Se miró al espejo. En el una hermosa chica de tez clara y enormes ojos verdes se veía reflejada. Lucía un bonito vestido blanco, quizás demasiado sencillo para el gusto de su futura família. Todo en la habitación en la que se encontraba era hermoso, una enorme cama llena de peluches (un poco infantiles para los 18 años, casi 19, de la chica), las paredes de un tono morado muy claro llenas de posters, un suelo de mdera cubierto por una suave y mullida alfombra blanca y una enorme puerta de cristal que daba paso a un gran balcón.

Pero la chica no parecía feliz. Por su mejilla corría una lagrima rebelde, porque a pesar de estar rodeada de esa cómoda habitación no volvería a dormir allí, y mucho menos volvería a estar con su família.

Astoria Greengrass estaba a punto de casarse con el exmortifago Draco Malfoy.

Astori se miraba una y otra vez en el espejo y lo único que queria era echar a correr sin un determinado destino. Simplemente correr. Ser libre de toda esa pesadez, de todos esos patrones que tenía que seguir, de todas sus obligaciones, huir de todo y de todos. Pero no podía. Cuando apenas tenía cuatro años y el joven Malfoy seis, sus padres habían hecho un "contrato" en el que dictaminaban que se casarían al haber acabado el colegio. Según la logíca de Astoria, los matrimonios concertados eran lo más estúido del mundo pues, ¿Cómo iba a casarse con alguien sin haberlo conocido? Claro está que en su caso si se conocían, pero en realidad solo habían hablado un par de veces en algunas fiestas navideñas ya que la joven Astoria se había negado a estudiar en Hogwarts y había decidido ir a beauxbatons.

Y ahora, mirándose toda vestida de blanco, no podía dejar de pensar como odiaba a la familia Malfoy, por tener un hijo tan estupido, y a sus padres, por haberla comprometido con él.

Alguien llamó a la puerta haciendo que Astoria saliese de sus cavilaciones y se secara su solitaria lágrima que ya llegaba por la barbilla.

- Estas realmente preciosa - le dijo con una sonrísa, mietras se acercaba a ella para abrazrla.

Astoria se dejó abrazar, sabía que su madre se había arrepentido de ese compromiso al enterarse de que Draco había sido mortifago, pero lo hecho estaba hecho y el contarto se tenía que cumplir.

- Deberías maquillarte un poco - Astoria puso mala cara, realmente odiaba el maquillaje, pero después de que su madre dirigiera un mirada severa al tocador se arrastró con su vestido blanco hacía allí.

Su madre empezó a ponerle "potingues" en la cara mientras ella no hacia más que dejarse.

Después de esto hizo que se levantara y le arregló un poco el traje, para depués salir y enfrentarse a todo. Enfrentarse a su nueva vida.