Hola a todos! Bien acá yo finalmente publicando a uno de mis bebés que ya lleva bastante tiempo en mi computadora y en mi cuaderno. La historia se podría catalogar como una comedia romántica que incluirá varias parejas, aunque la más importante será el Geripan (HeraclesxKiku) y el Asakiku (ArthurXKiku) (y es que amo a Kiku!). Según tengo planeado serán siete u ocho capítulos que intentaré subir cada semana (pues el tiempo no me da para subirlos antes) Así que si gusta la historia el próximo capítulo lo subiré el sábado o el domingo que viene.
Sin más que decir vamos a la ficha!
Título: The perfect man not exist
Autora: Surkey-san
Fandom: Axis Power Hetalia
Parejas: Geripan, Asakiku y otras que verán más adelante
Advertencias: Algo de vocabulario subido de tono pero creo que nada más
Resumen: Kiku es un mangaka sin vida social que vive para su trabajo y que, paradójicamente, está enamorado de uno de sus personajes que cree perfecto. Arthur, el editor de Kiku, siempre estuvo enamorado de él a pesar de su actitud introvertida pero nunca tuvo las agallas para poder decírselo. ¿Pero qué pasa cuando Heracles, el protagonista/héroe con el que siempre soñó Kiku, se vuelve real? El hombre perfecto no es tal y como lo imaginaba
Espero que guste la historia, ahora sí, acá viene el fic! Disfruten!
Disclaimer: Hetalia no me pertence sino al gran Hidekaz himaruya-sensei que algún día incluirá yaoilandia en el manga/anime
Capítulo 1
-Mei Mei ¿Ya entintaste esos? –preguntó un joven de cabello negro corto que llevaba puesto unos anteojos que no dejaban vislumbrar sus ojos
-Ya casi termino, Kiku-san. Todavía me faltan dos cuadros –respondió una chica con cabello largo de color castaño oscuro con un mechoncito rebelde separado del resto de su cabello en forma de rulo y una flor que adornaba su cabello
-Bien ¿Y tu Elizabetha? –esta vez le habló a una muchacha de cabello castaño claro que llevaba una pañoleta en la cabeza
-Ya termino con los entramados de esta página –contestó la chica sonriendo y haciendo el signo de victoria con los dedos al japonés que se había sentado en su lugar luego de deambular de un lado a otro por un tiempo tratando de que alguna idea surja
-Ok. Tenemos que ponernos las pilas, nos quedan trece hojas para presentárselas a Arthur-san este viernes y ya estamos a martes. ¡Hay que trabajar con todo! –se ajustó la cinta sobre la frente y tomó el lápiz como si fuese una katana para atacar
Las muchachas se miraron entre si cuando su jefe se sumergió en uno de sus trabajos casi sacando humo en la hoja entre que dibujaba y elegía plantillas. Ambas sabían que Arthur nunca se enojaría con Kiku por no entregar un trabajo a tiempo ya que el inglés estaba perdidamente enamorado del japonés desde hace tanto tiempo que ellas ya habían perdido la cuenta de la cantidad de veces que el rubio había intentado confesarse sin poder lograrlo gracias a que el pelinegro pasaba por alto todo lo que el otro hombre le decía y que no tenía nada que ver con el trabajo. No era porque al nipón le desagradaran los hombres, al contrario, ellas trabajaban con el porque tenían bien sabido que nunca pondría un ojo sobre ellas (además según sus visiones, Kiku era muy uke), y menos que Arthur-san le cayera mal sino todo lo contrario, detrás de esa fachada fría que ignoraba a todos a su alrededor se encontraba un tierno muchacho con una de las sonrisas más dulces e inocentes que alguna vez hayan visto con una timidez que lo hacía demasiado adorable (tanto como para que ellas se enternecieran y quisieran abrazarlo), el problema estaba en que era demasiado despistado y nunca notaba los vanos intentos del inglés por llamar su atención más que como amigos. Y eso que ellas habían intentado ayudarlo más de una vez, comentándolo que era lo que le gustaba a ese japonés escurridizo, o donde le gustaba ir cuando no tenía trabajo o hasta gustos en libros y comida, pero nada funcionaba; Kiku siempre pensaba que esas atenciones era para que hiciera un mejor trabajo la próxima vez. A veces les deba pena los esfuerzos de ese rubio enamorado por hacerse notar ante su jefe pero tal vez todo se debía a que el pelinegro no veía sus sentimientos porque estaba segado por los suyos propios. Kiku Honda estaba enamorado. Eso lo tenían bien en claro, pero el problema decaía en el hecho de que estaba prendado de un hombre que nunca lo iba a corresponder ¿Y cómo sabían eso ellas? Porque el amor imposible de Kiku no era nada más ni nada menos que Heracles Karpusi, un dios griego humanizado de brillantes gemas esmeraldas por ojos, el cabello castaño desordenado que danzaba con salvajismo en el viento y de un cuerpo tan trabajado que hacía que cualquier mujer se volteara babeando suspirando por estar en esos fuertes brazos. No era que ese Adonis repudiara a los hombres ¡Oh claro que no! Al contrario, era el seme preferido de muchos, la cuestión era que ese personaje no era nada más que un carácter, el protagonista de las historias yaoi que los tres juntos dibujaban. Heracles había nacido en una historia +R18 de explícitas escenas hard, siendo un mochilero que recorría el mundo y que en cada parada que hacía se encamaba con le uke más lindo del lugar que, extrañamente pero no mencionable, siempre tenían leves parecidos con el oriental que le daba vida; muestra de un deseo irreprimible de ser el adorno en la cama de ese griego para que saciara todas esas fantasías sexuales que plasmaba en el papel. Kiku no quería a otro hombre, lo quería a el, aquel musculoso espécimen de hombre que lo hacía llegar al orgasmo con solo una mirada de esas penetrantes que solía dar a sus víctimas, pero daba el hecho de que solo era un personaje ficticio que en la vida real no existía y, que por desgracia, parecía que nunca iba a existir. Y el se negaba a buscar por otros lados a su verdadero amor, enfurruñado con hallar a su príncipe de piel bronceada encarnado en su vida a través de pósteres que había colocado en las paredes de su habitación o, como le decían sus ayudantes, el altar al dios de la sensualidad masculina.
Ese día, como otro de los muchos anteriores de esa publicación, debían apresurarse para terminar el trabajo que luego le iban a presentar a Arthur. Estaban dibujando el nuevo capítulo de las andanzas del "caballero andante, amante excitante", título con el que habían bautizado la obra de Heracles, y todavía les quedaba mucho trabajo por terminar cuando el teléfono celular del japonés sonó interrumpiendo al aura de labor que se había formado en la habitación, con un gruñido por lo bajo al haber sido interrumpido en la cúspide de su escena favorita, cuando su amante imaginario penetraba con fogosidad a otro de sus yo de papel, fue en busca del dichoso aparato y contestar la llamada entrante.
-Hola –fue el saludo seco y cortante que dio a su interlocutor. Había colocado el celular en altavoz y este descansaba en la mesa para que así pudiera hablar sin descuidar su trabajo
-¡Hola Kiku! –la voz estridente de su amigo desconcentró por un instante a los habitantes del departamento que saltaron en sus lugares -¿Cómo estás, ve? –de seguro que el hombre del otro lado de la línea estaba sonriendo como siempre lo hacía
-Bien, bien Feliciano, un poco ocupado por el momento –contestó sin prestarle atención realmente a la conversación -¿Se te ofrece algo? –preguntó intentando ser lo más cordial posible, no estaba en su naturaleza tratar mal a las personas y menos ofenderlas
-¡Oh! ¡Si, si, para eso te llamaba! –se escuchó las carcajadas del italiano y como alguien suspiraba –Quería saber si te gustaría venir a comer pasta conmigo y con Ludwig esta noche, ve. Dale, di que si –insistió el muchacho con voz melosa
-No puedo, Feliciano, tengo mucho trabajo que hacer. Será en otro momento –y enseguida cortó antes de que el otro pudiera hablar o refutar alguna otra cosa. Instantes después el celular volvió a sonar provocándole una vena hinchada en el cuello al moreno -¿Qué? –preguntó siendo un poco más rudo esta vez
-No seas malo, Kiku, hace mucho que no nos vemos y yo ya te ex –cortó la llamada antes de que sus nervios estallaran, nuevamente, por la culpa de su amigo amante de la pizza
No llegó a hacer más de una línea cuando el celular vibró nuevamente, Eliazabetha y Mei Mei ya se estaban viendo entre si tragando duro ya que la paciencia de su jefe cuando estaba atiborrado de trabajo era muy escasa -¡¿Qué? –gritó contra la bocina espantando un poco al muchacho
-Va-vamos Kiku, una co-comida no te va a hacer ma –cortó y estampó el aparato contra la madera para tomar nuevamente el lápiz y continuar con su trabajo… solo unos segundos para que vuelva a llamar y de la fuerza ejercida el grafito se partiera. Lo tomó bruscamente y quitándose los anteojos vociferó -¡Te dije que no puedo ir a comer pasta contigo! ¿¡Qué es lo que no te queda claro! –pero nadie le contestó del otro lado a pesar de que no habían cortado -¡¿Es que ahora finalmente te has quedado callado después de que me atosigaste con tus propuestas? –el japonés ya se había dejado llevar por la presión y el enojo acumulado y gritaba lo primero que su cerebro ideaba
-L-Lo siento, Kiku, yo solo quería preguntarte como iba el trabajo –el pelinegro notó que la voz no era la de su amigo italiano sino que correspondía a otra persona que lo hizo palidecer al instante luego de reconocerla
-A-Arthur-san –tartamudeó -¡Oh lo siento tanto! ¡Pensé que era otra persona! ¡Por favor discúlpeme! –pidió el muchacho con las mejillas completamente rojas siendo observado por sus compañeras que habían dejado el trabajo de lado para ver sus reacciones
-Está bien, no hay problema. No necesito que te disculpes conmigo. Te llamaba para hablar acerca del trabajo ¿Cómo te va con eso? –las chicas notaron un interés más profundo de lo que se refería esa pregunta, el inglés estaba intentando hacer conversación con el nipón antes de que los nervios lo ataquen de nuevo y mande todo al carajo como siempre
-Bien, bien, de seguro que tenemos todo listo para el viernes sin problema –escuchó carraspear a su editor del otro lado de la línea y preocupado preguntó -¿Qué pasa? ¿Ocurrió algo malo?
-De eso te quería hablar –un sudor frío recorrió la espalda del japonés –Se adelantaron las fechas. Necesito que tengas todo listo para el jueves a la mañana a más tardar –la palidez acudió al rostro del muchacho y las chicas supieron que algo no andaba bien
-¿Qué? –preguntó no creyéndose lo que a sus oídos llegaba. Eso debía de ser una broma
-Que necesito el capítulo para este jueves a la mañana. Adelantaron las fechas de salida –declaró el inglés. Sabía que lo que le estaba pidiendo al dibujante por el que suspiraba era prácticamente imposible, pues el sabía que habían calculado todo para terminarlo el viernes a la tarde, y sería trabajar el triple para el y sus compañeras, pero el tema era que desde arriba la orden le había llegado y el no podía retrasar más el pedido por eso a pesar de que le pesara el tener que obligar a su amado a esforzarse para terminar antes de tiempo cuando eso equivalía a pasar las noches que quedaban desvelado lo hacía sentirse verdaderamente mal
-No puede ser… –escapó un suspiro de la boca del oriental mientras se tomaba la cabeza con las manos –E-está bien. Haré mi mejor esfuerzo. Adiós –antes de que el otro pudiera contestar ya había cortado la llamada. Se quedó paralizado sumergido en lo más profundo de sus pensamientos intentando buscar una salida a todo ese embrollo –No queda de otra… –volvió a murmurar. Levantó la cabeza y observó a sus ayudantes con un brillo fogoso en la mirada –Terminemos hoy todo lo que podamos, me quedaré toda la noche si es necesario acaso –las muchachas asintieron con la cabeza y tomaron sus instrumentos para seguir trabajando
Habían tenido la misma idea de atosigar un poco más a su jefe preguntándole acerca de su joven editor y que pensaba acerca del pero desecharon la idea cuando vieron al japonés tan desesperado. Arthur Kirkland dirigía junto a su socio Francis Bonnefoy dos revistas que se dedicaban a la publicación semanal y mensual de mangas, shonnen ai y yaoi, y Kiku Honda había sido su mayor adquisición. El inglés, con cero talento culinario, desde que lo conocieron, hace ya tres años desde que su joven jefe se había dedicado al dibujo manga y procuraba ayuda con su trabajo, habían notado un claro interés por el pelinegro. El hombre era muy atento con el japonés, siempre preguntando por su bienestar y alguna que otra pregunta indirecta acerca de su vida amorosa, pues ellas notaban claramente como el hombre suspiraba aliviado cuando la respuesta era que todavía seguía soltero, llamaba más para conversar con el nipón que para peguntar el estado del trabajo y sabían bien que eso le acarreaba problemas con su socio, siempre era condescendiente cuando le pedía unos días extra para terminar con un trabajo o cosas por el estilo. Arthur estaba perdido y locamente enamorado de Kiku Honda, aunque este no lo notara.
La noche se les había adelantado y aun continuaban con mucho trabajo que hacer, en todo ese tiempo solo habían terminado cuatro hojas y la mano del pelinegro ya estaba acalambrada. Cuando el reloj dio las doce en punto ambas muchachas levantaron la cabeza de sus obligaciones y miraron la hora preocupadas, sabían que sus parejas estarían preocupadas aunque ya les era costumbre el aparecerse tarde, aun así procuraban no hacerlo. El pelinegro notó la misma preocupación que las mujeres y suspirando dejó a un lado el lápiz.
-Será mejor que terminen por hoy. Yo puedo encargarme del resto en lo que queda de la noche, ahora es mejor que ustedes descansen, hay personas que las están esperando –una sonrisa amarga atravesó el rostro del joven. No era que quisiera estar solo por el resto de su vida o que esperaba a su príncipe azul, solo quería que el hombre que poblaba sus fantasías viniera a por el, el sabía que en algún lado estaba y por eso se reservaba solo para el, estaba en su cultura, en su crianza, en entregarse a la persona amada y nada más
-¿Estás seguro, Kiku? Es mucho trabajo para ti solo, podemos quedarnos un poco más si quieres –habló Elizabetha. La verdad es que añoraba volver a casa para estar con su amado esposo Roderich y su pequeño Feliciano, el niño que ambos habían adoptado, pero en cuanto a trabajo se trataba ella era muy responsable por eso siempre insistía en quedarse un poco más para así terminarlo finalmente
-No se preocupen, vuelvan a casa, yo terminaré o al menos adelantaré para que mañana no tengamos mucho que hacer –sonrió para dar un poco más de confianza y las mujeres solo pudieron suspirar derrotadas sin poder negarse un minuto más
El las acompañó hasta la puerta del departamento en donde vivía y usaban para trabajar, y tras saludarlas se volvió a seguir con su tarea. Faltaba mucho por hacer, solo rogaba que sus manos no quedaran paralíticas de dibujar con tanto fervor.
Las horas pasaban pero el japonés no despegaba los ojos de las hojas que una a una iban pasando, quedaba poco por hacer pero eso no significaba que podía suspirar después de todo todavía faltaba entintar y demás. Giró el rostro viendo la hora, las cuatro de la mañana y los ojos caían derrotados por el sueño, debajo suyo una escena de Heracles en que salía de bañarse en las aguas termales y donde había tomado a otro chico, mostraba al hombre de sus sueños que lo veía a través del papel clavándole aquella mirada esmeralda que tantas veces lo hizo suspirar y deseó con toda su alma que aquel hombre fuera de verdad.
-Heracles…san –y sus ojos finalmente sucumbieron al cansancio
No sabía si era real o simplemente consecuencia del cansancio pero sentía como alguien acariciaba sus cabellos mientras el sueño poco a poco se iba alejando de su cuerpo. Le dolía todo, aunque principalmente fuera el cuello, por la mala posición en la que estaba durmiendo por eso le costó bastante el voltearse y enfocar su mirada sobre la persona que lo acompañaba, porque, ahora que estaba medio lúcido, podía asegurar por completo que había alguien a su lado. La luz le dio de lleno en la cara por lo que le costó bastante enfocar a su acompañante pero cuando finalmente lo logró solo pudo quedarse con la boca abierta pensando que era otra vez su imaginación desbocada la que le jugaba jugarretas de mal gusto. Esa persona le sonrió soñadoramente y con un ligero movimiento de su muñeca le cerró la mandíbula para luego acercarse y regalarle un leve contacto de labios muy impropio para poder considerar que sea un beso. Kiku, rojo como un tomate, solo pudo tartamudear un nombre.
-He-Heracles-san
Continuará…
Comentarios de la autora: Cómo se me ocurrió esta barbaridad? Simple, cuando uno está muy aburrido en la cola de la fotocopiadora de la escuela esperando que a una la atiendan y tardan más de dos siglos en hacerlo la mente suele tomarse vacaciones y las ideas más locas y descarriadas pueden atacarla. Eso ocurrió con este fic que salió de la frase: "El hombre perfecto no existe" y experiencias de mi infancia (como cuando era más chica y soñaba con un chico igual a Yukito de CCS pero en la realidad).
Veremos Kiku se toma el hecho de que Heracles puede que no sea lo que siempre esperó…jojojo…
Bueno, espero que les haya gustado al menos el inicio; si es así no me viene mal que me lo digan a través de algún comentarillo, sino tendré que mandar a Arthur a que las invite a tomar té con sus "deliciosos" scones –mirada siniestra–
Nos leemos la semana que viene!
