Dentro de un sueño

La chica de ojos verdes reposaba en su habitación, mientras las cortinas ondeaban por el aire que entraba por la ventana abierta. Estaba sentada en la silla giratoria de su escritorio, con las piernas recogidas y sosteniendo un cuaderno de dibujo.

Observaba las páginas con tristeza, acariciando de vez en cuando con suavidad los múltiples bocetos de un chico joven que ella misma había dibujado. Durante años no había dejado de dibujar su pelo desigualado, sus ojos serios, su rostro increíblemente impasible, e incluso los pequeños detalles de una marca en su frente. Era el chico que aparecía en sus sueños desde que tenía uso de razón.

No era el único cuaderno que tenía. En una caja que escondía debajo de su cama había unos cuantos más, todos completamente llenos de dibujos de ese chico. La chica podía darse cuenta de todo el tiempo que llevaba sin mirarlos, ya que comenzaban a tener polvo acumulado. Desde hacía mucho tiempo había decidido olvidarse de él para siempre. No merecía la pena pensar tanto en una persona que no existía, no podía creer en él.

Una vez había leído que la gente sólo podía soñar con personas que había visto alguna vez en su vida, aunque no las recordaran. Pero eso no podía ser, ella lo recordaría. De eso estaba segura, no podría haber olvidado unos ojos así.

Sin embargo, había pasado tantos días de tristeza pensando en él que había decidido borrarlo de su memoria de una vez, por mucho que aun la siguiera acosando en sueños. Había decidido no volver a pensar en esa persona.

Hasta ese día.

Si algo había aprendido a lo largo de su corta vida era que el destino es realmente caprichoso. Suele gastar bromas muy pesadas cuando menos te lo esperas. Tanto así, que es capaz de hacer que esa persona que esperas durante toda tu vida aparezca como tu enemigo. Era una injusticia que la única vez que lo había visto realmente, cuando por fin sabía que él existía de verdad... no había podido hablar con él. Se habían enfrentado, aunque ni siquiera había podido estar cara a cara con él. Apenas fueron unos minutos hasta que el chico desapareció con su equipo. De nuevo había desaparecido.

No había logrado concentrarse demasiado bien en si él la había reconocido, si se había dado cuenta de su presencia. Siempre se había preguntado sobre si ese chico soñaba con ella, al menos si realmente existía en algún lugar del mundo. Pero ahora sabía que él existía. Estaba a más distancia de la que ella podría haber imaginado, pero existía.

¿Sabría quien era ella? ¿La habría reconocido? Seguramente no. Si supiera quien era tal vez se hubiera acercado después del partido, o al menos la habría mirado antes de irse. Pero no hizo nada. Ya no importaba. Había desaparecido. Se había ido para siempre, y ya no volvería.

Te odio. Odio que no me conozcas, escribió cargando con fuerza con un lápiz sobre uno de los muchos dibujos del rostro del chico, mientras sentía cómo sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. No soportaba sentirse así, nunca le había pasado. Nunca había sentido ganas de llorar por nadie.

- Abie -Susurró alguien a su espalda.

Una voz. Una voz que jamás había escuchado, aunque le resultaba vagamente familiar. Había alguien en su cuarto aun estando cerrado por dentro. Dejando caer el cuaderno de dibujo de entre sus manos, se levantó de la silla tan rápido como pudo, mientras se giraba para poder mirar de frente al desconocido.

Y el tiempo se paró.

Sus ojos rojizos la capturaron por completo, consiguiendo que se olvidara de todo lo que había vivido hasta ese momento. Su respiración comenzó a agitarse a medida que intentaba observar bien su rostro. El corazón le palpitaba tan rápido que parecía que se le iba a salir del pecho mientras iba reconociendo su aspecto. Su piel oscura. Su pelo plateado de punta y desigualado. Su cuello, sus brazos, todo su cuerpo. La marca de su frente.

No podía ser él. Pero veía que sí era él.

El chico la miraba, tal vez esperando a su reacción. Estaba serio, tranquilo, tal vez escogiendo las palabras adecuadas que podría utilizar. Mirando a Abie a los ojos sin ni siquiera pestañear, abrió un poco los labios dispuesto a hablar. Pero algo llamó su atención. La chica aparentemente se asustó al ver que él daba un paso adelante, observando asombrada cómo un segundo más tarde recogía su cuaderno de dibujo del suelo.

Estuvo a punto de correr para quitárselo de las manos al recordar lo que acababa de escribir. Eso era mucho peor a que él viera todos los dibujos que había hecho de su rostro. Pero no consiguió moverse de donde estaba. Obviamente, el chico de piel oscura se sorprendió bastante al verse a sí mismo dibujado en tantas páginas y de tantas formas. Observó unas cuantas hojas de la libreta con calma, sin mostrar ninguna expresión a no ser que fuera en sus ojos. Estos comenzaron a brillar algo acuosos. Sobre todo cuando llegó a ese dibujo con esas palabras tan turbias escritas con dureza cargando con un lápiz. No dijo nada. Suspiró suavemente, cerrando los ojos al mismo tiempo que dejaba la libreta encima de la cama que se encontraba con el cabecero contra la pared.

Abie lo miraba fijamente, consiguiendo aguantar sus lágrimas. Normalmente nunca lloraba, era más fuerte que eso. Pero en ese momento no sabía demasiado bien cómo sentirse. Realmente era él. Lo tenía delante de ella, al fin se veían cara a cara y sin nadie que pudiera interrumpirles. Pero ¿qué debía hacer? Se había imaginado muchas veces ese momento en el que se veían por primera vez en persona, pero una cosa es imaginarlo y otra vivirlo. No era capaz de moverse de donde estaba, sólo conseguía mirarlo fijamente con un pequeño gesto que bien podría ser tristeza, y a la vez anhelo.

El chico de pelo plateado le devolvió la mirada, aun posando su mano derecha en el cuaderno de dibujo.

- ¿Me odias? -Preguntó con voz seria, sin cambiar su expresión.

Abie se sorprendió por la pregunta, y de repente se sintió realmente mal por haberse dejado llevar y haber escrito esa tontería. Negó lentamente bajando la mirada. Pero entonces pudo ver cómo la persona de sus sueños alzaba un poco la mano para finalmente tendérsela. Por un momento dudó, pero inmediatamente caminó hacia él para tomar su mano. Se sorprendió aun más cuando al agarrarle el chico tiró un poco de ella hasta acercarla a su cuerpo, capturándola para abrazarla con fuerza. Sin ninguna duda, ambos sintieron que sus cuerpos encajaban a la perfección con un simple abrazo. El simple hecho de esconder el rostro en el pecho del otro, apretar las manos en su espalda, sentir su calor... Por alguna razón, esa sensación no les era extraña.

El chico suspiró al ver que ella respondía al gesto, y bajó su cabeza hasta apoyar la frente en su hombro. Era más bajita que él.

- Menos mal -Susurró después de unos instantes de silencio-. Tú también sabes quien soy.

- Sí -Respondió ella, aunque su voz quedaba algo apagada por el hecho de estar tan pegada a él.

La abrazaba con tanta fuerza que incluso le hacía daño. Pero no le importaba, de hecho, prefería que fuera así. Se sentía más real, quería recordarse a sí misma que no estaba soñando. Pero no dejaba de esperar el momento en que se despertaba. Como siempre le pasaba cuando soñaba que por fin se encontraban.

- ¿Normalmente eres tan poco habladora? -Preguntó el chico de ojos rojos con una débil sonrisa, separándose un poco para poder mirarla a los ojos.

- Me he quedado sin palabras -Sonrió Abie, de repente sintiendo un pequeño ataque de timidez. Nunca le había pasado, era muy raro-. Me he imaginado este momento tantas veces que no... Perdona. No esperaba que vinieras a verme.

- Lo sé. Siento haber tardado tanto. Para mí tampoco ha sido fácil.

La chica sonrió débilmente, alzando las manos hasta colocarlas a ambos lados de su rostro para poder retirarle un poco el flequillo de pelo plateado. Ahí estaba la marca negra de su frente. Simplemente resultaba ser el símbolo de su academia. Pero aun así le gustaba. Lo miró fijamente, haciendo que bajara un poco la cabeza hasta apoyarla en su propia frente.

- Esto es un sueño -Susurró cerrando los ojos, con la voz entrecortada por el nudo que sentía en la garganta.

- Si es así, mataré a quien se atreva a despertarme -Dijo en voz baja, pero seria, volviendo a bajar la cabeza hasta apoyarla en su hombro de nuevo.

- Eso suena a ti -Admitió con una pequeña sonrisa divertida, aun acariciando su pelo, y sintiendo cómo él aspiraba su aroma. Le rodeó el cuello con los brazos, y lo abrazó aun con más fuerza que antes-. Bash...

Decir su nombre era extraño. Y más aun cuando sólo lo había descubierto unas horas antes. Pero él también había dicho su nombre. Le encantaba cómo se sentía en su voz.

- ¿Y qué vamos a hacer ahora? -Se atrevió a preguntar, aunque en realidad le daba miedo llegar a conocer la respuesta.

- No lo sé. Yo no había planeado nada de esto. Si alguien llega a descubrir que nos hemos encontrado estaremos en problemas. ¿Entiendes por qué?

- Porque nos llevamos ochenta años de diferencia, pertenecemos a dos líneas de tiempo muy distintas, e incluso podríamos alterar el futuro.

- Eres muy inteligente.

- Más de lo que me conviene, lo sé. Es injusto. Pero está bien... Lo que importa es que por fin te he visto. Estás aquí.

- Abie...

- No. No digas nada. Si vas a decir que no puedes quedarte, si te vas a ir, al menos déjame estar contigo un poco más.

El chico de pelo plateado suspiró con tristeza al oír eso, y la abrazó aun con más fuerza. Él también quería quedarse con ella para siempre. Poder verla durante el día, no sólo por las noches en sus sueños. Escuchar su voz, agarrarle la mano, hablar de cualquier cosa... vivir cosas reales, en la realidad.

No sabía cómo, ni por qué siempre se habían visto sin ni siquiera pertenecer a una misma época, sin la más mínima posibilidad de estar juntos. Pero al menos habían tenido la oportunidad de encontrarse, aunque fuera sólo una vez. La verdad, dudaba mucho que pudiera volver a su época para verla. Ojalá pudiera.

La tuvo en sus brazos un buen rato. Ninguno se movía. Él para alargar el momento todo el tiempo que pudiera, ella por miedo a que desapareciera.

Bash no quería separarse de ella. No después de haberla visto en la realidad. Pero no podía ser. Se apartó un poco, y apoyó su frente sobre la de la chica, colocándole un poco el pelo detrás de las orejas para luego posar las manos en su cuello. Tenía que abandonarla.

Tardó unos largos instantes en poder articular sus palabras.

- Debo irme.

- No... No te vayas -Susurró Abie, en una especie de súplica al sentir que comenzaba a desesperarse lentamente-. No te vayas, quédate conmigo.

- No puedo. Esto no tiene futuro, no podemos estar juntos -Dijo él, separándose para cogerla de las manos.

- Pero no... no es justo.

Bash dejó escapar un fuerte suspiro, de pura frustración, mientras volvía a abrazarla. Recorrió lentamente su pelo negro con los dedos, sabiendo que esa sería la primera y la última vez que podría hacerlo.

- No, no lo es.

No se conocían. No sabían nada el uno del otro, pero ambos tenían muy claro lo que sentían. Y tendrían que vivir una larga vida separados, sin llegar a comprender por qué habían cometido el error de enamorarse de la persona equivocada. Ni siquiera comprendían por qué siempre habían tenido esos sueños. Pero en realidad eso no importaba. De no ser por los sueños, no se hubieran conocido. Abie era tan romántica que no pudo evitar recordar esa famosa cita, es mejor haber amado y perdido, que no haber amado nunca. Ella creía de verdad en esas cosas, pero no imaginaba que podría llegar a doler tanto despedirse de alguien. Cuando el chico de piel oscura se apartó de ella, supo que había llegado el momento. Volvió a sentir pánico, igual que antes, pero esta vez supo contenerse.

- No me olvides -Dijo Bash, acariciándole la mejilla. Ella no pudo evitar sonreír, aunque con tristeza.

- Te veo todas las noches. Es imposible que pueda olvidarte -Esta vez fue el chico quien sonrió, con un deje de culpabilidad-. Está bien. Siento mucho haberme puesto así antes.

- Abie...

- Cuanto más lo alarguemos, más doloroso será. Vete.

Por primera vez en su vida, no supo actuar bien. Ante cualquier otra persona era capaz de fingir sin ningún problema, era una buena actriz y una mejor mentirosa, por mucho que esa no fuera una cualidad demasiado buena. Pero esa vez incluso le estaba temblando la voz. Era inútil hacerse la fuerte. Haría todo lo posible para no llorar delante de él. No quería que se sintiera aun peor.

El chico le tomó las manos, y las observó entre las suyas dejando escapar un pequeño suspiro. Hizo el amago de volver a acercarse, abrió la boca como si fuera a decir algo, pero al final sólo se limitó a devolverle la mirada, antes de soltarla y darle la espalda.

Se concentró cerrando los ojos, haciendo que apareciese la barrera de luz violeta que lo devolvería a su época. Se movió unos pocos pasos, decidido. Intentó no mirar atrás, al menos no hasta que hubo entrado. En el fondo sabía que mirarla a los ojos sería su perdición pero, aun así, se giró y la miró fijamente.

La veía tan lejana... Estaba ahí, de pie, respirando con dificultad mientras intentaba contener las lágrimas, consiguiéndolo a duras penas.

No pudo soportarlo. Sin pensarlo dos veces salió corriendo de la barrera, justo antes de que se activara, y al llegar junto a ella colocó sus manos a ambos lados de su rostro y la besó con fuerza. Abie se sorprendió en un primer momento, pero de inmediato se dejó llevar, cerrando los ojos. En un simple instante sus intentos de ser fuerte, y por fin se permitió llorar. Llevó sus manos hacia su espalda, agarrando su ropa con fuerza al aferrarse a él.

Se separaban unos momentos para poder respirar, pero en seguida volvían a unir sus labios, en un beso que deseaban no terminar.

- Seremos los únicos -Dijo Bash entre jadeos, antes de volver a besarla.

- Sí -Respondió ella en el mismo estado, sin dejar de sonreír.

A pesar de que sabían lo doloroso que iba a ser, a pesar de que era imposible, querían estar juntos. Ni siquiera sabían si sería posible que volvieran a verse. Ambos se abrazaron con todas sus fuerzas, sintiendo sus latidos asombrosamente rápidos. Era una sensación increíble.

- Encontraré la manera. Te lo prometo.

- Sé que lo harás.

- Lo haré.

Necesitaban aferrarse a esa promesa, para poder creer que de verdad tenían una posibilidad. Era difícil, pero tenían que creer que podían.

Bash se separó despacio de ella, concentrándose de nuevo hasta que la barrera de luz volvió a aparecer. Abie sonrió, comprensiva, apartándole el pelo de la cara con la mano.

- No lo olvides. Tú eres mi único presente -Susurró él, con una mirada increíblemente tierna, y haciendo que ensanchara su sonrisa.

- Y tú eres mi único futuro.

Se dieron un último beso, y el chico se apartó por fin. Justo cuando estaba a punto de cruzar la barrera, se giró hacia ella.

- Te veré esta noche.

Abie se sorprendió por el comentario, sonriendo dulcemente al comprender lo que quería decir.

- Sí... Hasta esta noche.

Bash levantó la mano y se despidió de ella, para después entrar en la barrera. La chica de ojos verdes no perdió detalle hasta que despareció por completo, y no quedaba rastro alguno de la luz violeta. Se quedó quieta. Sin ser plenamente consciente de lo que hacía, cerró los ojos y se llevó la mano a los labios.

Había sido real. Había ocurrido de verdad.

Aun sintiendo el tacto de los labios de Bash en los suyos, se dejó caer sobre la cama, viendo poco después su cuaderno de dibujo junto a ella. Estaba abierto, dejando ver el retrato del chico en el que había escrito que le odiaba. En lugar de borrarlo, decidió cortar esa parte de la página y arrugarla. Se tumbó junto al cuaderno, mirando el dibujo con aire soñador.

Ojalá se hiciera de noche pronto.

FIN


Inazuma Eleven y Bash Lancer (Baddap Sleed) no me pertenecen a mí, sino a Level-5.

Abie Rayner es un personaje original creado por mí.