Antes de nada querría agradecer mucho a todos que os hayáis pasado por aquí a leer mis cosas. Bueno es mi primer fic publicado, no tengo el mejor estilo del mundo y sé que flojeo en muchas cosas. Por favor se agradecen las críticas constructivas. Y nada que es todo muy gay y maravilloso y que espero que lo disfrutéis.
Regina no se podía creer aquello, tenía que ser a la fuerza una pesadilla. Pero el frío de la noche de Storybrooke le indicaba que no lo era. Había hablado con Emma y ella le había confesado sus temores. Le había jurado y perjurado que su visión no se cumpliría, sin embargo allí estaba ella como la Parca enfundada en una capa espada en mano. Llevaba un buen rato intentando resistirse a su clon malvado, había sido todo inútil. Había suplicado, había llorado hasta quedarse sin lágrimas y no poder ni respirar. Pero no la Reina Malvada no había cedido ni un ápice. "Tienes que matar a Emma Swan". Aquella mano malvada se cernía sobre aquello de lo que dependía su voluntad absoluta su corazón, por más que lo intentara no conseguía desobedecerla. Sabía que alguna gente era capaz de resistir más o menos incluso aunque sostuvieran su corazón. Pero suponía que al ser su propia otra mitad la que lo sujetaba la influencia, era mayor. Más poderosa, irresistible.
"Por favor, a Emma no, a Emma no". Hubiera podido soportar que la mandara matar a Gruñón, Archie, incluso a Blanca. Pero ni Emma ni Henry, eran su familia, mucho más que los otros Charmings. Con Emma había conseguido tanto, esa confianza, esa fe en ella, en su hijo, en esa extraña familia que habían formado a pesar de todo. Aquello destrozaría a Henry, como iba a apañárselas sin ninguna de sus madres. Regina sabía que aunque, su voluntad no le perteneciera, Henry nunca le perdonaría que matara a Emma. Le iba a perder, la iba a perder, su familia, el último reducto de su felicidad.
-¿Por qué me haces esto?- preguntó siendo consciente de que su gemela era capaz de saber todo que pensaba. – ¿No es evidente? Lo hago por nosotras, por nuestra felicidad – respondió con un siniestro placer. –Mi final feliz, no es sin mi familia, nada tiene sentido si no tengo a Henry a mi lado.- Notó una punzada de dolor. Estaba consiguiendo enfadarla. –Tu final feliz no debe depender de nadie, Regina, ya sabes lo que ocurre cuando confías en los demás. Vas a hacerlo y punto.- Percibió como ella se retiraba de su conciencia. Salió de la mansión y condujo el coche hacia la calle principal. Casi ni veía los carriles entre las lágrimas. Esperó unos cuantos minutos y la vio aparecer entre la lluvia. Iba enfundada en una camiseta de tirantes negra y unos tejanos oscuros. Momentáneamente pensó en lo absurdo que resultaba que con el frío que hacía en Maine en aquella época del año estuviera en tirantes tan tranquilamente. Iba armada con la espada de su padre, la propia Reina Malvada le había enviado el desafío. Y la propia Regina le había dicho a Emma que no lo aceptara, a lo que prosiguió un ensayadísimo discurso sobre su labor como salvadora y superar sus propios miedos. Regina nunca aprobó aquello, pero entendió la posición de Emma. Ahora solo quería que su profecía no se cumpliese y que Emma acabase con ella. Así al menos Henry tendría a una de las dos, nunca podría odiar a Emma por haber confundido a Regina con la Reina Malvada. Más teniendo en cuenta que la propia Reina Malvada se había asegurado de enfundar a la alcaldesa en su vieja armadura y arreglarla tal y como lo hacía ella misma cuando aún quería colgar del árbol más alto del Bosque Encantado a la irritante Blancanieves.
Regina esperó a Emma, la Reina Malvada le había hasta prohibido seguir llorando. Emma se lanzó sobre ella, detuvo todos y cada uno de los golpes. Hasta le asestó a Emma una buena patada que la mandó de culo al suelo. Sin embargo la salvadora no esperaba menos, se repuso resistió las envestidas. En tan solo otras dos mortíferas estocadas, Regina consiguió desarmarla. Por dentro se moría, no quería hacerle daño, pero su conciencia no le pertenecía, era una marioneta en manos de su peor versión. La había aparcado hasta el lugar más recóndito de su ser donde solo podía contemplar como sus manos se esforzaban en acabar con la vida de una de las personas más importantes que tenía. La espada se desvaneció, vio la cara de pánico de Emma. – No dejaré que les hagas daño – Dijo con voz temblorosa la salvadora. Regina dentro de si misma gritó de dolor cuando la espada atravesó de parte a parte a la señorita Swan. Emma en un reflejo le agarró la mano. Una corriente eléctrica imperceptible sacudió a las dos. De pronto Regina notó como su cuerpo volvía a pertenecerla. Cayó de rodillas frente a una muy malherida Emma. Gimió de angustia – Emma no, por favor, te lo suplico, no me abandones.- Puso en juego toda su magia y luchó con cada fibra de su ser para sacar toda la energía necesaria para curarla. Poco a poco la herida empezó a sanar. Le acarició el pelo sin importarle las manos llenas de sangre y sin preguntarse siquiera como era posible que volviera a tener el control de su cuerpo. –Perdóname, por favor- Le dio gracias al cielo por no haberla perdido. Los Charming, Henry y Hook seguían a lo lejos sin saber muy bien lo que hacer, sin entender nada de lo que acababa de suceder. Regina se acercó aún más a Emma y la besó dulcemente en la frente. Había estado tan cerca de perderla, nunca había sufrido tanto la pérdida de un ser querido. Ni siquiera cuando Daniel o Robin murieron ante sus ojos.
Emma era diferente, era su complementaria, la otra madre de su niño. Su mitad, entonces comprendió muchas cosas. Entendió porque la Reina Malvada había querido eliminar a Emma antes que a Snow o incluso a Charming. Entendió porque incluso le importaba más que desapareciera del tablero de juego. Emma era su amor verdadero, lo había sido siempre. Entendió todo, su odio inicial, su amistad después y la familia tan perfecta que formaban junto a Henry. Comprendió que al tocarla una Emma malherida, había sido capaz de desterrar la conciencia de la Reina Malvada de su ser. Una voz áspera la saco de sus pensamientos –EHHHH, APÁRTATE DE ELLA- Era Garfio por supuesto. Ya habría tiempo para explicaciones, le gustara o no, ahora tenía que dejar a la Sheriff no sabía durante cuánto tiempo conseguiría mantener el dominio de su cuerpo, pero quería poner distancia de por medio e intentar recuperar su propio corazón. Le dedicó a una última caricia a una inconsciente, pero viva Emma y se esfumó.
