El cuervo.
Según Wikipedia, Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling.
Es una pena.
…
Harry no podía creer la destrucción que ante sus ojos se extendía. Después de la guerra contra Voldemort no pensó jamás ver una destrucción tan devastadora en un lugar tan poderoso como Hogwarts. Pero al parecer para el nuevo mago oscuro que se había alzado, la institución mágica era sin duda el primer pilar a derribar en la búsqueda del subyugo del mundo mágico. Sin embargo Hogwarts parecía más un objetivo sentimental que estratégico.
Y sin embargo ahí se encontraba ese joven no más de veinticinco años, con su cabello negro rizado y sus ojos almendrados, de pie soberbiamente sobre las ruinas de la escuela más reconocida en Gran Bretaña.
Harry no soportaba el olor, ni la visión de aquellos inocentes arrasados por tal destrucción, la profesora McGonagall, postrada a los pies de aquel peligroso criminal con sus ojos opacos ante la falta de vida. Entonces entre los escombros cercanos el joven cuerpo de su hijo mayor que mostraba claras muestras de batalla. James Sirius Potter se encontraba en su aprendizaje como auror y en un impulso se dirigió a Hogwarts lugar donde aun se encontraba estudiando su joven hermana.
―¿Buscas esto Potter? ―dijo ese hombre con voz profunda e impávida.
―Papí ―susurro la joven de cabellos rojos, mientras aquel ser jalaba con violencia de su sedosa cabellera.
―¡Lily!... ¡Déjala! ―amenazo el jefe de aurores Potter, mientras alzaba su prodigiosa varita del sauco. Pero solo recibió una carcajada que le helo la sangre.
―¿Por qué habría de hacerlo? ¿Qué interés podría tener en conservar con vida a una mestiza hija del traidor de Harry Potter?
Los ojos verdes de Harry se abrieron desmesuradamente al escuchar estas palabras. El joven hombre frente a él no era un mortifago, tampoco un sangre pura, pero ante todo lo llamaba traidor.
―Mi padre no es ningún traidor ―intervino Lily, mientras luchaba por el control de su cabellera.
―No… por supuesto que no ―la sedosa voz del joven de oscuros cabellos se hizo terriblemente peligrosa. Levanto violentamente a Lily Potter hasta que sus rostros se encontraron―. Tu padre es un… violador.
Harry Potter sintió que sus piernas no lograban sostenerlo, escuchaba las negaciones de Lily a distancia mientras caía en el agujero negro de sus recuerdos. Entonces nuevamente los ojos verdes de Harry se posaron sobre aquel joven envenenado de rabia y rencor, reconoció en sus facciones, en su mirada y en su odio la verdad.
―Hermione ―dijo angustiado el auror veterano, reconocido como el niño que vivió dos veces―. Eres hijo de Hermione Granger.
El joven sonrio ante el reconocimiento, y en un acto sin importancia lanzo a la menor de los Potter por los escombros de Hogwarts. Harry no tenia la fuerza para preocuparse por su hija, no tenia el valor de mirarla a la cara. Lily le llamaba insistentemente, tratando de levantarse sujetando su mano mal trecha por la caída.
―¿Papá? ―susurro la pelirroja.
―No puede escucharte ―dijo el joven con aquella seguridad y arrogancia―. Esta demasiado ocupado sintiendo culpa por una mujer que sacrifico su vida por él y solo para recibió como pago una acusación, la deshonra y morir sola en un hospital muggle.
Harry observaba incrédulo al joven, asombrado y asustado, con el remordimiento de sus acciones, siempre creyó o siempre quiso aferrarse a la idea de que ella se encontraba bien, la dura carcajada lo despertó.
―Ella falleció sola y yo termine en un orfanato, hasta que mi carta de Hogwarts llego. Han sido muchos años planeando la venganza, planeando como destruir tu miserable vida… Dime Harry Potter ¿pensaste que ella estaría bien? Sin familia, sin amigos, sin dinero.
Harry miro horrorizado al joven que se acerco a él, con su andar seguro y sus ojos inundados por el odio. Cuando menos lo espero se encontraron cara a cara, la distancia era tan pequeña que Potter lograba observar los ojos avellana, la pequeña nariz respingona y las pequeñas y tenues pecas de su nariz. El dolor atravesó su corazón al encontrar a Hermione.
―Todo termina ahora…
―¡HARRY! Despierta ¡Harry! Solo es una pesadilla.
La voz de Ginny logro filtrarse mientras la última palabra de aquel joven resonaba y martilleaba aun su cerebro. Desubicado se sentó en su cálida cama, con su esposa tratando de reconfortarlo.
―Harry, amor, esto no es normal. Necesitamos ir a San Mungo para una revisión. No has dormido bien en más de una semana y las pesadillas son peores.
Harry solo asintió, mientras volvía a recostarse y jalo a su esposa junto a él, no deseaba hablar nuevamente de ese tema, Ginny se volvía histérica cuando mencionaba el nombre de quien alguna vez fue su mejor amiga.
Sin embargo en el silencio y la oscuridad de su habitación, el joven Potter no podía dejar de pensar en ella, en su amiga a la que arruino su vida para después por miedo y vergüenza le dio la espalda. En el momento de furor de la batalla final rechazo a la persona más incondicional de su vida y ahora era imposible sacarle de su cabeza.
Harry Potter era un hombre que desde antes de llegar a este mundo tuvo el destino marcado por la maldad y la ambición de un hombre ser sin corazón.
Cuando el pequeño Potter apenas tenía un año de edad su vida se vio trastocada con la violenta muerte de sus padres su destino marcado gracias al sacrificio de su madre y la locura de un hombre que ansiaba ser Dios.
En su temprana adolescencia se había envuelto en una cantidad sorprendente de aventuras acompañado con sus mejores amigos, sin embargo conforme la edad lo envolvían los peligros se transformaban cada vez más exigentes. Hasta el momento final a sus diecisiete años cuando murió la parte de Voldemort que residía en él y finalmente lograr el perecer de Tom Riddle.
Sin embargo su camino hacia la victoria estaba plagado de dolor, de sacrificios y momentos oscuros de los cuales no se encontraba orgullosos. Y sin embargo ninguna muerte pesaba tanto como la de quien en algún punto de su vida fue su mejor amiga.
Y entonces ahí estaba él siete años después de ganar la guerra, él, Harry Potter, sobreviviente y afamado héroe del mundo mágico. Ahora un hombre respetable con una ascendente carrera como auror, una familia perfecta y una conciencia manchada con dolor.
…
El cielo de Londres se oscurecía suavemente con el vaivén del viento, de forma inesperada una suave brisa se arrastro sacudiendo y humedeciendo las prendas de los incautos transeúntes, para los afortunados que se encontraban refugiados dentro de algún edificio podían sentir el descenso de la temperatura, nadie dudaba que próximo se desataría una tormenta.
Era pasada la hora del té, en un engañoso día de verano pero eso no impedía que los niños jugaran por esa estrecha calle aprovechando el tiempo antes de que las nubes negras que amenazaban cumplieran la promesa de la lluvia.
―Ciertamente ya no estoy para estos climas ―remilgaba una mujer mayor de cabello estrictamente recogido y ropas demasiado anticuadas. Se encontraba parada frente a una casa de fachada rosada, resaltando sobre las otras cosas, dudo un momento antes de golpear la puerta.
Un ruido se escucho dentro de la casa, como el golpe de la madera y tal vez algunos pasos, pero la mujer no pudo poner mucha atención debido a un segundo golpe en la puerta principal ocasionado por un balón de exóticos colores. El sobresalto de la mujer hizo a su cuerpo alejarse de un salto con una habilidad asombrosa para su avanzada edad.
―Perdone señora ―dijo un avergonzado niño, que se acerco tímidamente a tomar el balón―, no era nuestra intención.
―Debería tener más cuidado con eso jovencito ―contesto la mujer mientras se arreglaba las gafas en su cara y hacia un sonido para reafirmar su desdén―, además debería pedir disculpas al dueño de esta casa.
―Ellos ya deben estar acostumbrados ―menciono sin importancia.
―¡Patrick! ―se escucho a distancia a otro de los niños. El niño no le dio más importancia a la mujer severa, marchándose sin decir ninguna otra palabra.
La mujer movió la cabeza negando ante los malos modales del niño, sin duda los muggles cada vez eran más descuidados con la educación de los niños y por eso causaban problemas en el mundo mágico, esas nuevas generaciones venían con ideas diferentes.
―¿Necesitabas algo Minerva? ―La mujer no pudo evitar sorprenderse ante la gélida voz que la recibía. Lentamente giro su cuerpo para enfrentar cara a cara al dueño de aquella voz.
―Severus ―susurro, al encontrar los ojos negros del pocionista.
Fue un momento largo cuando Minerva paso sus claros ojos sobre el cuerpo de su ex colega, él era tan diferente al recuerdo del Severus Snape herido y cansado que desapareció tras recuperarse después de la guerra; tan diferente al hombre joven amargado y cansado que dio clases durante tantos años; pero sobre todo tan diferente al niños desgravado y amargado que piso Hogwarts a los once años.
―Oh… Dios mío… Severus ―dijo incrédula, recibiendo solamente esa patentada mirada de fastidio a través de la obsidiana del hombre irreconocible.
Minerva no podía reconocer al hombre que conoció durante, no sabía por dónde empezar a enumerar las enormes diferencias, estaba tan confundida, que si describiera su apariencia tan diferente al último año que lo vio como director o sus ojos… aquellos pozos negros que al fin parecían irradiar algo de paz como una noche tranquila, como la profundidad del mar.
―Pasa ―dijo finalmente con la voz aun más profunda de lo que fue en antaño, sin duda una cicatriz mas para su colección.
Aun desconcertada arremango su largo vestido para atravesar aquel estrecho pasaje hacia la casa. Y Minerva McGonagall por una vez no sabía que pensar, que hacer o que decir. Pero siguió al hombre a través de un estrecho pasillo que compartía espacio con unas escaleras. El color blanco abundaba en todo, pero había un fuerte contraste con la madera oscura de los muebles, con el de las escaleras e incluso el delicioso color marrón del piso.
Al llegar a la sala de estar, se quede inmóvil ante la habitación extendida a sus pies. No sabía que le sorprendía mas, si los Sillones de una tela suave y esponjosa color negro, con cojines que adornaba estratégicamente aquellos asientos ó el mueble caoba que tenía un grupo variable de aparatos electrónicos muggles. Reconocía a la variante del televisor, aunque el aparato que Severus tenía era plano, sumamente delgado y ancho, al resto de las cosas muggle definitivamente no podría nombrarlos o compararlos, no los conocía.
―Toma asiento, volveré con el té ―indico el hombre.
Minerva nuevamente planto sus ojos en el cuerpo de Snape hasta que este desapareció tras una entrada cercana a las escaleras. Pero la actual directora del famoso y controversial colegio Hogwarts de magia y hechicería, era incapaz de empezar a enumerar esos cambios, buenos o malos, Snape no era el mismo.
Podría decir algo sobre sus ojos, que obviamente se encontraban en una especie de paz que careció en antaño, pero su cabello… este no era largo hasta cubrir su rostro, al contrario, lo llevaba largo hasta la nuca pero solo por atrás, hacia el frente eran dos cortinas que terminaban en una ola atrás de sus orejas, su cabello seguía grasiento, pero el negro que alguna vez le caracterizo se veía vedado por un plata que se acentuaba alrededor de sus patillas, era como si Severus ya no deseara ocultar su rostro.
Pero si esos hubieran sido sus únicos cambios, tal vez la mujer mayor no estaría tan atónita. El observar al hombre aun altivo, aun orgulloso a pesar de una marcada cojera que le hacía llevar un bastón. Pero al contrario de encontrarlo frágil o sobrecargado por su pasado, ahí estaba él, fuerte e incluso robusto a cómo fue su complexión durante el tiempo en el cual convivieron. Severus Snape no era el mismo hombre.
La bandeja apareció sobre la mesa de café y los pasos junto con los golpes del bastón comenzaron a escucharse anunciando el camino de regreso de su anfitrión, así que finalmente tomo asiento, sobrecargándose con la inquietud de hundirse en aquel mueble pero fue una agradable sorpresa encontrar un confort en el sofá que no era tan mullido o firmemente incomodo.
El hombre al llegar tomo asiento en el sillón curvo que estaba frente a los tres enormes ventanales de la habitación, de esta forma podía verse de frente perfectamente. No se sorprendió que Severus prepara el té o que se lo entregara en las manos de forma tranquila por medio de la magia. Ciertamente guardaba un ligero temor de que la envenenara, la inquietaba esa tranquilidad, después de todo no había sido fácil encontrarlo, lo que significaría que no deseaba ser encontrado.
―No lo envenene Minerva ―aquella voz hizo un suave efecto en la habitación haciendo a la mujer mayor se estremeciera, además de que su expresión cambio a terror, logrando una mueca de burla en Severus―, tampoco leí tu mente.
El silencio se formo nuevamente, Severus parecía paciente a la espera que la mujer hablara, para él la situación era sencilla; si lo había encontró, era que necesitaba algo con urgencia; por eso esperaría a saber si era algo de su interés, de caso contrario la despacharía.
―Fue difícil encontrarte Severus, pero jamás pensé que estuvieras viviendo tan… muggle.
―Lo dices como si fuera repugnante ―sé burlo el hombre oscuro―. Pero la verdad no me interesa, mi objetivo no era ocultarme, sencillamente quería alejarme. Sin embargo no viniste a una visita social y quiero que me digas por que estas aquí.
Minerva giro sus ojos por todos los rincones de la habitación, Severus observo el enorme librero blanco atrás de Minerva, había libros, unas figuritas y unas fotografías, se alegraba que la mujer no pusiera atención en aquellos detalles… eran su intimidad.
―Harry Potter fue herido gravemente… necesita una poción, pero no se… no se ha localizado a algún pocionista calificado.
Severus observo a la mujer y entendió perfectamente como lo habían encontrado. Sus ojos negros no demostraron molestia, no estaba enojado por ser encontrado, pero tampoco deseaba ser acosado por nadie del mundo mágico.
―Estoy seguro que conseguiste mis datos por medio de San Mungo debido a que soy uno de los proveedores de pociones. Ya les dije a ellos y te lo diré a ti ―tomo un suave suspiro mientras regresaba la taza vacía a la mesilla de café―. No hare esa poción y que el necesitado sea Potter me importa menos.
―Pero Severus, tanto tiempo protegiste al niño y ahora lo dejaras morir.
Minerva imito el movimiento de Severo y dejo el té, del cual había bebido muy poco. La directora de Hogwarts sondeo en los ojos negros, su rostro era menos rígido que en antaño pero no perdía su expresión austera y durante un segundo divago si el hombre ha sido feliz en estos ocho años auto aislado. Fue entonces tras unos minutos que entendió, Severus Snape no lo haría, no cambiaria de opinión, el no ayudaría a Harry Potter.
―Entiendo Severus ―dijo derrotada―, creo será mejor que me vaya.
La mujer se puso de pie y Severus le siguió levantándose. Ambos se encontraban frente a frente, la marcada diferencia de estaturas se hizo presente. Minerva no pudo evitar sonreír al encontrar a Severus más sano de lo que nunca fue, incluso su cuerpo menos magro.
―No quiero tener a todo el mundo mágico en mi puerta… Por favor.
Las palabras de Severus no le sorprendieron, pero si su petición amable, sonrió cálidamente, hinchándose con el conocimiento de saberlo en paz, tal vez incluso feliz. Sin poder resistirlo más, le abrazo, asombrándose ante la respuesta un poco dudosa, pero al final una respuesta al afecto. Decidió una separación rápida, y en silencio la condujo a la salida.
―Gracias por tu tiempo Severus… me alegro verte bien ―el hombre solo asintió en silencio; ella sabía que no sería la última vez que la vería, no ahora que lo había encontrado, no ahora que la orden lo necesitaba nuevamente―, cuídate mucho.
Minerva salió de aquella casa de adornos austeros y paredes blancas, todo contrario a lo que alguna vez fue Severus Snape o tal vez esto era lo que siempre fue y nunca pudo revelar. Observo la calle, muy cerca se encontraban aun los niños jugando a la pelota, reconoció inmediatamente al niño que recogió el balón. Existía algo en aquel niño que llamaba su atención tal vez esos rizos oscuros que se mecían incesantes o su piel cálida bañada en un tono dorado seguramente por jugar bajo el sol, pero sin duda lo atrayente eran sus ojos vivos e inteligentes, redondeados y almendrados, unos ojos que le recordaban a alguien que prefería tal vez olvidar.
Camino hacia el lado contrario de aquella calle hacia el punto de aparición, revisando que los muggles no estuvieran presentes, lo último que necesitaba eran problemas sobre los muggles. Una ultima vez se volteo a ver nuevamente a los niños, para encontrar a una mujer junto al cautivante niño de rizos oscuros, no lograba verle el rostro, pero vestía ropas muy pulcras y parecía ser la madre o al menos eso esperaba con un cabello tan corto era difícil diferenciarle. El niño fijo sus ojos en ella y sonrió alegremente antes de volver hacia la persona que arreglaba sus ropas.
Y entonces el corazón de Minerva se volcó en tristeza al reconocer donde recordaba esos ojos almendrados unidos a la sonrisa brillante de dientes tan cuidadosamente blancos y los recuerdos de una alumna predilecta volvió a su mente… hacia años no pensaba en ella y una lagrima se derramo por su mejilla.
McGongall se giro para volver su camino regresar a sus responsabilidades, atender los problemas de la escuela y la orden, apresuro el paso para dejar atrás a Severus y para dejar atrás al niño que le recordaba a Hermione Granger.
…
Severus Snape limpió todo en su casa con un movimiento de su varita, dando un largo suspiro al tiempo que se recostaba sobre uno de esos engañosos sillones. Él hombre que alguna vez oculto todas sus emociones para sobrevivir y cumplir su misión ahora se encontraba abatido, con las manos sobre su lacio y grasoso cabello, sus codos sobre sus rodillas y el rostro bajo.
Observo su alrededor, la luz que nunca existió en su casa en la hilandera o en las mazmorras de Hogwarts. La luz lo inundaba y lo abrazaba. Esa luz que el protegería con su vida por mantenerle a salvo, a su lado. Mentalmente hizo el recuento de sus próximos movimientos, no era tan iluso como para pensar que solo Minerva aparecería en su puerta buscando salvar a San Potter.
Bajó las manos para que colgaran entre sus rodillas, observó aquel mueble que pasó desapercibido para Minerva. Sus oscuros ojos se enfocaron en las fotografías que adornan el lugar, eran pocas pero significativas de su nueva vida, el milagro, la luz y la calidez que ahora tenía.
Definitivamente el no estaba dispuesto a volver, el mundo mágico no había sido bueno con ellos, les había dado una patada en el culo cuando dejaron de ser útiles, ahora nuevamente le pedían volver porque lo necesitaban. Él ya había saldado su cuenta, ya no se preocupaba por un mundo en el cual nunca tuvo un lugar. Suficientes problemas tenia con su vida actual… suficiente era su único real problema que ocupaba toda su energía.
Pero esa visita lo había perturbado, le traían los trágicos recuerdos de su infancia, el dolor de su adolescencia y la sentencia de su adultez. Había salido del mundo mágico apenas se medio recupero de la fatal mordedura, todo para ser mínimamente independiente. Dejar atrás el lugar donde los recuerdos de una amistad perdida, de una ilusión destruida, de las burlas, de la segregación… no, no fue difícil dejar el lugar donde su vida jamás vio la luz. Cuando sus cadenas se rompieron no pudo evitar volar solo para refugiarse en la oscuridad y la mugre de su vieja casa cuando no tenía nada mejor. Fueron meses de recuerdos que lo atormentaban, donde las ganas de vivir se veían menguadas.
Recordaba estar perdido en la oscuridad, había dedicado toda su vida a la quimera de una mujer muerta, de una mujer que en la actualidad duda de la sinceridad de su amistad; una pelirroja a la que hasta ese momento no le regresó a la memoria, no desde que los ojos verdes fueron desvaneciéndose por aquellas gotas de chocolate dulce y sincero.
La puerta principal se abrió, se escucharon tenues murmullos y pisadas de aquellos invasores. Eufórico se puso de pie acercándose al pasillo que se había iluminado en toda su gloria. Observo aquella figura delicada envuelta en telas oscuras y formales que eran incapaces de ocultar la luz de su alma. El cabello extremadamente corto relucía su delicado cuello de cisne, aquella falda que se acentuaba en sus curvas de forma recatada y al mismo tiempo sensual con aquellos zapatos altos que torneaba sus piernas.
Ella giró suavemente para observarlo y sonreírle con sinceridad, en un parpadeo rompió la distancia hasta envolverla en sus brazos y robarle un beso. Obviamente ella se encontró sorprendida ante aquella actitud abierta sobre su intimidad, pero pronto encontró el camino para ignorar la grata sorpresa regresando el beso y envolviendo sus brazos en el masculino cuello.
―¡Por favor no hagan eso! Es asqueroso ―interrumpió una joven voz. Ambos separaron sus labios, más no sus cuerpos que aun se encontraban envueltos en el otro.
―Patrick Severus Snape, pronto te veré en la misma situación y te recordare tus palabras ―contestó ella sonriente.
El pequeño hizo una mueca demostrando su desagrado, era idéntico a esos gestos con las cuales Severus Snape atormentó y causó la inseguridad de sus alumnos. El niño meneó su cabeza haciendo que sus rizos negros jugaran sobre su rostro, pero tras unos momentos de negación, la resignación le hizo parecer mayor a la edad que realmente tenía, sencillamente se encogió de hombros como señal de derrota, en tanto la pareja seguían abrazándose.
―Voy a lavarme ―dijo con imperturbabilidad mientras tomó el camino hacia las escaleras. A mitad de su camino se detuvo para observarlos nuevamente―, pueden hacer eso cuando yo no esté mirando.
El niño apresuro el paso hacia el segundo piso, con sus rizos hipnóticos balanceándose, su pantalón de mezclilla rasgado y sucio por tantos juegos, usando aquellas zapatillas deportivas mugrosas y viejas que aun se resistía a cambiar. Y Severus Snape solo pudo envolver con más fuerza, a la mujer en sus brazos para trasmitirle el temor de perderlos.
―Vi a la profesora McGongall salir ―se alejó suavemente para ver sus profundos ojos negros como pozos, por un momento temió perderse en aquella oscuridad cálida, pero aquella sensación de inseguridad que el emanaba la hizo centrarse―. No creo que me reconociera, pero temó que no será su única visita.
―Lo mismo temó yo ―le contesto al tiempo que la soltaba―, deberías cambiar tus ropas debes estar cansada.
Camino hacia la cocina frustrado por mostrarse débil ante su familia. Ellos lo necesitarían fuerte, el necesitaba estar fuerte para protegerlos de posibles amenazas, de todas las bestias insaciables de chismes que era el mundo mágico. Ella lo siguió, lo abrazo para darle confort y seguridad, no necesitaban palabras, se entendían lo suficiente.
―Sea lo que sea… lo superaremos ―ella lo libero para buscar sus labios cuando se giró a enfrentarla, un suave roce fue el sello de su promesa, para después desaparecer tras aquella entrada y solo escuchar el chillar de las escaleras y el golpe de sus tacones a cada paso.
…
El reloj marcaba las dos de la mañana, tal vez unos minutos más. Sin embargo Snape seguía incapaz de conciliar el sueño, el cálido y suave cuerpo a su lado respiraba al compas de la tranquilidad, sentía aquella mano cálida que le envolvía el brazo bajo esa fuerte necesidad de sentirlo aun ahí, desde la primera noche juntos había sucedido aquello a él ciertamente no le molestaba, incluso lo necesitaba de igual forma.
Pero la incertidumbre lo embriagaba con el temor de perder la intimidad, la normalidad que vivían, que enemigos los encontraran y que lastimaran a su familia. Tomó prontamente una decisión, hablaría seriamente en San Mungo sobre la naturaleza de sus datos o sencillamente dejaría de hacer negocios con ellos.
Aun inquieto se levanto, acariciando a la mujer de su cama para que se tranquilizara, pronto volvió a dormir como si nada, no sin antes abrazar su almohada y hundir su respingada nariz para inhalar con fuerza su perfume, él sonrió sabiendo que se necesitaban en igual medida.
Camino por la oscuridad con la suave iluminación de que filtraba por las ventanas de la calle. No fue lejos, solo a la siguiente habitación, abrió suavemente la puerta encontrado la iluminación necesaria gracias a esa lámpara de personaje de historieta. Observo con cuidado el bulto que respiraba tranquilamente bajo la cálida frazada. Unos rizos rebeldes se escapaban al igual que una pierna se encontraba colgando en la cama. Se acerco silencioso para acomodarlo correctamente, paso su mano sobre el cabello sedoso y se agacho para besar la frente del pequeño.
―Hijo… ―susurro el hombre antes de marcharse con la fuerza renovada.
Camino decididamente hasta la ventana de aquella estancia, miro los alrededores, no era que hubiera mucho para observar era una calle tranquila con unas cuantas farolas y las casas vecinas. Pero ahí a tres casas de distancia al frente observo a una persona. Sus ojos se estrecharon mientras una parte de él se alegraba de no ser solo un paranoico y reconocer que su instinto no estaba muerto. Camino hasta su habitación, removió a su mujer suavemente para ocupar su lugar en la cama, no sin antes tomar su varita y reforzar sus hechizos escudos.
―¿Pasa algo? ¿Por qué usas magia? ―dijo ella adormilada mientras se acomodaba nuevamente buscando a su marido.
―Todo está bien ―susurró con aquella voz profunda que la arrullaba―, vuelve a dormir Hermione.
.
Bien, aquí está el primer capítulo de mi nueva historia. En un primer momento planeaba subir solo el prologó sin embargo decidí desaparecerlo e integrarlo al primer capítulo para entregar algo más largo. Espero que les guste.
Por favor disculpen los horrores ortografícos y gramaticales que encontraron en este fic.
:3 Actualizare cada lunes… el primer lunes de cada mes wuajaja.
