MUNDOS DISTANTES (RE:ED)


Capítulo 1

De mansiones a madrigueras

-¡Ni hablar, no pienso permitirlo! –así había comenzado aquella nueva discusión. Una de tantas que se habían ido ocurriendo desde hacía varios meses.

El grito de Narcissa Malfoy, acompañado de un fuerte golpe en la mesa que sacudió las copas, hizo que Lucius Malfoy se sobresaltara, y tras entrelazar los dedos (clavándose a sí mismo las uñas), cerró los ojos, intentando serenarse.

-¡Ya has perdido todo un año escolar, al negarte a presentar esos Éxtasis! –continuó Narcissa, mientras las puntas de sus dedos se ponían blancas de tanta presión a la cual estaban siendo sometidos, al aferrarse tan firmemente al borde de la mesa-. ¡Sabes que no tienes otra opción más que volver nuevamente al colegio!

-!Soy lo suficientemente mayor para decidir que quiero hacer! –contraatacó su único hijo. Draco había intentado tomar una actitud desinteresada, pero no podía más seguir fingiendo indiferencia. En especial cuando claramente llevaba las de perder. Sentía que la impotencia se arremolinaba en su interior.

Así que el joven de cabello rubio platinado, incapaz de controlar el grito que salió de sus labios, sin poder disimular el tinte rojo de frustración que ahora le pintaba todo el rostro, y con las manos temblorosas por llevar los puños firmemente apretados, se levantó de la mesa pegando una patada a la silla, la cual cayó al suelo haciendo un ruido sordo.

Estaba por alejarse de allí, dando grandes zancadas, pateando a la servidumbre, y despotricando palabras altisonantes, cuando el nuevo grito de su madre, le impidió siquiera dar el primer paso.

-¿Y ya está, no? –fue el bufido de Narcissa, quien con aquel tono mordaz y una fría mirada, apuntó un amenazante dedo contra el rostro de su hijo-. Te niegas a terminar con la educación mágica que tu padre y yo nos hemos preocupado por darte…

-Ejem… -La fingida tos de Lucius Malfoy se escuchó levemente, pero solo había bastado eso para que su esposa se callara, y lo mirará-. Creo que desde el principio, la única que quería que Draco estudiara en Hogwarts, eras tú. Siempre he dicho que Draco debería de haber estudiado en Drumstrang…

-¡Eso ya había quedado claro! ¡Ni hablar! –volvió a gritar Narcissa, mientras un nuevo golpe en la mesa provocaba que un par de copas cayesen y una horrible mancha de vino tinto arruinase el blanco mantel-. ¡Sabes perfectamente cuál es mi postura referente a que Draco estudie tan lejos de casa! ¡Ya es una tortura el tener que separarme de él para que acudiese a aquel internado!

Pero Draco ya había tenido suficiente. Aquella pelea se había sucedido desde que tenía 11 años, y su madre lo trataba como un bebé indefenso. Pero ahora, con 17 años, Draco no era para nada un niño. No necesitaba aquella sobre protección, en especial porque después de lo ocurrido el año pasado, sabía que era perfectamente capaz de cuidarse solo.

Sin poderse contener más, y aprovechando que su madre se encontraba ahora riñendo con su padre, el muchacho empujó salvajemente su copa (con lo que una nueva mancha se presentó en el mantel), y se alejó del comedor, caminando a grandes zancadas. No perdió la oportunidad de tirar la bandeja con los postres que uno de los elfos domésticos de la familia llevaba entre las manos.

-¡Draco! –gritó su madre al escuchar el estruendo de la bandeja al golpear el suelo, mientras veía a su único hijo alejarse hacia el otro extremo del salón-. ¡Draco, vuelve aquí!

Pero el muchacho tenía los puños demasiado apretados (tanto que se lastimaba así mismo encajándose las uñas en las palmas) y la frente demasiado en alto, que dar media vuelta en ese momento, habría significado herir su propio orgullo.

Salió del salón, pisando fuertemente, caminando por aquel largo pasillo, cruzando el imponente recibidor, corriendo por la escalinata de mármol, y no se detuvo hasta llegar a su habitación, en el segundo piso. Cerró la puerta dando un portazo, y se aventó con fuerza en la cama, mirando el alto techo, con aire vacío y aburrido.

Sabía que la posición de sus padres era por su propio bien, pero en aquel momento, no le hubiese interesado en lo más mínimo si lo dejaban a la deriva. Después de lo ocurrido el año pasado, ¿en verdad pensaba su madre que estaba dispuesto en lo más mínimo la idea de regresar al colegio a re-cursar séptimo? Regresar a Hogwarts, donde hacía apenas unos meses había tenido lugar aquella batalla…

No le interesaban los títulos académicos, no le interesaba graduarse y trabajar en algo pomposo e importante, como su padre. Sabía que la riqueza de su familia bastaba y sobraba para que el pudiera vivir con lujos, sin tener que trabajar ningún solo día de su vida; aunque en realidad lo único quería en ese momento era morirse. Aquel deseo era provocado por aquel miedo inexplicable que surgía en él, al pensar en volver a poner tan siquiera un pie en Hogwarts.

-San Potter, doña ñoña y la comadreja –dijo con la mandíbula fuertemente apretada. Ellos eran los que habían provocado todo aquello. Aunque en realidad, ellos apenas y eran la punta del iceberg que había provocado aquel caos que ahora era su vida.

Hacía ya dos meses desde que la Batalla de Hogwarts había tenido lugar. No pudo evitar el cerrar los ojos, recordando aquella noche. Aquella noche en que su padre lo había perdido todo. El Señor Tenebroso había sido derrotado, y pese a que muchos mortífagos habían huido, su familia se había quedado, sentada en un rincón del Gran Comedor, observando los acontecimientos.

Era cierto que nadie les había dirigido siquiera la mirada, pero Draco podía haber estado seguro, de que los seguían considerando el enemigo.

Se dio media vuelta sobre sí mismo, y empezó a golpear a sus almohadas, tratando de contener aquella debilidad que amenazaba con mostrarse en forma de lágrimas.

Tan solo un par de días después de la batalla, habían intentado llevarse a su padre a Azkaban, sin juicio. Y si no hubiera sido por San Potter, así hubiera sido.

-Ese imbécil –se dijo al pensar en el chico Potter. ¿Quién le había pedido que intercediera ante sus padres? Había quitado la condena perpetua que se cernía sobre su padre, y también había abolido el juicio contra su madre. Y contra él mismo, Harry no había dado posibilidad si quiera que se le llevara ante el Wizengamot.

Volvió a maldecir por lo bajo. Tomó una almohada y la arrojó con fuerza al otro lado de la habitación, donde chocó contra la pared, y cayó al piso, sin hacer ruido.

-No pienso hacer lo exámenes –se dijo-. No volveré a Hogwarts. No me obligarán…

Y con esto, dio por sentado el asunto, y se dispuso a tratar de dormir un rato.


Sin embargo, abajo en el comedor, el asunto no estaba dado por sentado. Narcissa tenía aún los nudillos blancos, por la presión que ejercía contra la mesa (parecía como si no se hubiese movido ni un milímetro), y Lucius seguía sentado en la cabecera de la misma, mirando su plato, a medio terminar. Sintió la mirada penetrante de su esposa, pero aun así se negó a mirarla de vuelta.

Durante todos aquellos años, Narcissa había sido quien había estado al mando de aquella familia. De eso no cabía duda. Ella había sido quien había decidido cuando tener hijos, y cuántos tener. Había sido ella quien había puesto el nombre a Draco, y quien había dirigido la educación que el muchacho debía llevar. Lucius no se lo reprochaba, después de todo ella había hecho un buen trabajo. Aunque mientras más entraba en la adolescencia, Draco cada vez se mostraba más incontrolable, rebelde, desobligado… Quizá fuera siendo ya tiempo de que fuese él, Lucius, quien dictase las reglas que su único hijo debería seguir.

-Draco tiene que terminar la escuela –espetó ella, regresándolo a la realidad -. Y eso no está a discusión. Tiene esta oportunidad única que la Directora McGo…

-No pronuncies su nombre en esta casa –le interrumpió su marido, mirándola por fin a los ojos. Una chispa de furia se encendió en lo más profundo de sus ojos grises-. No quiero oír nada de ellos.

-Ellos que justamente han perdonado tu trato y apoyo con el Señor Tenebroso. Ellos que han impedido que ambos fuéramos a Azkaban y dejáramos a nuestro hijo desamparado. Ellos que…

-¡Suficiente! –Lucius se puso en pie, mirando con coraje y miedo a su mujer. Pero Narcissa también levantó su tono de voz.

-No me interesan tus discusiones con el grupo que se hace llamar la Orden del Fénix, o cualquiera de los que estaban en contra del Señor Tenebroso, que a estas alturas es prácticamente todo el mundo mágico. Nos han dado la oportunidad de seguir siendo una familia, una familia unida, y no voy a permitir que volvamos a cometer errores como los del pasado. Si tenemos que tragarnos el orgullo de ser sangre limpia, de pertenecer a los Sagrados Veintiocho, para seguir siendo un apellido respetable, lo haremos. No pienso cometer el mismo error –dijo ella, aún con voz firme-. Draco va a volver a Hogwarts este año. Y después… Después puede hacer lo que quiera con su vida.


Hermione suspiró profundamente, mientras se miraba en el espejo, y trataba de peinarse. Quizá su cabello ya no estuviese enmarañado como años anteriores, pero era cierto que aún no era de un lacio impecable; aún batallaba (como en aquel momento) para poder aplacarlo. Cansada de cepillarlo sin poder deshacerse de aquel frizz, suspiró nuevamente mientras se amarraba la cabellera en una simple coleta. Volvió a mirarse en el espejo. No estaba tan mal.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un ligero "toc toc" se escuchó provenir de la puerta.

-La señora Weasley dice que han llegado carta de Hogwarts para nosotros –la voz de Harry se escuchó pegada al otro lado de la puerta-. Te esperamos en la cocina –agregó el muchacho. Y entonces, mientras Hermione volvía a mirarse en el espejo (una expresión de cansancio le regresó la mirada), se escucharon los amortiguados pasos del chico, bajando las escaleras.

No pudo contener aquel nuevo suspiro. Si seguía así, estaba segura que en cualquier momento su alma escaparía por sus labios, dejándola vacía por dentro, con aquella tristeza inundando cada rincón de su ser.

Pero no podía evitarlo. Hacía una semana que ella y Harry habían llegado a la Madriguera a pasar las vacaciones, y durante todos esos días, no había visto ni una sola vez a Ron. A decir verdad, no había visto al joven pelirrojo desde la Batalla de Hogwarts. Desde que ella se había inclinado sobre él y ellos se habían…

-Seguramente está muy ocupado en la tienda –se dijo en voz alta, aunque sus pensamientos iban por otro lado.

Seguramente la estaba evitando. Quizá la joven había entendido mal las señales y a Ron no le gustaba ella. Podría ser había ido demasiado lejos al besarlo de aquella manera. Muy probablemente lo mejor fuese que se evitaran por un tiempo, mientras olvidaban lo ocurrido en la sala de los Menesteres, y volviesen a aquella actitud de "solo amigos".

Se miró una última vez en el espejo. Su cabello amarrado en aquella coleta era de un castaño común, al igual que sus ojos. Si bien sus incisivos delanteros habían tenido un tamaño normal desde hacía años, y la adolescencia le había permitido el tener una tez limpia sin imperfecciones, en su conjunto, no había nada en ella que gritase belleza encantadora. No había nada que la distinguiese del resto y la hiciese sobresalir.

Era una simple chica común y corriente. No podía culpar a Ron si sus gustos iban por otro lado, y ella simplemente no era de su agrado.

Sacudió su cabeza con fuerza, como si quisiera espantar moscas, y finalmente dando la espalda al espejo, se apuró a abrir la puerta del baño. Sin perder mucho tiempo, bajó las escaleras, y entró a la cocina. Tal como había dicho Harry, apenas cruzó el umbral, la señora Weasley le puso entre las manos, una carta con el estampado de Hogwarts. Leyó su nombre escrito con aquella ya acostumbrada tinta verde.

-También hay para ustedes –exclamó la señora Weasley, dando una carta a Ginny, y otra a Harry, quienes ya se encontraban sentados a la mesa-, aunque me pregunto para qué les habrá escrito McGonagall a ustedes dos –agregó apuntando a Harry y Hermione.

La señora Weasley dejó el comentario en el aire, mientras se daba media vuelta para continuar revolviendo el estofado que se había dejado en la estufa. Hermione se sentó junto a Ginny (su gato Crookshanks se sentó en su regazo y comenzó a ronronear), con lo que los tres jóvenes dieron la vuelta al sobre, y levantaron el sello de cera roja, con el logotipo del colegio. Sin perder mucho tiempo, extrajeron aquel pergamino amarillento, y leyeron en silencio.

-Parece ser que este año me esperan muy pocos libros nuevos, mamá –dijo Ginny a su madre, al terminar de leer su carta-. Será una visita muy rápida al Callejón Diagon.

-¿Y qué dicen las de ustedes? –preguntó la señora Weasley, mirando a Harry y Hermione.

-La profesora McGonagall dice que "debido a las circunstancias del año pasado" podemos repetir nuestro séptimo curso –explicó Harry, releyendo su pergamino.

-¡Eso es maravilloso! –exclamó la señora Weasley olvidando el estofado-. Me pregunto si Ron habrá recibido también una de esas –y salió corriendo a buscar una pluma y pergamino, mientras gritaba "¡Errol!" para que la lechuza se apareciera.

La carta que llegó de parte de Ron, a la mañana siguiente (llevada por la pequeña Piwgidgeon que no dejaba de rebotar por toda la cocina), había respondido de manera afirmativa a la pregunta de su madre. Sin embargo, lo que agregó después, hizo que Molly Weasley le enviara de vuelta un vociferador.

-¡Mira que piensa que está por encima de los logros académicos! –le gritó a su marido en la cena, con la carta de su hijo en la mano-. ¡Ese niño cree que puede darse el lujo de no estudiar su último año en Hogwarts!

-Pero Fred y George tampoco terminaron Hogwarts. Supongo que Ron ha decidido quedarse con George a cuidar la tienda ahora que Fred no está… –puntualizó Ginny en voz baja y quebrada. La señora Weasley estaba por replicar, pero el escuchar el nombre de Fred hizo que le temblara todo el cuerpo, y sin poder decir una palabra más, se desplomó en la silla.

-¿Tú qué piensas hacer, Hermione? –se apuró a preguntar Harry.

-¿Yo? Pues claro que pienso volver.

-Al menos alguien tiene la cabeza sobre los hombros –dijo la señora Weasley, y tras sonreírle a la castaña, se apuró a mirar a Harry-. ¿Y tú, Harry querido?

-Pues… -Harry la miró, algo preocupado. Se preguntó si al igual que Ron, a él también lo regañarían. Pero finalmente, se armó de valor, y respondió-. Yo no pienso volver, señora Weasley.


Los señores Weasley, Ginny, Harry y Hermione habían ido al Callejón Diagon a la semana siguiente, a comprar los útiles y libros que las dos muchachas necesitarían, ahora que estudiarían en el mismo curso.

-Necesitamos comprarte una túnica nueva, Ginny –decía la señora Weasley atropelladamente-. Después a Flourish y Blotts por los libros de ambas. Hermione, mencionaste que necesitabas una canasta nueva para Crookshanks, ¿no es así? Podemos pasar por allí también…

-Podríamos darnos una vuelta por Sortilegios Weasley –dijo Harry en voz baja, para que nadie más que su amiga lo escuchara-. Si quieres, claro.

-A mí no me importaría curiosear lo nuevo que ha llegado a la tienda –susurró Hermione de vuelta, con el tono más despreocupado que fue capaz, fingiendo que no sabía que Harry se refería en realidad a ver y hablar con Ron.

Así que siguieron a los Weasley por las túnicas de segunda mano para Ginny, por tinta y plumas nuevas, e inclusive a la droguería para resurtir los ingredientes de pociones que Hermione necesitaría aquel año.

-Esto ya está –había dicho la señora Weasley una hora más tarde, releyendo la lista de útiles escolares que llevaba entre las manos, y confirmando todo mientras apuntaba a las bolsas que llevaba su marido entre las manos.

-¿Llevas todo lo que necesitas? –preguntó Harry a Hermione, mientras ella terminaba de pagar el par de túnicas nuevas que había comprado. La muchacha asintió en silencio.

-Casi lo olvido, necesitamos pasar a comprar más comida de lechuza para Errol y Pigwidgeon –dijo el señor Weasley, mientras salían de Madame Malkin's-. Creo que deberíamos pasar al Emporio de la Lechuza antes de dirigirnos a Flourish y Blotts.

-En ese caso, Hermione y yo pasaremos por la canasta nueva para Crookshanks –respondió Harry, al tiempo que le daba un codazo en las costillas a su mejor amiga.

Hermione entendió al instante, aunque prefirió no responder.

-No tarden mucho –les dijo la señora Weasley, con lo que los tres pelirrojos caminaron hacia la izquierda, mientras los dos muchachos emprendían el camino hacia el lado contrario.

Caminaron por delante de un par de locales, sin decirse nada, hasta que llegaron al estrambótico y llamativo puesto de Sortilegios Weasley. Harry se apuró a abrir la puerta, con lo que Hermione entró con paso lento, tratando de ocultar su nerviosismo.

-¡Harry, Hermione! –se escuchó el grito de George, pocos segundos después de que hubieran entrado -. ¡Que gusto verlos! ¡Hey Ron, mira quienes han venido!

La larguirucha figura de Ron se asomó por detrás de un estante. Les sonrió nerviosamente, mientras se acercaba a ellos, para saludarlos. Sin embargo, a Hermione no le pasó por alto como se negaba a mirarla, y sus manos temblaban nerviosamente.

-¡Harry ven, quiero que veas esto! –dijo en ese momento George. Harry se encogió de hombros (miró velozmente a Hermione) y lentamente siguió a George, quien se dirigía a la parte posterior de la tienda.

Entre Hermione y Ron se hizo un incómodo silencio.

-Escuché que volverás a Hogwarts este año –dijo el pelirrojo después de un rato, mirándola de reojo, a lo que ella asintió-. Me alegro por ti.

De nuevo el silencio incómodo.

-¿Y tú por qué no? –preguntó la chica.

-Prefiero quedarme con George, ayudando en la tienda.

Ambos miraron a diferentes lados.

-Ron –dijo ella, visiblemente nerviosa-. ¿Sobre lo que pasó en la Sala de…?

-Amigos, Hermione –se apuró a decir Ron-. Amigos nada más.

Hermione asintió bruscamente, indicando que lo había entendido, y antes de que se formase aquel nudo en su garganta, antes de que las lágrimas amenazaran con siquiera formarse, se dio la media vuelta y salió del local.

Sabía que Ron no la seguiría. Que aquello no terminaría como una dramática escena de telenovela, con él corriendo detrás de ella, tomándola del brazo y jalándola para fundirse en un abrazo. Así que en vez de correr callejón abajo, la castaña se quedó afuera de Sortilegios Weasley, sentada en los escalones, apoyando su cabeza entre sus manos, esperando a que Harry apareciera.

El chico llegó pocos minutos después, y se sentó junto a ella.

-Se han peleado, ¿verdad?

-Algo así –respondió la muchacha. La voz le temblaba un poco, y temía que en cualquier momento se soltase a llorar-. Supongo que simplemente no estamos hechos el uno para el otro.

-¿Entonces…? Lo que pasó entre ustedes…

-Entre nosotros no ha pasado nada –insistió ella, mirando a Harry y sosteniéndole la mirada, intentando controlar aquellas lágrimas-. Y tampoco va a pasar. Somos amigos, eso es todo.

Harry se levantó de los escalones, y extendió su mano para ayudar a su amiga a levantarse.

-Vayamos a Flourish y Blotts. Los señores Weasley y Ginny nos están esperando. Aún tienes que comprar tus libros-. Hermione tomó su mano, y se puso en pie.

-Ahora que regreso a Hogwarts, ¿me visitarás de vez en cuando? Aunque sea en las salidas a Hogsmeade...

Estaba por decir algo más, cuando el repentino jalón que Harry hizo a su brazo, la tomó por sorpresa. El muchacho la había acercado hacia sí, y la había abrazado tiernamente. Ella, con una expresión de sorpresa, se tomó su tiempo para abrazarlo de vuelta, y esconder su rostro en su pecho.

-Para qué son los amigos –respondió el muchacho.

Sin poder contenerse más, Hermione rompió a llorar.


Muy bien, empecemos con esto. ¡Let's do this!

Primeramente, muchas gracias por leer este primer capi. Me gustaría llamarla "mi nueva historia", pero en realidad, esta es una re-edición de mi primer fic.

Para los que ya sabían que esto es una re-edición, me supongo que muchos de ustedes ya conocen ese dato (llevan esperando cinco años después de todo), pero de cualquier manera, no está de más una leve explicación. Como dije, esto es una re-edición; me pareció que simplemente corregir errores de ortografía o sintaxis no sería suficiente, por lo que preferí subirlo nuevamente, y (por qué no) corregir también ciertos detalles en la trama que no me dejaron del todo satisfecha.

Para los que leen esta historia por primera vez, con todo gusto pueden pasar a leer la historia original, aunque de una vez les informo que habrá cambios significativos en la trama, por lo que se spoilearían sin ningún sentido. Mejor no lo hagan.

Y para todos los que están dispuestos a leer este fic, mucho les agradeceré que dejen un review, like y/o follow. El saber lo que les gusta y lo que no es lo que hace mejorar a un escritor (creo que finalmente podremos comprobarlo tras 5 años de duro trabajo~). Escríbanme con confianza, que no muerdo; así como también responderé a todos sus reviews porque el saber lo que les parece este fic es lo mejor que me pueda pasar.

Dejo el kilométrico comment aquí, y me despido esperando verlos en el siguiente capi. Les mando abrazos y besos. Sigan bellos!

Ribonette~