Elliott salió del juzgado con una sonrisa pintada en la cara, feliz porque finalmente su hermano y Kurt podían estar juntos sin nadie entre ellos. Incluido él. Había tardado mucho tiempo en darse cuenta que el amor que sentía por Kurt se había ido desvaneciendo, y que cuando le encontró en NY no quedaba más que el recuerdo de ese sentimiento, el cariño, pero nada tan grande como el amor. Para Alexander no había sido así y era consciente de eso. Cuando se dio cuenta de que ambos estaban sufriendo por un sentimiento que ya no tenía, hizo lo que tenía que hacer. Unirlos.

Amaba a Kurt, pero con el amor que se tiene a un hermano. Y por eso, deseaba que las dos personas que más amaba en su vida fueran felices. Había visto a Alexander un par de veces, siempre con un rastro de dolor pintado en los ojos. Además, su gemelo no había vuelto a cantar. Estaba seguro de que componía, pero no era lo mismo. Alex siempre había estado orgulloso de su voz, era lo que le definía y lo que le daba fuerzas para seguir. Era como la medicina para Elliott. Él vivía de curar el cuerpo y su hermano vivía de curar el corazón con canciones puras y sentimentales. Sabía que Alex era lo que Kurt necesitaba, había visto al ojiazul cantar inconscientemente algunas de sus canciones, y por las noches, de vez en cuando, le escuchaba suspirar adormecido el nombre de su gemelo. El castaño lo quería, no dudaba de ello, pero sin embargo, amaba a Alexander. Y no podía permitir que las dos personas más importantes en su vida fueran infelices por su egoísmo.

Un coche estacionó en la puerta del juzgado, y de este bajó un chico bajo y con pelo rizado, que lo miraba con una suave sonrisa en los labios, irradiando ternura en sus ojos color hazel. Alzó una mano para saludarlo con timidez mientras se mordisqueaba el labio. ¿Quién hubiese pensado que sería Blaine Anderson la persona que le ayudase a dar el paso para liberar a Kurt? El pelinegro había pasado meses observándolos y finalmente había acorralado a Elliott para decirle que el castaño no era feliz, cosa que este ya había notado. Había sido idea de Blaine todo el acto de la boda, incluso se había ofrecido a hablar con Alexander, pero no, eso era cosa de los gemelos. Todo había sido orquestado a la perfección por los dos. Y ahora que finalmente sus chicos estaban juntos, quizás se permitiese reconocer que estaba enamorándose un poquito de Anderson…

Bien, estaba muy enamorado de Anderson. El idiota había decidido redimirse justo cuando llevaba dos meses con Kurt, y al principio había sido un jodido obstáculo en su floreciente relación, pero después pareció que su interés por el ojiazul había comenzado a disminuir y simplemente se convirtió en un gran amigo de la pareja.

Elliott suspiró mientras se abrazaba al moreno con fuerza, hundiendo la nariz en sus rizos.

Quizás ya había encontrado a su propio ángel.