Shade: Empezamos este mes con algo muy esperado: Yeap, un fic lemmon Yonaka/Nega. Y no, Nega no estará humanizado (Así se vería demasiado fácil, jeje~)
Advertencias: +18. Leve PWP (Porn without Plot/Plot? What Plot?) Xenofilia/Bestialismo.
Dedicado enteramente a Larousse Lucy. Disfruta de este pedacito de insanidad mía con mucho cariño~
Disclaimer: Mogeko Castle es creación de Okegom.
Selfish Instinct
Created by Shade Shaw Reilly and SessKagome4Ever
No hay amor sin instinto sexual. El amor usa de este instinto como de una fuerza brutal, como el bergantín usa el viento.
José Ortega y Gasset
Desde el mismo momento en que sintieron el aire frio azotar sus mejillas al estar sobre ese paraje solitario a esas altas horas de la noche, Yonaka Kurai y Nega-Mogeko sabían que estaban prácticamente fuera del Castillo Mogeko.
Habían podido salir allí tras acordar que se fugarían juntos, dando marcha atrás de la entrada de la biblioteca y buscar otra salida diferente al séptimo piso. Fue un proceso largo y difícil, tan plagado de peligros y trampas como lo había estado el camino recto que anteriormente habían tomado. Al final lograron tomar un acceso a una salida lateral por las intermediaciones de las chimeneas de la cocina del primer piso y se habían colado por ella… bueno, no precisamente ilesos, pero al menos vivos. Yonaka apenas podía creerlo: Estaban fuera, fuera de ese maldito lugar. Ya no estaba dentro de ese lugar donde estaba amenazada tanto su cuerpo como su vida y su cordura. Tanto fue el alivio que la embargó ante esa perspectiva que, abrumada, no pudo evitar dejarse caer de rodillas y empezar a temblar por unos leves sollozos. Al instante sintió contra si un cuerpo pequeño y peludo apretarse levemente. Tras su flequillo, observó el rostro de Mogeko Defectuoso, observándola preocupado.
―Estoy bien, no te preocupes. Es solo que… ―la muchacha alzó la vista a la silueta oscura y alargada de la gran torre del Castillo que se veía a lo lejos, al final del bosque―, había llegado a pensar muchas veces que iba a morir ahí dentro… De no ser por ti. ―Volvió a mirarlo, rodeándolo de improviso en un fuerte abrazo que hizo que Nega-Mogeko se quedara sin aire―,…gracias.
―No… no hay de qué, señorita―murmuró el último Mogeko Especial, tratando inútilmente de zafarse del abrazo que lo asfixiaba… y también le daba una extraña sensación de… calidez―. Mejor sigamos moviéndonos: Es peligroso estar en este lugar tan abierto donde pueden fácilmente buscarnos, y… ―hizo una pausa al ver las trenzas de la jovencita agitarse por el viento―, debemos resguardarnos del frío. Sobre todo tú, señorita.
―Sí, tienes razón―musitó Yonaka, enjugándose el rostro y levantándose… Pero sin soltar a Mogeko Defectuoso… Este tuvo que carraspear para que se diera cuenta―, Oh, lo siento―tartamudeó dejándolo en el suelo, sintiendo un leve sonrojo teñir sus mejillas―. Ehm… Señor Mogeko Defectuoso…
― ¿Qué?
― ¿Aun recuerdas… lo que te pregunté afuera del edificio…?
―Por supuesto, señorita. Me pediste que me fugara contigo. Eso es lo que hago ahora.―El alivio ensanchó más la sonrisa de la joven al oír esas palabras… No estaría sola en esto, Mogeko Defectuoso estaría con ella, hasta el final. Se apresuraron a salir de ese campo abierto, corriendo con todas las fuerzas que tenían (y no tenían), tratando de no mirar atrás, de estar lo suficientemente lejos…
Lejos del Castillo Mogeko, lejos de Shinya… lejos de todo y de todos.
Sin embargo, eso no iba a ser precisamente fácil.
La perplejidad que tuvo el monarca absoluto del Castillo Mogeko al enterarse horas después (Y por boca de los Mogekos Especiales que se lo dijeron con evidente regocijo en sus caras) que la chica de preparatoria había logrado fugarse de allí, no tenía igual: ¿Cómo diablos pudo esa muchacha lograr lo que muchas otras colegialas no habían podido antes…? Y cuando se enteró también que lo había hecho con la ayuda de nada más y nada menos que su mismísimo otro yo… su rabia no conoció límites. Los Mogeko-trompeta, asustados por el violento exabrupto que tuvo su rey al ordenar a sus tropas. En cuestión de instantes, la gran sala (Que acababa de ser reconstruida tras el destrozo de la Bazooka de Nega-Mogeko) estaba completamente llena. Rey mogeko se levantó de su trono de oro, tirando de un manotazo la botella completamente llena de Coca-Cola que estaba en el respaldo de la silla y siguió vociferando a sus recién reunidas tropas:
―Estas serán mis órdenes: ¡Todos de inmediato saldrán en búsqueda y captura de la chica de preparatoria y del defectuoso! Nadie vuelva aquí sin ellos. A ella NO la maten: tráiganmela viva (Y si viene atada y con una pelota roja en la boca mucho mejor, mogegege~); En cuanto a él, quiero… No, EXIJO que me traigan su cabeza. ¡Vayan, AHORA!
Las legiones Mogeko (Tanto los que tenían alas como los que no), salieron apresuradamente del recinto. La oleada amarilla salió a tropel de las puertas y los Mogekos alados salieron disparados por las ventanas hasta que la sala se vaciara totalmente. Allí, completamente solo en su enorme sala, Rey mogeko caminaba de un extremo a otro, sintiendo como su cabeza literalmente hervía. Hervía de impotencia, de rabia… de deseo. Sobre todo de deseo.
Sí, había sentido deseo por esa hermosa muchacha de preparatoria que había entrado en sus dominios… tal y como lo había sentido antes por todas y cada una de las demás chicas que habían tenido la mala suerte de acabar aquí. Sin embargo, al ver la sorprendente habilidad de Yonaka de burlar a sus guardias y hasta de enfurecer a la terrible Moge-ko, Rey mogeko había quedado francamente impresionado… Y por qué no decirlo, mucho más excitado por ella. Oh, como ansiaba poseer a esa delicada criatura, tenerla para el solito, completamente sometida a todas las fantasías, posiciones y acciones que él quisiera hasta que se aburriera o ella se secara completamente como una fruta dejada al sol… y hubiera podido haberlo hecho… Hasta que en un momento Nega-Mogeko atacó.
No cabía duda que Nega-Mogeko era un maldito traidor. Y como cualquier traidor, merecía el peor de los castigos en las profundidades del Averno. Habría podido matarlo, entregarlo a las llamas… Y ahora... Nega-Mogeko era libre… y tenía a Yonaka-tan con él.
Suficiente. Lo mataría. Le sacaría las tripas y las usaría para estrangularlo. Le arrancaría la lengua y se lo metería por el culo. Le aplastaría el cráneo y dejaría su cuerpo desmembrado a los caprichos de Moge-ko… Por su mente totalmente enferma, llena de porno y prosciutto, pasaban a toda velocidad ideas de tortura a su otro yo… Así como ideas de tortura a su querida chica de preparatoria.
Viajaban sin rumbo fijo, deteniéndose un par de días en diferentes villas y pueblos para abastecerse de lo imprescindible para luego partir a otra parte. Esta vida entre nómada y exiliado puede parecer fatigosa para una chica de preparatoria, pero Yonaka lo sobrellevaba sorprendentemente bien: Si pudo salir entera del castillo más aterrador que había conocido jamás, esto no sería gran cosa para ella. Además, la perspectiva de conocer tantos lugares y sus cosas nuevas la emocionaban. Sobre todo, conocerlas junto a Mogeko Defectuoso
Además de conocer nuevos lugares en el mundo, esta nueva vida de errante permitió que este inusual par se conociera mucho mejor.
Ya sin preocuparse de cuidar sus espaldas de ese lugar atestado de presencias amarillas con intensiones pervertidas u homicidas (o ambas) hacia Yonaka, ella y Mogeko Defectuoso tenían mucho tiempo para hablar, casi sin interrupción de ningún tipo, sobre cualquier cosa. Para la chica era increíble que, siendo una criatura que había conocido en un calabozo y de la que se había aliado por pura casualidad… tras unas horas había sentido que lo conocía de toda la vida, que podía confiar en él como no lo había hecho con nadie… ni siquiera con Shinya. A casi cualquier momento del día, podían conversar, conociendo al otro en muchas cosas que no habían tenido tiempo de saber. Yonaka le contó todo sobre su vida, sobre su hermano y su pasado, oyendo a su vez como es que Mogeko Defectuoso (Ahora con su verdadero nombre, Nega-Mogeko) había descubierto su verdadera razón de existir y como por este conocimiento lo había hecho caer en desgracia ante Rey mogeko. Le contó su martirio como condenado a muerte, incluyendo como le habían arrancado violentamente la oreja y finalmente colocado la bola y la cadena en uno de sus pies, a la espera de la hoguera.
Al final de su relato, Yonaka había quedado en silencio, sintiendo tanta compasión por ese valiente Mogeko, tanta… que no pudo evitar rozar con su mano suavemente el trozo irregular de cartílago, que era lo que quedaba de la oreja izquierda de Mogeko Defectuoso… recibiendo un respingo de parte de él, observándola fijamente… para finamente quedar en un incómodo silencio.
―Es mejor que sigamos, señorita… No me siento completamente tranquilo en este lugar―Y así, tras ese silencio, volvían a encaminarse a algún desconocido destino.
La verdad es que Nega-Mogeko no había dicho esto únicamente para zafarse de la extraña sensación que tuvo cuando Yonaka había tocado su oreja destrozada, sino también porque realmente no se sentía seguro ahí. Él estaba muy seguro que su antiguo Rey no los dejaría irse tan fácil como salir a la puerta y decirles hasta nunca y ya… Sabía muy bien que, siendo tan egoísta como él solo, Rey mogeko sería capaz de intentar llegar hasta las últimas consecuencias para obtener lo que quería… Y sabía perfectamente que Yonaka era eso lo que él quería.
Por eso sabía… que él no se rendiría hasta encontrarla.
La tarde avanzaba con absurda lentitud por lo que se habían sentado a contemplarlo bajo un frondoso manzano que hacía parte una pequeña colina. Tras darse una atracada de manzanas (Apartando las podridas y las que contenían sorpresitas con gusanitos, claro está), Yonaka empezaba a cabecear contra el tronco del árbol, intentando mantenerse consciente. Esperaba que Mogeko Defectuoso no tardase en volver: Había dicho que iría a revisar el paraje sobre otra colina más grande, situada no muy lejos de ahí. Oh, ojalá que viniera con la buena noticia de que había localizado alguna aldea o pueblo cercano, tanto que ya se imaginaba con la cabeza hundida contra un almohadón de plumas y no sobre un montón de hojas, como había estado hacía un par de días… El aire fresco de la tarde le daba en el rostro, pero no era suficientemente frío como para molestarle. Se preguntaba porque Nega-Mogeko tardaría tanto… Podría dormirse incluso ahí… si no fuera por el pequeño tirón que sintió de pronto en su manga. La joven sin embargo no se inmutó. Otro tirón, un poco más fuerte.
― ¿Señor Mogeko Defectuoso? ―preguntó en un murmullo, sin abrir los ojos. No tuvo otra respuesta que la de la sensación de que un pequeño cuerpo peludo se acomodaba lentamente sobre su regazo, se sentía cálido y suave…―. Hummm, me estaba preocupando. ¿Encontraste algo…?―…Sintió unas patas peludas deslizarse muy lentamente, a lo largo de muslos, provocándole una sensación muy extraña… Y placentera a la vez…―; ¿Qué estás hacien…? ¡Ahhh…!―Un leve gemido escapó de sus labios al sentir esas mismas patas rozar más hacia arriba, hasta sus…― ¿…Qué? ―Y finalmente abrió los ojos.
― ¡…Mogege~!
Yonaka trató de gritar pero su boca fue cubierta al instante por una pelotita roja de hule sujeta por unas correas que alguien por detrás le apretó con fuerza desde atrás de la cabeza. La chica intentó quitársela de encima y salir corriendo, pero cinco Mogekos se le arrojaron encima, empezando a sujetarla de los brazos y las piernas. Yonaka trató de resistirse, retorciéndose violentamente y gritando con todas sus fuerzas bajo la mordaza que tenía puesta. Observó aterrorizada como el Mogeko que la estado manoseando durante su somnolencia, ahora sonreía malévolamente y empuñando algo alargado que restregó contra la cara de Yonaka, quién agitó bruscamente la cabeza. En medio del pánico que sentía, observó como más Mogekos salieron de entre los árboles, con los rostros contorsionados por la avidez.
― ¡Pero si aquí está! ¡La chica de preparatoria~!
― ¡Que suerte, moge! ¿Qué creen que deberíamos hacer~?
― ¿No es obvio? Llevársela a nuestro líder.
― ¿…Y por qué no nos divertimos ahora, moge? ―dijo el Mogeko que seguía intentando restregar el dildo contra la cara de Yonaka, quién lo miraba respirando entrecortadamente―. No sabes lo que te espera cuando regreses, nuestro líder hará una gran fiesta para ti… ¡Yonaka-tan se divertirá mucho con nosotros, mogegege~! ¿Y bien? ¿Quién la probará primero~?
―…Nadie.
Y un grito penetrante rompió las risas y sonidos de los Mogekos: Uno de los Mogekos que sostenía las piernas de Yonaka abrió los ojos desmesuradamente, mientras caía hacía atrás, dejando escapar una horrorosa vomitada de sangre: Una katana salida de quién sabía dónde le había sacado las tripas de adentro al enterrársele desde atrás y moverse de lado, haciéndole un corte diagonal. Los otros Mogekos lo observaron espantados.
―Por un momento los confundí con esos Mogekos defectuosos que se dedican a vender cosas en las aldeas cercanas (1)… Pero que tonto fui―murmuró Nega-Mogeko con un tono cortante y cargado hasta los tuétanos de puro odio―. ¡Señorita!
― ¿Moge~?―Y en ese instante, el otro Mogeko que sostenía la otra pierna salió despedido de una patada, gritando de dolor: Yonaka había logrado soltarse aprovechando la sorpresa del ataque y buscando apresuradamente en su mochila sacó algo rápidamente… Finalmente sacó la botellita de Huffsticida y la vació directamente sobre la cara del Mogeko que estaba sobre su regazo. El Mogeko soltó el dildo y se deshizo en gritos agónicos mientras se llevaba sus manos a la cara… solo para momentos después la mitad de su lóbulo frontal quedase totalmente al descubierto tras un implacable y rápido movimiento de la katana de Nega-Mogeko. Finalmente Yonaka pudo ponerse en pie, arrancándose de la boca la odiosa mordaza y finalmente sacando su cuchillo. La joven y el Mogeko Especial se pusieron espalda contra espalda, mientras los Mogekos restantes empezaban a rodearlos, formando un pequeño círculo amarillo.
― Debí imaginarlo―habló el que parecía ser el líder de la horda, el cual llevaba también un cuchillo grande―, no pensé que caerías más bajo de lo posible, Nega: No solo traicionando a tu propio líder… ¡Sino a toda nuestra especie!
― ¿De qué rayos hablas? ―preguntó Nega-Mogeko sin dejar de apuntar con su espada a todas direcciones, preparándose para la avalancha que les vendría encima.
― ¡Sabes muy bien a qué me refiero! ¡Proteges a esa chica de nosotros, moge! Te la quedas para ti solo, ¿no?
― … … …
― ¿Lo niegas, eh moge~? Rey mogeko siempre tuvo razón: Te apartaste de nuestra unión, eres un defectuoso―sentenció desdeñosamente blandiendo el cuchillo ― ¡No haces nada con esa chica de preparatoria! ¡Cuando deberías estártela follando como cualquiera de nosotros haría! Estás… ¡Estás negando a tu instinto, traicionando tu propia naturaleza!
Nega-Mogeko no respondió. Cerró los ojos. ―Se-señor Mogeko Defectuoso…―murmuró Yonaka mirándolo de soslayo.
― ¿Dejaremos esta charla ya? Muero por follarme a Yonaka-tan~…―replicó el Mogeko dando un paso adelante― ¿Y bien, Nega-Mogeko? ¿Nos las entregas por las buenas o por las malas~?
Silencio.
El Mogeko que blandía el cuchillo era ahora un Mogeko perfectamente rebanado, con ambos lados cayendo a direcciones opuestas, mostrando todos sus órganos en un manantial de sangre. Los demás Mogekos gritaron y trataron de retroceder cuando Nega-Mogeko se les arrojó encima con la rabia y sed de sangre de un gladiador romano. Su katana destellaba de un lado a otro seguidas por densos chorros de sangre con cabezas, extremidades y tripas de Mogekos volando en todas direcciones. Aunque lograron hacerle un par de cortes en el cuerpo y el rostro, el guardián del Piso VII se movía con rapidez, destruyendo la masa de Mogekos, que era cada vez más grande para él… Hasta que…
― ¡…Nega!
El Mogeko verde movió la cabeza al oír su nombre… Siendo dicho por Yonaka. Era prácticamente la primera vez que ella lo llamaba por su verdadero nombre. No solo usó esas fracciones de segundo para observarla a lo lejos con asombro, sino también para apartarse inmediatamente: Un misil lanzado por la Bazooka de ella salió despedido desde la distancia que estaba ella, directo hacía ellos. La chica y el Mogeko saltaron sobre la pequeña colina mientras la pequeña explosión hacía destrozos sobre los árboles, llevando consigo en la onda expansiva trozos de Mogekos carbonizados muy lejos de ahí. Yonaka y Nega-Mogeko rodaron cuesta abajo hasta estrellarse bruscamente en un montón de troncos secos. Yonaka quedó acuclillada en posición fetal, sintiendo como le dolían todos sus huesos… Al menos salieron vivos de ahí. Y en el caso de ella, ilesa. Sintió una pata posarse suavemente en su mejilla.
―Señorita, ¿estás bien? ¿Estás herida? ―logró articular Nega-Mogeko respirando agitadamente. Al oír su queda negativa, continuó: ―, perdóname por haberte dejado sola.
―No, yo me debería disculpar: Me quedé dormida y no pude reaccionar a tiempo―murmuró ella, mirándolo con asombro.―Gracias por salvarme… otra vez. Fue… increíble lo que hiciste.
Nega-Mogeko compuso una mueca, negando con la cabeza―Tú me sorprendiste más, señorita: No sabía que ya habías aprendido a manejar la Bazooka.
―Bueno, tengo a un excelente maestro conmigo―replicó ella soltando una risita, provocando un leve sonrojo en él, también notándolo ella. Hubo un silencio incómodo… Y que se intensificó cuando Yonaka se dio cuenta que Nega había quedado apoyado contra su hombro, quedando su rostro justo debajo de su barbilla por lo que sus labios casi rozaban su oreja… Un escalofrío recorrió su piel al recordar el toque de su pata contra su cara, tan extraña como la de ese Mogeko tocándole sus… No, mejor olvidaba eso. ―Ehm… ¿Podrías levantarte?
―Sí, discúlpame señorita―se excusó él levantándose inmediatamente―. Maldición, no puedo creer que lograran descubrirnos, será mejor que nos desaparezcamos rápido, cuantos antes mejor…―Observó a la chica de preparatoria, que seguía en el suelo―. Hay una aldea cerca de aquí. Son un de metros. ¿Puedes caminar? ―Ella asintió―, podremos buscar refugio ahí.
―Cla-claro―murmuró Yonaka levantándose a su vez, preguntándose por qué se había sentido tan extraña y nerviosa al tener a Mogeko Defectuoso tan cerca de ella… Y por qué se había sentido así también él.
…
La aldea que Nega había logrado divisar estaba en realidad a dos kilómetros de ahí, pero el miedo y las ganas de alejarse de ahí lo más lejos que pudiesen sobrepasó el cansancio de su pelea contra la horda de Mogekos. Era un pueblecito pequeño, rodeado de varios lagos y fuentes que, como corroboró Nega-Mogeko con regocijo, estaban repletas hasta el tope de babosas y caracoles: "Así no se atreverán a acercarse, señorita" le había dicho a la chica al observar la sorprendente cantidad de animalitos reptantes hasta en las calles y por las que los aldeanos no se preocupan en absoluto. Finalmente encontraron una pequeña posada, la cual estaba junto a un pequeño estanque. Quién les abrió la puerta (Una anciana con curioso traje rosa y unas alas pequeñas saliéndole por detrás) (2)) observó con asombro lo que veía en frente: Una chica con uniforme de colegiala y una especie de gato verde. Recibiendo un puñado de yenes (Que Yonaka tenía en su mochila) pagaron por una habitación por esa noche. La anciana asintió sin salir de su asombro y los condujo hasta su habitación, ubicada en la parte más alta, en la buhardilla del edificio: era pequeña y de escaso mobiliario, en la que solo había una mesita, un armario y unos taburetes de madera, ennegrecidos por el tiempo, así como una estrecha cama de sábanas blancas. La estrecha ventana daba una buena panorámica de la aldea, ya completamente cubierta por la noche. La anciana salió un momento, para luego regresar con una pequeña cesta que dejó sobre la mesita y preguntándoles si deseaban algo de comer. Ambos lo rechazaron amablemente.
―Si necesitan algo, pueden tocar la puerta que está en el primer piso―dijo la anciana haciendo una pequeña reverencia―. No hagan mucho ruido, por favor. Que descansen.
Y cerró la puerta, dejándolos solos.
Yonaka se dirigió inmediatamente a la cama, maravillándose de la blandura del colchón. Las sábanas estaban algo amarillentas pero limpias. Dejando escapar un gemido, se dejó caer sobre ella―Ah, pero que día…―murmuró ella abriendo los ojos y suspirando. Volvió a incorporarse y tomó la pequeña cesta: Eran frasquitos de medicinas y pañitos blancos―, mira Mogeko Defectuoso: Podré curarte esa herida que tienes ahí.
― ¿Eh? Eso no será necesario, señorita―replicó Nega-Mogeko, levemente turbado―. Mejor úsalo tú: Debiste haberte hecho algún daño cuando caímos rodando cuesta abajo.
―Ya te dije que estoy bien, no te hagas el duro― replicó ella a su vez como quién no quiere la cosa. El Mogeko verde soltó un leve bufido―. Anda, ven aquí. ―Nega Mogeko se acercó a la cama donde ella estaba, sentándose de un salto. Yonaka abrió uno de los frasquitos, envolviendo el aire en un fuerte olor a alcohol y especias extrañas. Remojándolo un poco contra uno de los pañitos, lo posó suavemente sobre su mejilla derecha, donde tenía un leve corte, este soltó un respingo―; Lo siento―murmuró retirándolo un poco―, sé que arde, pero esto te hará sentir mejor.
―Sé que son las heridas, gracias… ¡Ah! ―soltó otro respingo ante el ardor del paño en su mejilla.
―Ya, ya acabé―terció Yonaka colocando el paño sobre la mesita―, es lo menos que puedo hacer… Por salvarme hoy de… eso.
― ¿Y para eso tienes que hablarme como un bebé? ―bufó él.
― No puedo evitarlo, eres demasiado lindo―replicó Yonaka riendo.
― ¡¿Lindo?!
Ella solo continuó riéndose. Nega-Mogeko gruñó, aunque no estaba enfadado realmente… No al ver la forma como la joven reía, incluso como la escuchaba reír… Tras el terrible susto que le habían provocado esos malditos Mogekos… Merecía ese momento de relajo y risas. Y también… ella se veía adorable al estar así, causándole a él una sensación muy extraña por dentro que hasta ahora, jamás había sentido; Era como una especie de… calidez. Ante ese pensamiento, las mejillas del Mogeko Especial se encendieron fuertemente.
...
Tras una pequeña cena de prosciutto y minestrones, el cuartó quedó en silencio. Sentado en un taburete frente a la ventana que mostraba un hermoso cielo estrellado y con la katana sobre sus rodillas, Nega-Mogeko vigilaba atentamente de que no hubiera otra "presencia amarilla" rondando por los alrededores desea aldea en su búsqueda. De pronto… un leve gemido dentro de la pequeña habitación lo hizo ponerse en alerta, bajándose de un salto y acercándose a la pequeña y mullida cama blanca baja ubicada al centro de la habitación, donde Yonaka finalmente se había echado a dormir. Al colocarse junto a la cabecera donde podía verla mejor, ella volvió a quedarse en silencio. Tal vez disfrutando de un buen sueño, pues veía como sus pies cubiertos con las medias negras se movían perezosamente sobre las mantas. Al ver que no parecía sentirse enferma, se dispuso a volver a su puesto de guardia cuando… se quedó observando detenidamente el rostro de la chica humana, tranquilo al dormir. Sintiendo un leve sonrojo, (y sin saber por qué lo hacía), Nega apartó suavemente el enorme mechón con que ordinario ella se tapaba la cara, revelando la otra mitad de esta. Así como estaba, tenía un aire tan Loli que no era de extrañarse de por qué medio Castillo no paró de hablar de ella, de por qué Rey mogeko se había empeñado hasta las últimas consecuencias en poseerla antes que nadie: Yonaka era simplemente hermosa. Los ojos rojizos del Mogeko verde se pasearon, sin que pudiera evitarlo, por el pequeño y delicado cuerpo de la muchacha, aun ataviado con su uniforme de colegiala. Recorrió el delicado cuello que conectaba a la cabeza y que bajaba por los hombros hasta llegar a un par de redondos senos que, sin la pesada chaqueta gris que de ordinario los cubría y que ahora yacía en el suelo junto a su lazo rojo y sus zapatos, se veían subir y bajar suavemente al respirar… Todo eso era, para cualquier Mogeko… muy, muy irresistible.
Fácilmente… podría… montarse sobre la cama, apartar totalmente el mechón de su cabello y posar sus labios sobre los suyos, los cuales estaban entreabiertos al oírla roncar suavemente, y… luego… podría… deslizar sus patas bajo su camisa, bajo su falda… Y… Y… ¡NO! ¿¡Qué diablos estaba pensando?! Nega-Mogeko agitó la cabeza bruscamente, enojado. ¿Cómo podía pensar siquiera hacer esas cosas? ¡Jamás en su vida lo había pensado! ¡Jamás…! Entonces… ¿por qué lo hace ahora? ¿Por qué…?
…Instinto.
Sin duda alguna, eso era. Era el instinto Mogeko. Ese maldito instinto innato presente en todos (O al menos casi todos) los Mogekos desde que estos nacían. Ese instinto que, así como los hacía adorar el prosciutto como a un dios… los hacía querer posar sus patas, hincar los dientes, enredar sus lenguas y penetrar salvajemente por cualquier agujero a cualquier mujer, sobre todo a las que eran muy jóvenes. Y ese mismo instinto era el que los empujaba a cumplir hasta saciar completamente esos pensamientos y deseos, tanto peor si la victima estuviera de acuerdo o no… Eso era lo que cualquier Mogeko tendría. Eso fue lo que Rey mogeko había dispuesto para cualquier Mogeko. Dejarse llevar por ese instinto hasta sus últimas consecuencias…
"¡(…) como cualquiera de nosotros haría!"
Apretó los dientes con fuerza.
Nega-Mogeko no era cualquier Mogeko. Y no, no me refiero a su condición de "Mogeko Especial", sino porque jamás había querido ser como Rey mogeko. Desde el momento que supo lo que era y lo mal que estaban las cosas, había decidido dejar de ser como él. Así como su propia condición lo hacía ser el opuesto natural de Rey mogeko… Ahora lo era por su propia voluntad y decisión. Jamás sería como ellos, jamás sería una vil máquina de violar chicas de preparatoria como lo era él, Moge-ko y todos ellos… Bueno, exceptuando a sus queridos amigos Especiales, desde luego. Jamás… Jamás se dejaría llevar por ese maldito instinto. Y hasta ese momento, lo había hecho muy bien. Pues apartando su feroz determinación de ser como ellos, no había estado realmente interesado en dejarse llevar por ellos. Hasta ese momento en que… En que contemplaba a Yonaka dormir frente a él.
"¡No haces nada con esa chica de preparatoria! ¡Cuando deberías estártela follando como cualquiera de nosotros haría!"
Desde que se habían escapado hasta ese tiempo jamás se le había acercado con malas intenciones. Jamás había intentado aprovecharse de ella cuando estaba dormida y somnolienta, o asustada y aferrada a él en busca de protección… él jamás la había tocado. Nega-Mogeko sabía que Yonaka había depositado toda su confianza en él, así como lo había hecho con los restantes Especiales en ayudarla, no en atacarla… Sabía que, durante todo este tiempo, más que su aliada contra el terrible monarca mogeko y todo el Castillo… Yonaka se había vuelto su amiga, alguien con quién podía abrirse y confiar… No, no podía hacerle eso. Jamás se lo perdonaría si lo hiciera.
"No solo traicionando a tu propio líder… ¡Sino a toda nuestra especie!
Sip, eso hacía. Estaba traicionando a su propia especie. Y lo seguiría haciendo mientras le quedara algo de sentido común.
Entonces… ¿Por qué ahora lo embargaban esas ganas de acercarse a ella, posar sus patas a lo largo de su cuerpo y… poseerla… lo aguijoneaban dolorosamente como un furioso enjambre de avispas…?
…Instinto.
Sin duda, era el instinto. Entonces… simplemente podía negarlo. Pero… ¿Por qué lo hacía? Fácil, por el respeto, por el inmenso agradecimiento que sentía por Yonaka, que lo hacía sentirse incapaz de hacerle eso, de usarla para satisfacer ese egoísta instinto interior… De hacerle daño. De lastimarla. Y también era por… El miraba el suelo, azorado y preguntándose desesperado por qué demonios se sentía así, por qué demonios no podía levantar la cabeza y mirarla como había hecho desde que la había conocido horas antes en ese calabozo y todo este tiempo que habían recorrido juntos… por qué demonios sentía sus mejillas arder como estuvieran expuestas a hierros al rojo vivo.
Había visto chicas antes. Todas desfilaron hasta una muerte espantosa; violadas brutalmente, despellejadas, torturadas por Moge-ko o simplemente quemadas vivas por negarse a cumplir los retorcidos deseos de los habitantes del castillo… Entonces… ¿Qué hacía a esta chica de preparatoria diferente a ellas? Por una simple y vaga, y a la vez concreta razón: Porque él se había ofrecido a ayudarla. Había sido un simple "Hoy por mí, mañana por ti", o "rasca mi espalda y yo te rasco la tuya", al menos desde un principio. Había pensado que al menos eso podría hacer por ella tras liberarlo de sus cadenas… Pero tenía que admitirlo… Yonaka hizo más que simplemente tener encima esa llave de oro en una feliz casualidad: Le había dado esperanza, le había dado una razón para luchar, para sobrevivir, cuando estaba esperando con resignación mal llevada, las llamas de la hoguera de Rey mogeko.
Debía ser eso que lo hacía evitar dejarse llevar por ese instinto, ¿no? Gratitud. Respeto. Amistad. Pero… ¿por qué sentía que eso NO era? ¿Qué era otra cosa?
Oh, por el Gran Prosciutto, ¿qué era lo que realmente sentía por Yonaka?
¿Deseo? ¿El deseo caracterizado de su maldita especie y su maldito instinto? Maldita especie Mogeko que solo piensa con el tercer cerebro de Platón (3) ¿Acaso era todo lo que sentía? ¿Un mero deseo?
¿O… había otra cosa? ¿Gratitud? No, no… No era eso. ¿Respeto? Tampoco. ¿Qué era, entonces?
―Señorita…―murmuró Nega-Mogeko dejando escapar un suspiro, retirándose de nuevo al taburete a la ventana y clavando su mirada al cielo, reuniendo todo el autocontrol que pudiese para evitar volver a acercarse a Yonaka… acercarse a hacer algo que muy seguramente terminaría muy mal.
…
Pero como la propia Yonaka diría años después sobre esa solitaria la colina al atardecer, todo recuerdo de lo sucedido durante su estancia en el castillo Mogeko "se siente fresco en mi mente". Ella sabía, aunque no quisiera admitirlo, que esa experiencia vivida en ese lugar la perseguiría hasta el final de su vida. Como recorría todos esos pasillos con terror a lo que podría encontrarse en frente, todas las veces que los Mogekos le pusieron las patas encima queriendo violarla, la terrible insistencia de Moge-ko y mogeko de poseerla como si fuera un trofeo, los cuerpos destripados, despellejados y destrozados de los Mogekos a lo largo de los pisos… Todo eso eran cosas que la hacían despertarse bruscamente en más de una ocasión, con la respiración agitada y un grito ahogado de terror… Y eso fue lo que la hizo despertarse en ese momento, un par de horas después. Se sentó sobre la cama, abrazándose las rodillas y respirando entrecortadamente, mirando aterrada a su alrededor… Comprobando que seguía en la habitación de la posada… Y no en esa gran sala, con todos esos Mogekos sobre ella, desgarrándole las ropas, chupando, mordiendo y lamiendo frenéticamente su cuerpo, abriéndole las piernas con violencia y metiéndole sus lenguas y miembros en todos los agujeros de su cuerpo mientras se deshacía retorciéndose en gritos de agonía… Dios, lo había sentido tan real… Mucho más real que de costumbre. ¿Por qué? ¿Sería lo que le había dicho ese Mogeko?
"No sabes lo que te espera cuando regreses, nuestro líder hará una gran fiesta para ti… ¡Yonaka-tan se divertirá mucho con nosotros, mogegege~!"
¡NO! ¡NO…!
En medio de su terror, sintió una pequeña mano apretar la suya con fuerza, eso la hizo solar un respingo, creyendo por un momento que era la mano de Rey mogeko, quién en su sueño estaba sobre ella, sonriendo con malévolo placer mientras abría la boca y una horrorosamente larga lengua salía retorciéndose de entre sus hileras de dientes… Pero al levantar la vista observó el rostro lleno de cicatrices de Mogeko Defectuoso, quién se había vuelto a bajar de un salto del taburete de la ventana, al oírla gritar aterrorizada… Sintió un enorme alivio.
―Otra pesadilla―murmuró ella dejando escapar una risita, que sonó algo rota―, esta vez fue más vívida que las anteriores.
― ¿Quieres contármela? ―le preguntó Nega-Mogeko suavemente, sintiendo alivio a su vez al ver que ella no estaba herida. Aunque la chica meneó la cabeza, dijo:
―Lo mismo de siempre: Mogekos sobre mí haciéndome un montón de cosas. Estaba mogeko ahí, riéndose, Y… y…―El Mogeko verde gruñó al oír ese nombre―, sin duda fue por lo que ese Mogeko dijo en la tarde, de que él haría una gran fiesta para mí… Señor Mogeko Defectuoso, ¿por qué mogeko y los demás están desesperados por tenerme? ¿Por qué no pueden dejarme en paz?
Nega-Mogeko dejó escapar un suspiro mientras se subía en la cama, quedando sentado al lado de ella―Porque ellos no están acostumbrados a que no obtengan al instante eso que desean, y tú, señorita, eres lo que desean ahora… El instinto los hace empujar a ello, evitándoles razonar y pensar en las consecuencias de sus actos… Esa es su verdadera naturaleza, señorita: No pueden negarse a ella y si lo hacen los consideran defectuosos… Es así como Rey mogeko lo deseó…―La muchacha se estremeció al oír todo eso… Pero luego sintió la mano de él apretarle la suya con más fuerza―: Pero te prometo que eso jamás pasará. No permitiré que nadie, ni mogeko, ni siquiera yo mismo vaya a lastimarte.
―Eso… Eso fue muy tierno de tu parte, Mogeko Defectuoso―dijo ella sonriendo, feliz por sus palabras―. Oye, espera… ¿Qué quieres decir con "Ni siquiera yo mismo"?
En cuestión de instantes las mejillas de Nega-Mogeko ardieron al rojo vivo, dándose cuenta de la increíble estupidez que acababa de hacer… O más bien de decir. Turbado, desvió la vista, con el cuerpo completamente rígido. Yonaka se quedó mirándolo, sintiendo a su vez un fuerte sonrojo.
―Mogeko Defectuoso…
― ¿No me dejarás en paz hasta que lo diga, cierto? ―replicó él finalmente, clavando la vista en ella con tanta rabia que ella no pudo evitar asustarse―. Lo siento, no quise asustarte, señorita―murmuró relajando su expresión y suspirando―, es solo que… A pesar de que mi propio nombre (Nega-Mogeko) me hace ser diferente a los demás Mogekos, especialmente a mogeko, yo… Sigo siendo un Mogeko. Y por ende…―Añadió volteando otra vez el rostro para no tener que mirarla―, tengo ese… ese… instinto.
―Eso… con eso quieres decir que…
―Sí, señorita―terminó él mirándola de soslayo―, es exactamente lo que piensas. ―Se formó un tenso silencio entre los dos que él rompió―. Y no… no quiero. No quiero hacerlo.―murmuró con un tono de odio, mirando a la ventana―; no quiero hacerlo porque no quiero hacerte eso. Eres… eres muy valiosa para mí, señorita: Hiciste mucho por mí, que aprovecharme de esa… naturaleza Mogeko sería como traicionarte. Siempre tuve presente eso: De que yo, al ser el opuesto de mogeko jamás sería como él, es decir dejándome llevar siempre por ese instinto propio de su naturaleza. Y hasta ese momento lo hice bien. Pero… ahora… ―Volvió a mirarla, dándole una expresión extraña (¿Ira? ¿Angustia? ¿…Anhelo?) en sus ojos ―, yo…
La joven miró hacia abajo, notando en ese momento que tenía los dedos crispados sobre su falda roja, encerrados en puños. No imaginó que esto llegaría a este momento: Acababa de escapar de un castillo lleno de criaturas extrañas que estaban deseosas de ella, había logrado escapar de un rey que también estaba deseoso por ella; Lo había logrado con ayuda de una de esas criaturas extrañas, la cual nunca pareció mirarla también con esos mismos deseos… Y ahora esa misma criatura le confesaba esos mismos deseos. No sabía que pensar, su cabeza daba vueltas… Un sonrojo más fuerte tiñó sus mejillas. ¿Por qué? Si se supone que siempre se había sentido muy cómoda con Nega-Mogeko, siempre había podido confiar en él, segura que él no era como los demás Mogekos… Pero ahora sus palabras llegaban hasta ella como un taladro… Liberando unas sensaciones y sentimientos que ella había evitado pensar… Mogeko Defectuoso era su amigo, ¿no? Si era su amigo… No sabía que pensar del intenso sonrojo que sentía en sus mejillas cuando lo abrazaba, sintiéndolo a su vez acurrucarse en su pecho mientras ella rascaba distraídamente sus orejas asimétricas, sintiéndolo estremecerse contra sí… No sabía que pensar cuando extraños sentimientos MUY subidos de tono la asaltaban sin querer cuando rozaba algunas de las múltiples cicatrices de Mogeko Defectuoso cuando este se arrimaba junto a ella por las noches… Era todo un doloroso retorcijón de sentimientos, todos explotando dentro de ella a la vez: No podía negar que ya de por si todo era muy extraño, con ella teniendo sentimientos extraños por una especie de un gato verde, resultando todo en una MUY bizarra relación… Era todo tan extraño y tan difícil de definir, como lo eran los mismos Mogekos y el extraño mundo que habitaban… Que solo provocaban en Yonaka un laberinto sin salida de confusiones y anhelos que parecía que no tenía fin…
―Te ruego que me perdones, señorita―Oyó decir. La chica levantó bruscamente la cabeza: Nega-Mogeko estaba otra vez mirándola directamente. Su expresión crispada y su cuerpo rígido como una tabla contrastaban bastante con un fuerte sonrojo presente en sus mejillas… Que la verdad, a pesar de la muy tensa situación, lo hacía verse… muy lindo. Le provocaban unas fuertes ganas de abrazarlo con fuerza, de acariciar sus orejas asimétricas, de sentirlo patalear contra si por intentar liberarse, de…
―Por favor no te disculpes―susurró ella―, no lo hagas. ―Y muy suavemente, tomó a Nega-Mogeko en sus brazos para depositarlo sobre su regazo. ―Quiero agradecerte por haber sido sincero conmigo… Eso lo aprecio mucho de ti.
―Entonces… ¿Qué pasará ahora? ―inquirió el Mogeko verde.
―No lo sé. Son… tantas cosas que llegan a mi mente, como la de ese… maldito recuerdo de esos Mogekos tratando de… violarme, y de esos Mogekos en el manzano hace unas horas…
Se estremeció levemente, para luego sentir el cuerpo peludo y cálido de él apretarse contra ella. Yonaka reaccionó inmediatamente rodeándolo con sus brazos y cerrando los ojos con fuerza. Pero esta vez, Nega-Mogeko no intentó soltarse… sino que se acurrucó aún más contra su pecho. Se quedaron así, buscando consuelo y protección en el otro, disfrutando de la calidez que otorgaba el cuerpo del otro, por unos momentos más. Nega-Mogeko se estremeció al sentir como las uñas de Yonaka rozaban ligeramente por detrás de sus orejas. Nunca hubiera pensado que esa zona le sería tan… sensible y mucho más ante su toque. Se maldijo internamente, pero al mismo tiempo disfrutándolo y deseando que eso no terminara… No ahora. Respondió a ello apretándose más, apoyando su frente sobre su pecho, casi haciéndose una bolita peluda verde.
―Hummm… ¿Puedo preguntarte algo, Nega?
―Lo que quieras.
―Es que es algo… Ehm… embarazoso.
―Ya te dije que puedes hacerlo, señorita.
―Está bien. No te vayas a enojar conmigo ―Yonaka soltó una risita nerviosa y se separó un poco del abrazo (pero sin romperlo), mirándolo fijamente―. Me dijiste hace unos momentos que tú jamás te habías dejado llevar por ese… instinto Mogeko. ¿Eso quiere decir que… nunca has besado a nadie?
― ¿De… de donde vino eso, señorita? ―inquirió Mogeko Defectuoso, visiblemente crispado.
―Pues… Aunque me dijiste que… tienes ese instinto dentro, tú no eres como los demás Mogekos. Cierto, te gusta el prosciutto y todas esas cosas, así que… ¡Lo siento, te dije que era algo embarazoso!―agregó ella componiendo una mueca.
―No, está bien. Nunca lo hice. Ni besar ni nada de esas cosas con nadie. No me interesaba hacerlo en absoluto en el pasado… ―Aunque era difícil saberlo debido a la permanente expresión de los Mogekos, ella podía sentir su nerviosismo.
― ¿Y… que hay de ahora? ―Nega-Mogeko la miró incrédulo. Yonaka continuó, a pesar del creciente sonrojo en sus mejillas―, pues… Puedes pensar que estoy loca, pero… Siempre me parecieron lindos los Mogekos, obviamente dejando MUY de lado su… horrible naturaleza. Incluso tomándola en cuenta, te quedas con la… curiosidad sobre eso, a pesar de todo el miedo y el asco que sentí ante todo lo que querían hacerme… Y si esto fuera un videojuego y tuviera la opción de elegir varias decisiones, preferiría mil veces que sea contigo, y no con mogeko o Moge-ko―agregó con una risita.
Nega-Mogeko volvió a apoyar la cabeza contra su pecho, quedando en silencio por un momento. Luego volvió a mirarla―Señorita… Si eso es lo que deseas… No me molestaría hacerlo.
Yonaka asintió lentamente mientras levantaba lentamente a Nega-Mogeko hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura. Observó como la expresión del Mogeko verde estaba crispada por los nervios al tiempo que lo acercaba más contra sí… Nega-Mogeko se sorprendió al sentir un beso no en su boca, sino en su frente, por un momento. La sensación de calidez que tenía en su interior se intensificó ante ese simple pero tierno gesto. Luego, sintió los labios de ella deslizarse lentamente hacia abajo por el puente de la nariz hasta finalmente rozarse suavemente contra los suyos. Era literalmente el primer beso de él, y fue algo tan extraño y desconocido para él pero también tan agradable que sintió los párpados cerrarse, dejándose llevar… Lo mismo que ella. Fue un beso dulce, tierno e inocente, donde sus bocas estaban simplemente pegadas la una a la otra… Finalmente, Yonaka rompió el beso echando la cabeza hacía atrás, observando el rojo intenso en las mejillas del Mogeko Especial, sintiéndolo ella misma a su vez…―Bueno… ¿Qué te pareció?
―Estuvo… bien. Me gustó―murmuró Nega-Mogeko desviando la mirada, sin abandonar su sonrojo―, ¿satisfizo tu curiosidad, señorita?
―Sí, lo hizo. Gracias―murmuró a su vez Yonaka, para luego soltar una risita.
Al oírla, Nega-Mogeko la miró: Si ella estaba riéndose, era porque no terminó todo tan mal como él había pensado. Además… Debía admitirlo: Le gustaba mucho verla reír. Se quedaron mirando fijamente, como si no supieran que decir en ese momento… Sabiendo que, en el fondo, las palabras sobraban completamente en ese reducido espacio de la cama donde estaban ellos dos… De pronto, los ojos de Yonaka se abrieron en par en par al sentir la boca de Nega-Mogeko rozarse y presionar contra la suya en otro beso que la pilló desprevenida, pero no hizo absolutamente nada en intentar detenerlo… Al contrario, sintió como sus propios labios se movían delicadamente a su vez contra los suyos, respondiendo el beso al tiempo que sus ojos se cerraban, sintiendo sus mejillas arder. Deseaba que ese beso no terminara nunca… Estrechó más fuerte el cuerpo de Mogeko Defectuoso más contra su pecho mientras profundizaba el beso, mordisqueando juguetonamente el labio inferior de él mientras rozaba con las yemas de sus dedos desde por detrás de sus orejas hasta deslizarse hasta su cuello, sintiéndolo estremecerse más fuerte. Nega-Mogeko no sabía por qué hizo eso, pero ya hacía varios instantes que mandó a la mierda cualquier intento de pregunta: Los labios de la joven humana era tan cálidos y tibios… Que le provocaban seguir y seguir en busca de más… Más de ellos, más de ella… Mucho más de ella.
Pero…
―No, no señorita―murmuró Nega-Mogeko logrando el titánico esfuerzo de romper el beso, apoyando una pata sobre su mejilla, apartándola levemente de él. ―Si… Si seguimos yo podría… Podría…
―Entonces hazlo―murmuró ella apoyando una mano a su vez sobre su pata, acariciándola―, no tiene caso, Nega.
―Pero… ¡No puedo! ¡No quiero lastimarte, Yonaka! ―exclamó él con un tono lleno de angustia y rabia, todo mezclado―, ¡tú no entiendes lo que es tener el instinto de los Mogekos! Si me dejo llevar por ese instinto todo podría… terminar mal para ti…
―Eso no ocurrirá―terció ella volviendo a acercarse a sus labios, intentando volver a besarlo; él volteó el rostro, siendo agarrado por las manos de ella a ambos lados de su rostro al tiempo que él la sujetó fuertemente de la muñeca―…Nega, tú mismo lo dijiste: Eres el opuesto de mogeko, tú no eres como él ni como los demás. Yo confío en ti, tú deberías hacer lo mismo dejándote llevar… Pero con tu propio instinto.
―Señorita…―murmuró Nega-Mogeko, estremeciéndose levemente. Sintió la frente de la muchacha pegarse a la suya por un momento, para luego lentamente volver a bajar por su frente y su nariz y de vuelta a sus labios, uniéndolos finalmente en un profundo beso. Y esta vez, Nega-Mogeko no se resistió ni intentó evitarlo. Lentamente, sentía como iban cayendo hacía atrás a la esponjosa sábana. Yonaka estiró las piernas para acomodarse mejor, estrechándolo más fuerte contra sí.
Siguieron besándose durante quién sabe cuántos minutos más, los besos empezaron a subir poco a poco de intensidad… Se estrecharon aún más fuerte, al nivel de lo que haría un niño al abrazar su osito de peluche favorito (a ese nivel de aproximación), Nega-Mogeko podía sentir las pequeñas manos de la chica de preparatoria al acariciar la piel peluda de su espalda y sus hombros, haciendo él lo mismo por sobre el cuello y los hombros de ella, hasta donde sus patas podían alcanzar mientras la besaba aún más profundamente, dejándose llevar, no por ese instinto, sino por el suyo propio, tal y como ella le había dicho… Esto era un combate, y los combates son de dos: El Mogeko Especial, como todo buen guerrero, había entendido eso finalmente y se había decidido a lanzarse a él, guiado por su propio instinto, guiado por las ganas de producir todo el placer posible e imposible de dar. Unos momentos después, Yonaka se separó bruscamente, sintiendo que le faltaba el aire… Unos segundos después, sintió el rostro de Nega-Mogeko rozándose por su mandíbula, depositando tiernos besos a lo largo de este, mientras sus patas rozaban suavemente a lo largo del cuello de la muchacha, quien temblaba levemente al sentir las patas de Nega-Mogeko al amasar ahí muy suavemente, como si vacilara en hacerlo. Sus besos recorrían todo el trayecto de su rostro, como si no quisiera dejar ni una zona desatendida, hasta que llegó hasta su oreja, la cual mordió juguetonamente, haciéndole soltar un respingo.
―Di-dijiste que tú nunca habías hecho estas cosas―murmuró la chica, sintiendo las piernas temblar ante el delicado toque de Nega-Mogeko en el lóbulo de su oreja. El Mogeko se detuvo y le echó una mirada entre inquisitiva y divertida.
―Y no te mentí, señorita. Realmente nunca he hecho esto. Yo solo hago lo que me parece bien. Y espero que a ti también te lo parezca…―Sonrojada, la chica de preparatoria asintió y se dejó hacer, mientras Nega-Mogeko abandonaba su oreja y volvía a bajar por su rostro, deteniéndose un momento para volver a besarla, lentamente.
Pronto, un escalofrío la estremeció al sentir sus labios recorrer su cuello desde la base hasta finalmente detenerse en su clavícula, aplastando la boca ahí con fuerza, haciéndole ahogar un grito. Luego, un sonrojo más fuerte invadió a Yonaka al sentir un nuevo toque, mucho más abajo: Nega-Mogeko se había detenido a observar los pechos de la chica humana subir y bajar más rápido, seguramente por su agitación. Le lanzó una mirada desde ahí, como si quiera disculparse por lo que iba a hacer… Para finalmente posarlas sobre ella, haciéndole soltar un leve gemido.
Sus patas en el pecho son suaves, vacilantes, como si temiera hacerlo por temor a propasarse demasiado o hacerle daño… Yonaka sonrió y abandonando una de las manos de la espalda de Nega-Mogeko, la posó sobre su pecho, mientras maniobraba torpemente para desabotonarse la blanca camisa para él. Los ojos rojizos del guardián del Piso VII se ampliaron al observar un par de redondos senos, escondidos bajo un sencillo pero bonito sostén rosa. Vacilante, Nega-Mogeko apoyó las patas sobre ellas, maravillado al sentir lo blandas y suaves que eran, mientras las apretaba levemente y frotando círculos con sus patas, esperando no causarle ninguna molestia… Aunque en realidad, Yonaka soltaba leves gemiditos de satisfacción al sentirlo través de su sujetador, tanto, que ya sentía sus pezones endurecerse bajo su tacto indirecto. Luego de un buen rato, Nega-Mogeko le miró como si no supiera que hacer. La chica soltó una risita nerviosa e incorporándose un poco sobre la cama, se desabrochó el sostén. Nega-Mogeko observó fascinado el par de senos en todo su esplendor, pequeños pero redondos, rodeados de unos rosados pezones; aunque… Esto era muy diferente a los pechos que había llegado a ver en esas revistas de su antiguo Rey; En los parámetros de estas, esto era claramente inferior a esos pechos gigantes de esas niñas de doce años que se agitaban al ser penetradas por todos los agujeros posibles por un monstruo de múltiples tentáculos… Pero para él, eran lo más bonito que jamás había visto, especialmente al observar el rostro totalmente sonrojado de la muchacha, como si nunca hubiera hecho tal cosa. Yonaka se veía muy tierna así, más tierna de lo que había creído posible… Nega-Mogeko le sonrió para tranquilizarla y acto seguido apoyó sus patas directamente sobre ellas, causándole un delicioso cosquilleo recorriéndole la piel hasta su vientre, gimiendo al sentir el movimiento y la textura de las patas de Mogeko Defectuoso sobre sus pechos, sintiendo sus dedos rozar delicadamente sus pezones, ya completamente endurecidos ante su toque, para luego dejar escapar un respingo más fuerte al sentir la boca de él posarse sobre su pezón izquierdo, succionando de él con fuerza, como un cachorro buscando leche. Yonaka gimió más fuerte, susurrando temblorosa que no se detuviera, volviendo a quedar de espaldas sobre la cama, cerrando los ojos y relajando el cuerpo hasta donde fuera posible, volviendo a estrecharlo fuertemente entre sus brazos y acariciar por detrás de sus orejas y espalda, disfrutando de la deliciosa gentileza del Mogeko Especial sobre sus pechos al recorrerlos, amasarlos y acariciarlos, besarlos y succionarlos, excitándose y deseando que hubiera más.
Pronto, algo bastante húmedo se hace sentir sobre la punta de sus pezones, obligándola a abrir los ojos: Una lengua larguísima, inverosílmente larga para el tamaño de Nega-Mogeko, luciendo casi como el tentáculo de un pulpo, se retorcía sobre uno de sus senos, recorriéndole en un húmedo movimiento de lado, mientras el otro pecho era apretado sensualmente con una de sus patas. Yonaka se sonrojó intensamente al verla: era exactamente idéntica a la que había visto en su pesadilla y también en la realidad… Pero, no se sentía para nada asustada. Al contrario, esa imagen la excitó aún más, gimiendo de placer al sentirla recorrer su cuello en una larga lamida que la hizo estremecerse, hasta volver a su rostro y llegar a su oreja, lamiéndola repetidamente como si fuera la lengua bífida de una serpiente mientras Nega-Mogeko gruñía en tono bajo, muy seductoramente para sus oídos, haciendo que la chica de preparatoria se retorciera sobre la cama, deseosa de sentir esa lengua en su… Temblando, dejó de acariciar la espalda de Nega-Mogeko y deslizó lentamente hacia abajo cada una de sus largas medias negras, hasta quedar sus piernas expuestas al frió de la noche y a la textura de las sábanas. Nega-Mogeko dejó de juguetear con la oreja de la chica y observó como su falda roja escolar era deslizada por sobre sus piernas, revelando un par de largas piernas, uniéndose sobre unas braguitas color rosa, igual al de su sostén. Clava la vista en ella, observando sus mejillas enrojecidas tanto por la vergüenza como por la excitación. En sus ojos oscuros se podía leer perfectamente sobre su deseo… Y él lo comprendió de inmediato.
Yonaka cerró los ojos al sentir Nega-Mogeko volvía a hacer el recorrido con su lengua, desde su oreja hasta su mejilla, donde le obsequió una larga lamida que le hizo soltar otro respingo, volviendo a bajar por su cuello (Al que disfrutó sin piedad al ver lo sensible que era ante su toque) ; mientras su lengua recorría sus pechos, sus patas se deslizaban por su estómago y sus caderas, causándole deliciosas cosquillas en su vientre, haciéndola estremecerse, tanto de placer como de nerviosismo ante lo que estaba por ocurrir… Su labio inferior temblaba al sentir sus patas tocando y acariciando gentilmente el interior de sus muslos, para luego abrir los ojos al sentir como, lentamente, su ropa interior iba bajando por sus piernas, hasta quedar completa expuesta e indefensa ante él. El Mogeko Especial siente sus mejillas encenderse al observar lo que estaba frente a él. Tantas veces que lo había visto en esas revistas que ya había pensado que nunca iba a interesarse si llegaba a ver una real… Y ahora la tenía justo al frente de su nariz, absorbiendo el dulce y erótico olor que desprendía este, observando lo rosada y delicada que era, ya bastante húmeda… Y muy apetitosa. Yonaka se volvió a estremecer al sentir una vez más esa larga lengua recorrer sus muslos, lentamente hacia arriba, hasta quedar justo a la entrada de su intimidad. Un fuerte corrientazo eléctrico le recorrió la espina dorsal al sentir la punta de su lengua posarse justo en su clítoris, recorriéndola en un delicado vaivén.
― ¡Se-señor Mogeko Defectuoso…!―jadeó la chica.
En respuesta, Nega-Mogeko movió con más vehemencia su lengua sobre esa pequeña bolita rosada que parecía causarle semejante reacción a Yonaka, sintiendo esa zona mojarse aún más de lo que era posible… La joven se llevó las manos a la boca, tratando de acallar los gritos que pujaban por salir del fondo de su garganta. Abrió aún más las piernas, agitando las caderas sobre el colchón… Era una sensación muy intensa, que casi le hacía la cabeza dar vueltas, algo que jamás imaginó que pasaría con un Mogeko… Y que ahora parecía que se volvería adicta ante ella. Luego, un chillido escapó de la mordaza improvisada que eran sus manos al sentir como, lentamente, la traviesa lengua Nega-Mogeko estaba moviéndose más abajo, adentrándose en ella. Se sentía tan cálida, húmeda y flexible, retorciéndose dentro de ella, frotándose contra las paredes internas de su intimidad, causándole una oleada de placer que hasta entonces nunca había sentido y que esta aumentaba al adentrarse todavía más. Yonaka estaba temblando completamente, gimiendo y susurrando su nombre una y otra vez, mientras sus dedos se crispaban y entumecían sobre las sábanas, las cuales desde hacía un buen rato estaba apretando con fuerza. Aún más profundo… Sus piernas tiemblan tanto como el resto de su cuerpo, los dedos de sus pies se retorcían, siente como la humedad de su interior resbalaba como aceite por entre medio de sus piernas, a durísimas penas podía sentir la textura de sus patas al aferrarse a sus muslos para tener mejor acceso… Echó la cabeza hacia atrás, jadeando enloquecida, sintiendo que se iba a volver loca con todo ese placer, con Mogeko Defectuoso devorándola sin piedad… Mucho más profundo… y ahora ella nota que es lo más profundo a lo que su lengua era capaz de ir. Yonaka ya ni sabía dónde rayos estaba parada ni que estaba pasando… El puro placer de esa lengua la estaba casi consumiendo viva; era, simplemente… demasiado.
― ¡Ah… Se-señor Mogeko Defectuoso! ¡Mo-mogeko Defectuoso, voy a… voy a…! ― Pero no era capaz de decir algo más. El placer que sentía casi le impedía hablar. El interior de su cuerpo se estremeció y en una descarga de placer que la sacudió y la hizo arquear su espalda bruscamente, sintió como los jugos de su interior salían a raudales de su interior, llegando al fin a un fuerte y estrepitoso orgasmo. Se quedó en vilo durante una fracción de segundo, hasta finalmente caer sobre la cama, respirando agitadamente, con los ojos cerrados… Volvió a abrirlos al sentir primero pata posarse en su enrojecida mejilla, humedecida por las lágrimas que había dejado escapar en medio de su excitación y que no se había dado cuenta, para luego sentir un cuerpo peludo y pequeño arrimarse a su pecho.
― ¿Estás bien?
―Sí… ―logró ella articular―, fue… fue muy intenso. ― murmuró sonrojándose.
El rubor en el rostro de Nega-Mogeko reflejaba tanto excitación como vergüenza ahora. ― Lo siento, Yonaka.
― ¿Por qué te disculpas? No he dicho que me haya molestado…―replicó ella sonriendo, acariciando suavemente el rostro de Mogeko Defectuoso, deslizando su pulgar por la cicatriz de su mejilla derecha―, ahora es mi turno.
Nega-Mogeko asintió lentamente. Se dejó voltear por la chica, ahora quedando debajo de ella. Sintió en su cara las trenzas algo desarregladas de Yonaka al besarle tiernamente, a su vez posando una pata en su rostro y la otra sobre su hombro. La chica se separó unos milímetros de sus labios para luego besar delicadamente la vieja cicatriz de su mejilla. Pronto, fue lentamente descendiendo por su mandíbula y bajando por su pequeño su cuello, provocándole vatios respingos al lamer y morder sensualmente varios puntos que parecían ser muy sensibles. Finalmente llegó a su pecho, donde reposaba la cicatriz más grande que él tenía, esa X grande que cruzaba directamente desde sus hombros y su corazón hasta llegar a ambos lados de su estómago… Imaginándose como debieron los Mogekos haberle hecho semejante herida , Yonaka primero la delineó suavemente con un dedo, sintiendo la piel estriada y cicatrizada de la vieja herida con cuidado de no molestarle, para luego apoyar sus labios y besarlo delicadamente. Nega-Mogeko la observaba profundamente conmovido: Nunca nadie se había preocupado por sus heridas antes. Cuando se había hecho esa enorme herida, simplemente se había refugiado en el Hospital Mogeko, esperando a que se cerrara sola… Nadie le había tocado sus cicatrices antes; y ahora que lo hacía Yonaka… Besándolo y acariciándolo con una ternura y cuidado que, de haber sido como Hasu, seguramente se habría puesto a llorar, jeje… Pero pronto ese cálido sentimiento de afecto que lo invadió como un sablazo en las tripas se trasformó en literales brasas ardiendo al sentir la dulce boca de la joven estudiante al bajar por su bajo vientre. Yonaka observó anonadada y mordiéndose el labio inferior el miembro de tamaño medio que tenía. Era cosa extraña que, a simple vista, no pareciera que los Mogekos tuvieran una ("Debe ser que sólo les aparece cuando están muy, muy excitados" pensó ella) levantó la vista y lo miró a los ojos, correspondiéndole él con la mirada ensombrecida con placer, urgiéndole a continuar.
Yonaka le sonrió, descendiendo una vez más y empezando un lento y vacilante recorrido por su miembro erecto con la punta de sus labios. Empezó un poco torpe, pues nunca había hecho algo parecido (Ciertamente con un Mogeko nunca) pero poco a poco fue adquiriendo mayor seguridad al percibir que a Mogeko Defectuoso le estaba agradando mucho lo que estaba haciendo. Continuó hasta la punta y con cuidado se lo introdujo en su boca. En ese momento Nega-Mogeko lanzó un fuerte suspiro que al principio la asustó un poco; pero al entenderlo mejor, la motivó a empezar a moverse en un suave vaivén al sacarlo y meterlo en su boca varias veces. Lo oía jadear "Señorita" y "Yonaka" en igualdad de veces mientras gruñía. Lo recorrió, besó, lamió y succionó con todas las ganas y el amor que sentía hasta que, luego de un momento, él literalmente estalló en un inconmensurable orgasmo. Yonaka se separó finalmente, limpiándose los restos de jugo Mogeko dela comisura de sus labios, sintiéndose inmensamente satisfecha de provocar en él una emoción e intensidad comparables con la que momentos antes él le había provocado. Jadeante, se acercó de nuevo a Mogeko Defectuoso y se besaron apasionadamente, pegando sus cuerpos hasta donde fue posible, frotándose delicadamente uno contra otro, buscando generar más placer, buscando complacer al otro infinitamente… buscando saciar ese instinto. Ese instinto que casi todos tenemos, así seamos Mogekos o humanos.
En un momento, Yonaka se sentó sobre la cama, apoyando su espalda contra la cabecera de madera con las rodillas flexionadas y las piernas abiertas, tomó a Nega-Mogeko y lo colocó sobre su vientre, temblando al sentirlo por inercia descender y entrar en su mojada intimidad. El Mogeko verde la miró fijamente, mientras respiraba con mucha dificultad, dándose cuenta de que lo que esto significaba, recibiendo un quebrado gemido de parte de ella. Se empezó a mover despacio, en un cuidadoso vaivén de arriba abajo, mientras posaba sus patas sobre sus pechos, apretándolos y amasándolos al embestirla, al tiempo que ella besaba y acariciaba por detrás de sus orejas, haciendo que todo su pequeño cuerpo se contrajera y soltara gruñidos y jadeos de placer. Los quejidos de Yonaka aumentaban de volumen, apretando a su amado Nega-Mogeko más fuerte contra sí, disfrutando más de ese muy bizarro y también muy maravilloso momento, de sentirlo más cerca que nunca y disfrutar con todo el placer y amor que se daban el uno al otro. Después de un rato, los movimientos se volvieron más rápidos y más fuertes, las embestidas más profundas y frenéticas, pareciendo dos animales (en el sentido figurado de la palabra) salvajes apareándose. Nega-Mogeko estaba que ya no podía aguantar, todo su cuerpo comenzaba a convulsionarse al intentar soportar y alargarlo más… Finalmente un quejido quebrado de placer se dejó escapar de la joven estudiante, apretando tan fuerte al Mogeko verde que casi lo estrujó entre sus brazos, sintiendo como todo su cuerpo se entumecía entre los intensos espasmos y como un líquido caliente y espeso iba deslizándose en su interior… Si por un momento pasó por su mente la posibilidad de experimentar su propia versión de la famosa escena de Alien: El octavo pasajero, fue tan efímero como esa pesadilla que había tenido. Se sentía tan cálida y tan feliz como no lo había estado en mucho tiempo. La sensación de plenitud en todos los sentidos fue completa. Se dejaron caer de lado, sin dejar de estar abrazados, con Mogeko Defectuoso acurrucado contra su pecho y fuertemente abrazado por ella en medio de las revueltas y manchadas sábanas blancas. Se quedaron así, sin decirse nada, simplemente mirándose con infinita ternura y satisfacción.
…
Nega-Mogeko se apoyó una vez más en la ventana, observando el cielo de un color de tinta diluida, esa en la que te dice que ya no es de noche pero aún no es de día. Aunque sentía cada uno de sus miembros como de plomo (Y la katana que había dejado olvidada en el suelo le pesó como diez kilos más) y aunque hubiera preferido mil veces regresar a la calidez de la cama y del pecho de Yonaka, ahora sus sentidos estaban más alertas y despiertos que nunca. No, no se asusten, lectores míos: Nadie iba a venir allí a arruinar tan hermosa escena; sino porque había un par de cosas que habían asaltado la mente del Mogeko Especial.
…Je, cuando Rey mogeko se enterara de esto, ya no querrá solo exterminarlo… Sino también castrarlo. Principalmente lo último.
Ahora sí estaba clarísimo que jamás dejaría que mogeko y sus esbirros se apoderaran de Yonaka. No mientras él estuviera vivo. No mientras ella encontrara en él alguien en quién podía confiar y buscar protección... No mientras pudiera amarla tan celosa y ferozmente como lo había hecho al poseerla por primera vez… Primera de muchas más veces de aquí en adelante.
Sí, el amor puede ser tan egoísta como el más primordial de los instintos.
Author's Note:
(1) Como cualquier fan de Okegom sabrá, hay Mogekos tanto en The Gray Garden como en Wadanohara and the Great Blue Sea. Estos aparecen en calidad de vendedores o habitantes de las "habitaciones extra" disponibles al final de los juegos. En estos dos juegos son completamente inofensivos, presumiblemente sean Mogekos defectuosos.
(2) Con esta anciana con aspecto de ángel ya habrán imaginado que se trata de alguna aldea situada en el universo de The Gray Garden. Así como los Mogekos presentes en los tres juegos y detalles de los dos juegos anteriores en Mogeko Castle, dando una sensación de interconexión entre los universos de los tres juegos.
(3) Se refiere al pene. Platón designó tres tipos de mente: La cabeza, el corazón y el órgano sexual.
¡Ufff! ¡Por fin lo terminé! Gracias en parte a unas asesorías de Little y Alraune (gracias chicos, los quiero :3), con la música de Junjou Romántica y la ova de Sono Hanabira ni Kuchizuke wo.
Después de 3 intentos defectuosos, el producto está listo :3 ¡Primer lemmon Defect/Yonaka en español! *Orgullo Mode ON*
Espero que les haya gustado a todos. Especialmente a ti, Lucy~.
