Disclaimer: Que hable a quien le pertenezca Sweeney Todd *se escuchan grillos*. Eso pensaba...

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Pequeño one-shot que se me ha ocurrido estando inspirada. Dedicado a nadie, sólo a vosotros, mis lectores, viejos y nuevos ^^

Es posible que saque un segundo capitulo, y un tercero... =)


Capitulo 1

Venganza. Qué palabra tan bonita, qué palabra tan sonora. Es una palabra que muchos, o todos, hemos dicho por lo menos una vez en nuestras vidas, que muchos la hemos deseado con fervor. Es una palabra que no cambia con el tiempo, su significado sigue siendo el mismo: Venganza. Cualquiera, al oír sus sílabas y en el idioma que sea, sabría de qué estoy hablando.

¿Y de qué trata Sweeney Todd? De venganza, sea la versión que sea, sea el libro que sea, venganza. ¿Cómo lo resumiríamos? Podríamos decir amor no correspondido, o muchas muertes, pero la primera palabra que vendría a nuestra mente sería esa misma.

Es algo curioso, porque si nos hacen daño, hemos sido traicionados, y si hacemos daño, es venganza, por cualquier cosa. Pero, ¿acaso es fácil? No, no lo es. La venganza es un arte muy sutil. Se dice que se sirve en frío, ¿por qué? Sospecho que porque hay que ser cuidadoso, pensar fríamente, para que salga perfecto.

El objetivo de una venganza suele ser el mismo en todos los casos: Hacer el daño que nos han hecho.

Y Sweeney Todd tenía muy claro este punto.

Paseaba de un lado a otro en su extraña habitación, cual tigre enjaulado. Lo era.

Su mente y su corazón viajaban a otros lugares, a otros tiempos, donde él era feliz. Su corazón volvía a sentir, podía recordar el olor de las flores y de la comida recién hecha. Podía recordar largas tardes con su esposa y su mejor amigo, riendo en una taberna.

Su mejor amigo le había traicionado, le había robado a su mujer.

Por unos breves instantes, su corazón ardió y la llama de los celos lo impregnó con su amargo sabor.

—Turpin… —murmuró con lágrimas de rabia en los ojos.

Su cuerpo temblaba al tiempo que la impotencia volvía a arder en su cuerpo, que los celos asediaban su corazón, carcomiéndole por dentro, como si fuera a explotar de un momento a otro.

En momentos como aquél deseaba arrancárselo con su propia navaja para no sentir más.

Pero si no sentía, estaba muerto. Y muerto uno no puede tomar venganza. Así que debía aguantar.

Lo que hizo fue lo que tantas otras veces, pegar una pared. Y cuando lo hizo, todo se quedó en silencio en la oscura barbería. El dolor se había ido.

De abajo llegaban todavía los sonidos de una ajetreada panadera, histérica, tratando de servir a todos aquellos clientes chillones.

La odiaba. La odiaba con toda su alma. Y ella le amaba, le amaba con toda su alma.

Y él amaba a Lucy, y Turpin se la había arrebatado.

Entonces se dio cuenta. No podía matarle. Si lo hacía, sólo le mataría, sólo le haría daño unos instantes.

No, debía dolerle, debía acompañarle el dolor durante dieciséis años exactos. Y cuando se cumpliesen, él mismo se llevaría a la horca si hacía falta.

Pero debía sufrir, no más ni no menos. Debía sentir todo lo que él sentía. Debía perder a alguien, que se lo arrebataran, como él se lo había arrebatado al barbero.

Debía escuchar los gritos de la persona que amaba en su cabeza, suplicando ayuda en sueños, como Sweeney Todd escuchaba todas las noches.

Y entonces la vio en la calle, y un plan se formó en su cabeza.

La venganza es un plato que se sirve frío, y la Sra. Lovett tenía mucho que cocinar.


N/A: Hasta aquí llegamos por hoy, amigos ^^