Capítulo 1. La noche del crimen

-¡Venga! ¡vamos a llegar tarde!- dijo emocionado el joven Bruce Wayne.

Había estado esperando este momento durante días, desde que la película se había estrenado en los cines de Gotham, Bruce pidió todos los días a sus padres que le llevaran a verla y cuando decidieron darle la sorpresa de que irían el día de su cumpleaños, el chico no supo expresar lo feliz que era.

-No tengas prisa, Bruce. La película no empezará hasta dentro de hora y media.- dijo Thomas Wayne.

Sin duda, había sido un gran cumpleaños, no había habido grandes celebraciones ni un montón de niños corriendo y jugando por toda la mansión Wayne, pero a Bruce no le importó. Había celebrado su cumpleaños con las personas que más le importaban: sus padres, Alfred y su mejor amigo, Tommy Elliot. Tommy le regaló a Bruce un cómic de su héroe favorito, El Zorro. Aquel cómic, en concreto, era uno de los más difíciles de conseguir y Bruce se lo agradeció a Tommy. Emocionado, pasó las páginas del tebeo observando como por fin El Zorro atrapaba a su más infame enemigo de una vez por todas y rescataba a la doncella. Bruce idolatraba a aquel hombre, admiraba su valentía al plantar cara a los bandidos de la ciudad y sembrar el terror entre ellos, "Algún día seré como él." dijo en una ocasión.

-Pero si no salimos ya, no encontraremos buenos asientos- resopló Bruce, malhumorado.

-No seas impaciente, tu madre terminará enseguida y te aseguro que encontraremos los mejores asientos-Thomas Wayne colocó su mano en el hombro de su hijo para calmarle.

No era justo. Había esperado durante tanto tiempo que hicieran una película de su héroe favorito que cada segundo que pasaba se le hacía eterno.

Por fin, tras unos largos minutos apareció en la escalera central de la mansión Martha Wayne, llevaba un vestido de noche negro, discreto, junto con un pequeño bolso del mismo color. Y en su cuello, Bruce pudo reconocer el collar de perlas que su padre y él le habían regalado por el día de la madre. Ella le miró y le dirigió una sonrisa. Thomas Wayne cogió de la mano a su esposa y miró a su hijo.

- Bien, Bruce. ¿Estás listo?

- ¡Desde luego!- respondió Bruce enérgicamente. Y entonces, la familia al completo, se metió en la limusina y pusieron rumbo al cine Monarch.

Al entrar en el edificio, Bruce miró a su alrededor maravillado. Mirara donde mirara había carteles y decorados de la película. Aún quedaba un poco de tiempo para entrar en la sala, de modo que Bruce recorrió toda la habitación una y otra vez exaltado, imitando a su héroe y realizando con una espada imaginaria la característica "Z" con la que marcaba a algunos de sus enemigos.

-Pórtate bien, Bruce y no hagas ruido. – le increpó su padre.

-Sí, papá. Lo prometo.- Respondió Bruce entrando emocionado en la sala.

Su padre tenía razón, los asientos eran perfectos para contemplar la película, ni muy lejos ni muy cerca de la pantalla. Bruce se acomodó en el asiento entre sus padres. Sonriendo de los nervios, tuvo que contenerse para no gritar de emoción al ver como apagaban las luces y la pantalla mostraba el título de la esperada película: "La máscara del Zorro."

Bruce prestó atención a cada secuencia, sintiendo cada sensación que transmitía. Sintió rabia ante las injusticias que cometían los villanos contra su héroe, sintió alegría cuando el Zorro se deshizo de todos ellos sin apenas despeinarse, y sintió miedo especialmente cuando el justiciero quedó atrapado en una cueva y se encontró con un murciélago gigante. Bruce se estremeció en su asiento cuando vio a la bestia volar y chillar en la cueva, proyectando su sombra amenazadora en las paredes.

-Tranquilo, Bruce. Solo es una película- le dijo su padre cuando él abrazó su brazo, aterrado.

. . .

Cuando los créditos aparecieron en la pantalla, la sala comenzó a vaciarse y los Wayne se levantaron de sus asientos. Una vez fuera del cine, Bruce comenzó a correr por las calles entusiasmado haciendo caso omiso a las advertencias de sus padres.

- No te separes de nosotros, Bruce- decía su padre.

- ¿Y visteis cuando se lanzó sobre el bandido como si pudiera volar y ...? – Bruce apenas podía hablar con tantos aspavientos que realizaba.

- También lo vimos, Bruce. Pero no te distraigas, Alfred nos estará esperando y en casa podremos hablar de la película.- Tras las palabras de Thomas Wayne, comenzó a llover y la familia apretó el paso.

Cuando llegaron al punto de encuentro, Alfred aún no había llegado, por lo tanto, los tres tuvieron que adentrarse en el portal de un callejón para cubrirse de la lluvia.

Thomas Wayne intentó vislumbrar la limusina de Alfred en la carretera pero con la lluvia y la oscuridad del callejón era imposible distinguir nada. Martha Wayne miraba los alrededores del callejón, intranquila.

-Alfred debe estar al llegar, siempre es muy puntual para estas cosas...

-Tengo frío, papá- se quejó Bruce abrazando a su madre por la cintura, ella pasó su mano por su cabeza.

-No te preocupes, Bruce. Pronto estaremos en casa.- dijo Martha Wayne sonriendo a su hijo.

La familia estuvo unos minutos esperando a Alfred, pero éste no apareció. De pronto, de la oscuridad del callejón emergió una figura humana que se dirigió hacia los Wayne. El único que le vio fue Bruce. Solo cuando el hombre habló, Thomas y Martha Wayne le prestaron atención.

-¡Alto ahí! ¡arriba las manos y deme ese collar!- dijo con una voz ronca y entonces sacó de su gabardina una pistola.

Los Wayne se quedaron petrificados ante el atracador, Thomas Wayne intentó calmarlo pero el hombre estaba demasiado nervioso para atender a razones.

-Tranquilícese, amigo. Baje la pistola.

-No te muevas o te disparo- respondió, nervioso el atracador.

-Le daré todo lo que quiera, pero baje ese arma, por favor...

-¡He dicho que me dé ese collar!- gritó el hombre furioso lanzándose al cuello de Martha Wayne.

-¡No!- gritó su marido intentando separar a su esposa de aquel hombre. Martha Wayne estaba aterrada y Bruce contemplaba la escena detrás de sus padres.

En ese momento se produjo un sonido que Bruce recordaría toda su vida.

¡BANG!

Era el sonido de un disparo, el hombre había disparado su pistola. Durante unos segundo todos parecieron quedarse congelados por el sonido del arma, fue entonces cuando Bruce contempló horrorizado como su padre caía lentamente, fulminado.

-¡Papá!-gritó Bruce con todas sus fuerzas.

-¡Tom, Oh, Dios mío, Tom!- gritaba desconsolada Martha Wayne intentando sostener el cuerpo moribundo de su marido. Durante unos minutos todo pareció ralentizarse. Bruce vio como el ladrón agarraba a su madre por el collar con fuerza y se lo arrancó del cuello, varias de las perlas cayeron en la sangre de Thomas Wayne, derramada en el suelo. Su madre no paraba de llorar. El rímel de sus pestañas se encontraba diluido en sus lágrimas y sus manos estaban llenas de sangre. El ladrón miró hacia Bruce y le apuntó con su pistola, Bruce sintió como su corazón luchaba por escapar de su pecho.

-¡Cállese, señora! ¡cállese ya o mataré al chico!- el ladrón se dirigió hacia Bruce.

-¡No! ¡aléjese de él! ¡Bruce, corre!

Martha Wayne se lanzó contra el criminal y clavó sus uñas en su cara. El asesino gritó de dolor y entonces Bruce volvió a oírlo.

¡BANG!

Otro disparo y esta vez había alcanzado a su madre.

-¡Mamá!-volvió a gritar Bruce.

En ese momento, Bruce miró al ladrón. Sintió rabia, sintió ira, pero sobre todo, tenía miedo. Miedo a no poder hacer nada, pues solo era un niño. El ladrón se le quedó mirando unos minutos y después desapareció en la misma oscuridad de la que había surgido.

Asustado y perdido, Bruce solo pudo arrodillarse entre sus padres y coger de la mano a los dos. La mano de su padre estaba fría.

-Bruce...- Se giró asustado y vio a su madre mirándole y cogiendo su mano con todas sus fuerzas, su pecho ahora estaba lleno de sangre- Tranquilo... todo va a salir bien...

Y cuando terminó de decir esto, Martha Wayne cerró los ojos y exhaló su último suspiro.

Entonces dejó de llover y se hizo el silencio. Un silencio siniestro, Bruce no podía hacer otra cosa más que llorar desconsoladamente. Había sido uno de los mejores días de su vida y ahora, en cuestión de minutos, se había convertido en el peor.

Alfred llegó unos minutos después, tan solo para contemplar la terrible escena que albergaba el callejón. La policía llegó veinte minutos después y entonces, Bruce se levantó del suelo y fue acompañado por Alfred y un agente de policía hasta la comisaría de policía del East End.