retroceso, hablando desde el final de la guerra hasta la gesta en el vasallaje de los 25.

Espero que lo disfrutéis, es mi primer incursión en el fandom, así que cualquier corrección pueden hacerla en los reviews.


Nada, nada me pertence. Todo es propiedad intelectual de la señora Suzanne Collins


—Lo recuerdo todo sobre ti —responde él, poniéndome un mechón suelto detrás de la oreja—. Eras la única que no se daba cuenta.
(The Hunger Games)

―¿Enserio me estás huyendo, Effie?

―Vete de aquí, Haymitch. No necesito que me persigas, hay un millón de cosas que hacer.

―¿Qué cosas, mujer? Los Juegos del Hambre terminaron. Coin y Snow están tan muertos como los tributos de este medio siglo. ―Lo había dicho con tanta frescura, sin ápice de sentimientos.

Cuando se dignó a mirarlo, toda la ira acumulada en los últimos días explotó en sus ojos claros. Había sufrido tanto, ya no tenía nada y él, que de una u otra manera acababa de recuperar la libertad, solo se le ocurría hacer bromas estúpidas sobre los muertos. Seguía siendo el mismo de siempre, el idiota que no se comportaba.

―Vete, enserio vete. No necesito a nadie recordándome que ya no tengo nada y que esto se ha ido a la mierda.

―¡uh! ―La cara de Haymich se descompuso en una mueca mordaz―. Yo no te conocía esas palabras tan fuertes, preciosa.

No, ya no era preciosa.

De forma inconsciente acarició su cabeza, donde antes había cientos de rubios rizos enmarcando su rostro ya no quedaba nada más que cortos mechones oscurecidos por el poco cuidado. Se creía miserable y perdida. Sentía felicidad, como no, por todos sus amigos y conocidos, que ahora podían sentirse libres y esperanzados. Ella, por el contrario, solo sentía un profundo desasosiego, una desamparo total ente un mundo que no comprendía; en su cabeza las posibilidades trabajaban en su contra, puesto que no concebía un lugar en el cual encajar de nuevo.

Lo más detestable es que, de todas las personas que podían pillarla sensible y vulnerable, tenía que ser Haymitch el que se atreviese a hablarle y tratar de reconfortarla. Trabajo en el que fracasaba estrepitosamente.

―Vamos, preciosa, no me mires como si desearás matarme ―volvió a hablar éste con condescendencia―. Estuve aquí los último años, saliendo a dar entrevistas y consiguiendo patrocinadores contigo aunque pudiera emborracharme durante todos los juegos y perderme con alegría del espectáculo. No te voy a dejar así ahora que ya no hay nada.

Una risa tonta explotó en sus labios. El recuerdo al embargó con rapidez y no pudo evitar la respuesta que saltó.

―Sí, ibas conmigo a todos lados, pero siempre ibas lo suficientemente bebido para vomitar sobre nuestro anfitrión.

Oh, sí. Haymitch había tenido el placer de dejar su contenido estomacal en el piso de medio Capitolio. Con seguridad hasta al mismísimo Snow recibió alguna de sus gracias.

―Ves, ahora te ríes. No es tan malo Effie, sigues viva. ―Sonrío con complicidad para animarla―. Hay mucha gente necesitando cosas, quizá a alguien le haga falta que le ordenes la vida.