Disclaimer: estos personajes y su decorado no son de mi autoría, si así lo fuesen, yo habría matado al malcriado de Harry a partir del quinto libro. A parte de eso, como podrás comprobar, mi estilo de escritura es bastante distinto al de Rowling y, a diferencia de ésta, todavía no me estoy forrando gracias a él. Sin ánimos de lucro, etcétera.

Nota de la autora: ésto es algo bastante distinto a lo que suelo hacer, en primer lugar porque nunca había usado a un slytherin de protagonista, y en segundo lugar porque, por primera vez, no pretendo crear con mis escritos una historia, sino más bien una recopilación de personalidades y momentos centrada en nuestras queridas serpientes. ¿Qúe pretendo con esto? Profundizar en esos personajes que Rowling parece olvidar y desmentir el estereotipo de que los slytherin tienen implantados chips de genio malvado desde su nacimiento. Son personas, y como cualquier persona, tienen sus defectos y virtudes, que pienso destacar con una serie de viñetas primero sobre su personalidad y luego sobre ciertas conversaciones o problemas que tengan. ¡Deseadme buena suerte! La necesito.


Snakes

Blaise Zabini:

A Blaise bien podía describírsele como un hedonista: le gustaban las mujeres, los juegos de cartas, el alcohol y las drogas. Era, como quien dice, un amante del placer. Sin embargo, nada le producía más alegría que ganar. Como buen Slytherin que era, obviamente. Y más disfrutaba si se unían dos placeres en uno: ganar a las cartas, ser el que más bebiera o fumara y, de más está aclararlo, ganarse a una mujer. Para él, ganarse a una mujer se limitaba a lo que bien llamaríamos abrirle las piernas, aunque este concepto fuera en realidad algo bastante más allá que meterse en su ropa interior.

Blaise gustaba de jugar con el mito de la grandeza de su raza, y hacía de ello una broma continua. Bien sabía él que en su caso, el mito era...Bien, según sus dichos, no lo era. Vestía deportiva pero elegantemente y nunca se arreglaba a menos que tuviera un encuentro romántico, por llamarlo de alguna manera. Como sutilmente solía citar sin conocer del todo su procedencia: ¿Porqué lo llaman amor, cuando quieren decir sexo?. Y es que si algo caracteriza a un slytherin, es su pereza. Ninguna serpiente que se preciara se esforzaba más de lo mínimo, y ese sólo era un ejemplo. Un alumno verde sólo estudia porque quiere superar a alguien, sólo se acicala para sentirse por encima o para estar físicamente por encima de alguien, sólo habla si le interesa y sólo actúa si no tiene más remedio. Y Blaise, como buen prototipo de su casa, no era una excepción. Conocía sus recursos y los racionaba firme y sabiamente.

No era un manipulador nato como podía serlo Theodore, pero tampoco era tan irracional como Draco. Porque todos sabemos que éste último pasaba más tiempo insultando al trío de oro que conspirando contra ellos, prueba indistincta de que su astucia menguaba en cuanto le hacían cosquillas. Si a Blaise le desagradaba alguien, no solía hacerlo saber, más allá de las críticas convencionales. A saber: insultar al menos una vez al día a algún Weasley, a Potter (alias mi cicatriz me ha hecho famoso, te dejo tocármela si te tiñes de rojo), o a la total y absolutamente despreciable Granger. Resumiendo, guardaba sus repulsas y opiniones para su más solitaria intimidad. En el caso de que por alguna u otra razón hubiera de vengarse de alguien, lo hacía de tal forma que sólo esa persona y él mismo conocieran al autor de dicha revancha. Sabía de buena tinta que nunca se filtraba la información, porque los leones eran demasiado orgullosos para admitir su propia humillación y por lo tanto hacerla pública, los tejones demasiado tímidos y temerosos de que tal experiencia se reprodujera, y las águilas demasiado imbuidas de sí mismas para atestiguar que alguien les había superado en inteligencia o sobrepasado la barrera de su sagacidad. Los slytherins, simplemente, tenían una combinación de estos tres defectos característicos de las otras casas: arrogantes y soberbios, cobardes y escurridizos e infinitamente seguros de sí mismos, al menos en público. Y es que era, como bien habrás podido comprobar, un chico bastante apegado a la idea de que su vida privada fuera, como bien representa el adjetivo mismo, privada. No consideraba, más allá del desacuerdo que esto pueda provocar en el lector, que sus escarceos eróticos debieran guardarse en el secreto. Porque si hay algo de lo que disfruta un Slytherin, es presumir. Los que no eran ricos, lo pretendían, los que no eran puros, lo fingían y los que no ligaban, mentían como bellacos.

La leyenda que se había formado sobre su agitada y estimulante vida sexual se había consolidado tanto en mentiras como en realidades. Primero por su forma de hablar, que daba a entender que había vivido o visto muchos momentos cálidos. Cosa que no era de extrañar, dada la fama que tenía su progenitora. También se debía a que los rumores, en Hogwarts, como en cualquier buena asociación de marujas/os disfrazada de institución educacional, corrían y ardían como la pólvora. Para explicarlo mejor: lo que empezaba siendo una vulgar y llana chispa, acababa convirtiéndose en una enorme y destructiva explosión. En su caso, dicha bomba no había resultado dañina, sino más bien beneficiosa. Y, como miembro de su casa, no iba a desmentir algo que le venía de perlas, por mucho que fuera una inmensa y calumniosa exageración de la realidad. Así era como había empezado todo: un día de su cuarto año, Zabini había curiosamente acabado encerrado en un aula en desuso con una alumna de Hufflepuff de desconocidos orígenes. Como, por alguna extraña desgracia no había logrado salir de allí hasta una hora más tarde, empezó a pulular por el centro el,-sin duda alguna-, extravagante chismorreo de que se habían tirado ese periodo de tiempo, pues bien...Tirándose el uno al otro. Y es que la férrea disciplina y la estricta moral de la escuela afectaba a los alumnos volviendo sus pensamientos más y más hormonales con la edad. Más salvajes de lo que ya eran por su condición de adolescentes, incluyendo en ese término desde las prepubertas treceañeras que babeaban por el ídolo del momento y casa, hasta los semiadultos que estaban a punto de dejar de poder estar incluidos en éste.

El caso es que, sin llegar a ser un idiota terminal como Crabbe, que sólo había aterrizado en su casa por su demostrada maldad, no podía considerarse un genio. Pero como lo debido como serpiente, era ser astuto y no inteligente, sus resultados académicos no solían ser para nada bajos. Porque no podía engañarse, si bien a un Malfoy o a un Greengrass le está asegurado el futuro y el respeto debido a su linaje, un chico como él debe de cerciorar y reafirmar su riqueza siendo impecable en ese ámbito. A los sangre pura generalmente no les interesa en exceso la vida privada de los demás, por lo cual, fueras fetichista, homosexual, domador de fieras o representaras obras de Shakespeare en la soledad de tu mansión, no solían juzgarte por eso. Eso sí, tu fachada debía estar bien pintada y limpia de graffitis. Sobre su fama de mujeriego, en la alta sociedad mágica, tal y como,-en general-, en la muggle, en un hombre no estaba mal visto, sino casi todo lo contrario. No era del todo halagador que fueras visto en actitud comprometida con una mestiza, pero siempre que sólo fueras visto en dicha actitud con ella, no era costumbre que te lo reprocharan.

Así, podía concluirse que Zabini sabía usar sus virtudes y demostrar sus vicios en la justa medida que le fuera conveniente. Le resultaba oportuno que le tomaran como segundo de su amigo Draco, porque eso le confería un aspecto simplón y si bien no inocente, más bien poco capaz. Nada más lejos de la verdad. Tampoco le habría gustado destacar ni tenía esa ansia de fama que caracterizaba a algunos de sus compañeros de casa, así que sus notas no resplandecían, como las de Nott. Lo cierto es que su intención era vivir fácilmente, gozar de cierta celebridad y contentarse con disfrutar al máximo su condición económica. No era, quizás, un deseo muy ambicioso pero, pese a sus múltiples diferencias con Theo, compartían la opinión de que en la sombra, se está mucho más fresquito y más a salvo de las quemaduras.

Éste era, en resumen, el retrato de Blaise Zabini.


Bien, ésta es la primera viñeta, deseo que os haya gustado. Es así como siempre me he imaginado a Zabini, sin motivo claro, la verdad. Decidme si coincidís. En fin, felices pascuas y un gran abrazo,

Sirop