Snow Angel

Una nevada noche de noviembre en Denver, Colorado, Beaufort Swan encuentra dormido en una banca aun un hombre que solo viste suéter, pantalón y zapatos. Apiadándose de él, pues él mismo estuvo en ese mismo lugar, le deja su cena: un café y un pastelillo.

Determinado a sacarlo de esa vida, la mañana siguiente lo lleva al refugio y le compra ropa en la thrift shop de su amigo Archie.

Beau continua con su vida, esperando que Edward este bien y le duele no haber hecho más por él; pero por una emergencia de su trabajo en el centro comercial, recurre a él y de paso le consigue trabajo.

Edward Masen se ilumina como un foco de navidad al ver de nuevo a Beaufort, su Ángel de Nieve. Él es bueno, puro y lo notó cuando nadie más lo hizo. Edward tenía meses vagando por la ciudad, pues lo ha perdido todo: su trabajo, su hogar, su prometido... Pero ahora Beau lo es todo para él.

Beau y Edward se hacen amigos y juntos se sienten bien, es casi natural y lo mejor: no se sienten solos como lo han estado durante mucho tiempo.

Pero Edward guarda un gran secreto y solo espera que Beau lo perdone cuando le diga la verdad.


Capítulo 1

El viento me cortaba la cara, ya estaba a punto de llegar a casa, solo una calle más.

Como era de esperarse a finales de noviembre, en Denver estaba nevando y un viento helado levantaba la nieve que caía en un psicodélico remolino bajo las farolas encendidas de la calle.

Bajé la cara para esconderla en la bufanda gruesa que estaba envuelta alrededor de mi cuello y cara, y ahí fue cuando miré en la banca a un hombre temblar de frío. Solo traía un pantalón negro, suéter, toscas botas y un gorro de lana. A dos metros de él podía escuchar como cascabeleaban sus dientes. Miré a su alrededor, no había nadie más en la calle, pero era de suponerse, era casi la medianoche.

El lujoso restaurante italiano donde soy mesero acababa de cerrar, llevaba un café caliente y una bolsa con postres del día que no se vendieron. Mi corazón se derritió por el pobre hombre en la banca de autobús, hecho bolita e hice algo que nadie más hubiera hecho, sacudí al hombre sentándome en cuclillas.

-Oye... oye... ¿Estás bien? Bueno que pregunta tan estúpida... -susurré para mí-. Hay un refugio a unas cuantas calles al este... No sé si aún haya lugar, pero... Toma - temblando de frío como él, me quité mi abrigo negro quedándome con el grueso suéter con capucha y lo puse sobre el torso del hombre-. Aquí te dejo este café, está caliente, tómalo antes de que se enfríe y... aquí tienes un brownie.

El hombre no abrió los ojos siguió temblando de frío bajo el abrigo que le acaba de poner.

-No te preocupes, todo va a salir bien, yo me encargaré de ello.

Me puse de pie y bajo mi propio gorro de lana mis cabellos oscuros revolotearon hacia mis ojos con el viento y metiéndose en ellos. Genial, eso duele. Metí mis manos cubiertas por los guantes bajo mis brazos y corrí hacia el decrepito edificio al otro lado de la calle. Temblando de frío abrí la puerta principal y cerré con llave.

Donde vivo es un viejo edificio "remodelado" que en los 20's era hotel y se fue desgastando con el tiempo, en los ochentas lo convirtieron en un edificio de apartamentos de una sola habitación en la que está la cocina, el dormitorio y la sala, gracias al cielo el baño está separado. Crucé el pequeño vestíbulo de piso de mármol cuadriculado que parecía un tablero de ajedrez y subí por las rechinantes escaleras hasta el piso tres -el ascensor nunca ha servido por razones desconocidas para mí- y abrí las cinco cerraduras de la puerta del apartamento 25, al entrar las cerré y puse la gruesa cadena.

Hogar dulce y diminuto hogar.

Como dije el edificio donde vivo es un viejo hotel que convirtieron en apartamentos, así que mi apartamento es pequeño como una habitación barata de motel pero con las conveniencias de un apartamento. Una liliputiense cocina a la izquierda, el armario y el baño a la derecha, la cama al final de la encimera de la cocina -frente a la puerta del baño-, un sofá pegado a la pared derecha y frente a este una televisión y la ventana frente a la puerta. Solo puedo dar diez pasos de la puerta a la ventana. Pero es mío y mi trabajo me ha costado tener las pocas y baratas cosas que lo habitan para hacerlo más como un hogar.

Aun temblaba cuando dejé caer la bolsa con más brownies en la encimera de la diminuta cocina y mi mochila en la cama, me dirigí al baño y abrí las llaves de la ducha -que milagrosamente tenia tina integrada en la ducha- con el agua caliente al máximo y las tuberías chillaron con el esfuerzo. Me quité el suéter negro con capucha y mi uniforme de mesero y entré al agua caliente pensando en el pobre hombre del banco.

Dios, no dejes que le pase nada - pedí en silencio lavando mi cabello, sacando el olor a orégano y aceite de oliva.

Esperaba encontrarlo al día siguiente para mostrarle el Soup Kitchen y el refugio, luego le conseguiría un trabajo. Era lo menos que podía hacer. Había estado en ese mismo lugar años atrás y Archie me ayudó, era hora de hacer un poco más de retribución.

.

Por la mañana caminé con determinación, en mi mano llevaba una bolsa con un generoso sándwich de jamón, queso cheddar, aguacate, mayonesa y lechuga, y un termo contenía café. Crucé la calle y encontré al hombre de la noche anterior sentado mirando con tristeza a los autos y autobuses que pasaban por la calle. Mi abrigo estaba sobre sus hombros. Era demasiado pequeño para que cupieran sus brazos largos.

-¡Hola! - saludé con una sonrisa, el giró el rostro hacia mí y casi retrocedo.

¡Tiene que ser una broma!

El tipo indigente era... guapo, no parecía indigente para nada, es decir, si, tenía su ropa sucia y tenía barba como de meses, pero sus ojos... Mierda sus ojos eran increíblemente verdes, su despeinado cabello color cobre se movía con el viento. Sus ojos se posaron en mí con desinterés, tal vez pensaba que le diría que se fuera a mendigar por otro lado, pero no. Yo no haría tal crueldad.

-Hola -dije de nuevo sentándome junto a él con cautela, el bien podría estar armado. Me ha pasado.- Te... te traje esto - tímidamente le ofrecí la bolsa de papel marrón que contenía el sándwich y dejé el termo entre nosotros en la banca.

Él solo me miró.

-Sé que tienes hambre... espero que el brownie y el café de anoche te hayan gustado... al menos sé que el abrigo lo traes puesto.

El hombre frunció el ceño y miró el abrigo sobre sus hombros.

-Es mío, mira... ¿Ves? -me acerqué para que viera mi nombre escrito en una etiqueta dentro de la solapa del lado derecho. Jess, la esposa de Archie, lo escribió con su elegante letra, como si yo fuera un niño de jardín de niños, para que no me robaran la prenda-. Beaufort Swan.

-Beaufort - susurró con voz ronca, como si tuviera semanas sin hablar.

-Sí, solo Beau... ¿Cuál es tu nombre?

-Edward.

-Edward, mucho gusto. Toma, esto es para ti -le ofrecí de nuevo la comida-. Yo lo hice.

Me miró con recelo.

-No tiene nada de malo, solo estoy haciendo algo bueno. Necesito que te comas esto para hacer lo siguiente en mi lista antes de ir a mi trabajo.

-No.

-¿No qué?

-No.

-¿Huh?

Ya me perdí.

En silencio tomó la bolsa marrón y sus ojos se iluminaron al ver el grueso sándwich envuelto en servilletas. Miré hacia el otro lado, pues tal vez él era tímido. Ciertamente yo era tímido y desconfiaba de todo cuando estuve en su posición.

Si, hace un tiempo fui indigente como por una semana, fue la peor semana de mi vida. Era tan estúpido, tan joven, tan enamorado de un imbécil, que una mañana en la que yo estaba en la universidad comunitaria, decidió botarme, vendió todas, toodaas mis cosas y me dejó fuera. Tan simple como eso. Así que vagué por las calles de Denver, no tenía amigos, no podía llamar a casa en Seattle porque avergoncé a mi adinerada familia al huir con el imbécil, así que estaba por mi cuenta.

No he hablado con mis padres en más de cuatro años, ahora mi familia es Archie.

Cuando escuché que la bolsa marrón era arrugada y una garganta se movía excesivamente rápido al beber, giré para mirar a Edward.

-Mira, no sé qué es lo que pasó para que llegaras aquí en estas condiciones, pero he estado en tu lugar, exactamente en el mismo lugar... Literalmente, Archie me encontró en esta banca, así que esta es mi oportunidad de retribuirle al universo. Ven - me levanté de la banca.

Edward me miró con sus impresionantes ojos verdes.

-Ven, solo vamos al refugio y al Soup Kittchen, no te voy a llevar a una bodega abandonada para quitarte el hígado o los riñones. Solo quiero que veas donde puedes comer y dormir. No está muy lejos, solo a unas cuatro calles. Si quieres puedes caminar al otro lado de la calle, si no confías en mí.

Edward solo entrecerró los ojos mirando al frente.

-¿Por qué me estas ayudando? - preguntó levantando la vista, aun sin ponerse de pie.

-¿Que no escuchaste mi parloteo? Yo también viví en la calle. Archie me mostró el refugio y el comedor. Solo quiero ayudarte y ponerte de nuevo en las vías -mi voz se volvió totalmente suplicante-. ¿O vas a ser de ese tipo de persona, como las que dicen que no necesitan ayuda?

Silencio.

-Bien, pero esta noche cuando nieve de nuevo no te estés quejando.

Di la media vuelta para alejarme e irme al centro comercial, donde iba a comenzar la temporada navideña disfrazado de duende de Santa.

-Espera.

Me giré para ver a Edward de pie. Yo era mas alto que el por una pulgada.

-Muéstrame.

-¡Genial, es por aquí! – casi salte emocionado y sonreí abiertamente.

Caminamos en silencio y siendo observados por los demás peatones, era obvio que íbamos juntos y que él era un indigente, aunque en estos días uno puede confundir a un indigente con un Hipster, la única diferencia es que el Hipster lleva más capas de ropa que Edward.

-Aquí está el refugio, tienes que llegar temprano, como a eso de las cinco para que obtengas un lugar, ahí dan la cena. Pero el almuerzo y la comida la puedes tener aquí en el Soup Kitchen.

Hablé señalando -y casi brinconteando de alegría- las dos puertas de hierro color canela que estaban juntas, pero eran diferentes edificios y se comunicaban por dentro.

-Las personas que vienen a cenar aquí también es porque si tienen casas pero comida no, o al menos un refugio no tan al intemperie como tu pequeña banca - sonreí, aunque no debía hacerlo.

Al menos no por la situación de Edward, pero estaba feliz de que accedió a ver el lugar.

Al entrar al Soup Kitchen fui saludado por el Padre Jacob y algunos de los voluntarios; hasta hacia unos días yo pasaba las mañanas en el lugar ayudando antes de irme a trabajar a Jane's. Les presenté a Edward y le dieron la bienvenida, le sirvieron un rebosante plato de comida que se devoró con entusiasmo. Mi sándwish claramente no había sido suficiente; me avergüenza decir que los ingredientes estaban a punto de expirar, pero era una buena causa. No iba a dejar que se desperdiciara.

Me dolía no poder hacer generosos donativos al refugio, como los que mis padres hacían en ese tipo de lugares en Seattle, pero no tengo dinero. Ahora tengo dos trabajos, con el trabajo de mesero apenas si llegaba a fin de mes después de que metía dinero en mi cochinito de cerámica, porque uno nunca sabe cuándo las cosas van a irse para abajo de nuevo.

En el refugio Edward fue anotado en una lista permanente que la Hermana Renesmee tenia para casos realmente especiales, como las madres solteras que habían sido desalojadas y que prácticamente vivían en el refugio; como yo llevé a Edward y era realmente apreciado en el lugar, me hizo el favor, así que lo anotó solo por mí. Él ya no dormiría en las calles. Pero aun necesitaba ropa, él tendría que vagar por las calles hasta que fuera la hora de ir al refugio o a comer. Era tiempo de llevarlo con Archie.

Archie tiene una pequeña Thrift Shop como la de la canción de Macklemore y Ryan Lewis. Ese era mi Macy's, mi Saks. Ahí compré todo lo que ahora tengo, mi ropa, los pocos muebles de mi apartamento, los platos y demás cosas. Claro que muchas cosas de esas fueron regaladas por Archie y Jess y otras vendidas a precios ridículos, como 50c.

-¿Que hacemos aquí? - preguntó Edward con voz hostil.

-Cálmate, tranquilo. ¡Archie! - canturrié como si fuera cantante de ópera cuando abrí la puerta y él sonrió tras el mostrador de la caja registradora.

-¡Mira lo que trajo el gato! ¡Has estado mucho tiempo desaparecido, chico! ¡Ayer fue Acción de Gracias y me dejaste plantado!

Archie es hermoso por dentro y por fuera, con piel clara y cabello castaño casi a rapa, ojos oscuros, delgado y más bajo que yo, pero que no te confunda su apariencia frágil, debajo de esa ropa tiene músculos de acero. Es experto en artes marciales.

En serio es peligroso, sus brazos han estado a punto de asfixiarme varias veces cuando me abraza. A pesar de ser heterosexual es elegante y tiene un increíble gusto para la ropa y la decoración de interiores. Es mi mejor amigo, aunque sea mucho mayor que yo, casi de la edad de mis padres.

-Lo sé, es que el centro comercial me dio la oportunidad de ser duende de Santa este año, hoy inicio. Ayer fue Acción de Gracias y el restaurante estaba lleno y cerramos a la misma hora. ¡¿Qué crees?! -pregunté emocionado-. No soy el chico que calma a las familias en la fila a quien todos quieren asesinar, soy el que saluda a los niños y los pone en el regazo de Santa. ¡Empezaré hoy a las diez! Espero que la gente que va al Viernes Negro no me asesine.

-¡Eso es genial, Beau! Pero vas a ir a mi casa para navidad y año nuevo, ¿cierto?

-Archie... no sé...

-Oh, vamos - suplicó.

-Es que… siento que a tu familia le incomoda... - sus hijos adoptivos no son groseros conmigo, pero tampoco soy su persona favorita en el mundo.

-¿Estas bromeando? ¡Mi Jessamine te ama! Ella jura que eres nuestro hijo perdido... Hasta yo tengo mis dudas de que tal vez si seas nuestro. Mi Jess es blanca como la nieve y de ojos azules, tu cabello es oscuro como el mío... El señor sabe que no tuve hijos propios, aunque lo intentamos y lo intentamos y lo intentamos...

-Creo que capté el mensaje - sonreí sonrojado.

No necesitaba saber los sucios detalles de la vida conyugal de mi padre sustituto.

-Todos esos niños que adoptamos... no es diferente de ti, Beau -apretó mis manos sobre el mostrador de la caja registradora-, así que está bien que vayas a casa para navidad y... Hola, ¿lo puedo ayudar en algo? - preguntó todo amable a Edward, cuando lo notó.

Ups, me olvidé de el por un momento.

-¡Oh! Él es Edward, Edward este es Archie. Él estaba durmiendo anoche en... en mi banca - le expliqué a Archie.

-¡Cristo! ¿Anoche? -Archie posó sus manos sobre su cabeza, es un poquitín dramático-. ¿Con la nevada?

-Sí.

-¿Ese... es tu abrigo? - preguntó Archie horrorizado al ver la prenda sobre los hombros de Edward.

-Um... sí. Se lo di anoche y por eso lo traigo, te cambio mi abrigo por algo para él... o si me puedes... fiar -retorcí mis manos rogándole a Dios que Archie se apiadara de Edward como lo hizo conmigo, pero no podía aprovecharme de su generosidad-. ¡Te pagaré en cuanto me paguen en el centro comercial! - añadí.

-Oh, Beau -salió de detrás del mostrador y le hizo señas al hombre que trabaja con el en la tienda, Mike-. No. Ven, dame eso - le arrebató de los hombros el abrigo a Edward y él lució desolado.

Pronto estuvimos en la sección de hombres y Archie le consiguió una chaqueta rompevientos negra con capucha y rellena de una mezcla artificial y plumas de ganso, un par de guantes y una larga y calientita bufanda, le arrancó los precios y cuando lo seguimos a la caja solo dijo:

-Son cinco dólares.

-¿Cinco? ¿Estas bromeando? La etiqueta de la chaqueta decía siete - exclamé.

-No sé de qué me hablas, niño - marcó precios ridículos en la caja registradora.

-Archie...

-Mira, niño, estás haciendo tu buena obra, deja que yo haga la mía. Oh, antes de que se me olvide... Te quiero enseñar lo que una riquilla trajo ayer, cuando nos confundió con el The Salvation Army que está calles más arriba - se agachó bajo el mostrador y me tendió un largo abrigo negro de doble botonadura dorada, tipo militar. Era de suave lana, en la que me quería acurrucar en las noches frías en el autobús de regreso a casa.

Era perfecto.

Suena mal, muy mal, pero como que siempre me han gustado los abrigos de los Nazis y ese se parecía mucho a lo que uno ve en las películas de la Segunda Guerra Mundial. Los Nazis podrían haber sido la escoria de la humanidad en ese punto de la historia, pero se vestían geniales.

-¡Oh, Archie! ¡Es… wow! -lo tomé entre mis manos y vi sin querer eché un vistazo a la marca, era Express. En mis tiempos de rey de baile y chico súper popular de escuela privada, era una marca inferior que no usaría en público, pero ahora me era todo un lujo.

-Lo es, ¿cierto? Mira los botones y la calidad del forro- señaló Archie.

-Oh, di que me lo guardaras para mí, al menos un par de semanas - me mordí el labio casi llorando, ese tipo de prendas era comprada rápidamente en la Thrif.

-¿Guardártelo? ¿Qué estás loco? -Archie me lo arrebató de las manos y lo escondió de nuevo bajo el mostrador. Obvio que mejor se lo daría a uno de sus hijos adoptivos y no a mí-. Feliz navidad, Buau - Archie sacó una bolsa decorada con renos de nariz roja, y con una sonrisa me la entregó.

-¿Archie, que hiciste?

-Nada, solo metí el abrigo en esta bolsa que compré pensando en ti - abrí la bolsa y casi lloré cuando vi que realmente el abrigo Express estaba dentro de ella.

-Oh, Archie... - luché contra las lágrimas.

-Solo dime que lo usaras en mi cena de navidad.

-¡Por supuesto! Con el suéter que compré hace dos meses, ¿recuerdas? - ese suéter de cachemir me había dicho cómprame, cómprame y sin importarme nada, lo hice.

-¿El azul que combina con tus ojos? ¡Oh niño, mis hijas babearan por ti!

Me reí sonrojado y caminé alrededor del mostrador.

-Gracias, Archie. Te quiero.

-¡Y yo a ti, niño! Ven en una semana y tu abriguito estará limpio.

De mi mochila saqué cartera y le di los cinco dólares de la ropa de Edward.

¡Edward! Ups. ¿Cómo es que me olvidé de él... de nuevo?

Cuando di la vuelta para salir, le ofrecí la bolsa blanca de plástico con su ropa nueva, bueno, nueva para él.

-Lo siento, se me fue el tiempo. Esto es tuyo. Espero que te sirva. Siento no poder ofrecerte más.

-No te preocupes, esto es... No tengo palabras - sus ojos verdes me miraron con ternura.

¿Ternura?

-No es nada, si puedo hacer algo más te buscaré en el comedor o en el refugio.

Él solo asintió y salimos al frío cortamejillas de Denver.

-Bueno, espero no verte hoy en la banca de la esquina. Cuídate, Edward.

-Tú también, Beaufort.

Yo giré a la izquierda para caminar a la parada de autobús que me llevaría al centro comercial y él a la derecha rumbo al comedor y al refugio.


Hola, si estas leyendo esto, gracias por darle la oportunidad a esta historia que anteriormente publiqué en Potterfics con personajes originales.

Es la primera historia con protagonistas LBGT, por favor se gentil conmigo.

Kisses and Love

Mother Pervert - Victoria Wittaker.