INOLVIDABLE

A veces era como si todo el mundo se olvidara de su existencia. Su padre andaba demasiado ocupado con asesinatos y robos importantes, mientras que su madre se preocupaba más por que todo funcionase a la perfección en el acogedor hogar Diethel, así como también corría de un lado al otro, respondiendo llamadas y demás de los clientes de su esposo. En días así, Lyserg desayunaba solo en la amplia y moderna cocina. No era que le molestase mucho, la soledad había sido un componente común en su vida por mucho tiempo y él había aprendido a lidiar con ella y hasta disfrutarla un poco. Pero de todas maneras siempre era mejor estar acompañado.

En días como aquellos, sus amigos andaban con la cabeza en las nubes, o tal vez no en las nobes, pero sí en otras cosas. Horo Horo y Ren parecían discutir más que nunca y sobre los temas más absurdos. Tamao y Pilika no dejaban de cuchichear entre ellas y reír mientras observaban a los dos chicos reñir. En días como aquellos, Yoh se olvidaba inclusive de sí mismo por estar corriendo detrás de Anna, quien no le dignaba ni de una mirada, ni a Yoh, ni mucho menos a Lyserg. Manta iba más ocupado ensimismado en su computador, farfullando sobre su examen, aunque no importaba mucho la verdad, dado que Lyserg no era tan cercano con el pequeño cabezota. Pero en días como aquellos, hasta Ryuu parecía tener cosas más importantes que hacer, y desgraciadamente –para Lyserg- él sí era alguien con quien era más o menos... cercano. Y Lyserg se sentía abandonado, aunque claro, no lo iba a decir.

Días como aquellos significaban pasar las horas libre del colegio practicamente solo, salir solo del colegio y volver solo a casa. Tal vez a veces se detenía en la heladería a comrarse algún postre para ver si eso lo animaba. A veces simplemente iba de frente a casa, donde se encontraba con que su madre había tenido que salir.

Y en días como aquellos, siempre soltaría un suspiro al cerrar la puerta, para inmediatamente notar algo extraño en la casa. Frunciría el ceño, volviéndose para mirar el pasillo vacío. Pero en el fondo sabía lo que realmente pasaba. Subiría las escaleras, tratando de no echar a correr e irrumpiría en su habitación, donde siempre encontraría su ventana abierta, las cortinas ondeándose en la brisa y Hao sentado sobre su cama. En días como aquellos, renegaría, pero solo el primer minuto, eso hasta que Hao se parase ante él, con el rostro ladeado y esa sonrisa divertida bailándole en él. Y Lyerg callaría, no porque quisiese, sino porque sus labios estarían más ocupados con otra cosa.

En días como aquellos, Lyerg sabe que jamás sería completamente olvidado.