Inexplicablemente, esa mañana de primavera hacia mucho frío. El viento soplaba muy fuerte, debido a eso, las ramas de los árboles se mecían de un lado a otro. Lentamente abrió los ojos debido a la luz que se colaba por las cortinas mal cerradas. Sus hermosos ojos miel se clavaron en el pulcro cielo-raso. Por inercia, se refregonlos ojos con el dorso de la mano, para pode quitarse algo de sueño, pero no funcionó. Para intentar sacarse los restos de sueño que aún rondaban, se levantó lentamente y camino, a paso lento hacia en balcón. Una vez fuera, el intenso frío le caló hasta los huesos y en su delicada cara se posó un ligero color carmín.

A lo lejos diviso las montañas que rodean la urbe y contempló el cielo despejado. Casi al instante le invadió una maravillosa sensación de paz y tranquilidad, que duró unos escasos segundos. El viento que silbaba a través de las ventanas era opacado por el ruido de los vehículos y personas que se dirigían a sus respectivos trabajos. Cansada del molesto ruido, salió del balcón y cerró las ventas. Se acercó al armario donde tenía el uniforme escolar. Con parsimonia se colocó la falda roja, que llegaba hasta un poco más arriba de la rodilla; la siempre pulcra camisa blanca; las medias; y el saco color marrón.

Cuando terminó de vestirse, hizo su cama, revisó que estuviera todo en su mochila y se la cargo al hombro, agarro el celular y se dirigió a la cocina para comer una manzana y agarrar su almuerzo. Camino por el angosto pasillo a paso lento, tratando de no hacer ruido, para no despertar a su hermano. Llegó a la cocina, y saco una pequeña cajita con un papel doblado encima de esta. Dejó la cajita sobre la mesa, abrió el papelito y se dio cuenta de que era una nota de su hermano. Una pequeña sonrisa se escapó de sus hermosos labios. Guardo la comida en su mochila, agarro la manzana y se dirigió hacia la entrada, donde estaban sus zapatos negros alineados a la perfección, junto a los de su hermano. Se los coloco, y antes de marcharse agarro la llave de la casa y las guardo en el bolsillo izquierdo de la mochila.

El transcurso al colegio no era largo, se tardaban no más de quince minutos en llegar. Sus cortos cabellos se movían a la par del viento, y su pollera se movía estrepitosamente por cada ráfaga. Terminó la manzana dos cuadras antes del colegio. Caminó las cuadres que faltaban, mirando las hermosas flores de los árboles de cerezo. Llegó al colegio y camino hacia su aula, sin prestar atención a los gritos de chicas que se creían sus amigas y corrían detrás de ella.

La joven entro al aula y la recorrió con la vista, una chica de pelo negro y largo, cuerpo esbelto y una hermosa cara levanto la mano a modo de saludo y, cuando la chica de cabellos cortos estuvo lo suficientemente cerca, dijo: —Kyoko, buenos días

—¿Moko-san, qué tal tus hermanos? —Kyoko sonrió y se dedicó a acomodar sus cosas para la clase.

—¿Te enteraste? —evadió el tema la pelinegra, logrando que se ensanchara la sonrisa en los labios de Kyoko. Siguió la conversación la chica de pelo largo. Y en respuesta, Kyoko negó —. Tenemos un nuevo profesor de música. El profesor de matemáticas lo recomendó, dicen que es muy bueno. —Un pequeño silencio se instaló entre las dos amigas. Esta vez fue el turno de que una leve sonrisa se formará en el rostro de la pelinegra, para luego seguir hablando —, también habrá una alumna nueva, mucho de ello no se sabe, pero según contactos, llegará hoy.

La campaña sonó puntual, como todos los días. Un hombre con anteojos, pelo marrón claro y el uniforme escolar, entró al aula, seguido de una chica de pelo castaño claro. El hombre dejó su maletín sobre la mesa, se dio la vuelta, le dedicó una sonrisa tranquilizadora a la chica y dijo: —Muy bien, mi nombre es Yashiro Yukihito, soy el profesor de matemáticas, ¿Como te llamas?

—Buenos días, mi...mi nombre es Marumi Maruyama — la chica se escondía detrás de su cabello —espero poder llevarme bien con todos. — luego de eso hizo una reverencia y se fue a sentar donde el profesor le había indicado.

—Muy bien, saquen sus libros en la página 190 del cuaderno. Por favor, alguien que pase a hacer el primero —dijo mientras se daba la vuelta para escribir todas los cálculos en el pizarrón —¿Nadie? Bueno, tendré que elegir al azar.

Desde que el hombre, entró al aula, ninguna de las dos chicas, sentadas al final de la clase, lo había notado, ambas estaban hablando de que había pasado la semana en la que Kyoko faltó. El profesor al darse cuenta de ninguna de las dos estaba prestando atención las mando a llamarlas dos: —las señoritas del fondo, ¿pueden pasar a hacer los puntos unos dos y tres de la tarea?

Las dos muchachas se levantaron a paso lento, Kaede agarró su cuaderno y, al igual que Kyoko, se acercó al pizarrón. Tardaron menos de diez minutos en resolverlos correctamente y volver a sus respectivos lugares. Luego de corregir la tarea, la clase siguió normal. Pasada la hora y media de clase, sonó la campana para indicar el inicio del descanso. Ambas salieron del aula y caminaron por un rato, pero Kaede se detuvo y dijo: —Kyoko, adelántate —dijo la pelinegra mientras le entregaba su mochila —tengo que hablar con el profesor sobre un tema que no entiendo. Te alcanzo al rato.

—Muy bien, pero no llegues tarde a la clase de música, tenemos que terminar la canción —dijo pasando par al lado de ella, cuando estuvo al lado de su oído le dijo bajito para que nadie de al rededor escuchara: —después me cuentas cómo fue

Siguió caminando sola, por los grandes y concurridos pasillos. Luego ya interrogaría a su amiga.