Thunderstorm, thunderstruck

Estuvo en el medio del desierto, cruzando fronteras, huyendo por su vida. Y fueron un par de ojos chocolate en medio de la tormenta, que lo dejaron atontado
[Asanoya mafia AU]


1. I was caught in the middle of a railroad track

Truenos. Cuando los rayos cruzan el cielo, calientan el aire a su alrededor, provocando una expansión. De allí el retumbar de los cielos justo después de un súbito relampagueo.

A él, le llaman el Trueno.

Algunos creen que es una leyenda urbana. Los ha escuchado en bares, encrucijadas y posadas recónditas. A veces en un idioma que conoce y a veces en uno que no, susurrando su nombre- se avecina una tormenta, dicen que el Trueno va a pasar por el pueblo- como si fuera un maleficio. A veces también suena como una oración.

Es un mensajero. Transportista. Lo que importa realmente no es él, sino el temible mensaje que porta consigo, sin falta. El trueno que acompaña su misiva apocalíptica, retumbando en los oídos de todos y haciendo temblar a alguien que tiene algo que temer. A veces es una persona, capaz de hacer arder en llamas el sitio al que debe ir. A veces un paquete, más peligroso que el mismo diablo, cuyo contenido puede abrir las puertas del infierno. Pero es su sola presencia, la pone de rodillas a todos los pecadores.

Sus manos son realmente pequeñas y ellas descansa el botón rojo capaz de hacer estallar a un país entero. Se preguntan qué llevará en el siguiente viaje. O a quién.

Con el mundo en su palma y el poder para recorrerlo en la punta de sus pies, El Trueno es una persona más humilde de lo que cualquiera podría pensar. Sabe que, si dejara que el poder se le subiera a la cabeza, dejaría de ser quien es y acabaría muerto más rápido de lo que un rayo atraviesa el cielo.

Él se conforma con el sol besando su piel, el viento de la carretera alborotándole el pelo y sus helados favoritos. Un hombre no necesita más.

—¡Jefe! —saludó al recién llegado desde abajo de su camioneta, al momento en que un par de piernas aparecieron en su campo de visión— ¿Qué lo trae por aquí?

—Yuu... no estarás subiendo de nuevo los pedales ¿verdad? —Bueno, mierda.

Con el ceño fruncido y tratando de disimular su vergüenza, asomó la cabeza por debajo del vehículo. Su jefe, un hombre al que llamaba Yaku Morisuke- aunque, no tenía ni idea de si ese era su verdadero nombre- lo veía con una sonrisa burlona en el rostro. Desgraciado, pensó amargamente. Él tampoco es mucho más alto que yo, no tendría que burlarse.

—Anda ya, sal de ahí —ordenó, aunque sonaba más como una petición. Con la facilidad de años de práctica, salió de su posición incómoda para ponerse de pie junto a su jefe. Menuda diferencia, pensó, viendo el traje elegante del otro junto con sus ropas andrajosas y llenas de aceite. Pero bueno, estaba tirado en el piso, no iba a vestir bien—. Necesito que viajes a Miyagi; a Karasuno, más específicamente.

—¿Problemas en el Nido? —Preguntó mientras se limpiaba las manos.

Dirigido por Papá Cuervo y su segundo al mando, Albino, el Nido de Karasuno era una de las ramas más pequeñas de El Cuartel, habiendo estado muy cerca de su disolución cuando perdieron a todos sus miembros veteranos. Tenían bajo su control la zona rural de Miyagi y, en su opinión, eran fundamentalmente pacíficos y no buscaban pelea si no eran provocados- aunque, no estaba seguro de querer volver a ver a Sawamura enojado, nunca jamás.

—Afortunadamente, no —respondió con una sonrisa tranquilizadora—. Solo necesito que hagas una encomienda.

—¿Qué no lo hago siempre? —Preguntó de buena gana. Morisuke soltó una carcajada, y sacó un cigarrillo de la chaqueta. Yuu se le adelantó, y de paso se lo encendió.

—Tetsurou no para de decir que estos son los que me dejaron enano —comentó entre bocanadas, a lo que Yuu involuntariamente tosió—. Que mal ejemplo el mío, fumando delante de niños...

—¡No eres mucho mayor que yo! ¡Además, ya tengo 22! —Exclamó, sonando más ofendido de lo que realmente estaba. Morisuke se rió, y dejó caer la colilla al suelo y la aplastaba. Maravilloso, pensó con amargura, ahora el taller huele a cigarrillo—. En fin ¿qué tengo que transportar esta vez?

A Kenma —Yuu casi se atraganta con su propia saliva, y comenzó a toser descontroladamente—. Vale, no a Garrita, me refiero al archivo Kenma- Anda ya, no te mueras —bueno, eso no era mucho mejor ¿o sí?—. Nishinoya... alguien nos ha vendido.

Repentinamente, la temperatura del taller descendió a los grados negativos, y Yuu encontró muy complicado mantener una buena actitud ante la situación. Alguien nos ha vendido. Morisuke no le devolvía la mirada, lo cual hacía que la situación le enfureciera todavía más. ¿Quién nos ha vendido?

No estarás pensando-

—Nos estamos dispersando —le susurró con algo que sonaba peligrosamente cercano a la pena—. El resto de los chicos ya tienen su ruta de escape. Llevarle el archivo Kenma a Sawamura es tu mejor opción.

—¡Morisuke! —Explotó finalmente. Todos lo sabían, que Yuu y su temperamento eran una bomba de tiempo, una condenada a explotar apenas le prendieran la mecha. La desesperación tampoco ayudaba a su volátil carácter— ¡Huír! ¿Te estás escuchando? ¿¡Es que planeas dejarle la zona en bandeja de plata a la víbora de Suguru!? ¡¿Y qué pasará con el epicentro de El Basurero?!

Un latido pasó- que, a él se le tradujo en una eternidad. Y finalmente, Morisuke habló de nuevo:—Estamos desmantelando este sitio, Yuu. Sombra se va a escapar con Bengala y Garrita en el próximo cargamento a China —prosiguió como si no escuchara, y si le preguntaban, Yuu creía que realmente no lo hacía—. Yo me iré a Rusia, Cachorro me consiguió asilo. Daishou y las serpientes se encargarán del sitio mientras no estamos, son nuestros aliados.

—Sabes que no tengo a dónde echarme muerto —susurró. El otro se rehusaba a verle a la cara, y Yuu se encontró preguntándose en cuántos problemas se metería si decidiera batirse a golpes con el jefe—. Sabes que no tengo otro sitio que no sea este ¡Lo sabes Morisuke!

—Papá Cuervo puede acogerte bajo el ala temporalmente —ahora, eso sí que sonaba a pena— Y luego...

No hay un luego, no si se queda en el país, y ambos lo saben.

Quien los delató- la maldita rata- no pudo haber dejado piedras sin voltear, no si quería ganarse un trato con la fiscalía. Debían asumir que sabían todo sobre El Basurero, como mínimo. Ubicaciones, extensión, líderes, cómo se mueven y quién los mueve. Yuu lo sabe, que su nombre debe aparecer en todas partes, así como sabe que quien se llevará la peor parte de todo será Kenma. Que está acabado.

No hay un luego para él, porque ya es hombre muerto, y no pueden rescatarlo.

—No lo sé, maldición —ambos hicieron silencio, dejando que la impotencia les consumiera lentamente. Morisuke dio otro suspiro, y Yuu se sintió envejecer una década por el estrés—. Quizás Coronado y Bataraz te consigan una nueva identidad —ese quizás le sonaba a farol—. Es temporal, hasta que podamos resolver este asunto.

Le llaman el Trueno dentro de su línea de trabajo- donde tiene un techo, amigos y comida también. Donde está protegido y puede proteger. Donde cuida lo que transporta con su vida entera y jamás ha fallado en llevar algo a su destino. El Trueno es una leyenda, un héroe y deidad, alguien que tiene un sitio en este mundo. Alguien poderoso, un ejército de un hombre, y las calles le pertenecen.

Nishinoya Yuu es un huérfano que apenas si terminó la preparatoria, y no tiene ni siquiera un trozo de mierda donde caer muerto.

—¿Cuándo es la salida? —Preguntó entonces, aceptando su destino.


Cuando dicen que el Trueno es la deidad guardiana de las rutas, no es un simple chiste, o una exageración provocada por la admiración.

Las calles son su vida. El mundo, la palma de su mano. La carretera es su hogar.

No es como si supiera lo que un hogar es per se. Simplemente supone que el hogar es en donde está el corazón y donde se siente más seguro, y no hay sitio donde se sienta más seguro que al volante. En las autopistas, y ciudades y campos, con el horizonte en el parabrisas y el pasado en el retrovisor. Conoce el mundo de esa forma y así es como sabe pelear.

Aunque no es que en ese preciso instante se sienta seguro, segurito y con toda la seguridad. De hecho, está con los nervios de punta y el vello erizado, porque obviamente su última misión para Don Gato y la pandilla tenía que ser algo de esa magnitud.

Entrega el archivo Kenma a Sawamura. Es tu única opción.

Si me atrapan, pensó, sintiendo cómo cada poro de su cuerpo se empapaba de sudor muy a pesar del clima decembrino. Si me atrapan, Japón entero arderá.

Trabajaba para los Gatos del basurero, una rama de los Búhos de la arboleda, las sombras que dirigen Tokio. Después de los líderes, él conocía cada trampa de rata de la prefectura- y, como resultado de sus desventuras a lo largo y ancho del país, las de muchos otros sitios también. Como por ejemplo, la sede principal del Nido, en el pequeño pueblo montañoso de Karasuno.

Maldito seas, Morisuke, gruñó, revisando retrovisores por milésima vez en la última hora. Paranoico, esperando cualquier tipo de infortunio que pudiera ocurrir. Una persecución, una redada, un accidente... ¡Incluso un maldito terremoto, diablos! ¿Quién les había vendido? ¿Cómo? ¿Cuándo? El por qué no importa tanto ¿O sí? ¿Qué puede ser tan grande como para darle la espalda a toda la familia? ¡Mierda!

Trueno al habla —Pero, sin importar cuánto buscara la respuesta, sólo encontraba más preguntas. No dejaba de darle vuelta a la situación, como si fuera a cambiar la indiscutible verdad—. ¿En dónde está Daichi-san?

Les habían tendido una trampa, y ahora todos estaban en peligro.


¿Asanoya mafia AU? ¡Asanoya mafia AU! O, titulado alternativamente, la excusa para meter a Noya al crimen organizado -Att. Tamarindo Amargo