NOTA:

Hola, con la escusa de contar con más detalle la relación entre el doctor-chico-de-la-moto Josh y nuestra detective Beckett, he empezado a escribir estos capítulos, que rellenarán huecos de la temporada 3 y principio de la 4.

Si odias a Josh, no te preocupes, te encantará este fic. Si te gusta Josh, no te preocupes, también te encantará. Si te gusta Beckett te chiflará. Y si lo quien te gusta es Castle también lo tendrás por aquí haciendo de las suyas.

Ya sé que a esta alturas de la serie, retroceder hasta estos momentos puede que no sea interesante, pero me vino la inspiración, lo escribí y quisiera compartirlo. De todas maneras en la tele nos repiten capítulos a todas horas, todos los días, para que no nos olvidemos.

Siempre me ha fascinado la personalidad de Beckett, con su capas de cebolla, sus muros y su Castle al lado. Con estos relatos espero indagar un poco más en su mente.

Como del doctor Josh Davidson apenas tenemos información he tomado prestadas algunos detalles del actor que lo interpreta, aunque la personalidad que le he puesto está elaborada a partir de lo poco que salió en la serie.

En cada capítulo que escriba haré referencia a algunos capítulos de la serie para que se sepa ubicarlos y os los podáis volver a ver (al menos así tendréis la escusa para volver a verlos, je je).

Este primero ocurre en el verano, antes de que empiece la temporada 3, disfrutadlo...


Era una de las últimas tardes de un verano que ya estaba próximo a acabar. Las siluetas oscuras de los árboles parecían recortar el horizonte anaranjado. Era una bonita vista para contemplar a lomos de una moto. Avanzando por la autopista a no demasiada velocidad, el doctor Josh Davidson sentía el aire azotar su ropa de cuero. Estaba concentrado en el ronroneo del motor, en las suaves curvas que lo mecían suavemente como si de un baile se tratase. Se sentía vivo. Y hoy necesitaba sentirse vivo.

Aquella tarde había perdido a un paciente. Su terapia era la compañía de su moto y sus pensamientos. Se repetía a sí mismo que él sólo era un hombre, intentando ayudar a otros seres humanos y que lamentablemente a veces no lo conseguía. Haciendo kilómetros con su máquina retrocedía a sus años de estudiante, cuando pensaba en convertirse el en mejor cirujano del mundo y salvar vidas. Una ilusión que se había topado con la realidad: hacemos lo que mejor sabemos hacer y a veces no es suficiente.

Sumido en sus sensaciones, vio en el horizonte una sombra irregular y aminoró la marcha. Pensó que podría ser un accidente. Conforme se iba acercando logró distinguir a través del cristal de su casco, lleno de mosquitos, una solitaria moto apartada en una escapatoria, con los faros encendidos.

La silueta recortada de una persona merodeando alrededor de la moto le llamó la atención. Una avería. No se lo pensó dos veces. Aminoró la velocidad y señaló con el intermitente hasta detenerse en la amplia cuneta a pocos metros.

Se levantó la visera para contemplar semejante belleza: una Harley Softail de los años noventa, muy bien cuidada y con todas la piezas originales, él no era un experto pero sabía lo suficiente para apreciarlo. La persona que él había visto desde lejos resultó ser una figura femenina embutida en cuero con un casco negro. Alta y delgada. Presumiblemente joven, pero no una chiquilla, por la moto que llevaba. Ella le miró cara a cara - casco a casco, mejor dicho - y dio un paso hacia atrás. Él pensó que la había asustado.

-Oh, perdona. Lo siento. Te he visto a lo lejos y he pesado que necesitabas ayuda. - dijo apagando su moto y echando la pata de cabra. El casco no le dejaba hablar con comodidad, así que se lo quitó y se peinó el pelo un poco con la mano.

La figura femenina no se movió de donde estaba y se echó la mano izquierda a la espalda. Entonces el doctor vio que en la derecha tenía una pistola. No le estaba amenazando, sólo la sostenía con el brazo paralelo al cuerpo y apuntando al suelo.

-¡Rayos! ¡Espera! - el hombre soltó el casco, que cayó al suelo y levantó las manos - ¿¡Qué quieres!? ¿La moto? ¿La cartera? ¡Coge lo que quieras! - gritó atropelladamente y asustado.

Ella apartó la mano que empuñaba la pistola para que viese que no le estaba apuntando y le enseñó la placa de poli que llevaba en la otra. El doctor dejó de aguantar la respiración, cosa que había hecho inconscientemente, y bajó las manos.

- ¡Jesús, que susto! - dijo aún sobresaltado.

Le temblaban tanto las piernas que se alegró de seguir todavía sentado en la moto. Ella se guardó tanto la pistola como la placa, le hizo una señal con la palma de la mano para disculparse y se quitó el casco.

- Detective Beckett, Policía de Nueva York. - dicho esto movió la cabeza a un lado y a otro para colocar su melena. - Perdone si le he asustado.

Se le acercó y le ofreció amistosamente la mano. Él se la dio pero no dijo ni una palabra. Se había quedado mudo de la impresión. La dueña de la moto era otra belleza que en estos momentos le miraba fijamente con unos grandes ojos que no admitían tonterías. Pasaron un par de silenciosos segundos más de lo apropiado en estos casos.

- ¿Y... usted es...? - le preguntó finalmente ella relajando un poco sus duras facciones.

- Davidson... Josh Davidson... ¡Doctor! Josh Davidson - dijo él pareciendo un tonto.

El doctor Davidson estaba acostumbrado a tratar con bellas mujeres desde siempre. Un hombre guapo, alto, atlético y con una prometedora carrera como era él, lo estaba. Lo que no estaba acostumbrado era a que estuvieran armadas.

Josh le soltó la mano y entonces se dio cuenta de que aún estaba temblando, pero no sabía si era por la pistola o por la bella detective. Ella se dio cuenta.

- Caray, perdóneme. De verdad. - dijo ella un poco cohibida por el malentendido.

Su voz era aún firme, pero más amable. La detective le echó un vistazo de arriba a abajo. Parecía que estaba evaluando si lo de 'doctor' encajaba en su aspecto.

- Lo siento, pero es que no estoy acostumbrada a gente que se dedica a salvar a damiselas en apuros, doctor Davidson. Supongo que es deformación profesional.

Josh la observó agacharse y recogerle el casco del suelo. Le sacudió un poco el polvo y se lo entregó con una tímida sonrisa que le hizo temblar un poco más.

- Gracias - balbuceó.

- De nada, doctor Dav...

- ¡Josh! ... - dijo él cortándola - Llámeme Josh. No es mi paciente, detective.

Ella sonrió más ampliamente. Él también sonrió, y respiró profundamente intentando coger aire.

- Ok. Entonces llámame Kate, por favor, ya que tampoco tú eres mi detenido.

Ambos rieron relajando el ambiente.

- Supongo que lo de ayudar a la gente es mi deformación profesional, Kate... - dijo él alargando su nombre mientras la miraba hipnotizado.

Pasaron unos segundos en silecio, mientras él la miraba firmemente a los ojos y en ese instante Josh sintió que Kate Beckett iba a ser importante en su vida. Y no fue porque la luz anaranjada del atardecer brillaba en su cara resaltando sus cincelados rasgos. Fue la manera en la que ella le sostuvo la mirada durante esos segundos. Vio a una mujer fuerte, decidida, valiente, y que no le necesitaba a él ni a nadie.

Tras esos segundos Kate apartó la mirada, él supuso que por incomodidad, ella se giró dándole la espalda y dio un par de pasos hacia su Harley. Por supuesto, qué tonto, ¿cómo una mujer así iba a estar disponible?. Que desilusión. Entonces Kate se paró y volvió la cabeza para mirarle otra vez a los ojos.

- Bueno, ¿me vas a ayudar a cambiar el fusible o te vas a quedar mirando... Josh? - le dijo volviendo a sonreír.

Él se bajó rápidamente de la moto y acudió a ayudar a su damisela en apuros.


- Tienes las manos hábiles de un cirujano. - Comentó Kate mientras Josh manipulaba con sumo cuidado la caja de fusibles.

Se le veía muy profesional, y realmente interesado en ayudarle con la moto. Kate tuvo sentimientos contradictorios al respecto. Por una parte agradecía el que aún quedasen caballeros en este mundo pero por otra no le importaría que le mirara el escote, bueno, si su cazadora de cuero llevara escote.

Josh echó un vistazo al manual que tenía ella entre las manos, iluminado con el faro de la propia moto. Buscó el fusible y con suma delicadeza lo desenchufó, mostrándoselo a Kate como si de una enfermera se tratase.

- Fundido, doctor.- Dijo Beckett seriamente.

Josh sonrió dejando a la vista una hilera de dientes perfectamente blancos en la penumbra del atardecer. Kate se sorprendió a sí misma sonriéndole mientras le ofrecía un fusible del mismo color de su caja de recambios. En vez de mostrarle la palma de la mano para que se lo depositara en ella, Josh se lo cogió de la suya propia. El contacto de sus dedos le provocó un suave cosquilleo que se le propagó por todo el cuerpo. Kate dio gracias de que estuviese oscuro porque sentía que se había sonrojado.

El fusible encajó perfectamente con un 'click'. Kate comprobó el claxon y ya funcionaba.

- Perfecto. - dijo Beckett alto y claro. - y gracias. - dijo más tímidamente.

- De nada. - le respondió tímidamente también.

Hubo un silencio entre ellos, pero no incómodo, sino más bien, expectante. Como si cada uno esperara que 'el otro' dijese 'algo' para poder seguir hablando un rato más.

- Menos mal, porque un motorista sin claxon en Nueva York no sobreviviría. - dijo Josh limpiándose las manos con un pañuelo de papel. Al contrario que hace unos instantes, a Kate le pareció que ahora sus manos temblaban.

- Me ha salvado la vida, doctor. - dijo ella dramáticamente.

Josh hizo una mueca para intentar sonreír pero se quedó en eso, una mueca extraña. Kate lo captó enseguida.

- Oh, perdona. Perdona, me parece que... no debería...Lo siento.

Él hizo una señal con la mano, para que no se preocupara. Pero sus ojos se habían llenado de tristeza. Kate era muy buena captando las emociones de los demás, tras años de interrogatorios había desarrollado esa habilidad. La pega era que esos mismos interrogatorios habían forjado una coraza alrededor de sus propias emociones.

Pasaron unos segundos, Josh cabizbajo intentaba serenarse. Kate pensó que ese hombretón se iba a echar a llorar ahí mismo, y eso hizo que se le encogiera el corazón. Dio un paso hacia atrás y se mordió el labio inferior cabizbaja. Observó la solitaria carretera a un lado y a otro, no podía dejar al buenazo del doctor ahí solo. No después de asustarlo de esa manera. Kate en el fondo sabía que no estaba siendo una buena samaritana sino que quizás no quería que acabase su fortuito encuentro.

- Ey... - dijo ella para llamar su atención.

Él levantó la cabeza y le miró a los ojos. Ella le miró con ternura.

- Súbete a la moto y sígueme. - dijo Kate mientras le hacía una señal con la mano.


El ambiente en el bar de moteros era tranquilo. El traqueteo de las mesas de billar acompañaba a una música lejana en el jukebox. Kate y Josh estaban en la barra. El doctor acurrucado en el taburete con una jarra de cerveza lleva hasta el borde enfrente de él. A su lado, la detective estaba ladeada con el codo apoyado al lado de su limonada.

- Simplemente dejó de latir. - dijo Josh con la mirada perdida en su bebida.

Kate le había estado escuchado con atención. El doctor Davidson, cirujano, tal y como ella había intuido antes, había perdido aquella tarde a un chaval en la mesa de operaciones. Una operación rutinaria, pero que inexplicablemente se había torcido. Todas las pruebas habían indicado que el chico estaba sano y fuerte, listo para la operación. Pero justo antes de suturar había sufrido una parada cardíaca de la que no pudieron reanimarlo. Veinte minutos de descargas que no sirvieron para nada.

Kate se quedó sin palabras, interiorizando todo lo que le había contado. La vida es frágil, ella bien lo sabía. Josh dio un largo trago a la cerveza.

- Perdona, Kate, yo aquí contándote mis penas. Nada menos que a una detective...

- ... de homicidios. - dijo ella con un hilo de voz.

- De homicidios... Fíjate. Todos los días enfrentándote a la muerte. Te pareceré un blando. - dijo lamentándose.

- No - dijo ella firmemente. Josh se giró.

Kate tenía el ceño fruncido y le dijo mirándole a los ojos:

- Un poli que no siente dolor por una vida humana, ya no es un buen poli.

Josh asintió con la cabeza y echó otro trago.

La canción que estaba sonando terminó y empezó otra. Un tipo desde la zona de billares gritó '¡Otra pinta, Joe!'.

- Hace unos años... - comenzó a decir ella en voz baja - colaboré con el FBI en el rescate de un niño secuestrado...

El camarero llenó una jarra, Kate observó cómo cerró el grifo lo justo para que la espuma no se desbordara. Josh se giró para mirarle a los ojos, ella tenía la mirada perdida.

- Salió mal. Muy mal. Me encerré en mí misma, no fui capaz de asimilarlo. Aún hoy recuerdo... - tragó saliva - ... a sus padres... destrozados, mirándome, mirándonos a todos... Les fallé. Les fallamos.

Un motero con un taco de billar en la mano se acercó a la barra, cogió la pinta de cerveza, le dio un sorbo y se la llevó.

- Me afectó mucho. Personalmente. Me cambió tanto que acabé rompiendo con mi novio. Después de horas de terapia que no me ayudaron, un día...- miró a Josh a los ojos - mi capitán me dijo que no servía de nada castigarme por ello, que lo que tenía que hacer era utilizar toda mi rabia para convertirme en un mejor poli.

Josh le miró atentamente y una ligera sonrisa apareció en su rostro.

- También me dijo que el remedio no era inmediato, pero que algún día, resolvería algún caso difícil, uno destinado especialmente para mí, uno que sólo yo sería capaz de resolver, y la satisfacción me compensaría en parte la frustración que sentía. Que al final, todo consistía en equilibrar la balanza para ir superándolo.

Se quedó observando a Josh, y en su mirada notó un agradecimiento infinito. Eran prácticamente unos extraños que se habían conocido por causalidad. Muy diferentes en un principio, pero semejantes en el fondo.

- ¿Y llegaste a encontrarte con el caso? - le preguntó Josh frunciendo encantadoramente el ceño.

Ella apretó los labios pensado en el asesinato de su madre.

- Todavía no. Pero las pequeñas piedrecitas de los casos que he ido resolviendo durante estos años han ido equilibrándola. - contestó ella, sabiendo que caso ya lo había encontrado, pero aún tenía que resolverlo.

- Gracias Kate. - le dijo él levantando la cerveza.

Ella levantó su limonada, brindaron y ambos bebieron un trago.

- Y ahora prepárese, doctor, porque empieza el juego. - le dijo ella dándole una palmadita en el antebrazo y señalando las mesas de billar con la cabeza.

Josh se bajó del taburete y la siguió.

- Tendremos que jugar un buen rato - dijo Kate mientras elegía taco - porque no estaría bien que una poli te dejara coger la moto después de la pinta que te has tomado.

Josh sonrió volviéndole a mostrar su perfecta hilera de dientes relucientes. Kate le devolvió la sonrisa cuando le entregó el taco, sintiendo que ella no era la única persona necesitada de ayuda aquella tarde.

- ¡Por cierto! Me tienes que explicar cómo un chicarrón como tú tiene una moto coreana. - dijo ella con guasa cuando llegaron a la mesa.

- Eu... Será porque soy canadiense. - dijo mientras colocaba el triángulo de las bolas numeradas.

- Vaya escusa... anda, rompe tú, que me das pena. - le dijo cediéndole el turno.

El doctor sonrió y la miró mientras se inclinaba para apuntar. Tuvo el presentimiento de que la detective le iba a dar una paliza.


Mientras tanto en los Hamptons...

- ¡Richard!...

Castle se encontraba flotando en medio de la piscina, tumbado cómodamente en la isla flotante que le compró a Alexis por su séptimo cumpleaños, disfrutando de los últimos coletazos del sol de la tarde. Su novia enfundada en un pareo y tapada por una pamela, intentaba llamar su atención desde el borde.

- Mmmm ¿qué? - contestó el escritor sin moverse lo más mínimo.

- Vamos, sal de la piscina y ponte a escribir. - le dijo Gina.

- Mmmm... mejor entra tú en la piscina y jugueteamos un rato... - contestó arqueando levemente su boca en una pícara sonrisa que ella no llegó a ver.

- Hablo en serio, Richard, te faltan 5000 palabras para llegar al cupo diario. Y ya sabes que... - su editora cambió el tono de voz - ... si no llegas al cupo esta noche no hay premio.

- Mmmm... Chantaje... - el escritor levantó una ceja sin dejar de sonreír tontamente pero no se movió.

Gina gruñó y le lanzó un balón hinchable con el que Castle había estado tonteando toda la mañana con tal de no trabajar. Le rebotó en las narices y la isla flotante se tambaleó peligrosamente.

- Eeeeeh... no te enfades, si son 5000 palabras de nada, esas las hago yo con los ojos cerrados, venga, alcánzame el portátil... - dijo remando con los brazos para acercarse a ella.

- ¿Bromeas? ¿Para que acabe otra vez en el fondo de la piscina? Voy a por una copa y cuando vuelva quiero verte escribiendo, de una manera productiva, Richard. - dicho esto se alejó hacia la casa.

- ¡Tráeme a mí un... ! - empezó a decir el escritor, pero al ver que se alejaba sin hacerle caso se incorporó apoyándose en un codo. Momento en el que la inestable isla se hizo a un lado mientras que su robusto cuerpo se hizo a otro y...

Gina, de espaldas, oyó la gran zambullida y sólo rezó para que esta vez no hubiese sido el portátil.


- ¡Increíble pero cierto, te lo aseguro! - dijo Josh mientras abría la puerta del local para que Kate saliera.

La tarde había dado paso a una templada noche de verano y ni siquiera se subió la cremallera de la cazadora de cuero.

- ¡No me lo creo! ¿¡Con patatas!? - exclamaba ella asombrada.

El doctor Davidson le estaba contando una anécdota que le había ocurrido en África, donde en mitad de una operación se les averió el grupo electrógeno y tuvieron que improvisar un poco de luz con varios kilos de patatas.

Era admirable la vida que Josh había elegido. No se conformaba con su trabajo como cirujano en Nueva York, sino que además colaboraba con Médicos Sin Fronteras. Había vivido mil y una historias. Había conocido la miseria en primera persona. Había sufrido impotente cómo la vida de algunos enfermos se escapaba de sus manos por no tener medicinas o medios suficientes. Y aún así seguía hacia adelante.

- Es completamente verídico. Y al día siguiente el paciente se tomó un guiso hecho con las mismas patatas que le salvaron la vida. - dijo Josh.

Kate se rió descontroladamente llevándose las manos a la cara. Josh se contagió de la risa. Llegaron a las motos aparcadas.

- Lo siento, Josh, lo siento. Es que es tan... - intentó buscar las palabras pero no las encontró mientras no podía parar de sonreír.

- ¿Loco?¿Surrealista? - le ayudó Josh, compartiendo su buen humor.

- ¡Sí! - dijo ella gesticulando con las manos.

Acto seguido ambos volvieron a estallar en carcajadas.

Bien, el momento había llegado. Cada uno al lado de su moto, recuperándose de las risotadas y jugueteando con las cremalleras, los guantes y los cascos. Kate estaba dispuesta a ser ella la que diese el primer paso, puesto que Josh le había dado a entender que con su ritmo de vida no estaba con nadie.

- Kate, tenemos que repetirlo. - se adelantó Josh sin dejar de sonreírle.

Ella fue a contestarle pero se sorprendió a sí misma dudando. ¿Pero por qué? Si hace un segundo estaba pensando en invitarle a una cena+cine+postre, ¿por qué sentía ahora que su mente se replegaba?. Josh se dio cuenta de que ella tardaba demasiado en responder.

- Aunque lo entenderé si no quieres o no... puedes. - dijo él ligeramente decepcionado.

- Puedo... - dijo ella de inmediato, pero lo dejó en el aire.

- ¡Ah! - dijo Josh nerviosamente, pasándose la mano por su pelo azabache, sabiendo que eso no era todo.

Kate se encontró que en el fondo de su corazón aún había un hilo de esperanza. Un hilillo que le tenía unida todavía a ÉL. A Castle. A un niño grande y mujeriego que había vuelto su mundo patas arriba, pero que en primavera se había reconciliado con su ex-mujer.

Mierda.

Entonces Kate tomó una decisión.

- ...y quiero. - respondió finalmente cortando el hilillo con las tijeras que le brindaba Josh.

Se sintió aliviada, como si se hubiese liberado de algo. Había temido dar el paso, pero finalmente lo había hecho. Josh la miraba contento, ella sonreía.

Entonces oyeron un chasquido y tanto las luces del aparcamiento como los neones del bar se apagaron, sumiéndolos en una oscuridad sólo aliviada por la luna.

- Vaya, y nos ha pillado sin patatas. - dijo Kate volviendo a reírse.

Entonces sintió, por el sonido de la grava, que él daba un paso hacia ella. Le pilló por sorpresa el calor de su mano cuando le agarró el brazo, y cerró los ojos instintivamente cuando sintió sus labios posándose suave y lentamente sobre los de ella.

Pasaron dos segundos durante los cuales Kate sintió un impulso eléctrico que la recorrió de arriba a abajo y que finalizó cuando colocó su mano suavemente encima del pecho de Josh que se apartó cuando la sintió. Ella abrió los ojos se dio cuenta de que la luz había vuelto y que Josh la miraba entre amable y confuso.

Diablos. Kate pensó que si 'un clavo saca a otro clavo', este era un buen candidato. Dio un paso atrás y se llevó la mano a un bolsillo interior para coger su móvil. Le echó una mirada a Josh, que le dictó su número. Ella le hizo una perdida. El pitido en el móvil de él hizo sonreír a ambos.

- Llámame. - Fue lo último que le dijo antes de enfundarse su casco y montarse en su Harley para desaparecer en dirección hacia la casa de su padre en el lago.

Josh se quedó mirando cómo se alejaba. Cuando la perdió de vista él hizo lo propio pero hacia la ciudad.


Mientras tanto otros disfrutaban de una envidiable noche, a la vera de una piscina iluminada.

- ¿Estás bien, Richard? - la voz de Gina le pilló de improviso al escritor, que había levantado la mirada del portátil y se frotaba el cuello con la mano.

Era dificilísimo encontrar una forma cómoda de escribir en una tumbona, pero Castle lo había conseguido tras años de práctica.

- Sí... sólo que he sentido... como un escalofrío... - dijo quejándose como un niño.

Su editora dejó a un lado su cóctel y dio unos pasos luciendo pareo.

- Vamos, vamos, ya me conozco tus truquitos. - dijo ella colocándose a su espalda y dándole un masaje. Cuando hubo pasado un minuto se alejó dándole un cachete - Ahora sigue escribiendo. Tienes que acabar ese capítulo antes de las doce.

- Negrera. - dijo cuando ella ya se hubo alejado lo suficiente.

El escritor miró el cielo estrellado, tan diferente al de Nueva York, y se fijó en la luminosa luna. Por alguna extraña razón volvió a sentir otro escalofrío. Sería que ya faltaba poco para que acabara el verano. Sí, eso sería.


Si has llegado hasta aquí, espero que te haya gustado... (Si te ha parecido absurdo, lo siento, no tengo mucha idea de averías de motos ni de patatas)