Título: Peligroso CAP1

Tipo: Wickedqueen (mi primer fic de temática Wickedqueen: Regina y Zelena) ¡sed piadosos!

Resumen: Situado en torno a la 4ª temporada. Nada es lo que parece, y quizás con otros ojos pueda surgir algo… peligroso.

Nota: Perdonad el Outlawqueen que tendréis que leer al comienzo del fic sobretodo, no me gusta nada Hood pero era necesario para llegar donde yo quiero, me comprenderéis más adelante ^^

Dedicatoria: ¡A Gen! Gracias por animarme y aconsejarme. Y a todas las presentes y futuras PrettyRegals.


Regina llevaba pocas semanas con Robin Hood, no tenía claro qué eran, ni sabía a ciencia cierta que tenía ese hombre que la hipnotizaba, sus gestos, su cuerpo, su mirada... Esa mirada que en algún momento se le antojaba familiar. Le resultaba curioso que a veces, contadas, Robin parecía abstraído, hacía una mueca con el labio superior mientras se miraba en el espejo y se sonreía, y entonces ella optaba por dejarlo pasar "Cada uno tiene su pedacito de intimidad, sus costumbres", se decía.

Robin y ella habían tenido momentos, pero no pasaron de ellos hasta la noche anterior donde él entró en su cripta arrasando y la hazaña desembocó en pasión a la luz de los candelabros. Omitieron, por supuesto, el tema de que Marian, la mujer de él y madre de Roland, estaba en la misma ciudad, eso era algo que a Regina le incomodaba y que sin embargo él había desechado a un segundo plano, lo cual, en el fondo, y la alcaldesa era consciente, decía poco bueno a favor de él, sin embargo decidió olvidarlo por esa noche, esa noche especial.

Se habían acostado por vez primera tras momentos de tensión y situaciones complicadas, otros mundos, malentendidos, y el resentimiento de ella con Emma. Y se desinhibieron, como si de adolescentes se tratara. Le resultó curioso que él se desnudase y sin embargo no quisiese deshacerse de ese incómodo colgante, tenía un pequeño cristal verde en el centro, le resultaba familiar, él se justificaba con que le daba suerte y guardaba buenos recuerdos. Siempre lo llevaba escondido bajo la ropa. Regina no le dio más vueltas, tenía mejores cosas en que pensar en ese momento como para darle importancia a un simple complemento.

Y pasaron varios días, complicados para variar. Una de esas complicaciones era su hermana mayor Zelena. Tenía el don de aparecer por la puerta grande levantando ampollas. Robin se había ido a pasar unos días al bosque con sus camaradas. Sus amigos eran raros pero afín a él y lo apreciaban.

El principal hobby de Regina era evitar a Emma, estaba cansada de sus perdones y sus miradas de perritos que necesitan una casa de acogida. Le daba rabia que a pesar de su enfado la tuviese en tanta estima como para no convertirla en cenizas.

Mansión Mills

Como si la presintiera Regina, que estaba en mitad de su pasillo giró su rostro observando su entorno en estado de alerta. De repente las ventanas de toda la planta alta se abrieron de golpe y un aire frío recorrió el salón ascendiendo hacia la planta de arriba, las luces parpadearon y una niebla espesa rodeó una figura que apareció en una nube verde. Justo al otro lado del pasillo enmoquetado.

-¡Fuera de aquí!- le gritó Regina, tratando de evitar el viento ensordecedor que la envolvía. Zelena alzó las manos y el viento y el impertinente parpadeo de las luces cesó.

-Hermanita, hermanita, ¿así de descortés recibes a tus invitados?

-Aquí nadie te ha invitado- la morena se acercó ferozmente a su hermana mayor.

-Oh, entendido- y la misma nube verde las envolvió a ambas, dejando a la alcaldesa con un gesto de asombro en su rostro y un vacío frente a ella, ¿tan fácil había sido?.

-¿A qué juegas?- cuestionó, a sabiendas que ya se había ido.

Sonaron unos nudillos en la puerta y desconfiada bajó las escaleras con una bola de fuego invocada sobre la palma de su mano, miró con sigilo a través de la mirilla. Al otro lado Robin Hood esperaba con un ramo de flores blancas y rojas en la mano. Cerró el puño y el fuego se evaporó. No tardó en abrir y recibirlo con un beso efusivo.

-Has venido justo a tiempo- le invitó a pasar.

-¿Qué ha pasado?, ¿estás bien?.

-He recibido la visita de Zelena, ¿cómo crees que estoy?

-Buena.

-¿Qué?- Regina se giró confusa con el ceño fruncido cerrando la puerta.

Hood sonrió con sorna –Nada…

La alcaldesa puso las flores en un jarrón de cerámica china.

-Creo que la estás juzgando demasiado pronto, quizás ella tenga sus razones para hacer lo que hace, quizás no sea una mala persona- soltó Hood a voz de pronto molestando a la morena que le sonrió con ironía.

-¿Hablas en serio Robin? ¿me estás diciendo que ella es buena, que la deje entrar en mi vida?- se acercó a él a la defensiva.

El ex ladrón hizo una mueca de desagrado -¿Por qué te molestas tanto?, parece que ella sea el centro de tu vida, madura un poco- y de un salto sorteó el respaldo del sofá y se tumbó en él estirando una pierna sobre el reposa brazos y le indicó con el dedo índice insinuante que se acercase, o más bien que buscaba repetir lo de la cripta.

-Será mejor que te vayas, no sé que te pasa, pero no quiero hacer nada contigo, ahora solo quiero estar sola.

-¿Ni un ratito?

-Mira tú haz lo que quieras- se giró y subió las escaleras ofuscada, no entendía ese comportamiento inoportuno y con falta de empatía, ¿a qué venía defenderla ahora?.

Le agobiaban las cuatro paredes de su mansión, no importaba lo descomunal que fuese su interior, necesitaba mirar al cielo, sentir el sol y relajarse. Cogió un libro que tenía empezado y se fue a la parte trasera de la casa donde tenía un banco con columpio. La tranquilidad de estar rodeada por setos y árboles era algo que echaba de menos de su antigua vida, cuando antes de convertirse en la mayor villana de todos los tiempos disfrutaba dando un paseo con su caballo Rocinante en los bosques más frondosos.

Comenzó a leer el libro cuando notó que varios setos de la zona oeste comenzaron a agitarse. Extrañamente y como una ola surca el mar la agitación se deslizaba poco a poco por los setos delimitadores del jardín para detenerse junto a un arce rojo de Canadá, un árbol de edad adulta cuyo tronco marrón ahora mostraba dos ojos azules como el cielo que tenía arriba.

Esos ojos fantasmales insertados en la espina dorsal del arce la observaron sin parpadear. Regina dejó el libro sobre la superficie del banco y con la boca abierta se acercó al árbol con gesto de "esto es surrealista".

-¿Qué demonios…?- se detuvo frente a la extraña mirada, a tan solo un metro de la misma, la observó parpadear y a continuación guiñarse, como si el árbol estuviera sonriendo pero no pudiese verle los dientes.

Fue extraño mirarle a los ojos a un árbol, esos ojos misteriosos que le resultaban extraños a la vez que conocidos. Brillaban y eran preciosos, le dio la sensación de que si era aquel arce, al que pocas veces miraba, un ser consciente, sería una bellísima persona.

Sin embargo, tras esos extravagantes y a la vez maravillosos segundos los ojos se cerraron y desaparecieron dentro del árbol y el libro, que estaba sobre aquel banco de madera pintada en blanco cayó al suelo.

Regina se aproximó y lo recogió con esmero, notando que entre las páginas del centro se había escondido una hoja de arce rojo, en sus páginas se leía la parte de la historia en la que el amor de su vida, el de la joven Caroline, no era otro que aquella abogada huérfana y rechazada que una vez le habló en el metro, después de ayudarla a levantarse del suelo, fruto de una torpeza de la protagonista. Se miraron a los ojos y Caroline supo que era ella.

Regina frunció el ceño.

Al día siguiente la alcaldesa se sentía mal, remordimientos post- pelea; le había dado vueltas a la cabeza, enredada en que la última vez que vio a Robin lo echó de casa y de malos modos.

"Ya no soy así, no soy arisca, no soy cruel, bueno, salvo con Zelena", se dijo.

Decidió ir a verle, sabía en qué zona del bosque de Storybrooke se encontraba el campamento donde pernoctaban.

Cuando llegó, solo necesitó oír el murmullo y las hachas para ubicarlos. Entre tiendas de campaña y hogueras apagadas lo vio, estaba con el arco en la mano, y ella con el perdón ya en los labios, iba a expulsarlo cuando se vio interrumpida por una flecha de Hood que la apuntaba. En cuanto la vio llegar la apuntó con su arco y sonrió.

–¿Qué estás haciendo?- le cuestionó la morena. El momento de la reconciliación se había tomado un descanso.

Sus amigos se limitaban a mirarles mientras fanfarroneaban de su hombría y apostaban sobre quien tenia los pantalones en esa relación.

-¿No vas a decirme nada?, baja el arco.

Robin, concentrado como estaba apuntó y disparó una flecha. El arma blanca pasó a escasos centímetros del hombro de Regina para clavarse en una ardilla pequeña que escalaba a cuatros metros por detrás de ella.

Regina se giró y vio el trofeo clavado en el tronco

-No tiene gracia.

Hood, como si no la escuchara pasó a su lado pero con la mirada centrada en el cadáver de la inocente ardilla.

Cuando él llegó al susodicho árbol Regina retrocedió un par de pasos con gesto de indignación y sin esperárselo, como si de una manta raya se tratara, una red cayó sobre ella, recogiéndola y alzándola a tres metros de altura.

-Perdona, ¡se me olvidó avisarte que estábamos probando unas trampas para animales grandes!- le dijo Robin aproximándose con la ardilla ensartada en la mano.

Y se rió. Así, sin más.

-Pero se ve que no solo caza animales- observó uno de sus amigos con barriga ancha y brazos fornidos.

-¿Y te ríes? ¿pero quién eres?- le dijo la morena a Hood, roja de la ira, ojos vidriosos de la decepción.

-¿Te bajo?, aunque debes de tener buenas vistas.

La alcaldesa apretó los labios y en una nube de humo morado se trasladó al suelo, justo frente a él.

-Eres un imbécil- le empujó contra el tronco de un árbol y se marchó de la misma manera en que había bajado de la red.

Lo que quedó fue una suerte de carcajadas típicas del público de un circo.

Mansión Mills

No cenó podía cenar. Trató de entender qué había hecho mal para ser tratada de esa manera por alguien con quien estás compartiendo una relación. O eso pensaba.

No era justo.

-Qué, ¿problemas en el paraíso?

Zelena apareció en el salón de Regina, donde aun con el plato lleno disfrutaba girando el tenedor sobre la mesa.

-¿Qué paraíso?, no puedo tener uno si estás tú en él- la morena suspiró, aunque más que enfadada parecía desilusionada, tanto que ni le sorprendió esa visita.

-Así que el problema soy yo, y no tu estúpido novio- se sentó en la silla de enfrente.

-Vete al infierno.

Zelena la miró, guiñó los ojos y contestó.

-Me echaron de allí, soy algo superior a los que residen en el inframundo, buenas noches ardilla.

Se evaporó entre niebla verde y Regina alzó una ceja pensativa, no sabía qué era, si había sido la conversación o su actitud que algo le decía que estaba ocultando algo.

Pasaron cinco días y Regina Mills tenía razón, la vida de Zelena era muy aburrida, se había aburrido tanto que decidió mostrar sus cartas, al menos las estrella, y para eso no tenía otra opción que presentarse ante su querida hermana.

La morena estaba en la parte trasera de la mansión, extrañamente esos días pasaba mucho tiempo allí, había cortado el césped, podado los setos, pintado de nuevo el banco y regado, aun sin ser la época esperaba ver crecer flores.

Zelena se apareció junto a la fachada. Frente a ella tenía a una chica con el pelo recogido en una cola que sobresalía por la parte trasera de una gorra, unos guantes y ropa cómoda , nada que ver a la Regina que estaba acostumbrada a ver, de vestidos elegantes pero ceñidos y colores oscuros, de cabellos peinados y tacones.

De espaldas, estaba sobre un pequeño tractor cortacésped que la trasladaba lentamente por las altas hierbas. Parecía que lo estaba haciendo en círculos, como algo que está en bucle.

-Si sigues cortando el césped en esa dirección te vas a quedar con la tierra, que no es por nada, a mí me da igual, pero va a parecer la calva de un señor mayor.

Y ése fue el saludo triunfal. Para variar, Zelena sin embargo llevaba la misma indumentaria de siempre, o una de ellas, su accesorio preferido, el sombrero, negro a poder ser, su cabello recogido en un moño de época y su vestido con o sin escote, hoy sin y con un lazo blanco. Sentía el guapo subido.

-¿Otra vez aquí?- ni si quiera la miró, aunque tuvo que alzar la voz para ser escuchada por sobre el sonido del tractor.

-Cómo tú bien dijiste, mi vida es muy aburrida, y quiero alegrarla un poco.

-¿Y cómo piensas hacerlo, dándome instrucciones de cómo arreglar el césped?- por primera vez Regina la miró.

Le brillaba la piel por el sudor, su hermana sin embargo parecía recién salida de un autolavado.

-No, siendo sincera nada más.

La morena detuvo el cortacésped, bajó de él y quitándose los guantes de plástico amarillo se acercó a la no invitada.

-¿A qué te refieres?

La castaña desvió la mirada, con sus manos sobre su cintura miró el árbol y luego a ella. La tenía lo suficientemente cerca como para mirarla a los ojos fijamente, tan cerca como en el arce rojo.

-Cariño, ¿es que no te enteras?

Regina tiró los guantes al suelo y pasó por su lado.

-¿Enterarme de qué? A ver.

Se sentó en el banco columpio y empezó a moverlo balanceándose, se quitó la gorra y la dejó a su lado. -Vienes a mi casa hablando como si nos conociéramos de toda la vida, como si me gustase tu compañía y para colmo te haces la interesante. ¿Acaso piensas que me importa lo que vaya a salir de esa boca?

-Te importará, te lo aseguro.

La morena resopló y detuvo el movimiento, que más bien era una forma de apaciguar los nervios interiores.

-Te he dado pistas Regina, pero ni con esas.

La morena no acertaba a pensar por donde iban a ir los tiros así que se levantó y se acercó a Zelena.

La mirada de la mayor entonces se tornó en comprensiva, como quien acepta que habla con un niño y no le puede pedir más, inclinó la cabeza y endulzó su voz.

-Regina, querida, Robin Hood, tu querida pareja, novio, como quieras llamarlo, no ha existido nunca- se detuvo saboreando lo que estaba por venir.

-El verdadero Robin Hood sí existió y murió en una pelea hace unos años, créeme.

La dueña de esos ojos claros dejó pasar unos segundos más de silencio, segundos para asimilar el jarro de agua fría que estaba sobre su envidiada hermana. Y comenzó a andar alrededor de ella.

-Yo simplemente me hice con su aspecto y su fama, con su entorno y su ropa. ¿A que lo he hecho bien?- se detuvo y extendió las manos orgullosa.

-¿Esperas que me lo crea?

La malvada bruja del oeste estaba extasiada, se rió con sorna, adoraba jugar con su hermanita.

-¿No me crees?, ummm- puso un dedo sobre sus propios labios, fingiendo que oensaba algo -pues el lunar que tienes junto a la ingle izquierda me gusta, queda muy erótico, y eso de ponerte encima fue una buena idea, debido a la cama improvisada.

Zas.

Regina alzó las cejas y abrió la boca poco a poco, asombrada, confusa.

-No me lo puedo creer ¿cómo diablos sabes todo eso?

-Porque yo, querida Regina, yo… era Robin Hood.

-Pero no puede ser- se rió nerviosa, casi le temblaban las manos pero lo ocultaba.

Zelena asintió con ojos desorbitados mientras sonreía con malicia. La morena colocó sus manos en su cintura y deambuló nerviosa -¡no … no puedes estar hablando en serio Zelena!

Sintió que se desvanecía y se dejó caer en el césped, ocultando su cara entre sus manos, entre sus rodillas, del mundo entero.

Era una prueba, aquello era la prueba de que lo que Zelena decía era verdad, la prueba de que se había acostado con su propia hermana.

"No sois hermanas del todo, es tu hermanastra", se consoló apesadumbrada.

-¿Cómo me has podido hacer esto?- alzó la vista con los ojos brillantes. Zelena aguantó una sonrisa de victoria.

-¿Y Roland?- su nariz estaba enrojecida.

Su respuesta, una carcajada aflorando de la garganta que quería ahogar en esos momentos, estrujarla hasta dejar sus huellas marcadas.

-Un hechizo de materialización, si tuvieras el grimorio que yo tengo en mi poder lo entenderías, es fácil- su voz era ahora aguda y chirriante.

-¿Entonces Roland no existe?- su hilo de voz fue desapareciendo hacia el final.

-Ni el crío ni los amigos de tu querido Robin.

-¿Có… cómo no detecté tu magia? ¿cómo no lo he visto venir?- más bien eso iba dirigido a ella misma.

-Porque hice muy bien mi trabajo.

-¿Y cuál era tu trabajo exactamente, amargarme la vida? ¿hacerme sentir alguien insignificante?, genial, pues lo has conseguido.

Una nube morada se desvaneció frente a los ojos de Zelena, sobre el césped soleado, recién regado, recién cortado, era alegre, y ella sonreía, aunque su mirada no reflejaba toda la victoria que acababa de obtener, todo el placer que buscaba, ¿pero por qué?.

¡Continuará!

Bueno bueno, acabado el primer capítulo, ¡espero que os haya gustado!