Los personajes son de quien tiene que ser, Meyer es la dueña, el resto es puro bla bla bla.
Si eres menor de edad: no leas. Si eres una moralista: no leas. Si eres sensible a las escenas de sexo: no leas. Si no dices malas palabras: no leas.
Isabella Swan una mujer llena de miedos y complejos contrata a un hombre para que éste le enseñe a ser mujer, para que la haga sentir hermosa y amada, no importa que él mienta, no importa que él nunca diga su nombre, no importa si cada noche él desaparece de su vida, no importa que él sea un prostituto, al final y al cabo, ella sólo quiere una fantasía, alguien que la ayude a escapar.
FANTASIAS PARA BELLA SWAN.
Me miraba al espejo.
Estaba orgulloso de mi cuerpo, dos horas en el gimnasio diariamente, y la buena genética de mis padres, hacían de éste el objeto perfecto, el regalo perfecto, el instrumento perfecto.
Cada parte de mi anatomía estaba hecha para el placer.
Mis manos acariciaban el cuerpo de las mujeres como si ellas fuese hermosas guitarras que yo, de manera experta, sabía interpretar; mis dedos podían llegar a partes que ningún hombre podía tocar. Cuando penetraba con mis dedos sus sexos suaves y húmedos, todas ellas emitían sonidos y arpegios que ninguno de sus otros amantes habían escuchado, orgulloso de mis talentos solía gritar: ¡soy un jodido concertista! Eric Clapton, ¡pobre estúpido!
Mis labios eran lo mejor, ¡diablos! Mi boca era digna de estudios científicos ¡puto Einstein! ¡Púdrete!
Las recorrían lentamente, jugaba con sus bocas, las mordía lánguidamente, las besaba como si ellas fuesen las únicas, las primeras, las más importantes. Besaba sus curvas con hambre y avaricia, hacía que sus piernas se abrieran ante mí y las amenazaba con mi lengua haciendo que ellas se vinieran y se mojaran sin que yo hubiese empezado mi acto supremo: hundirme en sus coños tiernos y hermosos, pero sobre todo, yo y mi lengua, eran capaces de decir palabras dulces, palabras de amor, poesía y ternura, les daba el sueño del amante perfecto.
¡Joder! hasta poeta podía ser.
Todas ellas venían a mí, mujeres solitarias, mujeres sin esperanzas, mujeres llenas de miedo, ansiosas por dejar sus mundos corrientes atrás, por olvidar a sus esposos que nos las amaban como ellas soñaban, hombres que no eran capaces de ver a las mujeres, sólo veían a las esposas, a las madres, a las novias con quienes formarían un hogar, mujeres condenadas al destino de la decencia.
Mujeres que amaban a hombres lejanos, mujeres viejas abandonadas y engañadas por hombres que fueron tras un cuerpo joven, duro, atlético y torneado, mujeres cuyos sueños y años se esfumaron amando a alguien más, mujeres deseosas que se sentaban en sus casas, con sus niños llorones y que se imaginaban salir de aquella terrible geografía y deseaban ser amadas como diosas, ser folladas como putas.
Sí, yo era el hombre.
Sonreí en el espejo, desnudo y arrogante.
Mi cuerpo estaba listo, este no era un trabajo, era mi servicio a la humanidad, nací para hacer felices a las mujeres, mi alma, mi corazón, mi cerebro y mi polla dura, grande y siempre dispuesta, estaba para que todas aquellas vinieran a mí y pagaran por ser mis amantes. ¿Amor? ¡Jamás! Sólo era una puta escena y yo era todo un maestro.
Un día…
Una noche…
Y sí, les daba lo que ellas querían, el día y la noche se repetía, ¡si señor! Se los digo amigos… los bombones siempre volvían y mis chicas eran felices.
Les daba todo, sueños, deseos, pasión por la vida, deseos de enfrentar el mundo de mierda al que estaban condenadas.
¡Qué importa!
Qué importa si muchos me odian, qué importa si todos me juzgan, mi destino es este, mi vida es esta, y ¡mierda! Yo estaba dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, en esta habitación, yo era el puto rey del mundo y no había nadie que pudiera contra mí.
Tocaba.
Gemía.
Besaba.
Follaba como un dios y lo único que yo pedía era dos mil dólares la noche. ¡Los valía! Cada puto dólar, los valía.
Rosalie, así se llamaba. Rubia, alta, condenadamente hermosa y enamorada de un cabrón que la engañaba con su hermana.
Caminé hasta mi clóset.
El armamento estaba listo, a mi bombón de hoy le gustaban los chicos rudos, tipo motorista. Sí, hoy sería el rey de la anarquía.
Vaqueros rotos, chaqueta de cuero, botas negras y un aspecto de rudo animal de carretera. Me sentía como el puto Johny Deep dispuesto a ganarme el jodido Oscar. Lo último que me faltaba era un cigarrillo en mi boca colgando de mis labios y un aire de rebeldía asesina.
Apagué las luces, diez de la noche, era como un jodido actor del método, hoy era otra escena, otro papel, otra máscara.
Dejé la puerta entreabierta, el sonido del ascensor llegó hasta mis oídos, el taconeo fue preciso, elegante y rítmico, ¡amaba que mis mujeres usaran tacones! Me las follaba con furor. Mujeres del mundo tomen nota: unas jodidas piernas enfundadas en unos perfectos Jimmy Choo y pueden ser dueñas del planeta.
Escondido tras la puerta esperaba, prendí el cigarrillo, la mano blanca y enjoyada empujó levemente la puerta.
— ¿Dylan?
Sonreí, si, hoy me llamaba Dylan.
Rosalie entró de lleno a la habitación, la luz del pasillo la mostró en su totalidad, vestido negro, cabello cayendo sobre su espalda, labios rojos y zapatos de vértigo y mi polla dura y erecta saltó hambrienta.
Me moví en la oscuridad.
Ella saltó, estaba excitada ante el peligro que Dylan representaba, era un jodido drama porno y todo era perfecto. Salté sobre ella, Rosalie gritó, la tomé por el cabello con furia, metí mis manos por su vestido negro, llegué hasta sus muslos. ¡Mierda!, tenía los jodidos ligueros que me mataban, los desgarré de un tajo y dije:
— ¡Eres una niña mala bombón! —La mordí en el cuello—. Voy a castigarte muy duro —la levanté con fuerza, la oí jadear—, ¿te gusta esto pequeña puta? ¿Te gusta? —Ella gemía—, ¿Te gusta? ¡Respóndeme!
— ¡Sí!, ¡sí Dylan!, me fascina —su voz era desgarrada y fiera, la tire sobre la cama.
Prendí las luces, dejé que me admirara, dejé que observará su jodida fantasía, le daba lo que ella deseaba, le daba su sueño de no ser tratada como una princesa, le daba la venganza perfecta, hacía que Rosalie Hale se burlara de su marido y de todo el mundo que le decía que debía permanecer casada con él aunque éste, se follara a su hermana en su propia habitación.
—Bien niña —tomé una cuerda—, voy a castigarte por ser lo más jodidamente bello que he visto.
Sin piedad y como si tuviese a miles de espectadores observándome, me dispuse a hacer de aquella mujer el ser más feliz sobre el planeta esa noche.
Y la follé durante horas y, para mí, fue otra noche de trabajo.
El resto, no importa. Mañan,a cuando el mundo se levante y se enfrente a lo cotidiano, yo volveré a ser uno de esos hombres solitarios a quien su vida lo condenó a vivir en las noches y a no ser nada el día siguiente.
Mi nombre es: Edward Cullen, un puto dispuesto a hacer tus fantasías realidad.
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Los capítulos serán cortos, a veces de una sola página, trataré de actualizar todos los días.
