Renuncia: Todo a Gosho Aoyama.
Somnus
(sueños)
–Terminarás por romperme.
(Y Shinichi sólo quiere repararla).
Las manos de Ran son de vidrio roto y él se las besa incluso si le duele la distancia bajo sus labios. Están ambos de pie en medio de la sala, a oscuras, en un silencio que les rompe la paciencia. Ran lo mira, con sus ojos que están hechos de agua y sal y que intentan reflejar la felicidad de verlo allí, pero de repente rompe en llanto pues sabe que no es otra madrugada más que intenta ser sempiterna.
Shinichi es como un fragmento del tiempo. (Y a él le gusta detenerse para besar los trozos rotos de ella y recitarle amor de papel). Suspira mentalmente agradecido, que ella no pregunte por Conan Edogawa y que finja que ese niño imaginario duerme en la habitación de al lado. De repente Shinichi enreda sus manos resecas entre sus cabellos y quiere acercarla a él para que ella comprenda su angustia que flota constantemente.
(«¿Cuándo volverás, cuandocuandocuandocuando?»).
Shinichi deja de besar sus manos y está Ran que inclina su frente y la pega con la de él, callando sus propios sollozos que resuenan en aquel silencio sepulcral, y mientras Shinichi siente el peso del mundo sobre sus hombros envuelve sus manos alrededor de ella y esconde su cabeza en su hombro desnudo, casi queriendo llorar. (Él detesta olvidar quien es pues teme que ella acabe por dejar de aguardarlo por las madrugadas).
De a ratos en las horas cortas él susurra miles de «lo siento, lo siento».
(«perdóname por no saber amarte bien, perdóname por no lograr secarte las lágrimas»).
Y de repente Ran se sonroja y en una sonrisa que resuena en su oscuridad interior, le acaricia los cabellos y murmura palabras que él no logra comprender, casi durmiéndose sobre ella y aspirando su aroma, añorando ser Shinichi Kudo por siempre (así lograr estar –siempre– con ella, lo demás no interesa).
Y,
«Ran, no quiero verte llorar nunca más».
él le besa la piel, los huesos y queriendo llegar hasta su alma.
Entonces,
«Si lloro, lo haré de amor. Esperaré hasta que las madrugadas no seas efímeras y tú te quedes conmigo en los días, en las noches, y las eternidades».
ella encuentra un pedacito de angustia en los ojos de él, y se los besa, callada.
Cuando Shinichi se inclina levemente sobre sus labios, con el temor latiéndole en el pecho, encuentra que su hora ha acabado. La madrugada no se resume a más que unos segundos inexistentes y encuentra que todas sus palabras se resumen en promesas imaginarias (cuando él querría llorarle cuánto la ama).
«Pero espérame, por favor, no vayas a romperte. (Ran, podrías ser todos los misterios del mundo y yo me quedaría con la única verdad)».
Sin embargo es ella la que lo besa, suspirando resignada, y sin preguntar por qué o cómo, deja que él se marche. Shinichi siente el pecho que se le parte, el cuerpo que se le encoge, y siente el temor que le devora el paladar con su sabor amargo, de volverse esa identidad que tanto odia, justo frente a ella.
Cuando él se va el silencio de la madrugada eterna perdura, y Ran teme romper con ese silencio perfecto, que la llena completamente. (La soledad no es silenciosa; está llena de ruidos escondidos que le ocupan la mente y se llena de voces que son de todos, menos la de él). Cuando Ran se voltea contra la ventana de la noche, sin sus estrellas y la luna que se quiere extinguir, pues está conmovida, Ran siente el leve sabor de alegría contra su paladar, aliviando el sabor agrio de la soledad fabricada y de sus sonrisas gastadas de tanto esperar.
«La soledad está llena de ruidillos que no son la voz de él», piensa ella.
Y seca sus lágrimas.
De repente, un grillo cantor.
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