El llamado toque humano, dulce y necesario es lo que puede marcar la diferencia entre vacío y regocijo.
EL LLAMADO TOQUE HUMANO
.:Capítulo I:.
El comandante del batallón Hisoku caminaba con paso firme por la Asamblea, núcleo del poder de la gran ciudad, los soldados que lo reconocían por los pasillos lo saludaban con una leve inclinación de cabeza, los que no, simplemente admiraban su alta estatura y su porte serio, bajaban la vista a su paso sintiéndose intimidados. Gingetsu era un coronel de alto rango muy respetable, constantemente los cinco sabios le imponían tareas arduas para que las llevara a cabo pues confiaban en él. Hacía quince minutos había dejado su oficina y a su sub comandante para encontrarse con uno de ellos, su jefe directo.
Lo dejaron pasar de inmediato, atravesó la puerta metálica y se halló en una estancia peculiar. La habitación era de buen tamaño más a pesar de su amplitud sólo poseía un escritorio tras el cual se escudaba el sabio Shuu. Un hombre anciano, lleno de sabiduría y experiencias, que miraba con tranquilidad los sucesos que acontecían bajo su gobierno.
Gingetsu saludó golpeando sus botas y se mantuvo erguido frente al sabio Shuu, esté miraba con atención un memorando con un logo que el comandante no hacía visto con anterioridad, luego lo dejó de lado y le prestó atención
-comandante – masculló en forma de saludo, le sonrió felizmente, haciendo que las arrugas se le marcaran aún más en el rostro –una compañía del gobierno me ha mandado esto – señaló lo que había estado leyendo –crearon una especia de androide avanzado, nos lo mandaron como obsequio, es el primero en su tipo y único en su serie – el comandante asintió, aún no sabía la razón por la cual la mandaron a llamar pero no creía que fuera para hablar de los nuevos avances tecnológicos de la división de sistemas –acércate C –. La figura surgió del marco de la puerta como si hubiera estado esperando a que lo nombraran, más en lugar de la maraña de circuitos que Gingetsu esperaba ver, era un joven de aspecto melancólico, vestido con ropas formales en tono oscuro que se detuvo hasta llegar con el sabio Shuu
-¿desea algo? – el anciano negó con la mano
-comandante Gingetsu esté es C – los presentó
-mucho gusto – el chico inclinó la cabeza y el coronel dudó por un segundo que en verdad se tratará de una computadora
-C, él es tu nuevo dueño – ante la evidente confusión del mencionado, el general Shuu explicó
-es para usted, es menos de lo que se merece por sus años de lealtad
-¿tengo que quedármelo? – preguntó Gingetsu
-así es, para eso quería verlo
-gracias – aceptó al final –me retiro – se despidió y luego se alejó. C lo siguió rápidamente, dejándole dos pasos de espacio tal y como estaba programado para hacer. Gingetsu lo miró de reojo, tenía el cabello negro azabache amarrado en una coleta, sus ojos eran obsidiana, su tez pálida, su respiración tranquila, parecía un humano en realidad.
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En cuanto entró al departamento del coronel lo analizó. La amplia sala lo recibió, había sillones tapizados en cuero negro, una pequeña mesa de cristal en el centro, un reloj con marco plateado y los aparatos electrónicos usuales. Todo limpio y estilizado, un poco frío. El coronel se dirigió a su maquina contestadota para escuchar los mensajes. C contaba con un programa de precisión exacta para que él actuara de una forma adecuada dependiendo de la situación en la que se hallara. Tenía un programa de aprendizaje automático, sus acciones dependían de él pues no tenía libre albedrío. Contaba con sistema de audio, video, sensores de temperatura, esencias, conexión inalámbrica de Internet, infrarrojo, podía hacer llamadas por teléfono, programa de dictado, diversos puertos para conectarse a otras máquinas. Su memoria superaba con creces a las computadoras de esa época y para no saturarse desechaba los archivos viejos. Su respiración era su modo de ventilación para no sobrecalentarse. Tenía antivirus, podía mojarse y no descomponerse gracias a la protección de imitación de piel y para cuando necesitara recargar su batería sólo debía conectarse a cualquier enchufe de corriente eléctrica. Su personalidad era tímida, calculadora y un poco seria para que pudiera congeniar fácilmente con los militares.
El comandante se encerró en su habitación y lo dejó de pie. Se regía por dos leyes de la robótica, sólo obedecía al científico que lo creó y a su dueño más podía realizar ciertas acciones por sí solo. Alcanzó la agenda telefónica junto a la contestadota y comenzó a memorizar los múltiples números, luego ingresó a los estados de cuenta del comandante para manejar sus finanzas y por último a la base de datos de la Asamblea para el expediente médico, era lo que necesitaba por ahora. Se dio media vuelta cuando el coronel hizo su aparición nuevamente, llevaba un abrigo
-¿va a salir? – inquirió
-así es, te vas a quedar aquí – C asintió pero no pudo evitar preguntar nuevamente
-¿qué quiere que haga en su ausencia?
-¿qué quieres hacer tú? – el androide se quedó estático
-¿qué quiero? – repitió –no puedo querer nada, no estoy programado para ello
-si no quieres nada, no hagas nada – tras ello el coronel salió. C parpadeó, no es que necesitara hacerlo pero era un gesto humano que aprendió mientras estaba en el laboratorio, se recostó en un sillón. No entendió parte de la conversación pero obedeció lo que para él era una orden "no hagas nada". Se preparó para suspender el equipo
-comenzando hibernación – sus ojos perdieron el iris negro mientras guardaba lo importante en su memoria. Luego sus ojos se cerraron.
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Continuará
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