Disclaimer: Candy Candy es propiedad de Keiko Nagita y Yumiko Igarashi.

Advertencias: Un poco de OoC.

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About the Anthrax Letters of a Rushed Romance

Capítulo 1

Baby's On Fire


Le deja entrar.

Apenas si cruzan saludos. En el primer instante en que ella abre la puerta, él la besa. A veces, es suave, tierno incluso. Otras, es increíblemente voraz. Ella adora la incertidumbre de esos roces. ¿Qué decir? ¿Cómo responder? Ya no trata de razonarlo, hablarlo, mucho menos censurarle. Tan sólo exhala ligeros jadeos de deseo. Su naturaleza curiosa no le permite la estoicidad ni la sumisión de la espera en silencio. Aún es inexperta en las artes amatorias. Gime ante la sorpresa, sus bellos ojos verdes se distienden por la suavidad o por lo tempestuoso de las caricias de él.

Neil la adora. Adora esos pequeños detalles de ella. No es la estatua viviente que hay que venerar, con temor y frialdad, como le han enseñado que es la mujer. Candy es diferente hasta en eso. No es mustia, retraída ni mojigata. Tiembla, palpita, lagrimea, susurra, suspira, araña, abraza, besa. Admira la energía y vida que reside en ella. No se lamenta, no se inquieta por el qué dirán, no peca: vive.

Goza la visión de la mujer inquieta y apasionada que le ha abierto sus brazos y su corazón.

No podría sentirse más agradecido de estar respirando a su lado. En días más aciagos y oscuros, pensó seriamente en dejar este mundo en un brillante charco de sangre o con una amable y mortífera pastilla. O dejarse consumir por el propio veneno de su alma. Lo que fuera más rápido. Sin embargo, al estar con ella, todos esos fúnebres pensamientos se desvanecieron entre la dicha y el placer de su compañía.

Fue tan inesperado, que eso le llena de una mayor satisfacción el yacer junto a ella.

Nunca ha sido bueno para expresar lo que siente. Las palabras suenan vacías y sinsentido en sus labios mordaces. Su boca ha sido hecha para destruir y devorar con violento desdén. No para dialogar y ensalzar. Su lengua es un ágil látigo. Y es demasiado ácida al contacto. Sin embargo, siente que le debe unas palabras a Candy. Después de todo lo que han pasado juntos, quisiera declarar lo mucho que significa para él. Pero sus malas maneras le ahogan. No puede. Se le cierra la garganta y los labios se tuercen en una línea fina. Por mucho que quiera, no puede.

Así que se decide por el frío papel. Las noches se vuelven su escenario, la luz de las velas, su guía confidente y su recuerdo su inspiración. Plasma su adoración en tinta. Después de días, consigue una primera carta. Al fin.

"No la quiero" susurra ella con repulsión.

Los orbes avellana de Neil la observan detenidamente. No sufre ante su negativa, apenas se inmuta. De cierto modo, hasta esperaba semejante reacción. Al contrario, quien parece tener resentimiento es la chica. Los ojos verdes de Candy están sujetos a la carta. Es una fijación cáustica, como si quisiera volverla cenizas con el mero ardor de su mirada. Hay una pasión desmedida que Leagan ha aprendido a admirar. Le fascina. Es como si su cuerpo entrase en combustión espontánea ante la más pequeña llama de deseo de Candy.

Él quiere estar una vez más en esas brasas encendidas de ella.

La carta de la discordia desaparece por el momento. Ahora la presión de sus manos se concentra en la cintura femenina. La recorre con ansia, acaricia y besa con hambre. Quiere ver que se encienda con el mismo fervor suyo. Las palabras pueden esperar. Prefiere que se queme con el calor de su corazón. Candy cede. Se olvida de todo pesar que él pudiese haberle provocado, su atención está en todo el gozo que le hace sentir por el momento. Poco a poco, se abandona a la sensación de consumirse por el fuego del placer.

Nada dura eternamente. Ni bueno ni malo. Es hora de que Neil se vaya. Debe irse para que, de alguna manera, el honor de la rubia no se vea manchado. ¡Qué osadía sentir el deleite del amor! Sonríe amargamente. Por él, no dejaría siquiera la cama que guarda los sueños e ilusiones de Candy White. A su lado, ¡cuánto quería estar así por siempre!

Pero ella es celosa de la libertad que ese cuartucho de apartamentos le brinda. Un poco de su orgullo muere cuando recuerda eso. No le necesita como a él le gustaría. Aún así, él sigue ahí. Cualquier muestra de su cariño, por pequeña que sea, le basta. Antes de irse del todo, deja su preciosa carta a los pies de la puerta principal. Teme ver a Candy tomar su carta y destrozarla en miles de pedazos. Se va con la prisa y la pena azorándole le corazón: se va sin atreverse a mirar atrás.

Candy la recogió, como se esperaba. Salió a despedirse sin decir adiós. Prefería que Leagan tomara sus cosas y partiese en silencio, buscando no molestar, creyéndola dormida. A ella le gustaba salir y ver los rizos castaños bailar despeinados, la espalda oscura contraerse por el frío de la madrugada, observarlo a placer sin sentirse cohibida por su propia censura.

Pero aquella vez, la primera de incontables, se encontró una pequeña carta.

Se vio tentada a dejarla abandonada, a destrozarla, a dejarla arder en las llamas de la chimenea. ¿Por qué? No quería leerla. No quería saber lo que el propio Neil no se atrevía a decir con su boca osada. Tembló indecisa. Sin embargo, sus manos fueron más rápidas que la duda en invadir y emponzoñar su mente. La tomaría, mas no la abriría. Un día que se sintiese más valiente, más segura, la leería. Ese día no, por supuesto.

El patrón se repite: él se va y deja una carta tras de sí. Ella la toma y la guarda intacta.

—¿Alguna vez has leído siquiera una? —pregunta Neil con aparente indiferencia, casi frialdad, pero su acento es receloso y denota cierta curiosidad.

—NO. Y no pienso hacerlo mientras sigas vivo —responde en una tonada similar que, antes que despertarle alguna ofensa, anima al joven a reírse.

—¿Y cuando muera? —añade desafiante el moreno.

—Tal vez. A los pies de tu féretro, de tu tumba misma.

Él vuelve a sonreír, fascinado por su dulce crueldad, ha aprendido bastante bien a su lado. Aprieta su mano, no quiere dejarla ir. Se inclina a abrazarla, a besarla, a saborearla una vez más.

No quiere pensar en nada más. Excepto, tal vez, que desea que lea sus cartas. Que rompa esa promesa tan despiadada.

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To be continued...


N/A:

Este es un pequeño two-shot que salió repentinamente. Siento que falta un poco más de hot stuff para esta pairing, siempre es demasiado dulce o dramático, así que traté de darle algo más picante. Sin embargo no me animé del todo a hacerlo muy explícito. No es tanto como para llegar al M+, pero tiene algo. Quizá otro día con más calma...

Para aquellos que leen otra de mis historias de Candy&Neil, "Memories from the Halcyon Days", se puede decir que este fic es uno de los rumbos que pudo haber tomado la trama. Pronto la continuaré, hice esto buscando inspiración para continuar MFTHD, con suerte estará en unos días.

Esperando sea de vuestro agrado...

See you around...~