-¡Dispárale!- gritó Mikasa sin dejar de mirar a todos aquellos militares que les perseguían.
Eran más de cien en su momento y gracias a ella y al Sargento Rivaille, principalmente, habían conseguido reducirlos a más de la mitad. Todos aquellos militares estaban equipados con el equipo de maniobras tridimensional y con un nuevo equipo que muy pocos habían visto. A diferencia del original, éste en lugar de espadas tenía un prototipo de pistolas que funcionaba con lo que parecía ser gas a presión. Provocando un mayor impacto y dejando una huella difícil de rastrear.
Una cabeza cortada rozando a la suya propia, obligó a Mikasa a concentrarse nuevamente en lo que estaba sucediendo. Annie acababa de salvarla de una muerte segura.
¿Quién diría que Annie entre todos sería la que les diera la pista final para comprender los propósitos de los militares? Ella misma había sido, hasta hace poco, parte de la milicia. Y a pesar de que los hubiera ayudado, Mikasa seguía desconfiando de ella, nada ni nadie podía asegurarle que no lo hubiera hecho por protegerse a sí misma, en lugar de por "proteger lo que le importaba" como había dicho en su momento Annie. Quizás podría haber sido verdad, entre ellos estaban Berthold y Reiner, con quienes se había juntado desde el principio, y además, estaba Eren.
No muy lejos de ellos Eren se encontraba esquivando disparos y protegiendo el carro que conducía Armin. Su hermano se encontraba haciendo la misma expresión que se le marcaba en el rostro cuando luchaban contra titanes. Y a diferencia de en aquellas ocasiones, la sangre que manchaba su uniforme, no se evaporaba. No era sangre de titán. Era sangre humana.
Un movimiento brusco en el carro puso en alerta al joven Kirschtein que sin proponérselo apuntó a la cara al Comandante Smith, tardando menos de dos segundos en volver a mirar al frente.
-Ya estamos a mitad de camino para llegar a Trost- comenzó Erwin-, en cuanto estemos cerca de la zona planeada, ya sabéis lo que hay que hacer y-
Un disparo pasó rozando la cabeza de Sasha, quien se encargaba de proteger el carro junto a Eren y Marco y el olor de la carne abrasada y el sonido de un hueso al destrozarse la obligaron a mirar a la escena que podría estar interpretando ella.
-¡Comandante!-gritó Jean soltando el arma y sujetando a su superior del único brazo que le quedaba.-¡Armin ve más rápido, necesito tiempo para pararle la hemorragia!
Otro disparo resonó en los oídos de todos, y esta vez el caballo que dirigía Armin cayó, provocando el descontrol del carro y que sus tres ocupantes y objetos varios fueran lanzados a gran velocidad.
-¡Sasha, Marco!- gritó Eren lanzándose al vacío para coger a aquel gran estratega que era su mejor amigo.
Annie miró a su alrededor, el Sargento Rivaille se encargaba de todos los que podía y a su vez procuraba acercarse más rápido que el enemigo hacia donde estaban ellos; Mikasa había abandonado su propia protección y se dirigía rápidamente hacia donde segundos antes estaba su hermano. Berthold y Reiner continuaban cerca de su perímetro obligando a los militares a retroceder y gastar más velozmente el gas de sus equipos.
Más avanzados que los demás Connie, Christa, Hanji e Ymir se encargaban de los titanes que se encontraban en el camino. Y a pesar de su posición adelantada, Christa y Connie se giraron con el segundo disparo, justo para observar cómo Eren velozmente recogía a Armin, mientras que Sasha hacía lo mismo con un malherido Comandante, pero Jean no tuvo tanta suerte. Marco, a diferencia de sus compañeros, sólo consiguió cogerle el brazo y no todo el cuerpo, frenando la velocidad de su amigo Jean, pero sin evitar que su cabeza golpease fuertemente el suelo.
Una bengala roja iluminó el cielo. Todos sabían lo que significaba, debían reagruparse en un sitio seguro. Aprovechando la distracción de la bengala, giraron en una curva bastante cerrada y fueron poco a poco pisando tierra firme.
El plan estaba fallando completamente y el Sargento Rivaille lo sabía en cuanto cargó una segunda bengala en la pistola.
-¡La Legión de Reconocimiento está acabada Sargento!- gritó regodeándose uno de aquellos militares.
-¡Acabada mis pelotas!- rugió Rivaille apuntando con la bengala a toda aquella escoria.
-¡Jean, vamos no te duermas!- suplicó Marco.
Jean miró a lo lejos, Hanji estaba utilizando uno de los cinturones del equipo para parar la hemorragia de un Erwin que parecía cadáver.
El Sargento llegó hacia ellos y su boca comenzó a moverse, pero Jean no oía nada...
Su vista se nublaba y podía sentir como unas manos le sujetaban...
Eren, Annie y alguien más discutían...
Todos estaban asustados y se juntaban...
Y entonces sintió un frío tan intenso que le obligaba a cerrar los ojos...
Una luz tan intensa le molestaba tanto que intentó girar y darle la espalda, pero no podía, se le habrían dormido las piernas, a veces pasaba, sobretodo cuando se caía de la cama y éstas seguían en el colchón donde el resto de su cuerpo tendría que estar descansando. Pensó en mover su mano y taparse la cara. Sólo quería dormir un par de minutos más, no pedía demasiado, pero al igual que sus piernas, su mano tampoco reaccionó, era como si no tuviese control sobre su cuerpo.
Preocupado intentó abrir los ojos. Sus párpados pesaban como si fueran piedras, pero muy lentamente y con mucho esfuerzo, los abrió.
Estaba en una habitación totalmente blanca. Y en seguida descubrió de dónde provenía la luz, si era que podía llamarse luz a un cuadrado blanco en el techo que iluminaba todo por igual. Con la misma lentitud que con los ojos, logró girar la cabeza hacia donde escuchaba unos pitidos regulares. Otro cuadrado con números y líneas que se movían llamó su atención. Intentó levantarse para observar mejor aquel instrumento extraño que funcionaba de alguna forma desconocida para él, pero su cuerpo seguía sin responder. Asustado intentó gritar, pero ningún sonido salía de su boca. De repente se dio cuenta de que tenía la garganta seca y eso le recordó la sed que sentía desde hacía un buen rato.
Desesperado intentó hacer reaccionar a su cuerpo, pero lo único que reaccionaba era aquel cuadrado con números que empezaba a aumentar la velocidad de los pitidos de forma alarmante para él. ¿Cómo podría salir de ahí? Y lo más importante, ¿dónde estaba?
Otro sonido lo sacó de sus pensamientos, delante de él se abrió una puerta y tras ella apareció un anciano vestido con una bata blanca que se acercaba rápidamente hacia él.
¿Le habían capturado y eso formaba parte de algún tipo de tortura? Los pitidos aumentaron su velocidad nuevamente, le estaban poniendo nervioso y aquel hombre ya estaba a menos de un metro de él y su cuerpo seguía sin responder.
Entonces todo se volvió a oscurecer.
Aquella luz era insistente, otra vez le molestaba y otra vez quería seguir durmiendo, pero ahora que lo pensaba, ya no tenía tanto sueño, sin embargo la sed sí que seguía ahí, por lo que volvió a abrir los ojos y en esta ocasión, ya no le costó tanto.
Seguía en aquella habitación, pero por suerte los pitidos se habían ralentizado. Sus sentidos estaban más alerta que antes y se dio cuenta de que el anciano de antes estaba sentado a su lado.
-Buenos días, o quizás debería decir buenas noches. Nunca sé lo que hay que decir a las cuatro de la mañana.
Un sonido quedó atascado en su seca garganta, haciendo que lo único que saliese de su boca fuese algo parecido a un gruñido.
-¡Oh, perdona!- se diculpó aquel extraño hombre que cada vez le resultaba menos extraño- Toma, puedes beber esto, es agua y te ayudará a que en seguida puedas hablar.
Aquel hombre le ofreció un vaso que tenía algo parecido a una caña de azúcar con líneas de colores para que bebiese a través de ella. Posó sus labios sobre aquel objeto cilíndrico y aspiró lo suficientemente fuerte como para que aquel ansiado líquido pasara por fin por su garganta. Tenía tanta sed que continuó con aquella tarea sin prestarle mucha atención a lo que sucedía a su alrededor.
-Bebe despacio o te hará daño- comentó sin malicia alguna el anciano, pero haciendo que el joven obedeciera-. Como habrás podido imaginar, has estado dormido durante mucho tiempo, y cuando digo tiempo no me refiero a un par de días, ni meses, sino a varias décadas.
Ahora entendía por qué le había costado tanto levantarse, no lo había hecho en años.
-Hace mucho tiempo ya, mi abuelo te encontró en un sitio bastante abandonado y te trajo aquí donde te encuentras ahora, aunque bastante más antiguo la verdad. En este sitio te estuvo cuidando durante toda su vida y en su lecho de muerte, le encargó esa misión a mi padre, y mi padre me la encargó a mí.
-Gracias- fue lo primero que dijo el joven con la voz rasposa tras no haber sido utilizada en mucho tiempo.
-Gracias a ti, ha sido un placer que por fin hayas despertado. Seguramente te preguntes dónde están los demás y- ante la cara de desconcierto del joven cortó su relato-. ¿No te acuerdas de nada?
-Creo que...- carraspeó- creo que recuerdo cosas, había un chico rubio y... otro tenía pecas, eso lo recuerdo. Me parece que se llamaba Mar... ¿Marcelo?
-¿Te suena familiar el nombre de Marco?
-¡Ése es!- contestó entusiasmado el joven-. Estábamos en un sitio y había más gente... y también creo que me caí de algo y me parece que me golpée la cabeza y entonces tuve frío y... y ya no recuerdo nada más.
-Sé cosas sobre tí que fueron transmitidas a mi padre y él me las contó a mí para preparme para este momento.
El joven abrió más los ojos para darle a entender que prosiguiera.
-Mi nombre es Marcus Bodt, nieto de Maro Bodt, amigo de quien clasificó sexto en las pruebas de la tropa 104 y que posteriormente formó parte de la Legión de Reconocimiento, Jean Kirschtein.
Y eso fue todo. Este es mi primer fic, así que espero que les haya gustado ^^.
