En una tierra muy lejana, donde el hombre aun no llegaba a descubrir. Existía una magnifica ciudad donde se deslumbraba tanto por su belleza como su fuerza militar. Y aunque eso era lo que más resaltaba, eran sus habitantes los que llamaban más la atención. Ya que no eran humanos, sino elfos. Elfos que tenía una gran inteligencia como valor en la batalla.
Sin embargo, nuestra historia comienza en una de sus casas, donde dos personas o, mejor dicho, seres místicos veían atentamente la fuente mágica donde se reflejaba los sucesos en una isla llamada Berk.
Lo primero que vieron fue una especie de torneo que era para elegir quien tenía el "honor" de matar a un dragón. Claramente se vio que el elegido era un joven castaño de ojos verdes llamado Hipo quien sería el que hiciera tal acto. Sin embargo, no era él, quien era la que estaba buscando, sino una joven rubia de ojos azules que no parecía tan feliz con los resultados.
- ¿Seguro que es ella? - Pregunto a la anciana alfa que estaba a su lado.
-Lo estoy, hija…. Yo nunca me equivoco… Esa niña será la que nos salvará del gran abismo. - Contesto la ser mística mientras usaba su bastón y movía el agua un poco para aclarar mejor a la rubia.
-Es muy obvio que odia a los dragones… ¿Cómo va ser posible que sea "ella", la que será la dominadora de dragones? -Insistió nuevamente al ver no tan claro si sea la elegida.
-Ella aprenderá… Después de todo, su destino aún está comenzando y no estará sola para ello. -Dijo nuevamente la anciana mística.
Ambos seres siguieron viendo la fuente mientras analizaban los sucesos que pasaba en aquella isla.
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Miles de kilómetros fuera de ese lugar, atravesando océanos y tierras. Nos dirigimos a la isla de Berk. Donde en la casa del jefe, se encontraba dicho niño de cabello castaño y ojos verdes que estaba sentado en el piso. Sumiso en sus pensamientos.
Hipo, era el nombre con que se llamaba, estaba pensando en lo que tenía que hacer. Claramente tenía dos opciones. Matar a ese pobre dragón y tal vez, ser aceptado por su padre y pueblo. O huir, con su amigo que lo acepto tal y como era y tener un nuevo comienzo en algún lugar.
Tenía mucho miedo, pero la decisión ya estaba tomada.
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Mientras tanto en un lugar un poco más apartado, en una de las tantas casas que había en la aldea. Había una especial que era el hogar de la familia Hofferson y aunque era una familia numerosa, los parientes se encontraban dispersados en otras islas. Dejando en esta, a un señor rubio de ojos verdes, pero con un gran cuerpo fornido y una mirada intimidante. Y una niña rubia de ojos azules que era tan hermosa como fiera.
Ambos, tío y sobrina, estaba sentados en una mesa discutiendo un tema que no agrado para nada a la pequeña rubia.
- ¡¿Qué?!... ¡¿Cómo pudiste hacerme esto? - Pregunto y grito furiosa Astrid mientras daba un puño en la mesa.
-No me dejaste opción. - Respondió seriamente el señor. - te lo advertí, sino podías en los entrenamientos… no podrás ser una buena guerrera… como mujer será mejor que te cases y seas una simple ama de casa.
- ¡¿Pero un matrimonio con Patan Jorgenson?!... ¡Esto es peor que la muerte! - Grito nuevamente Astrid furiosa, aunque también se podría ver un poco triste ya que sus bellos ojos se cristalizaron.
-Su familia me propuso un gran pago por tu mano… Así dejaras de ser una carga para mí y servirás por fin para algo. - Comento el señor Finn mientras se levantaba de la mesa. - más bien, deberías de agradecérmelo, mejor que te casaras con él que un debilucho como Hipo con la cual patéticamente perdiste.
Y dicho eso, el señor rubio sale de la casa con su espada mientras cierra fuertemente la puerta para demostrar que es su última palabra.
Astrid estaba destruida tanto por adentro como por afuera. Perder ante Hipo fue una cosa, pero perder su libertad, su dignidad y dársela a un hijo de troll. Eso fue lo peor que le pudo haber pasado.
La rubia se levanta rápidamente de su silla, sale de la casa con su hacha en mano. Para acabar con la persona responsable de todo esto.
-Hipo. -Pronuncio el nombre con tanta amargura que cuando lo vea, hará una locura.
Sin embargo, por su camino hacia la herrería, se encontró con la persona que menos quería ver en la vida.
-Hola mi amor… ¿Feliz por nuestro compromiso? - Alardeo Patan quien se puso al frente de la rubia para detener su paso.
Astrid solo lo miraba con la respiración agitada. Sin embargo, el pelinegro parecía no importarle o intimidarse.
-Tranquila chiquita… Te prometo que seré el mejor esposo… Como también el más complaciente. - Comento lo último con un tono de picardía y orgullo. Mientras ponía una mano en una protección de metal del hombro de la rubia.
Astrid estaba al límite, que este pervertido le dijera esas cosas, era para vomitar. Sin embargo, lo único que hizo fue dóblale la mano con lo que le estaba tocando y darle un fuerte puñete en la cara para noquearlo y tirarlo al piso. Ella quería seguir pegándole, pero no era él que era su verdadero objetivo. Y tras esa acción, la rubia continúo su camino para acabar con la persona responsable de toda su desgracia.
Cuando llego a la herrería del pueblo, abrió la puerta de una patada y fue rápidamente hacia el cuarto personal de Hipo para acabar con él. Grande fue su desgracia cuando no lo encontró y sin saber dónde más podría estar, comenzó a golpear el lugar con su hacha para desquitarse por todo lo malo que le estaba pasando.
Media hora después, se podría ver a una rubia arrodillada, con la respiración agitada y su hacha clavada al piso. A su alrededor solo se vía destrozo y papeles tirados. Ella tenía la mirada agachada, estaba tan triste como enojada.
-Todo está perdido. - Dijo mientras hacia un esfuerzo de no llorar.
Sin embargo, justo cuando pareció ya no impórtale nada, un plano que había caído justo al frente de ella lo llamo la atención. Lo tomo con su mano derecha y lo alzo para mirarlo bien.
Era el plano de un barco pequeño, por lo que se deduce, no era muy difícil de hacerlo. Tras leerlo, a la rubia se le ocurrió una idea.
Si se quedaba el infierno le esperaba. No tenía padres y su tío era la persona que más a odiado en esta isla, aparte de Hipo. Pero si se iba tal vez tenga más oportunidades de vivir una vida de una verdadera guerrera como era su madre.
Sin pensar más, Astrid cogió los planos y salió rápidamente en busca de madera para su barco.
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Se pasó todo el día y ya comenzaba la noche, pero tras un gran esfuerzo, Astrid pudo terminar su barco, sin embargo, a pesar de tener algunas ropas y comida para cuantos días. La idea de estar sola en medio de este mundo salvaje le atemorizaba un poco.
-No tengo opción. -Se dijo asimismo mientras subía al vote y desplegaba su improvisada vela.
Pero justo cuando iba a zarpar, una sombra paso por encima de ella, alarmándola. Rápidamente toma su hacha y se protege tras el vote al pensar que era un dragón. Pero cuando alzo la mirada pudo ver que se estaba alejada la criatura. Pero lo más asombro era ver que no era un dragón cualquiera, sino un Furia Nocturna que se alejaba al sur de la isla.
Sorprendida, pero también maravillada. Astrid tomo esta como una señal de los dioses para ayudarla en su formación como guerrera. Si lograba matar a ese dragón. No solo será respetada en Berk sino también en todo el archipiélago.
Y sin pensar más, se sube rápidamente a su bote y comienza su persecución a través del inmenso océano, en busca del dragón más temible pero apreciado en la era vikinga.
Continuara…
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