Capitulo I
Nueva Universidad.
Todo tiene solución y a veces en la vida, estamos tan hundidos en la negatividad que no vemos lo que tenemos en frente.
—¡Vamos Sango! ¿Qué te pasa? —pregunto la castaña mientras alaba a su amiga del brazo.
—¡No puedo Kagome! No soy como tú. No tengo tu talante —chilló mientras se mordía los labios. Veía con nerviosismo la imponente estructura de la universidad.
—¡No seas tonta! Ellos no son más que tú, ni nada así. Tú tienes una beca, ellos son unos hijos de mami y papi. Que con suerte sabrán hurgarse la nariz —la castaña rió mientras la tomaba del brazo.
Kagome y Sango siempre habían sido buenas amigas. Ahora las dos habían elegido la misma universidad. Por supuesto con diferentes carreras. A ambas les habían otorgado una beca, por ser de familia humilde.
—¡Permiso! ¿Podemos pasar? —pregunto mientras entraba al salón y veía atentamente al profesor.
—Por supuesto. Llegan a tiempo señoritas…—hizo una breve pausa.
—Higurashi Kagome e Ikeda Sango.
—¡Oh! Es un gusto pasen. Bienvenidas a su primera clase del cálculo —y esa era la única materia que tenían juntas. Sango estudia ingeniería comercial, mientras que Kagome arquitectura.
El profesor, para ser de cálculo fue muy amable. Se sentaron juntas y las clases pasaron sin mayor controversia. Por supuesto, los alumnos tenían un aire estirado. Así que con todo el orgullo y la dignidad que podían destilar se hicieron poner a la par.
—¡Suerte! —rió Kagome al ver como Sango se iba un poco rehuida. Esta vez le tocaba sola.
—Sí. La necesitare —Kagome le dio un beso en la frente, la abrazo y la empujo hasta el salón. Con paso seguro se fue hasta su siguiente clase.
***
—¡Higurashi! Pase y haga el ejemplo treinta y cinco por cincuenta, con letra din. Dieciséis —todos rieron por lo bajo. De manera altanera y con presión cortó la hoja en la guillotina y a pulso y sin líneas de guía trazo un perfecto ejemplar. En tan solo diez minutos.
—¿Algo más? —pregunto con gallardía mientras le sonreía al profesor.
—¡Perfecto! Un trabajo impecable. Señores tengan de ejemplo a la Srta. Higurashi —el salón la miró con despotismo mientras ella se sentaba, con su cabeza bien en alto. Luego de medía hora que comenzó la clase un estruendo azotó la puerta, dejando entrever a un muchacho.
—Joven Taisho —murmuro fastidiado el profesor. Que parecía muy bien conocer el personaje.
—¡Epale viejo! ¿Puedo pasar? —el profesor movió la cabeza con negación y lo envió al fondo.
—Es la tercera vez en estos días joven Taisho. Espero que pueda mejorar su conducta.
Sin más las horas pasaron. A las cuatro de la tarde ambas estaban ya juntas en la puerta de la universidad.
—¿Cómo te ha ido?
—¡Muy bien! He conocido a un chico. Si lo hubieras visto Kagome, era tan hermoso. Simplemente perfecto. Y hasta me sonrió —la cara de enamorada de Sango la hizo sonreír. La abrazo y comenzaron a caminar.
—¿Sí? ¿Cómo se llama?
—Miroku. Tiene el cabello negro y unos ojos azules perfectos. Es todo un adonis —chilló como adolescente.
—Cuanto te envidio amiga —pensó con nostalgia mientras la oía hablar sin parar—. ¡Hasta luego Sango! —se despidió cuando estuvieron en la esquina de su casa.
—¡Hasta mañana Kag! —y se fue.
—Hoy fue un día muy duro. Aunque ese Taisho, que extraño —mientras pensaba se mordía los labios. Un suspiro se le escapo y apresuró su paso.
Cuando llego a su casa pudo escuchar unos gritos. La música retumbaba y una peste infectaba el aire. Más cuando abrió la puerta y el olor a cigarrillo no pudo casi ni soportarlo.
—¡¿Qué es esto?! —grito furiosa. Su madre estaba en la mitad de la sala, medio drogada, alcoholizada y con su padrastro encima tirándosela. Mientras un poco de gente baila y se metía mano sin parar.
—¡Kagome! —chillo su madre aún con el hombre encima. Kagome furiosa salió cogió un bate y entro en la casa— ¡¡Ahora mismo!! ¡¡Todo el mundo sale de está casa!! —con un fuerte golpe partió la música con el bate, y alcanzó a darle a un par de hombres que se dirigían hacia ella.
Pronto llamó a la policía e hizo que sacaran al padrastro. La casa estaba desecha y solo faltaba diez minutos para las cinco y aún no buscaban a sus hermanos.
—¡¿Qué significa esto mamá?! —exigió mientras recogía todo—. No entiendes que el solo te usa.
—¡Lo siento Kagome! Pero es que aún lo amo —murmuro la mujer apenada. Su estado era deplorable. Aún tenía en la faldaa manchas del semen del hombre y la piel sudada. Dando tumbos se apoyo de la pared.
—¡Eres una tonta madre! No has ido a buscar a mis hermanos —la tomo y la metió en el baño, mientras le sacaba la ropa y abría el agua fría.
—…Hija no te vallas… —gimió en su estada de inconciencia.
Ni siquiera volteo. Luego de haber aseado rápido la casa se fue al liceo. Tenía dos hermanos. Souta y Rin; dos pequeños morochos, de cabellos castaños y ojos grandes y a chocolatados. También tenían una beca para estudiar en una importante escuela. Eran niños muy estudiosos.
—¿Cómo ha podido? ¡Es decir! ¡¡No aprende!! ¿Por qué me sorprende? —sentía quería llorar, a pesar de que siempre lograba sacarlo. Su madre no dejaba de verlo, de que le vendiera esa porquería que consumía. Eran de familia humilde, todo lo que tenían se lo habían ganado a pulso y venía el imbécil de Phil y lo despedazaba todo. Si su padre no hubiera muerto, nada de esto pasaría.
—¡Kagome! —chillaron sus hermanitos, no tan pequeños. Rin tenía catorce y Souta igual.
—¿Están bien? Siento haber tardado tanto. Las clases se han demorado.
—No te preocupes Kag. Por ti siempre esperamos.
—Sí. Oye ¿Qué va a haber de cenar? —pregunto Souta acariciándose el estomago.
—¡Eres un glotón! No hemos llegado y ya tienes hambre —suspiro aparentando cansancio, Kagome.
—¡Hey! ¡Eso lo herede de ti!
Al llegar su madre ya estaba durmiendo. Gracias a dios había abierto las ventanas. Y la casa parecía intacta. Cuando subió a su alcoba y reviso entre los libros pudo ver el dinero.
—Por lo menos no se lo ha llevado —suspiro un poco cansada—, lo mejor será recurrir a un banco. Esto cada vez es peor.
Apura preparo la cena. De noche trabajaba de camarera en un bar, bastante caro. Agradecía el hecho de que en la universidad pudiera hacer sus deberes, si no, no tendría tiempo para nada.
—¡Chicos! Espero ver sus tareas hechas para cuando regrese. Si no, no los llevaré al parque el fin de semana.
—Claro.
—¡Cuídate! —Rin fue hasta ella y le dio un beso en la mejilla. Rápido tomo el metro y se fue. Con la beca de los tres podían vivir. Los chicos eran muy maduros y eso lo agradecía.
Sabía que a veces ellos no podían hacer cosas como niños de su edad. Por esos los recompensaba llevándolos al parque o a comer helado, incluso al cine. Souta estaba en béisbol y karate, por las clases extra curriculares de la institución y Rin en danza y voleibol. Así eso quemaba bastante sus energías.
Luego de trabajar tanto. Llegaba a casa, se cambiaba revisaba las tareas, corregía y se iba dormir. Trabajaba de siete a dos de la mañana. Exhausta dormía hasta las seis y luego a preparar el desayuno, llevar a los nichos y a la universidad. Aún no sabía como tenía fuerza para todo.
—Yo puedo —pensó mientras se maquillaba tapando las ojeras que tenía. Daba gracias a que tenían todos los martes libres. Y eso le permitía estudiar, descansar y hacer oficios.
