¡Hey! ¡Aquí yo de nuevo!
Os traigo un nuevo Zick x Elena un poco pasado de rosca, pero en fin XD
Espero que os guste :3
— ¡PODERES DOM! —
Vista Dom
La vida no estaba siendo fácil para Zick desde que empezó quinto curso de primaría.
Cuando Jeremy, el nuevo gato tutor se metió en su casa, y comenzó a largar todas las cosas sobre su propia naturaleza y el mundo al que realmente pertenecía por esa boquita felina, nada había sido lo mismo para el pobre niño... monstruo... ¿niño monstruo? ¡Lo que sea!
Total, que desde ese día tal vez hubiera quedado paranoico (o ya lo estaba de antes), porque había empezado a ver monstruos en muchos otros sitíos más allá que en los muros de su casa... como por ejemplo ahora, que veía uno colgando de la espalda de Elena.
Llovía, abrigado hasta las orejas y paraguas en mano, Zick no dejaba de correr desde la escuela hasta su casa, sabiendo perfectamente que el sistema inmunitario de su cuerpo estaba por los suelos y que la mínima mojada lo encamaria por varías semanas.
Casi ni se dio cuenta de la presencia de su compañera de clases corriendo a su lado. Ya se estaba acostumbrando a Elena, porque eran vecinos y tenía que verla todos los días, aunque al principió le pusiera nervioso la niña. Era la única compañera de clases que había tenido desde siempre que no había tenido problemas con sentarse a su lado en el aula.
Pero ese no era el caso ahora, el caso es que comenzó a toser mucho ya cerca de su casa.
— ¿Estás bien? —escuchó la voz preocupada de Elena, quien se acerco rápidamente a él y lo sujeto por si se caía.
La niña sabía que el asma que sufría su vecino, de verlo usando tanto su inhalador en clases de educación física, no era cosa de risa.
Pero no era un ataque de asma, Zick no se sentía como si estuviera teniendo uno. Pero entonces ¿qué fue? Él le tenía alergia a muchas cosas, pero no creía que el agua de lluvia fuera una de ellas.
— Sí, no te preo... —entonces fue cuando lo vio. Un pequeño monstruo Bolo que no paraba de botar en la espalda de la pelinaranja— ¡Monstruo, alejate de mí!
Quiso espantar al Bolo, pero la jugada le salió mal y sin querer empujó a Elena al suelo y esta cayó de culo al asfalto mojado.
Zick fue presa del pánico. Había visto a Elena cuando se enfadaba mucho en la escuela, o en su casa cuando su primo Lonzo la visitaba. Y no era nada bonito de ver. Creo que se podría resumir con solo decir que Elena era violenta, bastante violenta, y perdía los nervios con facilidad. ¡Y ahora ella de seguro creía que la había llamado monstruo! ¡Ademas que la había empujado cuando trataba ayudarle!
Zick vio su corta y deprimente vida pasar ante sus ojos, estaba seguro de ser hombre muerto cuando la niña se levantó mirándole con el ceño fruncido.
— ¡Desagradecido! —bramó antes de empujarle, con tanta mala suerte que acabó en un charco de la calle.
El ¡CHOF! del trasero de Zick aterrizando en el agua fue el único sitió entre los dos durante unos largos dos segundos, donde el niño se cubrió la cara con las manos, temblando.
Pero se la volvió a descubrir cuando escuchó a la niña reír con gusto.
Sorprendido, vio como Elena le sonreía divertida sin ningún rastro de enfado en su cara.
— Ahora estamos en paz —le aseguró mientras le tendía una mano para ayudarle a levantarse, él la aceptó un tanto vacilante.
Ya de nuevo sobre sus piernas, escuchó vagamente como ella se despedía entrando en su casa. Pero él se quedó ahí plantado, en medió de la lluvia, completamente empapado. Habiendo olvidado su sistema inmunitario por los suelos, solo podía pensar que la niña más violenta de todo el colegio le había perdonado por alguna extraña razón.
— ¡40° de fiebre! —se quejó Jeremy llendo de un lado a otro dentro de la habitación de Zick. El niño estaba más pálido de lo normal, acostado en su cama con una bolsa de hielo encima de la cabeza— ¡¿Se puede saber que hiciste para enfermar tanto?!
El niño miraba de manera perdida el techo de la habitación, aparentemente sin hacerle caso al estricto gato.
— ¡Zick! ¡¿Me éstas escuchando?! ¡Te hice una pregunta mal educado!
En eso el niño giró su cabeza hasta el tutor felino y con una sonrisa boba le contestó.
— Creo que le caigo bien —dijo para sorpresa de Jeremy, que no entendió nada, antes de desmayarse por la fiebre.
