Furtiva, su mirada busca a Robb. La certeza de su incondicional amor, nacido del deber y forjado en pasión, la ayuda a sonreír una vez más ante la multitud de personas que rodean la mesa en que el Rey del Norte tiene su merienda.
Aun así, su sonrisa se pierde casi de inmediato al notar las crueles y duras miradas de los consejeros de su esposo. Entre el resto de las personas, no encuentra más que morbosa curiosidad que pone en duda el honor del Rey y una mezcla entre lástima y compasión. A Jeyne ninguna de éstas le gusta mucho, y no es una gran sorpresa cuando Robb la encuentra llorando en la alcoba, sus manos aferrándose la capa que usó al pronunciar las palabras que los atan como esposos, claramente con miedo de que le sea arrebatada por todos aquellos que se oponen al matrimonio.
"Jeyne," le dice Robb, brindándole un poco de fuerza con su grave voz llena de confianza y amor. "¿Qué ha hecho llorar a mi Reina?"
Los brazos de ella buscan el fuerte cuerpo de Robb, sosteniéndose en él para no caer a sus pies. Una Reina, por más que ame a su Rey, no debería humillarse ante él. Es un pequeño alivio para Jeyne cuando Robb la toma en sus brazos y la conduce a la pequeña cama que comparten. Ella no lo deja ir, y él se recuesta contra las almohadas y cojines, acercándola hacia su pecho.
"Tú sabes que no es por ti, Jeyne," suspira Robb en el cabello de Jeyne. Los débiles quejidos de ella aminoran mientras él acaricia sus hombros. "Tenían otros planes para mi, pero nada vence al amor. Y nada nos vencerá a nosotros."
Jeyne se deja convencer por las amables palabras de su esposo, sintiendo el amor que sólo él le puede tener. Un tímido beso le dice a él que Jeyne lo escucha.
"Para ellos nunca seré una reina digna del Norte."
Ante sus palabras, Robb calla. Jeyne sabe que piensa en su propia madre, traída desde Riverrun para desposar a Eddard Stark. Por más que Jeyne aprecie las palabras de Catheryn, ella nunca pensará que la mujer es del Norte. Su actitud altiva no concuerda con las tradiciones del Norte; su ambición por ver a sus hijos reunidos de nuevo precediendo el honor que tanto valoran en Winterfell. Jeyne no quiere eso para ella.
En Casterly Rock y en todo lugar habitado por Lannisters, las mujeres son poderosas gracias a su habilidad con el dinero, su destreza como amantes y su cizaña. En el Norte, en cambio, las mujeres que se saben defender, que son fuertes para su familia y que cuidan lo que sus esposos les proporcionan con trabajo, son las que valen.
Jeyne ha cumplido su labor como parte del Imperio the Twyin Lannister, pero ahora quiere ser la Reina de Robb, quien gane todas sus batallas antes de que él tenga siquiera que levantarse de su cama. ¿Pero cómo, si ningún hombre del Norte está dispuesto a acatar sus peticiones? Si ninguna mujer de Winterfell la ayuda a aprender sus costumbres y tradiciones, ¿cómo podrá Jeyne saber lo que complace a la familia de Robb?
En los brazos de su esposo, de su Rey, Jeyne vive otra noche. Pero una vez que el alba renace y él deja de ser Robb (su traje de Rey le sienta bien, pero su Reino de nieve se derrite), Jeyne se pierde nuevamente entre las conflictivas emociones de damas, caballeros y campesinos por igual. ¿Es que nadie la considera digna? ¿Ni un alma en todo el Norte piensa que ella merece una oportunidad?
En silencio, Jayne se pregunta si siempre será así. ¿Acaso sus palabras serán ignoradas, y sus deseos negados? Nadie nunca ha visto a una Reina sin poder (aunque según se dice, Cersei Lannister no es tomada muy en serio). ¿De qué le sirve ella a Robb, si sus caballeros la desprecian?
Las lágrimas vuelven a su rostro, contentas de pasearse por la triste y desesperada cara de una Reina que nunca será escuchada.
Para el reto "Condiciones" del foro Alas Negras, Palabras Negras. Todos los personajes pertenecen a George R.R. Martin.
