Khilarey despertó de nuevo de esa pesadilla, temblando, más por el terror que por el frío que hacía fuera. Es más, por algún motivo sentía que debía salir. Salió fuera a observar las estrellas, como solía hacer cuando se sentía confusa. No podía dejar de pensar en esas horrendas pesadillas que la atormentaban. Se sentó sobre la hierba, mirando el suelo nocturno, en el que el horizonte señalaba la aurora. Si iba a pedir el deseo, tenía que hacerlo ya. La niña se arrodilló, y miró al cielo.

_ Desearía poder librarme de este mal que me persigue por las noches, y que me arrebata mi sueño_ suplicó, cerrando sus ojos esmeraldas_ Libradme de esta maldición, de este mal que hay en mí.

Poco sabía la joven lo que acababa de desear, ni las consecuencias que ese deseo tendría, no al menos hasta que dos segundos después, una pequeña gota de lo que parecía sangre se escurrió por su nariz. Algo que no parecía nada del otro mundo, simplemente algún vaso sanguíneo roto por el calor. O al menos eso parecía, hasta que la gota, al tocar el suelo, se convirtió en un enorme charco.

Khilarey se apartó asustada, cuando el líquido comenzó a agitarse. Algo se movía en el charco… algo vivo. La joven lanzó un grito de terror cuando una mano pálida salió de él. Poco a poco surgió el resto del cuerpo. El cabello dorado de una niña con el mismo rostro que el suyo, permanecía manchado del rojizo líquido. Sus dos ojos ensangrentados la observaban. Pero eran de un tono muy distinto a aquel que Khilarey conociese por su padre. Era un rojo siniestro, el de alguien que no siente más que odio por aquello que observa.

_ ¿Cómo te atreves a rechazarme?_ Le espetó la muchacha_ ¿Cómo te atreves a rechazarte a ti misma?

_ No entiendo lo que dices_ dijo Khila, temblando de terror_ No me hagas daño.

Khila había apartado la mirada, pero seguía sintiendo la mirada de aquel ser clavada en ella. Sentía como dos cuchillas sus ojos clavados en ella.

_ Tú has deseado deshacerte de mí_ dijo ella_ Ahora pagarás las consecuencias… con tu vida.

_ ¡No, por favor!_ gritó Khilarey_ Haré lo que me pidas.

_ ¿Cualquier cosa?_ preguntó, la otra, sus ojos mostraban una mirada psicótica_ Muy bien, llévame a casa.

Khilarey asintió. Si llegaba a casa podría avisar a su padre, y él la protegería de ella, de ese ser salido de quien sabe dónde, que la aterrorizaba con su sola presencia. Él era guardián estelar, y resolvería el problema de esa niña, fuese cual fuese. La niña la miró, como si leyese sus pensamientos.

_ Pero no vamos a despertar a papá. No querrás que lo mate. ¿Verdad? No quieres vivir esas pesadillas.

Khila llevó a la niña a casa. Afortunadamente, su padre parecía no estar no despierto. Temía verdaderamente a esa niña, y no sólo por su mirada. Había algo en ella, una especie de halo invisible de odio, que parecía corromper todo lo que se le acercaba. Ella se dirigió automáticamente al baño al entrar en la casa.

_ Lávame_ le ordenó a Khilarey de mala manera.

Ella obedeció por el miedo. La lavó con cuidado, poniendo especial cuidado en el dorado cabello de la niña. Ver como la sangre se escurría por el desagüe era como mínimo siniestro, pero a diferencia de Khilarey, ella no parecía encontrarse interesada en ello en lo más mínimo. Cuando Khila la hubo peinado y vestido con sus propias ropas, la niña la empujó hacia su cama con violencia. Khilarey lloró, pensando que ahora la mataría, pero cuando se acercó, sólo le dirigió unas palabras.

_ Jamás le contarás a nadie lo que ha ocurrido hoy, ni a tu padre, ni a nadie en absoluto. Si alguna vez se lo cuentas a alguien lo sabré, y ten por seguro que desearás no haberlo hecho.

Khilarey se tapó hasta los ojos, y asintió apresuradamente. Sólo deseaba que eso terminase de una vez por todas, que esa niña se marchase, y la dejase en paz. No pensaba contárselo a nadie. Pestañeó una última vez, y la chica ya se había desvanecido. Quizás no volviese a tener las pesadillas que ella causaba, pero Khilarey tendría durante bastante tiempo pesadillas sobre el encuentro que esa joven acababa de tener con ella.

Mientras tanto su contrapartida ya había comenzado a explorar al sentir la libertad de un cuerpo propio. Estaba hambrienta, un hambre que los alimentos no podrían paliar jamás. El miedo de Khilarey le había bastado como primera comida, pero lo que realmente necesitaba eran emociones más poderosas, emociones que esa chiquilla jamás podría llegar a darle. Se había transportado cerca de una pequeña casita cerca de un bosque. Podía sentir en esa casa una fuerte emoción de terror, acompañada de una de ira. Eso serviría como alimento de momento. La puerta se abrió de par en par cuando ella así quiso, y la escena que observó le sacó una sonrisa.

Una mujer joven, abrazada el cuerpo sin vida del que debía haber sido su marido, y frente a ella estaba su asesino, con el arma aún sangrante en sus manos. La joven se vio alimentada en un solo instante con esa escena. El asesino se volvió a mirarla, era obvio que ahora tendría intención de matarla, y eso no le gustaba en absoluto.

_ Déjala en paz, sólo es una niña_ Dijo la mujer, tratando de retenerlo.

Pero fue inútil, el hombre la lanzó contra la pared, dejándola inconsciente, y se acercó a ella, con su cuchillo que brillaba amenazadoramente.

_ ¿Qué tienes intención de hacer?_ Preguntó la niña, con fingida inocencia.

El valvessiano no contestó, se lanzó hacia ella intentando atravesarla con el cuchillo. Pero antes de tocarla, empezó a arder como si estuviese hecho de paja. La niña sonrió con una crueldad inusitada, mientras el hombre chillaba de dolor, alimentándola cada vez más. Cuando el fuego se extinguió del todo, no quedaba de él más que un montón de cenizas. Por fin la joven se sentía saciada, sin embargo, aún quedaba un asunto por resolver. La mujer se despertaba. No le apetecía matarla en lo más mínimo, aunque mucho menos dar explicaciones. Contestaría a sus preguntas, y la mataría si era necesario, a fin de cuentas, podía ser divertido jugar con ella.

_ ¿Dónde ha ido?_ preguntó ella, mirando a la niña.

_ Se ha ido, para siempre…_ dijo ella, con tono siniestro.

La mujer miraba a la niña. Sus ojos, los ojos ensangrentados de un demonio. Por sus palabras, podía deducir que el montón de cenizas que había en mitad de su salón era su atacante. Pero por algún motivo, había salvado su vida.

_ Gracias…_ dijo, con voz temblorosa_ ¿Qué puedo hacer para pagártelo?

_ Lo cierto, es que hay un par de cosas que puedes hacer por mí_ Contestó ella, con esa sonrisa siniestra.