Bajo Cero

Lo que pintaba como otro día más en el instituto Mckinley, se había convertido en toda una locura. La emoción por el viaje a la nieve, en fin de curso, estaba causando todo tipo de emociones en los alumnos de último curso.

En los pasillos no se hablaba de otra cosa que no fuese Alpine Valley, cerca de Cleveland. La mayoría de aquellos estudiantes ni siquiera habían salido de Lima, ni conocían la capital. El director había organizado este viaje como recompensa a las buenas calificaciones de los alumnos de último curso; una actividad que mezclaba naturaleza con el deporte.

Todos estaban emocionados. Todos los alumnos menos Rachel Berry que, con un panfleto de información del lugar en la mano, caminaba por los pasillos suspirando.

Sus padres casi le habían obligado a ir con sus compañeros de instituto, alegando que sería una buena oportunidad de convivencia y despedida. Lo que sus padres no sabían es que Rachel Berry no caía demasiado bien a sus compañeros de clase. Su enorme prepotencia por convertirse en la mejor, en el grupo de canto, le había costado la simpatía de sus compañeros del coro. Todo eso, mezclado con la intensidad y dramatismo que caracterizaba a la muchacha, la había colocado en el último escalafón del estatus social del instituto.

-¿Habéis traído todas las autorizaciones?-preguntó el señor Schuester.

El profesor de Español y del Glee club había sido, junto a la señorita Sue Sylvester, la entrenadora de los animadores, el profesor asignado para el viaje de último curso.

-Rachel, ¿tienes tu autorización?-preguntó a una cabizbaja Rachel.

-Si-contestó tímidamente sin levantar la cabeza.

-¿Es que te has dado algún golpe y te has vuelto más tonta de lo que eras?-atacó una sonriente Santana.

Santana López es la co-capitana de las animadoras. Ella misma se denomina como la perra del Mckinley, pues su hobby es insultar a todo lo que se le pase por delante. Todo lo contrario a Quinn Fabray, la capitana, la abeja reina, la que domina sobre todo el instituto y que, con una simple mirada, consigue todo a su alrededor. Con su mirada logra congelar a cualquier chico o chica del instituto.

-¡Santana ya basta!-levantó la voz el señor Schuester.

-Te he dicho mil veces que no malgastes tu tiempo con esa cosa-dijo una Quinn con aires de soberbia.

-Aquí tienes-Rachel sacó su autorización para el viaje de su carpeta rosa decorada con estrellas doradas.

-Gracias Rachel, seguro que nos lo pasamos bien-le regaló a Rachel una fingida sonrisa.

El director Figgins había obligado al señor Schuester a ir al viaje a cambio de un mes más usando el aula del coro. Los continuos fracasos, y el empeño de Sue por boicotear el Glee club, habían condenado negativamente al coro del instituto y se habían convertido en el hazme reír y el objeto de burlas del instituto, sobre todo por el grupo de fútbol y sus animadoras.

Rachel suspiró, de nuevo, frustrada en su asiento mientras notaba las constantes risas del grupo de animadoras. Ya se había convertido en rutina que le tirasen granizados, que le hicieran pintadas e incluso que hicieran dibujos obscenos en las paredes del baño, pero pasar todo un fin de semana, con sus respectivas horas y minutos, con un grupo de gente que básicamente sólo le estaba haciendo la vida más imposible… No, no era algo con lo que Rachel había soñado para cuando acabase el infierno en el que estaba envuelta en ese instituto.

-Muy bien chicos, el viernes salimos desde el instituto. Hemos alquilado dos autobuses e iremos sentados por orden-explicó el profesor.

-¿Por qué?-se quejó Quinn Fabray.

-Quiero un orden y así os mantendremos controlados. Además, no quiero que arméis mucho alboroto en el autobús-colocó una mano en la cabeza en señal de malestar.

-¡Voy a quejarme a la señorita Sylvester!-exclamó la capitana.

-No vas a conseguir esta vez nada, por una vez hemos coincidido en algo y ahora, por favor, continuemos con la clase-cogió su libro para buscar la lección por la que se habían quedado el día anterior.

La clase había pasado rápido para Rachel. Cuanto más se acercaba el día del viaje, más rápido corrían las horas del reloj. Se extrañó de no ver al grupito de chicas metiéndose con ella, recogió sus libros de la taquilla y decidió saltarse las clases del Glee por esta vez. No le apetecía escuchar más planes sobre el viaje y todo lo que habían organizado para cuando llegasen a la nieve.

-¡No pueden hacernos esto!-se quejó Santana.

-Está decidido, el orden es la única manera de mantener a un atajo de idiotas tranquilos en sus asientos-dijo la señorita Sylvester mientras echaba unos polvos energéticos en su batidora.

-Pero…-intentó convencerla Quinn.

-No hay más peros Fabray. No sólo está en juego el estúpido Glee club, sino que también lo están los animadores-le dio al botón de su batidora mientras las miraba amenazantes.

-Los animadores nunca han tenido esa clase de problemas y mucho menos en juntarnos con la escoria-explicó la capitana.

-No hay dinero, lo gastamos en los billetes de aviones del último campeonato y ahora nos toca aguantar a esos estúpidos-dijo con la mirada perdida y cargada de odio.

-Pero me va a tocar aguantar por algunas horas a algún imbécil o, peor aún, a Berry-miró a su amiga Santana con pánico en su rostro.

-Salid de mi despacho antes de que me la ensuciéis con vuestra mediocridad-abrió el tapón de la batidora y le dio un gran trago.

Las chicas salieron indignadas de allí por no haber conseguido lo propuesto para asignarse el compañero de viaje. No tenían ni idea de con quién les iba a tocar, pues ni siquiera conocían los nombres de la mayoría de su clase. Ellas lo solucionaban asignando algún mote y ese era el nombre que acompañaba a esa persona durante los años que duraba su estancia en el instituto.

Moco verde, boca chancla, rarita, enano… eran algunos de los ejemplos de nombres que Santana o Quinn asignaban a sus compañeros.

-¿Por qué no conocemos ninguno de los nombres de la escoria del Mckinley y de la idiota de Berry sí?-preguntó Santana al darse cuenta de a dónde habían llegado.

-Será porque es la peor de todos-respondió Quinn mientras se encogía de hombros.

-Es la más irritante, eso sin duda-sonrió la latina.

Desde que se conocieron en el instituto, Rachel y Quinn no habían parado de pelear. Durante varios años, Rachel tuvo que aguantar todos los desprecios y las malas acciones que la rubia le proporcionaba junto a su inseparable amiga Santana.

-No sé si será su cara, o su constante verborrea insoportable, que cada vez que la veo, o la escucho, me entran ganas de pegarle una bofetada-explicó la latina.

-Es hora de que me marche ya a casa-sentenció la rubia.

-¿Qué te pasa? Te has puesto rara de repente-se extrañó al notar el comportamiento de su amiga.

-Será por el tema de los asientos. Me ha dado un bajón-respondió rápidamente mientras recogía su mochila de deporte.

-Si tú lo dices…-se cruzó de brazos mientras observó cómo su amiga salía a toda prisa del instituto.

Santana no se quedó muy conforme con la respuesta de su amiga. Algo raro le pasaba, eso estaba claro, porque nunca la había visto tan nerviosa y a la defensiva con el tema de los raritos de clase… algo que su instinto y, su tercer ojo Mejicano, iban a descubrir.

-¡Hola Sanny! Te he estado buscando toda la mañana-una sonriente Brittany apareció para colgarse del cuello de la latina.

Brittany una chica algo alocada y despistada, pero con un gran corazón, era la única persona en el instituto que conseguía ablandarle el corazón a la furia latina. Ellas dos, junto a Quinn, formaban un grupo inseparable, pues crecieron juntas y crearon un gran lazo de unión.

-No me gusta que hagas estas cosas en público. Además, me has asustado-se separó de la chica mirando a ambos lados del pasillo.

-Tranquila, no hay apenas gente en el instituto. Además, ¿qué hacías allí parada mirando a la puerta?-preguntó curiosa.

-Estaba preocupada por Quinn. Últimamente está muy extraña-le explicó a su amiga.

-¿Por qué? ¿Qué ha hecho?-cuestionó preocupada.

-No es que haya hecho nada, es sólo que le pasa algo y no sé qué es… Algo le preocupa-recibió un abrazo de su amiga mientras suspiró aliviada por el contacto.

-Estará nerviosa con lo del viaje-acarició Brittany la espalda de la latina a modo de confort.

-Será eso… ¿Qué tal las clases?-intentó cambiar de tema.

-Pues bien, hoy en el coro he cantado dos canciones de Britney Spears-le contó emocionada mientras da un par de palmaditas.

-¿Dos canciones?-se extrañó.

Normalmente, en clase de canto, Rachel Berry se encargaba de cantar la mayoría de los solos del grupo. A pesar de ser una chica irritante, era la mejor voz de todo el instituto y la esperanza de que el "Glee Club" ganase alguna competición.

-Sí, Rachel no ha venido a clase hoy. ¿Le habrá pasado algo?-se preocupó.

-La última vez que vi al enano estaba en clase. Eso sí, está más rara de lo normal-se encogió de hombros para quitarle importancia.

-¡No la llames así!-se enfadó.

-No sé cómo la aguantas en clase… En el coro debe de estar más insoportable de lo que ya es normalmente.

-A mí me gusta como es-sonrió.

-¿Vienes? Voy a casa, te puedo acercar en coche-intentó cambiar de tema para no cabrearse.

-No puedo, ahora tengo debate-sonrió nuevamente de emoción.

-No sé cómo puedes llevar tantas actividades a la vez-recogió su mochila de deporte para colgársela al hombro.

-No son tantas-se quedó pensativa mientras se tocó la barbilla con el dedo índice.

-Las animadoras, el Glee Club, el de ajedrez, el de ciencias, el de debate, el de lectura, audiovisuales, el de la banda de música… ¿Me dejo alguna más?-dijo de forma irónica.

-Te olvidas del club de minoría de gente de color-movió la cabeza a modo afirmativo.

-¿Qué haces en ese club?-se sorprendió.

-Soy negra-se quedó callada esperando la reacción de su amiga.

-¿En serio, Britt?-negó con la cabeza.

-Lo siento San, llego tarde a debate. Nos vemos mañana-le dio un beso en la mejilla mientras se fue a su siguiente clase dando pequeños saltitos, dejando a la latina estupefacta en medio del pasillo.

Por otro lado, Rachel Berry había llegado a su casa. Corrió escaleras arriba hasta llegar a su habitación, lanzó la mochila a un lado de la cama y se tumbó bocabajo en la cama. Normalmente tenía un ritual al llegar a casa; abría la puerta, saludaba a sus padres con un beso en la mejilla y subía a su habitación para admirar los poster de Barbra Streisand mientras colocaba en el reproductor de música una específica selección de canciones, para ese día en concreto, mientras se duchaba y se ponía cómoda para bajar a disfrutar de la compañía de sus adorados padres.

Rachel Berry era hija de dos hombres. Aunque ellos siempre le habían demostrado cariño, y le habían mimado y consentido todos sus caprichosos, ella siempre había recibido el acoso por parte de sus compañeros por la condición homosexual de sus padres. A pesar de que las burlas y los comentarios groseros habían disminuido con la edad, algunas personas aún lo tomaban como objeto de burla.

Éste hecho nunca había afectado a Rachel. Quería a sus padres con locura y se sentía muy orgullosa de ellos, menos el día en el que la obligaron a ir al estúpido viaje en la nieve que se iba a realizar en el fin de semana.

Era el segundo día que había hecho huelga de silencio en casa y eso la estaba matando. Se giró en la cama y repasó con la mirada toda su habitación, pues necesitaba encontrar una excusa para no ir al estúpido viaje… pero su mente estaba bloqueada y apenas podía pensar.

-Cariño, ¿no bajas a cenar?-se asomó su padre muy tímidamente por el quicio de la puerta.

-¿Qué hora es?-preguntó una adormilada Rachel.

-Son las 9, te has quedado durmiendo después de venir de clases y no quisimos interrumpirte-explicó Leroy dulcemente.

-¡Las 9!-se incorporó en la cama de un sobresalto.

-No pasa nada, cielo, estabas cansada. Es normal…-se quedó callado al observar a su hija moverse de un lado a otro de la habitación.

-¡Tengo un montón de cosas que hacer!-sacó de la mochila los deberes pendientes y los colocó encima del escritorio.

-Deberías comer algo. Hace días que no comes bien-se acercó a su hija para quitarle los libros de las manos.

Debido a las discusiones, y a la rabieta de Rachel, éstos días no había podido descansar bien. Las noches en vela, y los sobreesfuerzos en el instituto por mantener las notas perfectas, habían causado estragos en el cuerpo de Rachel, tanto que incluso se había dormido de puro agotamiento mental y físico.

-Idiota, idiota, idiota-repitió una y otra vez a sí misma mientras bajó a la cocina obligada por su padre.


Y de regalo de cumpleaños...

Subo el primer capítulo de esta historia que quedaba pendiente.

Feliz Cumpleaños V! :) :) :)