- ¿No te habías ido?
No esperaba otra pregunta en realidad. Suspirando, la analiza tanto como puede para así eliminarla de su recuerdo y demostrar que en realidad no la había escuchado, pero era imposible. Suspira derrotado. El sentimiento vuelve a asentarse con fuerza en su corazón – pobre iluso pensando que la decepción era una experiencia volátil – generando lo que era de esperarse en su garganta. Se levanta nervioso, pidiéndole a su cuerpo que, por favor - ¡por favor! – dejara de ser tan patético ¿Qué podría esperar de su mente si su cuerpo, la extensión más primitiva que poseía, no puede superar ese estado que parece que fuese eterno?
- Che, te he preguntado algo.
Ahoga lo que sería la risa más sufrida de su vida. ¡Alegría, alegría! dice la voz de su vecina y ahora entiende porqué la utiliza tanto. A los jugueteos de la vida habrán que mirarlos en binoculares con cada lente medio lleno. Pero que estupidez. Cansado, exclama casi riendo que ya no puede ni fumar un pucho tranquilo, mientras en su mente se establece un pensamiento algo más contrario y oscuro, sobre rendición y desesperanza.
Tira el cigarro al suelo y lo pisa lo más tranquilo que puede evitando parecer enojado, así no escucharía los inaguantables ¡che, contigo no se puede hablar! Basta. Recuerda que hace un momento estaba tan indeciso que pensó en continuar en esa relación pero esa pregunta le confirmó todo lo que pensaba. Sin esperar nada de nadie – y mucho menos de ese nadie – se acerca al otro y le entrega lo más preciado que tenía de él, sintiendo un alivio casi incomparable. Él lo mira comprendiendo la situación pero sin querer aceptarla. Sonríe.
- Manu, ¿qué pretendes?
¿Que qué pretendía? Pues quién lo sabe. Lo único que tiene en la cabeza es que ya no quiere escucharlo ni mucho menos verlo, o pretender ser tan afortunado por respirar su aire, ese aire que ha sido inspirado por tantas otras y tantos otros. No se sorprende cuando, inconscientemente, lo toca – en forma de golpe o palmada, ya ni lo recuerda – y se da media vuelta, sin ese terrible (y temible) nudo. Pero ocurre algo inesperado. ¡Oh! Ya no es la pregunta decepcionante ni las exclamaciones inaguantables; es algo mucho más increíble y, sin embargo, fastidioso. Esboza una sonrisa y canta sin tanta pasión, no se vaya él a asustar.
¡Oh! tu corazón se vuelve delator.
