-¡Volveré por ti después de terminar con ella! – gritó él.

-¡Nunca podrás acercártele! – grité yo en respuesta.

Algo me golpeó del otro lado, un Strigoi estaba peleando con Yuri. Perdí un poco mi equilibrio, pero logré dirigir mi estaca al corazón del Strigoi de Yuri, antes de que pudiera recuperar su balance. Yuri suspiró y me dio las gracias, y entonces las dos nos enfocamos en las otras partes de la batalla. Sólo ese Strigoi rubio se había ido. No podía encontrarlo por ninguna parte. Otro tomó su lugar y yo me moví hacía ese, las llamas lo rodearon, haciéndolo un blanco fácil para mi estaca. Christian había regresado.

-¡Christian! Ese Strigoi…

-Lo escuché – respondió él.

-Tenemos que ir donde está ella.

La realidad de mis palabras me embargó en ese mismo momento. Sintiendo un nudo en la garganta miré en todas las direcciones y me estremecí ante la cantidad de Strigois que se interponían entre Lissa y nosotros.

-Tenemos que – fue lo único que salió de sus labios.

Algo además de las nauseas se agitaba en mi interior: era como una especie de vacío, un nudo en mi pecho que me hacía sentir la sensación de ser presionada una y otra vez contra algún tipo de superficie filosa e invisible.

Un Strigoi de baja estatura se cruzó en nuestro camino y lo estaqué con suma rapidez, sin embargo, más y más oponentes llegaban a cada momento haciendo que mi desesperación y angustia se incrementaran. Entonces comencé a sentirlo: dolor y angustia que no me pertenecían pero que aun así se encajaban en mi cuerpo.

Por un solo momento me perdí en Lissa y un grito de horror escapó de los labios de ambas: la puerta del dormitorio cayó con gran estruendo y los Strigois entraron tan rápido que no hubo quien fuera capaz de frenar su avance. De inmediato los atacantes trataron de capturar a los Morois, sin embargo, en su camino se interpusieron mis compañeros de clase, quienes sin duda reaccionaron por puro instinto para respetar las palabras de mantra.

Sin importarle nada más los instintos de Lissa le avisaron que su vida pendía de un hilo y mi amiga trató de correr…

-¡Rose!

Apenas y volví a mi realidad con el tiempo suficiente para esquivar el cuerpo en llamas de un Strigoi que corría en mi dirección.

-¿Qué sucede contigo? – me gritó Christian visiblemente alterado.

Yo no le respondí, pero creo que el pudo leer la desesperación en mis ojos sin ningún tipo de problema porque palideció horriblemente.

-¿Lissa? – preguntó con voz entrecortada.

-Tenemos que darnos prisa – lo apuré por el simple hecho de que a través del vínculo yo sabía que ella seguía con vida y no estaba dispuesta a permitir que aquello cambiara.

Como enviados del infierno más Strigois nos hicieron frente, sin embargo, ni Christian ni yo estábamos dispuestos a permitir que la vida de ella peligrara ni por un solo momento más y víctimas de la adrenalina terminamos con todos. La batalla a nuestro alrededor aun continuaba pero era evidente que dentro de poco las cosas estarían bajo control así que nosotros sólo nos concentramos en correr hacía el dormitorio de Lissa y mientras avanzábamos yo me deslicé en el interior de su mente…

Eddie estaba en el suelo con una herida que sangraba en su cabeza y un horrible Strigoi sujetaba las muñecas de Lissa con tanta fuerza que le hacía daño.

Ella sabía que estaba perdida: alrededor los estudiantes y los Strigois peleaban con todo lo que tenían y, pese a que los dhampirs resistían heroicamente ya era demasiado tarde para que algo pudiera salvarla.

Entonces todo terminó: El Strigoi la mordió y el efecto de las endorfinas fue simple y sencillamente tan consolador que preocupaciones y miedos terminaron con la misma sencillez con la que dejó de latir su corazón…

Por un momento las piernas me fallaron y estuve a punto de caer de rodillas y rogar a la fuerza suprema que existía en el mundo – si es que en verdad existía – que me demostrara su valor salvando a Lissa. Pero ese deseo fue sustituido de inmediato por una furia roja que rebasaba – y por mucho – a la que ese idiota de Jesse había despertado apenas unas horas antes. Solté un chillido de esos que retumban con la intensidad del sonido de uñas en el pizarrón y embestí contra los Strigois que aun bloqueaban mi camino con tal vehemencia y arrebato que mi cerebro no alcanzó a registrar como es que de pronto sus cuerpos caían a mis pies.

No me preocupé en mirar atrás y cerciorarme de que Christian me siguiera, simplemente corrí y corrí salvando obstáculos y saltando escaleras hasta que finalmente llegué al dormitorio de Lissa: las cosas estaban tal como esperaba: cadáveres desangrados en Morois y guardianes se encontraban en el piso haciendo compañía a varios heridos de gravedad.

Aun sabiendo que gritar era inútil y que no me iba a responder grité sin parar el nombre de Lissa al tiempo que corría al azar de un cuarto a otro esperando encontrarla…

¡No estaba ahí!

Pero ¿Cómo era posible? Yo sentí su dolor, sentí su muerte… ¿por qué su cuerpo no estaba?... la respuesta era a la vez tan absurdamente simple y tan dolorosa que sentí mi corazón resquebrajarse en mil millones de pedazos.

-No… - chillé. Jamás podría aceptar que la angelical y querida Lissa se hubiera transformado en uno de esos…

-¡Rose!

Sobresaltada giré sobre mí misma y mis ojos se encontraron con los de Dimitri. No me importó si alguien podía vernos o no o si este era o no el momento apropiado, yo simplemente me arrojé entre sus brazos y comencé a llorar sin control.

-Roza – repetía él una y otra vez – Roza, tranquila.

-¡Se fue! – Le grité con desesperación – el vínculo con Lissa… ¡se ha ido!

Los días que siguieron al ataque fueron confusos y dolorosos en toda la extensión de la palabra: por un lado los guardianes se rompían la cabeza buscando la causa del rompimiento de las salas (sobre la cual yo le expliqué a Dimitri mi teoría que pareció ser la más coherente para todos los "expertos") y tratando de reforzar la seguridad, y por el otro los preparativos de los funerales mantenían a la totalidad de la parte administrativa ocupada en la lúgubre labor.

En todo ese tiempo esperé que alguien, amigo o enemigo, se acercara para burlarse de mí o para culparme de la suerte de Lissa… Nadie lo hizo. Por el contrario, al día siguiente Kirova me mandó llamar a su oficina. Yo iba preparada para escuchar reproches y ser expulsada de la escuela, pero ella me recibió simplemente mirando el son por la ventana, cosa que me pareció increíble.

-Siéntese – me ordenó dando la espalda.

Nerviosa examiné la habitación: a un lado del escritorio se encontraban Yuri, Alberta y Stan; del otro lado un guardián llamado Alexis hacía compañía a mi madre y Dimitri, quienes me daban a entender con la mirada que me defenderían a toda costa si las cosas se ponían feas.

Obedecí la orden de la directora y para gran sorpresa mía ella dio media vuelta, se acercó a mí y arrodillándose me abrazó con solidaridad. El gesto hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas pero aun así estuve a punto de decir algo cuando Kirova habló:

-Lo siento.

-¿Qué? – eso en definitiva no es lo que yo esperaba de Kirova, sobre todo porque yo nunca le había dado pocas razones para que deseara mandarme lo más lejos posible de la escuela.

-Siento mucho lo de Vasilissa, sé que debe ser un duro golpe para ti dado que las dos eran tan cercanas.

El nudo que desde el día anterior había sentido en mi garganta se deshizo parcialmente en gruesas lágrimas que salieron al tiempo en que yo decía:

-Fue mi culpa… debí estar con ella…

-¡No!

Siete voces dijeron la palabra al mismo tiempo y eso me hizo sobresaltarme, aunque por un momento me sentí, no lo sé ¿cobijada?

-Hathaway – como si la sorpresa pudiera ser mayor el que habló fue Stan – lo que Ozeda y tú hicieron ahí afuera fue todo una proeza, tu actuación fue sorprendente y no dudo que tu madre y el guardián Belikov estén muy orgullosos de ti.

-Pero Lissa está…

-Porque las circunstancias fueron desafortunadas – intervino Alberta cuando un nuevo ataque de llanto cortó mis palabras – perdimos a mucha gente y eso nos duele a todos, pero de ningún modo podríamos culparte a ti o a cualquier otro estudiante o guardián por esas vidas.

Yo quería responderle que eso era falso, que Lissa era mi responsabilidad, que yo tenía que haber estado con ella…

-Hiciste todo lo que podías haber hecho – de pronto Dimitri estaba junto a mí. Sus ojos escrutaban mis miedos y remordimientos y sus palabras parecían ser dirigidas a contradecir lo que pensaban mi corazón y mi cerebro – lo sabes – continuó – sabes que tal vez nadie habría podido cuidar de ella tan bien como lo hiciste tú, así que deja de atormentarte.

-Así es – lo apoyó sorpresivamente mi madre.

Por el hecho de que eran ellos precisamente los que lo decían fue que pude creerles… después de todo la consideración no era lo que los caracterizaba. Entonces retomé el control de mis emociones.

-Supongo que no me llamaron para hablar de Lissa – fue todo lo que fui capaz de decir.

Kirova asintió con seriedad.

Los guardianes piensan que ganaste la marca de la batalla y te la darán mañana por la noche en la ceremonia… puedes retirarte.

Asentí y salí de la oficina con un sabor a dulce y amargo: esa marca que sólo un año antes me habría enloquecido de deseo ahora parecía completamente vacía de significado.

Desde entonces mi madre se marchó y yo pasaba todo mi tiempo libre – que no era poco debido a que aun quedaban muchas cosas que reorganizar en la academia – en compañía de Christian y Adrián o de Dimitri.

Por las noches sin embargo toda mi mente era ocupada por un solo pensamiento: Lissa.

Cuando Lissa y yo éramos niñas en mi cumpleaños sus padres y André solían invitarme a tomar helado y me regalaban cosas como películas, ropa fashion y joyería de plástico; comenzó la etapa de crecimiento y esas salidas se transformaron en cine y los regalos en blusas coquetas, maquillaje y joyería auténtica; tras la muerte de sus padres Lissa y nos fugamos y ya no podíamos permitirnos ciertos lujos, pero eso no le impedía a ella conmemorar la fecha regalándome un brillo de labios o algo por el estilo… este año sí que era diferente.

-¿Rose? ¿Estás bien?

-Mmm… sí.

Fuera del hecho de que mi mandíbula está por caer al piso.

-¿No te gusta?

-¿Qué? No, no es eso… es sólo que me tomaste por sorpresa.

Y esa era la verdad. Pero siendo honestos ¿en qué remoto universo habría esperado yo que Christian me horneara y decorara un pastel con sus propias manos? Lo cierto era que desde antes del ataque a St. Vladimir él y yo nos habíamos acercado un poco, sin embargo, desde que peleamos juntos y con todo eso de llorar por la misma persona nuestra relación había cambiado hasta concretar una autentica amistad… aunque nada dulce ni empalagoso, por cierto; pero ahora yo sabía que si necesitaba algo podía pedírselo a él y viceversa.

-Bueno, lo cierto es que no tenía la más mínima idea de que regalarte.

-Gracias – dije con sinceridad – pero es demasiado para mí sola ¿quieres un pedazo?

Lo decía enserio: el pastelito era un círculo de más o menos 30 cm. De diámetro, cubierto enteramente por glaseado blanco y con detalles rosados que enmarcaban una rosa roja de plástico en el centro. El espesor no era mucho pero aun así calculaba que terminaría hastiada de pastel si intentaba comerlo todo de una sentada.

-No gracias, no me gusta el pastel.

-No será que lo envenenaste ¿o sí?

-Vamos Rose, si quisiera envenenarte sería mucho más sencillo con pizza.

No encontrando como contradecir eso lo dejé ir y marché a mi habitación, pero en el camino me encontré con Eddie. En cuanto estuvimos de frente él agachó la mirada unos segundos, supongo sin embargo que era inevitable. Alberta tenía razón al decir que no se podía culpar a alguien en específico por lo que pasó y yo no encontraba motivos para recriminar a Eddie; es verdad que él estaba como guardián de Lissa cuando todo pasó pero también era cierto que él arriesgó todo para protegerla y la doctora bien nos dijo que era un milagro que escapara de un golpe en la cabeza como el que recibió sin consecuencias tan graves.

-Hola Eddie – lo saludé con la mejor sonrisa que fui capaz de fingir.

-Feliz cumpleaños, Rose – dijo abrazándome con dificultad, en parte porque yo llevaba en brazos la charola con el pastel de Christian y en parte porque él tenía un brazo inmovilizado con yeso a causa de una triple fractura sufrida durante el ataque.

Cuando nos separamos rebuscó un momento en su bolsillo y después sacó una fina pulsera que depositó entre mis manos.

-Disculpa que no sea algo embotellado – susurró entre dientes.

-Es muy hermosa – respondí dedicándole una sonrisa – esto… Christian me regaló todo este pastel para mí solita ¿quieres un pedazo?

Sin poder evitarlo mi amigo soltó una risilla.

-¿Cómo? ¿Ozeda te regaló un pastel?

-Sí, y él lo hizo con sus propias manos.

-¿Estamos hablando del mismo Christian?

-Aunque usted no lo crea.

Uno de los orientadores llamó a Eddie y de nueva cuanta me quedé sola… y eso era agobiante. No es que estando Lissa realmente pasara todo el tiempo con ella, pero cuando Lissa estaba bueno… viva, tan solo digamos que era muy difícil sentirme en soledad y cuando me sentía así era simple y sencillamente el momento de deslizarme en su mente y olvidarme de mis propios problemas… El saber que eso había terminado para siempre hizo que un suspiro escapara de mi pecho pero no pude evitar ahogarlo al pensar que debía ser fuerte. Tal vez recordarlo me doliera, pero Lissa no era la única Moroi en el mundo: había muchos Moroi sin protección y yo aun podía convertirme en guardiana y protegerlos… personalmente me habría encantado ser asignada a alguien a quien conociera y que me cayera en gracia, no sé, alguien como Mía Rinaldi o Christian…

Ahogué otro suspiro. Independientemente de que las posibilidades de que a alguno de ellos le asignaran un guardián eran casi nulas, lo cierto era que de pronto la idea de ser guardiana ya no me entusiasmaba tanto como antes, es decir, aun deseaba patearles el culo a los Strigoi pero no sentía especial interés por seguir como sombra al alguien que no fuera Lissa…

Noté que estaba llorando parada en medio del pasillo cuando una de mis lágrimas se marcó en el glaseado del pastel. ¡Demonios! No podía darme el lujo de ser débil, no ahora.

Casi corrí hasta mi habitación y ahí deje el pastel sobre el escritorio. Después abrí el correo electrónico y encontré un mensaje de mi madre:

Rose: muchas felicidades por tu cumpleaños. Que no se te suba a la cabeza ser mayor de edad. Nos vemos.

Por enésima vez en el día suspiré: breve, concreto y típico de mi madre.

Alguien tocó la puerta de la habitación con delicadeza.

-Adelante – respondí sin despegar la vista del computador.

-¡Feliz cumpleaños, pequeña dhampir! ¿Se puede saber por qué en todo el día no te he podido felicitar?

Cerrando el correo me levanté justo a tiempo para recibir el abrazo precipitado de Adrian.

-Algunos tenemos que asistir a clases – murmuré contra el terciopelo del abrigo que él llevaba.

-Fúgate conmigo y no tendrás que volver a entrar a clases, por supuesto.

-Por supuesto, pero el pequeño problema es que no eres mi tipo.

-Sólo haz la prueba.

-Claro, en tus sueños.

-Eso es un sí – Bien, eso no era una pregunta y no entiendo porque "brillantemente" se me ocurrió usar esa frase precisamente con Adrián.

Sin embargo no tuve tiempo de corregir nada porque de pronto un alguien tocó la puerta con suavidad.

-¿Puedo pasar? – escuché preguntar a una voz que no esperaba.

-Sí… a… adelante.

Con la sonrisa aún en sus labios Adrián retrocedió un paso en tanto que esa persona entraba en la habitación.

-Hola – saludó ella.

-Hola Alberta – respondí.

Por alguna razón parecía algo incómoda y al ver a Adrián esa incomodidad creció aun más.

-Si estás ocupada puedo volver después – me dijo.

-En realidad sólo vine a darle a Rose su regalo de cumpleaños – intervino rápidamente Adrián recogiendo de la cama una enorme caja adornada con cintas y poniéndola en mis manos – pero ya me iba… hasta luego guardiana Petrov.

Alberta esperó a que Adrián saliera de la habitación y yo simplemente me contenté con volver a sentarme en la silla.

-¿Qué pasa? – pregunté notando que su expresión no se relajaba.

-¿Cómo estás, Rose?

-Mucho mejor – respondí sin mirarle a la cara.

-Me alegro… retomaremos el entrenamiento mañana pero por hoy puedes descansar.

No dijo otra cosa sino que dio media vuelta y se marchó.

Yo suspiré pensando en como habían cambiado las cosas. Avergonzada admití que todavía esperaba que Lissa tocara la puerta y entrara corriendo para felicitarme pero eso no iba a pasar. También se me hacía extraño lo de tener que arreglar los horarios de entrenamiento junto con Alberta y no con Dimitri… Dimitri. Él había llegado a St. Vladimir como guardián asignado de Lissa y cuando yo aun no superaba lo que sucedió con ella – no es como si sintiera que fuera posible superarlo alguna vez – la preocupación de que el consejo lo trasladara anidó en mi mente como una cruel posibilidad; sin embargo, él se quedó como guardián de la academia y eso al menos me prestó algo de consuelo para mitigar la obscuridad que amenazaba con cernirse sobre mí. Pero era de esperarse que después de lo sucedido en la cabaña nuestra relación cambiara: Dimitri le dijo a Alberta que ya no sería mi maestro y si ella le pidió alguna explicación él no se la dio; Alberta pensó que a fin de cuentas yo ya había alcanzado – incluso superado – a mis compañeros y no encontró problema pero por sugerencia de mi sexy dios ruso; ella, Stan y Yuri se turnaban para entrenar junto conmigo 3 veces a la semana, el resto de los días me concedieron un permiso especial para entrenar en horario extra-clase con Eddie y – para gran sorpresa de ambos – Christian. En tanto Dimitri y yo bueno, aun no podíamos contar a los demás de nuestra relación pero las cosas con él iban viento en popa y dos o tres veces me había prácticamente raptado a su habitación… este día era especial también porque sería el primero en el que podríamos salir abiertamente dado que ya no era más ni una menor de edad ni su alumna.

Ahogué un suspiro… las cosas podrían estar perfectas si Lissa estuviera aquí.

En un intento de apartar el dolor jalé las cintas del regalo de Adrián… simple y sencillamente me quedé boquiabierta: se trataba de un cofrecillo de madera blanca con grabados hermosos y sutiles de enredaderas y corazones; estaba cerrada por un pequeño candadillo de cobre pero al rebuscar entre las cintas encontré la llave que lo abría y si el exterior del cofre me ya me había quitado el aliento no pude menos que maravillarme no sólo por el lustroso espejo encontrado en la parte interior de la tapa, sino también porque dentro se encontraban una botella de mi perfume de grosella favorito y un encuadernado que decía mi nombre con letras de oro.

Guau – pensé – tengo que agradecerle a Adrián por esto.

Cogí el encuadernado y noté que todas las páginas estaban en banco pero me pareció que podría servirme como diario o algo por el estilo.

Las clases habían terminado hacía poco pero me sentía cansada… y al mismo tiempo ansiosa.

Nerviosa miré el reloj ¡Demonios! Aun faltaba casi una hora para mi cita con Dimitri. En todo este tiempo él había sido mi mayor apoyo en más de un sentido, pero todo había tenido que ser a escondidas y, el hecho de que ahora las cosas podrían ser más abiertas me llenaba de un no sé qué…

Maté el tiempo recordando a Lissa y desahogando en las páginas del diario las lágrimas que quería derramar y, al cabo de un rato cogí mi abrigo y salí dejando el dolor atrapado en el cuaderno.

Fuera el clima era tan frío que el aire literalmente cortaba y, pese a que yo tenía buena resistencia fue algo muy incomodo cruzar el jardín con ese tipo de clima. La hora del toque de queda estaba cerca pero usando el paso más veloz que era capaz conseguí llegar hasta la cabaña sin levantar sospechas. Ahí Dimitri ya me esperaba con una sonrisa.

-Feliz cumpleaños – me saludó y yo de inmediato me arrojé entre sus brazos. Tal vez él no me había saludado con la energía de los demás pero su sinceridad siempre me impactaba. Como ya no estrenábamos juntos no nos habíamos visto en todo el día y yo francamente lo extrañaba bastante.

-Te amo – le dije al besarlo.

-Y yo te amo a ti – respondió cargándome ligeramente – pero me cuesta creer que aun no me hayas pedido tu regalo.

-Lo haré enseguida.

Y mientras hablaba deslicé insinuantemente una de mis uñas desde su nuca hasta la espalda baja… como reacción Dimitri rio suavemente y se inclinó para besar mi cuello.

-Aunque no lo creas te compré algo – exclamó en un tono que me invitaba más a pensar en otro tipo de cosas que en hacerle caso a cualquier objeto salido de una tienda.

Cuando traté de empujarlo a la cama otra risa escapó de entre sus labios, sacó de uno de los bolsillos de su guardapolvo un pequeño estuche te terciopelo y lo abrió con un ligero temblor en las manos. Yo miré el contenido anonadada por completo.

-Estás… estás bromeando ¿verdad?

Esperaba con todas mis fuerzas que no fuera así, pero honestamente ¿esto era posible? ¿Se permitía experimentar tanta dicha?

Con esa seriedad que siempre lo había caracterizado él se arrodilló delante de mí al tiempo que sacaba del estuche al fino anillo de oro rosa. Yo me congelé de placer y la sonrisa se apoderó de mi rostro.

-Rosemarie Hathaway – exclamó pronunciando por primera vez mi nombre completo – quisiera darte algo mejor y poner el mundo entero a tus pies… porque el mundo no me pertenece es que no puedo hacerlo, pero te amo ¡te amo! Y jamás he conocido a otra persona que como tú sea capaz de encender mi corazón, así que ¿me harías el gran honor de casarte conmigo?

A pesar de que lágrimas de alegría empapaban mi rostro no pude evitar reírme ante el discurso de Dimitri, aunque la risa nada tenía que ver con la burla; era más bien un reflejo de la alegría que sentía por dentro. Como sea, las palabras se atoraron en mi garganta y caí sobre él besándolo con pasión y casi haciendo que perdiera el equilibrio. Yo lo amaba, lo amaba con tanta fuerza que incluso a mí a veces me costaba creerlo y mi seguridad en él era total. ¿En cuanto a mi sexy instructor? Bueno, digamos que su control no era tan bueno como para no hacernos girar en el piso de la cabaña y comenzar a quitarme la ropa…

No tengo que dar detalles de cómo lo que hicimos fue delicioso en múltiples sentidos y finalmente, agotada y al mismo tiempo deseosa de más me dejé caer a su lado y recargué la cabeza en su pecho, el cual me arrullaba con ese suave movimiento de su respiración regular.

-Eso fue… - susurré sabiendo que no encontraría las palabras para describirlo.

-Creo que te propondré matrimonio más seguido – respondió con una sonrisa.

Yo quería responderle y comenzar a bromear, pero al mismo tiempo sabía que el turno de guardia de Dimitri comenzaría pronto y esa era mi única oportunidad para volver al dormitorio sin tener problemas y, antes de que eso sucediera había algo de lo que teníamos que hablar.

-Soy mayor de edad ahora – dije – pero si vamos a comprometernos formalmente ha llegado el momento de hacer de esto algo abierto.

-Lo sé.

-¿Y? ¿De pronto ya no estás preocupado por lo que diga mi madre?

Su respuesta fue una auténtica mueca de mártir.

-¿Bromeas? Estoy aterrado de hablar con ella; sobre todo porque Janine es demasiado lista como para pensar que su hija al cumplir 18 mágicamente comenzó a sentir algo por mí y al mismo tiempo captó mi atención.

-¿Puede hacer algo para meterte en problemas?

-Legalmente no hay nada que hacer… pero no creo que me moleste conseguir un chaleco antibalas – añadió ya más relajado tratando de tomarme el pelo. Yo me reí con él, pero había algo más que también quería hablar.

-Mañana es viernes… hoy mismo le escribiré a mi madre para que venga el domingo, pero antes quisiera darle la noticia mis amigos. No sé… no sé si vayas a estar de acuerdo con eso.

El aire helado se filtraba bajo la puerta haciéndonos temblar. Dimitri se movió ligeramente para alcanzar su guardapolvo y lo hecho sobre nosotros al tiempo que me abrazaba con fuerza.

-Tarde o temprano esto va a salir a la luz y una vez que se lo digamos a Janine no hay marcha atrás, por eso, pienso que está bien que hablemos de una vez con aquellos en quienes podemos confiar.

Con una sonrisa le besé los labios al momento de apartarme de su lado y comenzar a vestirme, él hizo lo mismo pero antes de que me pusiera la blusa aprovechó para hacerme una pequeña mordida en la espalda y yo le besé el pecho antes de que él terminara de abotonar su camisa… después salimos al amparo de las sombras. Con ayuda de Dimitri logré llegar a mi dormitorio sin que nadie se diera cuenta de mi pequeña escapada y, aunque las emociones tan intensas de las últimas horas garantizaban que no iba a poder dormir en un buen rato era simple y sencillamente inevitable sentirme agotada. Busqué entonces una manera de matar el tiempo y opté por encender la computadora y comenzar a redactar el correo electrónico para mi madre en compañía de una rebanada de pastel…

Lo envié antes de tener tiempo para arrepentirme y después comencé a planear la mejor manera de darles a mis amigos la noticia de que iba a casarme con mi instructor de combate.

-Creo que realmente te has vuelto completamente loca, pequeña dhampir.

-Sí, tal vez… pero es muy importante para mí que estés conmigo.

-¿Por qué?

-Porque eres mi amigo… y porque si algo sale mal siempre cuento con que alguien haga desfiguros en estado de embriaguez y esta vez no puedo ser yo.

Esperaba poder hacer reír a Adrian, pero lo único que conseguí fue una sonrisa tristona.

-Bueno, al mal paso darle prisa ¿no crees?

Yo asentí y miré hacía el bosque: Christian y Eddie venían caminando hacía nosotros. Era sábado por la mañana así que – libres de deberes – la mayoría de los estudiantes caminaban sin rumbo o simplemente se sentaban en las bancas a conversar y eso era una buena distracción para escaparse hacía la cabaña… yo por mi parte me moría de los nervios. Les había dicho a mis amigos que tenía algo importante que decirles y que nos viéramos ahí a las diez. Ellos se detuvieron en seco al ver a Dimitri… él había salido para darme un poco de espacio para hablar con Adrian a solas – sentía con él esa obligación – y yo me arrepentí de no haberles dicho antes a esos dos que él no estaba aquí precisamente como guardián de la escuela.

Algo debió hacer Dimitri porque mis amigos se relajaron y continuaron su camino. Medio minuto después mi momento para hablar con Adrian terminó cuando todos entraron por la puerta que mi sexy ruso mantuvo abierta y cerró sólo cuando todos estuvimos dentro.

-Voy directo al negocio, chicos – exclamé una vez que tuve a Eddie y Christian frente a frente. Dimitri se colocó detrás de mí aunque en actitud de apoyo y Adrian tomó asiento en una de las sillas junto al fuego – la cuestión aquí es que tengo que decirles algo… muy importante para mí.

-¿Estás embarazada de Adrian? – se burló Christian con cinismo.

-O tal vez decidiste abandonar la escuela para entrar a una academia de Ballet – lo secundó Eddie.

-O tal vez voy a casarme – dije decidida a que no se burlaran de mí.

Por un momento mis amigos se desternillaron de la risa, sin embargo, no les tomó mucho darse cuenta de que yo no me estaba riendo.

-Bromeas ¿no? – exclamó incrédulo Eddie mirándome como si tuviera tres cabezas y un cuerno en la nariz.

Con un suspiro pero sin poder evitar sonreír levanté mi mano y me acerqué para que pudieran examinar el anillo rosado… no era algo tradicional para pedir matrimonio pero por el dedo en que lo llevaba creo que el mensaje era obvio. Por un momento ambos permanecieron en silencio – completamente incrédulos – hasta que por fin Eddie rompió la tensión… con paranoia.

-¿Pero qué…? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿CON QUIÉN?

No tenía las respuestas de las primeras preguntas y la última me parecía especialmente difícil de contestar. De hecho no sabía ni que decir cuando Dimitri intervino.

-No hemos decidido una fecha en específico ni un lugar – respondió altivamente acercándose y tomando mi mano entre las suyas – pero aunque no llevamos prisa el asunto es serio y concreto.

Christian abrió la boca como si hubiera olvidado como cerrarla y por su parte los ojos de Eddie se abrieron de tal forma que llegué a temer que saltaran de su rostro en cualquier momento. Yo no sabía que más decir; estaba asustada de que ellos no lo aceptaran pero entre todo eso estaba segura de que no iban a chismearle nada a Alberta o Kirova… aun así corría el riesgo de perder su confianza y eso era algo que me martirizaba.

Extrañamente fue la risa de Adrian la que rompió la tensión.

-Me cuesta creer que no lo notaran por su cuenta – estalló entre carcajadas – después de todo era algo tan evidente…

Y hasta ahí. Después de eso mis amigos casi se recuperaron del shock y me interrogaron sobre nuestra relación… hablé una versión sintetizada eludiendo los detalles íntimos y finalmente ellos parecieron medio aceptarlo y nos felicitaron a ambos. Yo suspiré. ¿Mi madre lo tomaría con la misma calma y madurez?

-¿De qué quieres hablar, Rose? – preguntó Janine Hathaway con esa calma monstruosa que siempre se imponía… algo fuera de contexto si consideraba que hacía ya bastantes años que no le pedía que desayunáramos juntas – si es que alguna vez se lo había pedido – y que justo estábamos desayunando en medio de los bosques de St. Vladimir… lejos de la vista de todos.

-Me parece que ahora que tengo la edad legal de hacer lo que se me pegue en gana este es un buen momento para que madre e hija tengan la conversación sobre los pájaros y las abejas – respondí cínicamente… y confundida.

Vale, quería darle la introducción al tema y mantenerla al margen al mismo tiempo y eso no era posible. Pero ¡Dios! ¡Era tan difícil hablar con ella!

Dimitri sentado sobre el pasto verde a mi lado se removió incómodo y mi madre me miró con impaciencia… él había querido hablar a solas con ella pero yo sabía que el asunto nos implicaba a los tres y con todo y todo quería demostrarle a ella que había aprendido a responder por mis acciones.

-¿No crees Rose que deberías evitar hacernos perder el tiempo tanto al guardián Belikov como a mí? Cuando me escribiste pensé que sería por algo verdaderamente importante pero…

-Janine – intervino sorpresivamente para ella Dimitri – soy yo… bueno, Rose te escribió porque tengo… tenemos algo muy importante que decirte y era importante que te enteraras cuanto antes.

Mi madre dejó de protestar; ella siempre trató a Dimitri con mucho respeto y no pude evitar un suspiro amargo pensando que tal vez eso cambiaría.

-Entonces adelante – exclamó ella dando a entender que llevaba prisa a pesar de que yo bien le había advertido que se tomara todo el día.

-Bien, mamá yo… yo…

-¿Sí?

¿Y me burlé de Dimitri porque le tenía miedo a mi madre? ¡Por favor! En este preciso momento ni siquiera era capaz de encontrar mi propia voz.

-Sigo esperando.

-Bien, mamá yo…

Dimitri sin duda estaba tan falto de palabras como yo, sin embargo, con un último suspiro de "truene lo que tenga que tronar" vi brillar en sus ojos esa determinación apasionada que había capturado mi corazón y, para gran sorpresa de ambas – mi madre y yo – mi mentor deslizó su brazo por mi cintura jalándome hacía él; después presionó sus labios con los míos por unos segundos. Ese fue un beso rápido a comparación de los que solía darme en la cama, pero la pasión desbordante pude sentirla con claridad y no dudé que también ella alcanzó a percatarse de eso… le seguí el beso con entrega entonces por el simple hecho de que era irresistible para mí.

Él me soltó y retrocedió un poco pero yo alcancé su mano y entrelacé nuestros dedos rogando a Dios que mi madre no nos asesinara ahí mismo y diera los cadáveres a los lobos… aunque si nos enterraba juntos tal vez no iba a protestar.

Pero Janine Hathaway no dijo nada; simplemente nos miró a ambos paseando los ojos de Dimitri a mí y a nuestras manos una y otra vez.

Finalmente, ese trance en el que parecía sumergida pareció liberarla y ella se puso de pie y se acercó a nosotros.

-Janine… – comenzó Dimitri en cuanto la tuvo de cara.

Ella no lo dejó terminar sino que le tiró un golpe de esos que se dan con el puño cerrado y que dejan moretones peores del que alguna vez me había hecho a mí.

-¡Madre, basta!

Pero ella me ignoró olímpicamente y, sentándose cómodamente enfocó en Dimitri sus ojos que parecían querer apuñalarlo como dardos envenenados.

-¿Cómo puedes hacerme esto? – preguntó por fin.

-Estoy enamorado de ella – respondió mi sexy dios ruso con tal combinación de pasión y calma que yo misma me sorprendí – y no fue algo que yo pudiera evitar.

-Es menor de edad.

-Ya no – la corregí asumiendo con mucha dificultad la misma postura calmada que mantenían ellos.

-Pero esto no es de hace una hora – siseó ella – y Belikov no tenía ningún derecho de fijarse en una menor de edad; mucho menos en una que es su estudiante… por Dios Rose ¡es tu maestro y te lleva 7 años!

Y ahí esta otra vez el viejo prejuicio.

-Madre…

-¡No! ¡Esto no es correcto!

-Él ya no es más mi maestro y además vamos a casarnos – y con esa frase finalmente lo hice: Janine Hathaway se quedó sin palabras.

O al menos eso pensé cuando su siguiente pregunta nos apuñaló.

-¿Te has acostado con mi hija?

Auch… si me lo hubiera preguntado a mí de buena gana le habría dicho que mi vida sexual no era de su incumbencia; pero, ¡rayos! Dimitri no podía hacer lo mismo. Si él no le respondía perdería toda oportunidad con ella, si le mentía tal vez ella se daría cuenta o tendría la desconfianza y si le decía la verdad… Dios ¿no sería buen momento este para lanzar un rayo sobre los tres? Sobra decir que me arrepentí de inmediato por haber hablado de los pájaros y las abejas.

-Sí – respondió finalmente él con un leve tinte rojizo coloreándole las mejillas.

-¿Cuándo ella aun era menor de edad?

-Sí.

-¿Y aun era tu estudiante?

-Sí.

-¿Cuántas veces?

-Diablos, madre ¿eso qué te importa?

-Me importa Rosemarie porque si piensas que vas a casarte con este hombre quiero saber de una buena vez si todo esto es serio, si es un desliz o si el tipo simplemente te está agarrando como una putilla para pasar el rato.

Mi turno de quedar sin palabras, y para ser honestos ese discurso hizo estremecer hasta a Dimitri.

-¿Cuántas veces? – repitió mi madre con intensidad.

-Cuatro – respondimos mi dios ruso y yo al mismo tiempo.

Para lanzar su siguiente pregunta mi madre se concentró por completo en mí por primera vez.

-¿Por qué lo hiciste? – preguntó al fin con voz dolida.

-Porque lo amo – y eso era verdad. La respuesta la di ya sin poder contener las lágrimas que brotaban de mis ojos y, contra todo pronostico con una sonrisa cruzando por mi rostro.

-¿Y él? ¿Valora eso? ¿Te da tu lugar?

-La amo con locura, Janine.

Dimitri y yo nos tomamos nuevamente de las manos y mi madre fijó su mirada en el anillo que llevaba yo dándose sin duda cuenta de su verdadero significado. Después de eso se puso de pie y comenzó a caminar dándonos la espalda.

-Escuchame bien, Belikov – exclamó sin volverse para vernos – sé que no sirve de nada tratar de hablar con Rose porque ella ya tomó su decisión, pero te aviso que amo a mi hija por sobre todo lo demás, y si llegas a lastimarla una avalancha de Strigois será el menor de tus problemas ¿está claro?

-Sí – respondió Dimitri con una firmeza que me desconcertó.

Entonces mi madre continuó su camino como si nada.

Este había sido sin duda uno de los días más extraños de mi vida y francamente agradecía que hubiera terminado; ahora que ya no había una razón para esconder mi relación con Dimitri los rumores iban a estar a la orden del día, pero para ser justos después de enfrentar a mi madre podía enfrentar lo que sea. Pero no hoy.

Estaba agotada emocionalmente hablando y, como la noche anterior tuve la sensación de que no iba a dormir mucho. Decidí matar el tiempo entonces re checando mi correo por si mi madre había decidido enviar más amenazas de muerte…

Cada uno de mis músculos se paralizó.

Di actualizar nuevamente y observé con los ojos fuera de órbita la bandeja de entrada sin terminar de creer el nombre del remitente del único mensaje que tenía… abrí el mensaje más por estupor que por deseo.

Querida amiga: Lamento profundamente no sólo el retraso para felicitarte por tu cumpleaños, sino también el no haber estado para celebrar ese día tan especial junto contigo pero la parte positiva de todo esto es que tal vez ahora que eres mayor de edad quieras venir a visitarme… te aseguro que no tienes ni idea de cuanta falta me haz hecho en estas semanas. Te extraño, extraño tus consejos, tus bromas, tu sonrisa y tus peleas con Christian y Adrian… sé que no te gusta ser mensajera pero por favor coméntales que también a ellos que los hecho de menos. Aunque ahora no importa ¿sabes? Porque sé que dentro de poco todos nos vamos a reunir y las cosas volverán a ser como antes … te quiero, cuídate. Lissa.

Releí el corre al menos 3 veces y cada una de ellas sentí el mismo dardo envenenado clavarse en mi corazón.