*Historia Seddie, había subido esta historia en otra cuenta, pero esta vez la intención es concretarla. ¡Espero que lean y les guste! Que no se pierda el gusto por Seddie, lectores.*

Prólogo

El teléfono sonaba constantemente. Explicaciones, claro, era lo que intentaban excusar. Un engaño, falsedad, años de sonrisas falsas y amistades fraudulentas. ¿Cuál era el punto de burlarse de mí? Digo, existen muchas maneras de conseguir un chico guapo siendo Carly Shay, pero no… tenía que ser Freddie Benson, el único imbécil del que me había enamorado. Fotos, grabaciones, lo tenía todo en mis manos, y mis ojos no dejaban de lagrimear deseando que todo fuese sólo un mal sueño. Desbloqueé mi teléfono y escuché la nota de audio que había dejado Freddie.

— ¡Sam! Recuerda que hoy es la cena con Carly. No te quedes dormida, por favor. Ambos tenemos un anuncio super importante que hacerte. Te quiero.

Me reí un poco ante tanta hipocresía. Sentí tanta rabia que no pude contener un grito ahogado que salía de mi diafragma a toda intensidad. Rompí todas las fotos que me había dado Amanda de ellos en la cama, de ellos besándose, de ellos… siendo "ellos". Luego… rompí en llantos hasta quedarme dormida.

Desperté cerca de las 7 p.m., con los ojos horriblemente hinchados y todo el maquillaje de ojos que me había puesto en la mañana corrido y pegoteado en la almohada blanca.

¿Qué se supone que haría ahora? No tenía amigos, no tenía padre, mi madre… se había ido al Caribe con su nuevo novio y yo… estaba aquí, totalmente sola.

La supuesta cena de estos idiotas era dentro de dos horas más. Debía irme antes de que se dieran cuenta de mi ausencia y viniesen a buscarme aquí. Tenía ahorrados aproximadamente 800 dólares de aquella vez que trabajé de mesera en aquel lugar el cual el dueño era el estúpido exnovio de mi madre.

Me iría… pero ¿a dónde?

Recordé a mi tía Greta, que vivía en Francia, y que siempre había sido tan cariñosa conmigo. Una vez, hace 4 años atrás, me había dicho que, si quería ir a estudiar a Francia, sería bienvenida en su casa.

Busqué entre mis contactos a ver si aún guardaba su número.

Lo encontré. Tía Greta. Marqué, impaciente de que me contestara.

— ¿Aló? respondió ella, con la intranquilidad que uno contesta cuando un número desconocido te marca.

— Tía, soy yo, Samantha. Esto le parecerá extraño… pero ¿sería mucha molestia si me quedo en su casa un par de días? Voy de viaje a París…

Tras una larga conversación de 20 minutos de preguntas y respuestas, conseguí que mi Tía accediera a mi petición. Agarré un poco de ropa, y tomé un taxi al aeropuerto, rumbo al primer vuelo que me llevara lejos de Seattle, lejos de todo lo que me hizo daño.