Notas: Este fic es un TOTAL AU (Alternative Universe!). No hay magia. Si eso es lo que esperas ver, vuélvete. Además es Slash, claro, como dice en el Summary, Harry/Draco. Se me apetecía un cambio, ¿y qué mejor que un mundo sin magia? Yay. ¡Disfruten!
El Chico de Draco
Por Empathic Siren
Capítulo 1: Cuentos de la Morsa, el Caballo, la Ballena y el León.
Draco Malfoy era un niño curioso. Alarmantemente incluso, hasta para alguien de ocho años. Siempre estaba cavando agujeros buscando un tesoro, espiando a los vecinos de los que estaba seguro que en realidad eran piratas disfrazados, y estudiando el correo –el suyo y el de los vecinos- buscando por cualquier cosa que llamara su atención. Así, no era sorpresa que desde el momento en el que oyó un ruido agudo, saltara a sus pies para investigar.
Un camión de mudanza de colores brillantes llegó a su vista mientras bajaba la calle haciendo ruido. Fascinado, Draco se escondió detrás del seto de su jardín frontal para poder observar sin ser detectado. El camión se detuvo frente a la casa de al lado. Fue entonces que Draco se dio cuenta de que el viejo Sr. Culpepper finalmente se había mudado. Draco estaba complacido. El Sr. Culpepper había sido extraordinariamente aburrido. Nunca tenía nada en el correo que pareciera al menos un poco interesante y nunca salía.
Un auto estacionó detrás de la camioneta varios minutos después y de él salieron los personajes más extraños que Draco alguna vez había visto. Había un hombre, una mujer y un chico. Una familia, supuso Draco. El padre era un hombre grande y redondo que caminaba como un pato y tenía un bigote y una mandíbula que le recordó a Draco de una morsa. Luego, estaba la mujer de cara de caballo. Era alta y delgada y parecía estar siempre enojada. El niño se parecía a su padre, aunque era más bajo. Tenía ojos pequeños y parecía gustarle mucho hacer muecas. Claramente era mayor a Draco, al igual que sustancialmente más grande. Eso desanimó a Draco enseguida.
Draco vio cómo el hombre-morsa rápidamente se ponía a dirigir a los hombres de la mudanza. Era bastante desdeñoso con los comentarios, pensó Draco. Bufaba y resoplaba desagradablemente. La mujer de cara de caballo sólo había resollado y reacomodado su suéter en sobre sus hombros mientras susurraba cosas indudablemente perversas sobre los hombres de la mudanza con el hombre morsa. La pequeña morsa, o ballena como Draco había empezado a pensar en él, se deleitaba con hacer trucos crueles, causando que los hombres de la mudanza fallaran y casi rompieran los "invaluables" tesoros que movían. No gustándole lo que veía, Draco empezó a regresar a su juego de pretender cuando vio una bola de pelo negro escondida detrás de una gran caja estropeada, haciendo su camino alrededor del camión. ¡Era otro niño! Mirando de más cerca, Draco vio al niño luchar con una caja demasiado grande y obviamente demasiado pesada. La caja se resbaló del agarre del niño y aterrizó en el piso con un golpe seco. El niño era pequeño –más pequeño que Draco, incluso- y sus ropas eran demasiado grandes y deshilachadas. Su cabello era tan negro como el azabache y caía sobre su cabeza como una melena salvaje. Era pálido y pavorosamente delgado. Pero había algo sobre él. Algo que hacía que Draco quisiera dar un paso hacia delante y decir hola. Uno de los hombres de la mudanza se detuvo para ayudar al pequeño niño pelinegro, pero fue rápidamente regresado a su trabajo por el hombre morsa. Draco asumió que el pequeño niño era hijo de uno de los empleados, y estaba ahí para ayudar ese día. Pero entonces, el hombre morsa habló, y fue claro que ese pequeño niño de alguna forma le pertenecía al hombre morsa, a la mujer con cara de caballo y al niño ballena.
- ¡Niño! –soltó el hombre morsa-. ¡Ponte a trabajar! Recoge tus cosas y encárgate de ellas. ¡No permitiré que insufribles holgazanes como tú retrasen nuestra mudanza!
El niño suspiró y se frotó las muñecas-. Sí, Tío Vernon –respondió suavemente.
La morsa, el caballo y la ballena hicieron un gesto de disgusto en dirección al niño pelinegro antes de voltearse sobre sus ejes y entrar a su nueva casa. La puerta se cerró detrás de ellos rudamente, dejando al niño solo. El pequeño suspiró otra vez y se inclinó sobre la caja, tratando de agarrarla más firmemente para poder sostenerla en sus chicos brazos. Draco se acercó más, pero por toda su curiosidad y charlas sobre cazar tesoros, tenía miedo de decir hola. Al final, simplemente miró al pequeño niño pelinegro tomar la caja y andar a tropezones por el camino.
Una vez que la puerta de la casa del viejo Sr. Culpepper se cerrara, Draco inmediatamente regresó corriendo a su propia casa. Cerrando de golpe la puerta de atrás, corrió hacia la cocina-. ¡Mamá! ¡Mamá! –llamó, saltando con emoción.
Narcissa Malfoy entró a la cocina, con una sonrisa serena en el rostro-. ¿Tienes que gritar, Draco? –reprendió livianamente-. Creo que los Johnson no te escucharon al otro lado de la calle. ¿Y qué te he dicho sobre golpear la puerta de atrás?
Ignorándola, Draco empezó su emocionante cuento sobre la nueva familia de al lado-. … y había otro niño pequeño, Mamá. Un pequeño niño de pelo negro. ¡Más pequeño que yo! Estaba cargando una gran caja solo y la morsa...
- ¿Cuántas veces tengo que decirte –regañó Narcissa-, que no te refieras a las personas como animales?
Draco rodó los ojos, molesto porque su madre hubiese interrumpido su historia-. Pero escucha, Mamá. El niño, el niño pequeño de cabello negro, no es nada parecido al resto. Parece amable. ¡Lo haré mi amigo!
Narcissa rió entre dientes y empujó a Draco hacia un abrazo-. ¿Lo harás, verdad? ¿Le dijiste hola? –preguntó esperanzadamente.
Draco trató de apartarse del cariño de su madre. Tenía ocho, después de todo, y era demasiado viejo para abrazos-. Todavía no. Tengo que investigar más primero –respondió evasivamente.
La sonrisa de Narcissa flaqueó-. Estoy segura de que es un niño muy simpático, Draco. Podríamos decir hola juntos. Hacer galletas de chocolate y llevárselas mañana. ¿Cómo suena eso?
Draco se separó y se paseó un poco, moviendo las manos-. No –dijo lentamente-. Realmente tengo que investigar más –dijo suavemente, claramente no interesado en conocer a su nuevo amigo por ahora.
Narcissa asintió y envió a Draco a tomar una ducha. Se estaba haciendo más y más difícil aplazar a los amigos de Draco de llamarle para juegos y fiestas de verano. Hasta sus padres empezaban a preguntarse qué iba mal, preguntándole a menudo a Narcissa si Draco se sentía bien. La familia Malfoy era prominente y, dados los eventos del año pasado, la curiosidad sobre la adinerada, hermosa familia se había multiplicado por diez. Draco no había tratado bien con el repentino enfoque.
La repentina, violenta pérdida de su padre un año atrás había afectado a Draco más de lo que cualquiera habría supuesto. Se retiraba más y más al solitario mundo del pretender. Tenía problemas al hacer nuevos amigos y era fácilmente intimidado por aquellos más grandes y más chillones que él. Aunque encontrar a alguien más chillón que él era tarea difícil.
Era la propia culpa de Lucius que estuviera muerto. Se había puesto avaricioso y había caído en la mala fortuna. Cuando un los negocios se había ido en pique, había sido atrapado en la línea de fuego y había sido brutalmente asesinado. El asesinato había sacudido la pequeña ciudad. Todos asumían que Lucius había estado involucrado involuntariamente. Por su bien y el de su hijo, Narcissa se había asegurado de que así fuera-. Maldito seas, Lucius –murmuró mientras se ponía de pie y empezaba a preparar la cena. Había dejado a su esposa e hijo a vivir con la vergüenza de sus acciones y a arreglárselas sin él. Días como el de hoy lo hacían difícil.
Draco estaba merodeando por su repipi jardín y escondiéndose detrás de su encerado mirto mientras veía al ahora familiar niño pelinegro cavar en el jardín de al lado. Había estado viendo a su presa por varias semanas ya –desde que se había mudado. Siempre estaba en el jardín. Trabajando. Solo. La mujer con cara de caballo –Tía Petunia había oído que la llamaba- salió y le dijo algo rudo al niño pelinegro. Parecía que eso era todo lo que hacía. Decir cosas rudas. El niño pelinegro meramente asintió, como siempre hacía. Sus ojos estaban deprimidos y furtivos mientras se arrodillaba en el parterre y continuaba trabajando.
Por tres semanas, Draco había estado investigando, observando. En todo ese tiempo, nada le había dado ninguna indicación de que el pequeño niño pelinegro fuera parecido a la ballena, la morsa o el caballo. El cabello del niño estaba tan desordenado y salvaje como siempre. Había crecido. Le recordaba un poco a la melena de su peluche Leo el León. Draco estaba encantado. Ese niño, el pequeño león, porque eso había decidido Draco que era, era la cosa más linda que había visto en su vida. Además de ser pequeño y adorablemente encogido, su piel tenía el más dulce rubor de timidez. Sus ojos –más verdes que la hierba- brillaban cuando sonreía, aunque Draco había encontrado que ese león raramente sonreía.
En ese momento, Draco decidió que no sólo ese chico sería su amigo, sino que sería su chico. Jugaría con Draco, haría lo que fuera que Draco dijera y nunca, nunca se iría. En su mente, Draco y su chico habían jugado cientos de juegos, compartido secretos profundos y conspirado juntos en numerosas investigaciones.
Sonrió al oír el tono familiar que el pequeño niño tarareaba mientras trabajaba. Muchos minutos después, el pequeño león rió entre dientes cuando una mariposa aterrizó en su mano. Lentamente levantó su mano y dejó que las alas de la mariposa atraparan la luz del sol. Draco creyó haberle oído hablarle a la mariposa –diciéndole lo adorable que era y cuánto desearía poder irse volando también. Un segundo después, la mariposa sacudió las alas y despegó gentilmente. En un ataque de impulsividad que Draco nunca había visto en él antes, su pequeño león se puso de pie y persiguió a la mariposa, riendo suavemente y sonriendo mientras lo hacía.
La persiguió un rato, eventualmente, quedando fuera de vista. Draco dio un paso más cerca para encontrarlo y accidentalmente pisó una ramita. El pequeño león se detuvo abruptamente en su persecución y se volteó ante el sonido. Draco estaba atrapado. Los niños se miraron mutuamente por un largo momento.
A la larga, el pequeño león le dio una fugaz mirada a su casa y se mordió el labio antes de volver a voltearse hacia Draco. Dio unos pasos hacia delante, acercándose a Draco. Después de un momento de vacilación, le dio una pequeña sonrisa y lo saludó con la mano-. Hola –dijo suavemente.
Draco dio un paso hacia delante también-. Hola –dijo-. ¿Cuál es tu nombre? –preguntó, con la cabeza inclinada a un lado, diseccionando a su chico.
El niño le dio otra mirada fugaz a su nueva casa-. Err, Harry. Mi nombre es Harry –dijo, tan suave, tan tímidamente como antes.
Harry. Draco pensó que ese nombre le quedaba bastante bien a su nuevo amigo-. Hola, Harry. Yo soy Draco –dijo mientras daba un paso, sintiéndose de pronto más intrépido de lo que se había sentido en mucho tiempo. Estuvo sorprendido cuando Harry dio un paso hacia atrás nerviosamente. Parecía horrorosamente espantadizo –no muy leonino, en absoluto. ¿Tal vez fuese un león cobarde entonces? Eso le parecía bien a Draco. Le gustaba ser el protector.
Draco dio un paso hacia delante lentamente-. Está bien –dijo Draco como si le hablara a uno de los conejos salvajes que a menudo encontraba en la propiedad de su padrino-. No estoy tratando de lastimarte. –Seguramente eso era lo que Harry creía que Draco quería hacer. Después de todo, Draco era más grande que Harry y los niños más grandes lastimaban a los más pequeños. Draco sonrió confortadoramente y sintió una calidez inmediata cuando Harry le correspondió a la sonrisa.
La puerta de atrás de la casa del Sr. Culpepper se abrió de golpe-. Niño –soltó la Tía Petunia-. ¿Dónde estás?
Harry suspiró y automáticamente se volteó hacia la casa. Después de algunos pasos, Harry arriesgó una rápida mirada hacia Draco, sonrió tímidamente, y se despidió con la mano.
Draco casi se vanaglorió en triunfo mientras le respondía.
- ¡Mamá! ¡Ma-Mamá! –gritó mientras pasaba por la puerta de atrás, dejando que se cerrara de golpe detrás de él.
- Draco, la puerta –dijo Narcissa.
- ¡Adivina qué! ¡Adivina qué! ¡Adivina qué! –dijo mientras saltaba de un lado a otro.
- ¿Qué se te ha metido, mi dragón? –dijo Narcissa con una risa, deleitada que algo pudiera hacerle tan feliz.
- ¡Le hablé a Harry! –dijo Draco en un dramático susurro de escenario, con los ojos brillando con excitación descomedida.
- ¿Quién es Harry, amor? –preguntó Narcissa, un poco confundida.
- El pequeño niño de al lado. ¡Ya sabes, mi amigo!
- ¿Le hablaste? Vaya, eso es maravilloso, Draco. ¿De qué hablaron?
- Dijimos hola. Sólo tuvimos tiempo para eso. Su tía lo llamó. No es muy amable.
- Draco, no hables mal de los vecinos.
- Bueno, no lo es. Sólo estoy diciendo la verdad.
Narcissa negó con la cabeza, rió entre dientes, y cambió de tema-. Bueno, cuéntame todo sobre tu nuevo amigo entonces. ¿Podemos hacer galletas para él? ¿Llevárselas?
Draco se mordió el labio-. Todavía no. Es real, realmente tímido, mamá. Es más tímido que yo, creo.
Las cejas de Narcissa subieron de golpe por la perspicacia de Draco. Probablemente no era intencional, pero hacía que su nuevo amigo sonara más intrigante-. Entonces deberías hablarle más. Hacer que se sienta mejor.
- Lo haré. Gracias, Mamá. –Draco abrazó a su madre impulsivamente antes de subir corriendo las escaleras hacia su cuarto. Narcissa sonrió, contenta de que ese fuera un buen día. Un muy buen día.
- Decidí que deberíamos ser amigos –anunció Draco con una expresión altanera mientras entraba tentativamente al patio del Sr. Culpepper y se arrodillaba al lado de Harry. Eventualmente empezaría a pensar en eso como la casa de Harry. El patio de Harry.
Harry se sentó sobre sus talones y se limpió las barrosas manos en los pantalones. Sus labios hicieron una mueca, divertido-. Verdad, ¿verdad?
- Sí.
Draco se había vuelto más atrevido desde el día en el que los niños habían dicho hola. Con el pretexto de hacer que Harry se sintiera mejor y menos espantadizo, había empezado a seguir a Harry mientras trabajaba. Draco hablaba y hablaba y hablaba mientras Harry trabajaba y escuchaba. No podía creer su suerte por encontrar a alguien tan interesado en sus historias como él estaba.
Harry vaciló. Volvió a mirar la casa, como siempre lo hacía. Se mordió su labio inferior. Parecía inmerso en sus pensamientos. Finalmente, volvió a voltearse hacia Draco-. Está bien. Amigos –dijo suavemente.
Draco estaba emocionado. Harry era su amigo, su chico-. Entonces juguemos –dijo Draco con una gran sonrisa-. He cavado un agujero. Buscando un tesoro –susurró, sus ojos grises brillando con entusiasmo.
Harry le sonrió, sus propios ojos verdes brillando con conspiración. Empezó a decir algo, pero fue interrumpido por la chillona voz de Tía Petunia.
- ¡Niño! ¿Dónde estás? ¿Qué estás haciendo? –dijo desde la puerta.
Harry se sobrecogió-. Tengo que irme, Draco. Te veré pronto.
Draco asintió, triste por haber podido pasar tan poco tiempo con su amigo. Anduvo con pesadez de regreso a su casa, permitió que la puerta trasera se cerrara gentilmente atrás de él, y se sentó de golpe en la mesa de la cocina. ¡Quería jugar con Harry! Todo lo que Harry parecía hacer era trabajar en ese horrible jardín.
- ¿Draco? ¿Qué pasa, amor? –preguntó Narcissa al entrar en la cocina y ver a un Draco desanimado desplomado sobre la mesa.
- Harry no pudo jugar conmigo –dijo petulantemente.
- Ah, ya veo –dijo Narcissa-. Tal vez no se le permite jugar con nadie hasta que sus parientes conozcan a sus amigos. ¿Le has dicho hola a su tía?
Draco tembló ante la idea-. No –dijo en tono bajo. Pero eso le dio una idea-. ¡Mamá! –gritó mientras se ponía de pie-. ¿Podemos hacer galletas de chocolate y llevárselas y decir hola y todo? Tú podrías hablar con la tía de Harry y hacer que lo deje quedarse conmigo. ¡Entonces él podría jugar conmigo todo el tiempo!
- ¡Cálmate, mi dragón, cálmate! Por supuesto que podemos hacer galletas. Los haremos esta noche y los llevaremos mañana. ¿Cómo suena eso?
Draco resplandeció-. ¡Brillante!
Al día siguiente, Draco corrió hacia el jardín de Harry y se agachó donde él estaba cavando-. ¡Mamá viene pronto! –dijo conspiradoramente.
Harry lo ojeó cautelosamente antes de regresar a su trabajo-. ¿Por qué? –preguntó.
- Para hablar con tu tía. ¡Tal vez así te deje jugar conmigo!
Harry suspiró. Eso no iba a ir bien, él lo sabía. Era mejor para todos los involucrados que él y Draco no se volvieran amigos. No era como si tuviera muchos o mantuviera alguno. ¿Por qué empezar ahora? Estaba por abrir su boca cuando escuchó la puerta trasera golpearse.
- ¡Niño! –llamó Tía Petunia.
Harry cerró los ojos y se estremeció. Estaba seguro de que había visto a Draco-. ¿Sí, Tía Petunia?
Draco no estaba preparado para lo que sucedió después. El caballo sujetó a Harry por un brazo, lo subió y se lo llevó a rastras. Draco inhaló ásperamente cuando Harry jadeó suavemente por la sorpresa. Se acercó para escuchar qué estaba diciendo, sin gustarle la forma en la que lo sacudía, como una bolsa de harina medio vacía.
- ¿Cuántas veces tengo que decirte que no molestes a los vecinos? –siseó Tía Petunia entre dientes apretados mientras sacudía incluso más fuerte a Harry.
Draco podía ver que ella estaba lastimando a su amigo, y cuando vio una lágrima silenciosa caer de los ojos de Harry, se puso muy, muy enojado. Era su trabajo proteger a su pequeño león, después de todo. Eso era lo que se suponía que hicieran los niños más grandes. Su padre siempre le había dicho eso-. Yo le hablé –dijo abruptamente mientras se acercaba.
- Disculpa, ¿qué has dicho? –dijo Petunia bajando la vista hacia Draco, su mano ahora sosteniendo el brazo de Harry en un ángulo poco práctico.
- Lo siento, señora. Yo le hablé a Harry. Yo dije hola. Sólo estaba siendo amable. Me ha hecho compañía mientras trabaja en el jardín. No quería ningún daño.
Harry miró a Draco incrédulamente, como si nadie nunca hubiese ido en su defensa antes. Se estremeció cuando la mujer que lo sujetaba lo apretó viciosamente antes de soltarlo-. Lo siento, Tía Petunia –murmuró arrepentidamente.
Petunia analizó a Harry críticamente antes de regresar su atención a Draco-. ¿Cuál es tu nombre?
- Draco Malfoy.
Un resplandor llegó a los ojos de Petunia Dursley-. ¿De verdad? –cuestionó suavemente-. ¿Está tu madre cerca, niño? –preguntó mientras torcía su cuello para tener un mejor panorama del inmaculado jardín de Draco.
Como en el momento justo, la voz de Narcissa flotó por encima del encerado mirto-. ¿Draco? ¿Dónde estás? Creí que ibas a esperarme –dijo. Narcissa apareció elegantemente en el patio buscando a Draco-. Oh –dijo en sorpresa por la visión de Harry y Petunia.
Harry casi jadeó por la visión de la Sra. Malfoy. Nunca había visto a alguien tan hermoso. Bueno, excepto por esa mujer pelirroja que a veces veía en sus sueños. El pálido cabello rubio de la Sra. Malfoy caía en suaves ondas y sus ojos azul-gris eran amables e inteligentes. Estaba vestida con ropa elegante que no era ni cerca tan quisquillosa como la de Tía Petunia. Sostenía una bandeja de algún tipo llena de algo que lucía sospechosamente como galletas de chocolate.
- Hola –empezó Narcissa-. Ustedes deben ser nuestros nuevos vecinos. Yo soy Narcissa Malfoy y este es mi hijo, Draco –dijo, haciendo un gesto hacia Draco, que se había movido hacia un lado de Harry y miraba fijamente a Petunia-. Espero que no esté siendo una molestia –continuó Narcissa, notando la extraña mirada que su hijo estaba recibiendo de su nueva vecina-. Es un niño muy curioso y ha disfrutado visitar aquí. He sido terriblemente negligente en venir a decir hola. Draco y yo hemos hecho algunas galletas, para darles la bienvenida.
Narcissa extendió la bandeja hacia Petunia, quien casi se tropezó en su prisa por tomarla. Le dio bruscamente la bandeja a Harry y le siseó que la llevara adentro.
- Es un gusto tan grande conocerle –dijo Petunia-. Yo soy la Sra. Petunia Dursley. Estamos en proceso de establecernos, como puede ver. No sé quién vivió en nuestra casa antes. Pero obviamente dejó que el jardín se fuera a la ruina. –Petunia resolló desdeñosamente antes de inclinarse hacia delante conspiradoramente, pensando que estaba ganando puntos con la elegante Sra. Malfoy-. Yo, por supuesto, lo pondré en los estándares apropiados de inmediato. –Se inclinó más, causando que Narcissa diera un pequeño paso hacia atrás-. Tenemos que mostrarles a todos en el barrio lo que se espera –dijo suavemente, con toque vicioso.
- Ah –dijo Narcissa, desconcertada por la grosería de la Sra. Dursley. Buscando algo que decir, sus ojos encontraron a Harry cuando él regresó de adentro. Era adorable, justo como Draco lo había descrito; pequeño, encogido y tímido. Se movía silenciosamente y con cuidado, notó. También notó que su ropa era demasiado grande y gastada; completamente diferente al moderno atuendo de la Sra. Weasley. Cuando él finalmente se les unió, pudo ver que estaba nervioso. Narcissa se arrodilló, con una cálida sonrisa iluminando su rostro-. ¿Y quién es este? –dijo gentilmente, divertida cuando Draco empujó al niño hacia él.
- Este es Harry –anunció Draco, ignorando por completo la impactada expresión de Harry al ser empujado hacia Draco-. Es mi amigo. Del que te he hablado –dijo Draco orgullosamente.
Narcissa reprimió una risita. Pobre Harry, no tenía idea de dónde se había metido, pensó Narcissa. Extendió su mano y dijo seriamente-. Bueno, Harry. Es un gusto conocerte.
Harry vaciló. Pero, con un empujoncito de Draco, tomó la mano de Narcissa y la movió rápidamente antes de volver a su lugar-. Es un gusto conocerla, Sra. Malfoy –murmuró tímidamente.
Narcissa estaba encantada. Y, si la expresión en el rostro de su hijo era algo por lo que guiarse, él también lo estaba. Sí, Harry no tenía idea de lo que había firmado al ser el amigo de Draco. Independientemente, sin embargo, sacaba lo mejor de Draco, y Narcissa estaba complacida por ello. Narcissa se incorporó, alisándose los pantalones mientras lo hacía-. Su sobrino es adorable, Sra. Dursley. Debe ser un absoluto deleite.
Petunia pareció horrorizada por el cumplido.
Ni Narcissa ni Draco notaron que Harry rodó los ojos y suspiró suavemente.
Narcissa continuó, sin entender la expresión de Petunia-. A Draco le gustaría que Harry pasara la noche en nuestra casa frecuentemente. Mañana, de hecho. Además, me encantaría si Harry pudiera venir a jugar durante el día. Puedo asegurarle de que estará bastante seguro. Sólo somos Draco y yo, así que no hay nada que lo pueda abrumar. Asimismo, le dará a usted oportunidad de trabajar en su jardín. Por lo que oí, el pequeño Harry ha estado robándole todo su tiempo de jardín. –Narcissa rió livianamente. Petunia se obligó a sí misma a unírsele-. Le encanta pasar tiempo en el jardín, ¿verdad? Y ahora tendrá la oportunidad.
Petunia forcejeó con qué decir. Por los chismes de la calle, ya había aprendido que Narcissa Malfoy era la persona más importante del barrio. Era importante para Petunia dar una buena impresión. Pero, con el objetivo de hacer eso, iba a tener que dejar que Harry se fuera de la casa. Por prolongados períodos de tiempo. Para divertirse, por lo que sonaba. Eventualmente, su orgullo y avaricia social ganaron-. Sí, creo que eso estará bien –dijo con sacarina dulzura-. Harry es mucho más… inmaduro que nuestro hijo Dudley. Y Dudley, como la mayoría de los niños, juega un poco rudo, demasiado para el pequeño Harry. Sin embargo, me atrevería a decir que él y Draco se llevarían bastante bien. No obstante, estoy de acuerdo en que puede ser bueno para Harry pasar tiempo con un nuevo amigo.
Harry miró todo eso en shock. No podía creer que su Tía Petunia de verdad iba a dejarle pasar tiempo con los Malfoy. En su última casa, apenas lo habían dejado de salir de la alacena debajo de las escaleras.
- ¿Puede venir esta noche? –preguntó Draco emocionadamente.
- Draco –reprendió Narcissa-. Pueden jugar mañana. Estoy segura de que a su tía no le importará –dijo Narcissa livianamente.
- Sí, por supuesto –dijo Petunia con una tensa sonrisa. Se deprimía por perder una fuente gratis de trabajo en el jardín. Pero el posible beneficio social más que lo compensaba. Por alguna inexplicable razón, al hijo de Narcissa, tan hermoso y elegante como su madre, le había gustado Harry, un mugriento granuja, golfo. Bueno, eso tendría que cambiar. Pero por ahora, simplemente tendría que permitirlo.
- Maravilloso –dijo Narcissa-. Te veo mañana, Harry. Ven cuando gustes. De hecho, únetenos en el desayuno. Haré el favorito de Draco: panqueques con chispas de chocolate; siempre hay mucho para compartir.
Harry levantó la vista hacia su tía, quien asintió recatadamente, antes de decir gracias y que le encantaría.
Petunia y Harry vieron como Narcissa y Draco regresaban a su casa, Draco charlando sobre su último intento de encontrar un tesoro. Una vez que Petunia oyó que su puerta se cerraba, se volteó hacia Harry y lo sujetó por los hombros, clavándole las uñas al hacerlo. Ignorando el gimoteo de protesta, lo sacudió fuerte-. NO dirás nada de lo que pasa en nuestra casa, ¿me entiendes, niño? ¡Nada!
Harry sabía exactamente a que se refería y asintió silenciosamente, tragando saliva.
- Bien –soltó antes de liberar sus hombros-. Ahora ponte a trabajar, y rápido –ladró antes de girarse sobre su eje y entrar a la casa.
Harry suspiró y regresó a su labor. Miró hacia la casa Malfoy y sonrió cuando vio una cabeza rubia ahora familiar asomándose por la ventana. Draco le sonreía a Harry y se despedía con la mano. Tal vez las cosas serían diferentes, pensó, esperanzado por primera vez en mucho, mucho tiempo.
¡Wiiii! Nuevo fic! Como dice arriba, quería algo diferente. Así que ahora tienen este nuevo fic, en el que los magos ni siquiera existen. ¿A poco Draco no es una monada? ¡Me lo comería!
Bien, ya saben, si quieren darle vida al fic, hagan clic en Go y dejen un comentario! Aunque sea brevísimo, a mí me hace feliz.
¡Review!
