Espero les guste y, ya saben, mándenme una review si es que les gustó, no les gustó o para corregirme en algún punto.

Summary: Gale ha perdido la cabeza postulándose como tributo conmigo. ¿Estoy enojada? Sí, pero el tormento de este horrible sueño en el que todo muere en llamas me distrae de los juegos. Todo le pertenece Collins.


Al Amanecer, cuando todo acabe

Primera Parte: Los Tributos

"La Cosecha"


Capítulo 1:

¿Cómo? Esto no puede ser verdad. El nombre de Prim entre las coloridas uñas de Capitolio de Effie Trinket. Por favor; que alguien me pellizque. Esto, simplemente, no puede estar ocurriendo.

Un chico de la Veta me toma del brazo para que no caiga: verla con su colita de pato, cruzando entre la callada multitud… cruzando hacia su sentencia de muerte… me debilita. No puedo dejarla ir. Es mi hermana, la única persona a la que sé que realmente quiero en todo el mundo.

Amago a salir corriendo tras ella y, los demás chicos que tengo a mí alrededor se dan cuenta, y me hacen un estrecho pasillo para que pase, dando unos pasos hacia atrás.

―¡Prim!―grito con todas mis fuerzas, ella da media vuelta y me mira. Corro hacia la pequeña escalerilla antes de que suba y la pongo detrás de mí justo antes de que unos agentes de la paz quieran tomarme de los brazos y llevarme a la fuerza. ―¡Me presento voluntaria! ―nuevamente, grito con la mejor voz que mi estrangulada garganta me permite―¡Me presento voluntaria como tributo!

Effie Trinket me mira alzando una ceja pero luego sonríe.

―¡Espléndido! ―los agentes de la paz se alejan de mí y vuelven a sus puestos. La mujer se da vuelta y mira al alcalde, al que le he llevado fresas durante tantos años, el padre de Madge… Él sólo asiente algo apenado y dice que me deje pasar, aunque en realidad tendrían que esperar al final de la Cosecha para luego preguntar si alguien quiere ser voluntario (cosa que nunca ocurre en nuestro distrito)―. Sube, sube. ―me insiste con su mano.

Prim se aferra a mis brazos antes de que ponga un pie en la escalerilla. Le digo que me suelte con una voz irreconocible: no puedo derrumbarme frente a las cámaras; pero ella insiste en que no puedo ir hasta que Gale sale de su sección de los 18 años y la toma desde atrás, soltándola de mi cuerpo.

―Arriba, Catnip ―dice con la voz más normal que pudo dedicarme, tratando de darme seguridad. Subo al escenario donde la excitante voz de la mujer, de rosada peluca rizada, me saluda como si fuera todo un honor estar en mi lugar.

―¡Bravo! ¿Cómo te llamas? ―su tonada de Capitolio irradia tanta felicidad que me dan ganas de callarla, o por lo menos de que se aleje de mí y que saque su mano de mi hombro.

―Katniss Everdeen ―lamo mis labios y me doy cuenta de que mi voz pareció seria, como si careciera de sentimientos, aunque en realidad mi corazón se está degradando en mi interior.

―¡Me juego mis calcetines a que era tu hermana! ―sonríe nuevamente: sin duda, soy lo más interesante que le ha pasado representando al distrito de los mineros. Espera a que la gente aplauda pero, en vez de eso, se mantienen en silencio: respeto. Ese es el significado del silencio para nuestra gente. Primero una persona, y luego otra hace un gesto con su mano izquierda que todo el mundo imita: tocan sus labios con sus tres dedos centrales de la mano y luego me apuntan a mí por unos segundos. Me siento querida. Effie observa sorprendida, pero luego interrumpe el momento y mira el recipiente de vidrio que contiene los nombres de los muchachos y se dirige a él, luego de anunciárselo a todo el mundo―Bueno, ¡ahora es el momento de elegir al tributo masculino!

Haymitch, el único ganador vivo de nuestro distrito y mi ahora mentor, se levanta de su asiento y se dirige hacia mí.

―¡Miradla! ¡Miradla bien!― brama, pasándome un brazo sobre los hombros ―¡Me gusta! ―su aliento huele a licor y casi ni se baña ―Mucho… ―se queda pensando en una palabra que luego sale disparada como una de mis flechas ―¡Coraje! ―exclama, triunfal ―¡Más que vosotros! ―me suelta y se dirige a la parte delantera del escenario ―¡Más que vosotros! ―grita, señalando a la cámara.

Se me hace la idea de que se refiere a la gente del Capitolio, pero no puedo concentrarme demasiado porque cae como un bólido y, mientras las cámaras se posan en él, me desahogo del sentimiento de dolor que protagoniza mi garganta.

Effie Trinket se vuelve a dirigir al recipiente de los varones y saca un nombre. Ruego por favor que no sea el de Gale, con sus cuarenta y dos papeletas, pero…

―¡Peeta Mellark! ―anuncia la mujer y todas las cabezas giran hacia un chico rubio y de ojos azules que tiene mi misma edad. Él se moviliza hacia el escenario y me mira, tras tragar saliva. Me estrecha la mano y yo lo miro con mi mejor rostro de "¿Por qué él?".

Recuerdo ese día en el que moría de frío y hambre, tras la muerte de mi padre, y cómo quemó un pan a propósito para dármelo. Le debo la vida, y eso no me agrada en lo absoluto. Además, ni siquiera voy a poder agradecerle, salvo que se lo diga antes de tener que matarlo (si es que llego a esa situación). Effie nos felicita antes de preguntar si alguien se ofrecía como voluntario masculino, y es ahí donde mi mundo colapsa a mis pies.

A lo lejos, en la zona de los 18, una persona se hace paso entre la multitud. Pienso en el hermano mayor del "chico del pan" que aún puede concursar, pero en vez de toparme con otro chico fornido y rubio me encuentro con una desafiante mirada. Ojos grises, cabello oscuro, piel aceitunada y cuerpo musculoso: es Gale.

Quiero gritar pero mis cuerdas vocales no me lo permiten. Él se adelanta erguido y me doy cuenta que hasta el chico del pan están asombrado por lo que acababa de ocurrir, como yo. ¿Por qué? , me pregunto, ¿Por qué lo estás haciendo?

Sacudo mi cabeza mirándolo directamente a los ojos. Vuelve a tu lugar, por favor. No hagas esto, pienso que él me entiende aunque mira hacia otro lado, levanta la barbilla y sube al escenario por la escalerilla de la que salvé a mi hermana previamente. Peeta Mellark baja y mira a Gale alzando una ceja: estoy segura de que no entiende por qué está haciendo eso ni por qué está sustituyéndolo si arriesga su propia vida, ni que hubiesen hablado alguna vez. Ni siquiera son amigos y no se conocen.

Debo admitir que… yo tampoco lo entiendo.

Effie Trinket lo mira de pies a cabeza y alza las cejas: parece sorprendida, tal vez él sea lo mejor que le haya pasado en alguna de sus Cosechas. Lo toma del brazo y lo lleva hacia el micrófono caminando con sus altos y coloridos tacones de lujo a medida.

―Dinos tu nombre, voluntario ―dice mirándolo con una sonrisa "encantadora". Gale la mira y noto repulsión y odio en sus ojos, sin embargo, logra contenerse y se acerca su rostro al micrófono, agachando un poco su cabeza.

―Gale Hawthorne ―su voz resuena en todo el lugar. Las cámaras lo enfocan y él sale en todas las pantallas, volviendo a erguirse, dirigiéndose a todo el público. La gente hace el mismo gesto que me hicieron a mí, y Gale me mira. Nos respetan y, al parecer, todos nos conocen y saben que, sin nosotros, los cazadores furtivos del distrito, no va a haber quién les traiga carne.

Luego de una larga pausa, el alcalde recita en voz alta el largo discurso de todos los años pero no lo escucho. Estoy demasiado concentrada en mis pensamientos. ¿Cómo van a sobrevivir los hermanos de Gale? ¿Y su madre? ¿Y mi propia familia? Si por lo menos alguno de los dos se hubiera quedado, estaría segura de que las dos sobrevivirían pero aquí estamos, escuchando el himno que simboliza a Panem frente a todos los habitantes del distrito.

Gale siente mi preocupación, lo pienso porque acaricia mi codo derecho con una de sus manos. Luego, toma mi mano y la aprieta fuertemente. No me importa que ahora las cámaras dispersen nuestra imagen, tomados de nuestras manos, por toda la plaza; lo único que me importa es que me siento tan segura teniendo contacto con su piel rasposa y los callos entre sus dedos, frutos de la caza furtiva, que ni siquiera me entero cuando el himno finaliza y deben separarnos para saludar a nuestros familiares y amigos antes de subirnos al tren.

El cuarto en el que me encierran es muy lujoso y está excelente decorado. Unos pequeños rayos de sol entran por las ventanas (que suelen estar tapadas por unas pesadas y llamativas cortinas carísimas) e iluminan un sofá de terciopelo negro.

Me siento en este y mi madre y Prim entran. Me estrechan en sus brazos con lágrimas en los ojos. Yo logro contener las ganas de llorar: no quiero parecer una persona débil cuando entre al tren, ya que no lo soy. Abrazo a mi hermana y dejo que se siente en mi regazo mientras les doy consejos sobre cómo sobrevivir en mi ausencia (y la de Gale).

Me enojo con mi madre y la regaño para que no vuelve a ocurrir su "ausencia" cuando falleció mi padre: no sería bueno para ninguna de las dos. Ella me responde que estaba enferma, pero no me convence del todo y los guardias de paz vienen a buscarlas.

―Prométeme que vas a volver, Katniss… Mejor dicho, que tú y Gale volverán, o por lo menos Gale ―me dice Prim, haciendo que mi corazón se retuerce: ella sabe que ya es imposible de que yo gane y encima me pide que Gale también lo haga ―¿Lo intentarás de verdad de la buena?

―De verdad de la buena, te lo juro ―no entiendo por qué prometo algo que luego no voy a poder cumplir. ―¡Las quiero a las dos! ―les grito luego de abrazarlas por última vez, dejando que se vayan.

Luego de ellas, entra el panadero, el padre de Peeta Mellark. No es un hombre que hable mucho, por lo que pasa un largo silencio antes de que abra la boca y me tienda un pequeño paquete.

―Es para ti ―lo abro ¡y son galletas! Deliciosas galletas caseras… ―No te preocupes. Yo me haré cargo de que ella coma ―por alguna extraña razón, que este hombre me diga que va a cuidar de Prim durante mi ausencia me tranquiliza.

―Muchas gracias ―le digo, haciendo una mueca que parece ser una sonrisa ―Y, disculpe. ¿Podría hacerme el favor de darle las gracias a su hijo? ―Él asiente, aunque ni siquiera pregunta por qué debe de darle las gracias. El tiempo se termina y se va de la habitación por su cuenta.

Madge entra detrás de él, pero es tan directa que no me deja siquiera saludarla y saca el prendedor de oro de su vestido, que tiene una pequeña ave.

―Te dejan llevar algo que represente tu distrito, ¿verdad? Bueno, ¿te importaría llevar esto? ―tiende su insignia sobre mi mano.

―¿Tu insignia? ―le pregunto, observando al pajarito que simula volar.

―Te lo pondré en el vestido, ¿vale? ―me lo pone en el vestido sin siquiera esperar por mi aprobación ―Katniss, prométeme que lo llevarás en el estadio, ¿vale?

―Sí.

Otra promesa más…

Me da un beso en la mejilla y se va: creo que en realidad es mi amiga.

Por último lugar, entra la familia de Gale: su madre y sus tres hermanos más pequeños. Me abrazan uno por uno. La mujer toma mi rostro entre sus manos y me da un beso en la frente al mismo tiempo que los pequeños se van a ver algunos cuadros, anonadados de tanta belleza.

―Escucha, Katniss… ―se asegura de la ausencia de los niños para poder hablarme, casi a solas ―Yo sé que ahora estarás pensando por qué mi hijo ha hecho esto, pero no lo regañes. Yo sé lo que te digo, no te pelees con él. Siempre cree que hace lo correcto… tú lo conoces más que nadie. ¿Vale? Y, por favor, trata de que no insulte al Capitolio ni nada por el estilo, no quiero que lo maten antes de tiempo ―Yo asiento y la abrazo.

Los agentes de la paz llegan rápidamente, indicando que ya deben irse. Los hermanitos de mi amigo me abrazan, como si fuera su propia hermana, y su madre también, además, me da otro beso en la frente-

―Katniss, tal vez ahora no lo entiendas pero él hace esto porque… ―la puerta se cierra antes de que termine su frase, una frase que nunca se va a poder completar.

Vuelvo a sentarme y acaricio el suave y oscuro terciopelo del sofá antes de que los agentes de la paz me escolten, junto con Gale, a la estación de nuestro distrito. Antes de subir al tren, las cámaras nos filman y observo a Gale en la pantalla: tiene el mismo rostro de aburrimiento que yo. No lloró. Eso demuestra que no es débil, aunque, ¿quién, en su sano juicio, podría pensar que él es un muchacho fácil de derrotar, una víctima más? Si alguien lo piensa, pues debe de estar ciego. Es decir, justamente Gale, con su aspecto casi de tributo profesional… Ahora que lo pienso, ¿y si los Juegos lo transforman y lo convierten en una especie de asesino serial? ¿Y si los profesionales lo aceptan en su grupo?

Nuevamente, coge mi mano antes de subir. Me miro de reojo en la pantalla y no parezco feliz, ni un poco. Estoy intranquila: tener a Gale sujetado de mi mano ahora me da miedo porque dentro de unas semanas se podría estar deshaciendo de mí en tan sólo unos segundos, sin esfuerzo alguno.

Cuando entramos al vagón, la puerta se cierra detrás de nosotros, pisándonos los talones. Suelto su mano, incómoda, y plancho las tablas del vestido prestado de mi madre. Haymitch se abre paso entre nosotros, tambaleándose por todo el alcohol que tiene en la sangre, cruza por un pasillo y se siente el estruendo de su risa y la puerta cerrándose estrepitosamente. Effie rueda sus ojos mientras acomoda su peluca; nos mira a los dos.

―Cada uno tiene una habitación, de la que disponen de toda la ropa y accesorios que deseen utilizar de sus armarios ―sonríe y me da unas palmaditas en la cabeza ―¡No te preocupes! ―yo alzo una ceja― Todos son artículos de primera calidad ¡y que vinieron directamente del Capitolio! No vas a tener que seguir usando ese vestido viejo… ¡En una hora es la cena! ―vuelve a sonreír y se adentra en su cuarto.

Me dirijo a Gale, quien está muy callado, hasta que trata de decirme algo que yo interrumpo.

―Estoy enojada contigo por arruinar tu vida ―él asiente, como si estuviese satisfecho con su "gratificante" error ―Nos vemos en la cena.

Antes de cerrar la puerta de mi habitación, siento que me grita: "Por cierto, el vestido de tu madre me parece bonito". Creo que… la he roto de la rabia. Me quedo con la perilla de la puerta en la mano, es de oro y tiene diamantes incrustados, pero trato de repararla como puedo.

Me adentro en la ducha y aprieto todos los botones. Al salir, miro mis manos: tengo limpias hasta las uñas. Abro un cajón con ropa tan colorida que me dan ganas de vestirme, otra vez, el vestido de mi madre, hasta que encuentro una camisa verde oscura que hace juego con un pantalón. Busco en el armario unas botas parecidas a las mías entre zapatos amarillos y violetas. ¿Quién se pondría unos zapatos con dibujos de pequeñas casitas? Yo sé la respuesta: Effie Trinket. Me miro en el espejo y me dejo la trenza que me hizo mi madre en nuestra casa de la Veta. Tomo la insignia con el sinsajo y la pongo en mi camisa: es el toque perfecto de rebeldía contra el Capitolio.

Effie abre la puerta y se queda con la perilla en la mano. La inspecciona con el ceño fruncido durante unos segundos y luego me mira sin comprender.

―Estaba rota cuando llegué. Traté de repararla pero… ―trato de parecer lo más normal posible hasta que ella hace una mueca con los labios y me interrumpe.

―¡Pero qué lástima! Hay que avisarle esto a alguien… luego de cenar, por supuesto. Ven, vamos, vamos. Acompáñame, por favor ―antes de salir por la puerta suspiro: gracias que no se ha dado cuenta del portazo de hace un rato.

Entramos al comedor donde hay una mesa larga y de madera tallada a mano: tiene el signo del Capitolio, sólo para recordarnos que somos sus juguetes. Está repleta de fuentes con comida deliciosa a la vista… y de la cara de repulsión de Gale. Está sentado, apoyando sus codos sobre la mesa, y con una silla libre para mí. Lo miro, me mira. Alzo una ceja y quita los codos de la mesa cuando Effie lo regaña.

―Por lo menos ustedes tienen buenos modales… ―dice cuando ya estábamos comiendo ―¡La pareja del año pasado comía todos con las manos! Hasta me daban ganar de vomitar viéndolos… –Yo saboreaba cada trozo de cordero hasta que hizo ese comentario. Miro a Gale y me impresiona que no diga nada. Siempre ha sido muy directo. Sigo observándolo: limpia su boca con una servilleta y se acerca a mi oído.

―¿Cómo alguien podría resistirse a esto? ―me susurra.

―Secretos en reunión es mala educación ―Effie recita esa frase tan popular engullendo otro bocado de ensalada. Gale aclara su garganta y… allí va.

―Dije: ¿Cómo una persona, proveniente del Distrito 12 y siendo de la Veta, donde la comida escasea y lo más probable es que te mueras de hambre antes de que cumplas los cuarenta años, podría resistirse a tan suculentos manjares? ―limpia sus manos en el inmaculado mantel blanco. Effie traga y lo mira asombrado. Él sólo sonríe y sigue comiendo. Ella hace de cuenta como si no hubiese escuchado nada y trata de cambiar de tema.

En completo silencio, terminamos la cena y nos dirigimos al sofá para ver a los demás tributos. La verdad, no me sorprende ver profesionales (están todos los años aunque, supuestamente, es contra las reglas), pero sí me llama la atención una niña del Distrito 11 que podría llegar a ser mi propia hermana… hasta que nosotros aparecemos: el Distrito 12 con sus dos voluntarios tributos. Muestran cómo corro para salvar a mi hermana, la elección de Peeta Mellark y cómo Gale luego se postula entre el silencio de la multitud; enfocan nuestras manos entrelazadas más veces que al mismísimo alcalde dando su discurso. Cuando Haymitch cae, hasta los presentadores se ríen. Effie está disgustada por su comportamiento, pero no se compara con la angustia de ver su peluca desacomodada.

―Ese hombre tendría que aprender sobre presentación y comportamiento frente a las cámaras.

―Estaba borracho, como todos los años ―dice Gale seriamente, dirigiéndole una desafiante mirada a Effie.

―Como todos los días ―comento, tratando de liberar un poco el ambiente de tanta tención. Gale se ríe conmigo, pero ella nos regaña, diciendo que él es la diferencia entre nuestra vida y la muerte.

El susodicho entra tambaleándose.

―¿Me he perdido de algo? ―vomita en la alfombra y cae sobre su propia porquería. El hedor a alcohol mezclado con verduras no es muy agradable que digamos.

―¡Seguid riendo! ― esquiva el hediondo charco y al borracho de Haymitch dando unos pequeños saltitos con sus tacones. ¡No es nuestra culpa que nos riamos! Es que, de cierto modo, este hombre es muy cómico, aunque reflexiono, dejo de reír y… recuerdo que sigo enojada con Gale.

Fin del Capítulo Uno.


Bueno, ¿qué les pareció? Mándenme una review.

PD: Ya sé, ya sé, el título no tiene mucho sentido ahora, pero pronto lo tendrá!

¡Saludos!