Una Rosa En Invierno
Disclaimer: todo pertenece a George R. R. Martin.
Esta historia participa en el reto ¡drabbles, drabbles y más Drabbles! Del foro Multifandón Is The New Black.
Rhaegar Targaryen observó con indiferencia las miradas asombradas que la multitud le dirigía mientras daba la vuelta al campo de justas pasando de largo el lugar en el que se encontraba su esposa. Nunca le había importado lo que los demás pensasen de él. Solo le importaba una cosa, la profecía. Esa que decía que era el príncipe que fue prometido, nacido de la sal y las cenizas. Esa que afirmaba que el dragón debía tener tres cabezas y que hablaba de una canción de hielo y fuego. Él era el fuego, de eso no cabía duda, pero Elia, su esposa, la que no podría soportar un parto más a pesar de haber parido solo dos hijos, no tres como indicaba la profecía, no era el hielo. ¿cómo iba a ser una princesa de Dorne el hielo? Era absurdo, ahora lo sabía, el hielo solo podía ser una mujer: Lyanna Stark.
La miró mientras depositaba la corona en su regazo. Debía acercarse a ella, conseguir que se fuera con él. La muchacha parecía tan desconcertada como el resto de los presentes. "Es hermosa" pensó el príncipe, "Tiene algo salvaje e indómito, algo frío y duro. Sí, es ella, ella es el hielo".
Pasó los días que quedaban en Harrenhall cortejando a lady Lyanna. Se veían a escondidas, tocaba canciones para ella y sobre todo le hablaba. Le decía que la amaba, que nunca había conocido a alguien como ella. Eran frases típicas y manidas. Sin embargo, consiguieron hacer sonreír a la joven Stark. Rhaegar también la escuchaba. Ella le hablaba sobre el norte e Invernalia y él se mostraba interesado por todo lo que le contaba. Casi al final, cuando él estaba a punto de proponerle fugarse, ella le habló de las rosas, bellas rosas azules que crecían en los jardines de Invernalia. Él la besó y susurró:
-Las rosas azules son flores preciosas, extrañas y fuertes, tienen que serlo para crecer en lo más crudo del invierno. Tu eres eso, como una rosa en invierno: preciosa y fuerte, por eso te amo-
Se fugaron esa misma noche. Lyanna no puso objeciones cuando se lo propuso. Ella no iba a casarse con un hombre al que no conocía solo porque su padre se lo ordenara, no, ella se marcharía con el hombre al que amaba y que la amaba a ella. O al menos, eso creía. Pobre rosa de invierno, si tan solo hubiera sabido que el único anhelo de su príncipe era que se cumpliese una profecía.
