Advertencias: Hentai/ Adulterio/ Orgías/ Sin sentido.

Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto.

Capítulos: + de 7 capítulos (indefinido).

NOTA: Una idea que se me ocurrió hablando con Mrs. Inadaptada; gracias a Suigin Walker, Nahi Shite, Lala Bizmart e Icel de los Angeles por sus ideas para saciar nuestra perversión y hacerle justicia a todos estos personajes hotosos! ¡Se los dedico amigas!


El exclusivo harem de la heredera Hinata Hyuuga


Naruto es el novio legal, la persona que ama y quien sus "dattebayo" sonrojan hasta las orejas; sin embargo, no es el único. ¡Qué más quisiera él no tener que compartirla con nadie! ¡Que fuese solamente suya y que sus lindos "kun" sólo adornaran su nombre! Deseaba con el fondo de su alma que aquellos ojos que le dedicaban en la noche, bajo la cortina de sus pestañas, cegados por el placer, los provocara nadie más que él. En el fondo, se sentía que no merecía tanta perfección para sí solo, pero la simple idea de que ella pudiese sonreír y acariciar a alguien más de la misma manera que lo hacía con él lo volvía loco. ¡Estaba desquiciado por aquella imagen desde hacía tres meses! ¡Tres malditos meses que había ocurrido sin siquiera buscarlo, sin querer, casi como un accidente! Ella, Hinata Hyuuga, había conseguido de la noche a la mañana un harem completo de hombres dispuestos a hacer cualquier cosa para complacerla.

¡Y no podía decir no! Mucho menos después de lo que habían pasado para que todos estuviesen "conformes" —casi todos: Hinata no estaba del todo convencida—. Ahora sabía con certeza que aquellos malditos no iban a retroceder después de probar esas aguas. El cuerpo de su novia, por supuesto. Había sido un idiota. La idea le horrorizó, más "era" la medicina para la enfermedad. No podía simplemente faltar a su palabra, porque todos ellos le recordarían claramente que tenían una tregua y la única manera de que la paz se mantuviese en el mundo —sí, como han leído: el mundo— era que todos tuviesen su pedacito de la Hyuuga.

No era justo.

¡No era para nada justo luego de un mes perfecto de noviazgo, sin problemas o reproches! ¿Por qué tendrían que aparecer aquellos terceros arruinando la estabilidad de su sana relación? ¡Él había hecho todo el trabajo para que ellos viniesen a proponerle deseos indecentes a su chica, a coquetearle, a tocarla, incluso, a amenazarla! ¡A darle ordenes! ¡A decirle: "Hinata-san", en su cara mientras la miran con esos ojos lambiscones! ¡Ó esposa! ¿Cómo él podía soportar tanto descaro? Claro, lo hacía por Konoha.

¿Cómo la heredera del Clan Hyuuga, hija de Hiashi Hyuuga, hermana de Hanabi Hyuuga, prima de Neji… —bueno, ya saben su apellido— y novia de Naruto Uzumaki —el soltero más codiciado desde que salvó la aldea y al mundo entero— podía terminar teniendo un harem que practicaba el amor libre, la infidelidad pública y una cuasi-poligamia?

Es una historia larga, a decir verdad. El inicio no es para nada escandaloso, es bastante sencillo e imprevisto: todo empezó cuando el mismo rubio se dio cuenta de sus propios sentimientos.

Habían decidido formalizar su relación luego de la gran guerra ninja y otros acontecimientos que no vale la pena mencionar porque son de dominio público —para cualquier duda remitirse como fuente fidedigna: The Last Naruto The Movie—. La noticia creó una gran conmoción en la nobleza de Konoha y sus habitantes, esparciéndose como la polvorilla. El primer error que cometió Uzumaki fue convertir la relación en pública, el segundo: ser tan popular. Tal vez si fuese del tipo "bajo perfil" Hinata estuviese aún a salvo en sus brazos; pero quería restregarle en la cara a todo el mundo que ella, ¡Esa belleza!, era su novia. No había un por qué no. La relación era estable y sana. Naruto siempre buscaba las escusas más inverosímiles con tal de hacerle feliz. Ella había esperado tanto tiempo para poder decirle abiertamente "te amo" y verle la expresión emocionada en todo el rostro. Se desvivieron de amor todo un mes completo, y, lo seguirían haciendo si el rumor de su relación no hubiese llegado a lugares insospechables.

No. A veces creía que el gran error fue hacer su relación más sana de lo que ya era. ¿Realmente había necesitado con tanta ansiedad reducir el espacio de sus cuerpos? ¿Sus hormonas lo habían deseado con tanta fuerza? ¡No podrían haberse esperado un poco, sólo un poco! No se resistió aquel día en que la invitó a comer un bol caliente de ramen en su casa; solos. Verla sonrojarse, temblar por el contacto normal de sus manos sobre sus mejillas suaves y el color de sus ojos perlas en la oscuridad de una habitación a la que aún no han encendido las luces. Se percató que llevaba los hombros desnudos y tragó hondo, su debilidad. Hinata era su perdición y así lo hizo saber el mismo día en que dejó de ser virgen con ella, mientras se desesperaban por decirse que se amaban de formas que nunca pensaron que les urgía por descubrir. Hubiese sido perfecto, si no fuese porque aquello trajo consigo el primer problema:

Kurama.

¡Ja! ¡Sí, estamos hablando del viejo Kurama; el zorro legendario de las nueve colas! Él fue el primer enterado, e involucrado, en todo aquel embrollo de la primera vez del rubio. La idea, al principio, no le había parecido del todo emocionante. ¡De nuevo pasar por esa etapa de la vida en donde los humanos se colocan horny y empiezan a reproducirse hasta cuando no están en celo! No pensaba volver a pasar por todo aquel trauma de ver cuerpos de hombres desnudos entrando en… ¡No, sin duda, la perspectiva tampoco ayudaba! Por eso había arruinado la excitación del rubio cada vez que, por ejemplo, se quedaba viendo más de lo debido los senos de su novia. Cantaba. ¡Oh sí! Kurama cantaba a alta voz y desafinado para embotellar los pensamientos de su contenedor; pero aquel día no había funcionado. Naruto estaba decidido hacerla suya esa tarde, sin retrasos o miedos. Deseaba, por fin, quitar ese fragmento de espacio entre los dos que siempre molestaba. La besó y el resto es historia vieja. Fue ese día en que Kurama comprendió que esta vez había ganado al tener un Jinchiruki masculino con buenos gustos en las mujeres; porque Hinata era una belleza en todas las de la ley —lo decía un ser mitológico que había vivido miles de años, hay que darle crédito—. No perdió un segundo de detalle, porque la perspectiva —por primera vez— lo ayudaba. No tenía que imaginárselo, estaba pasando frente a sus ojos aunque su cuerpo no sintiese placer. ¡El maldito rubio estaba viendo como sus senos se movían con cada penetración: más tensos mientras alcanzaba más profundo; un vaivén del demonio cuando entraba frenético y un movimiento delicioso cuando se deslizaba suave descubriendo cada centímetro…!

Kurama tenía primera fila de un espectáculo que estaba narrado, incluso, en primera persona. Ya no había falos, ni pechos planos, gruñidos sobre sus oídos o traseros inexistentes. Comenzaría toda una temporada de vientres fértiles, piernas torneadas por los entrenamientos, senos del tamaño perfecto, clavículas largas y un trasero que… ¿Hace falta describirlo? ¡Del demonio, un trasero del demonio! Por si fuera poco, cada vez que el mocoso se acercaba para olerla aquel suave aroma a lavanda le entraba como una brisa fresca, el sabor de su piel suave, la sensación imaginada de unos dedos que recorren sus labios húmedos rojos siempre y aquellos ojos en la bruma de la oscuridad, y el placer, viéndolo directo.

No, no lo estaba viendo a él. Estaba viendo al imbécil de Naruto, y el día en que descubrió aquello —luego de tres semanas ininterrumpidas de placer— se sintió desgraciado. Hinata Hyuuga si quiera recordaba que él, el gran Kurama, estaba al otro lado de la "pared" observándola gemir callado el nombre de su novio. La forma en que se contraía su cuerpo jamás la lograría experimentar y aquellos dientes perlados nunca morderían los suyos. Estaban tan cerca, y a la vez, tan lejos. El demonio hubiese podido hacer lo que fuese con tal de robársela, probar un poco de lo que ella le ofrecía al rubio, pero en el fondo mantenía el respeto por el mocoso. ¡Era su amigo, y entre amigos no se roban las novias! O eso pensó las primeras semanas en donde el deseo culposo lo asaltaba cada vez que veía el cuerpo pálido en las sabanas de narutomakis y el cabello desparramado brillando por la luz de la luna. Perfecta, como sólo podía ser ella.

Un deseo prohibido que estuvo reprimiendo hasta que las cosas llegaron a puntos insoslayables, cuando empezaron a aparecer terceros que estaban dispuestos a decirle en la cara no estar dispuestos a soportar que él tuviese acceso completo, las veinticuatro horas del día, a Hinata Hyuuga. Cada uno tenía razones distintas, algunas incluso, no eran sanas. Sin embargo, Kurama fue lo suficiente leal como para ser el primero en desear de maneras no apropiadas a la novia de su amigo, y, declararlo de último —sin poder aguantarse a perder tamaña oportunidad—. Se había convertido en la primera humana en interesarle sexualmente, aunque, en el fondo la manera en que sonreía al despedirse le pareció más hermosa que su cuerpo —y la quiso para sí, también—.

El segundo en enterarse, ni más ni menos, tenía que ser Mecha-Naruto. Vivía en la misma aldea, y para cuando llegó de la misión que lo había mantenido al margen en un mes de "tortolos", se puso al día con los acontecimientos de mayor importancia. Le partió el corazón enterarse que su amada Hinata-san, aquella perfecta y amable Kunoichi, había caído en las manos de un ser tan bajo como Naruto Uzumaki. ¿Por qué el mundo había tenido que ser tan cruel con él? ¿Qué había hecho para merecer tan horrible desenlace? No esperaba que Hinata, algún vez, pudiese enamorarse de su persona; pero había hecho una lista de personas que podían —desde lejos— merecérsela. Kiba Inuzuka, por ejemplo, era un buen amigo de la Hyuuga. Shino Aburame, también un confiable compañero y además tenía cierto encanto en su carácter callado y reservada. Mientras menos muestras de afecto, mejor. Neji Hyuuga, pero, bueno, por obvias razones él no podía. ¡De resto, ja, ni de lejos podían acercarse a la grandilocuencia de la heredera del clan Hyuuga! ¡Y él se había jurado que si alguno de esos impuros hozaba querer tomar la mano de Hinata, lo vencería a como diese lugar!

No esperó que el impuro, fuese el peor de todos, su rival. El mismo día en que Sakura-chan le dejó caer aquella noticia como si fuese alguna anécdota cotidiana, el robot se dirigió, sin mediar palabras con más nadie; directo a la casa de Naruto Uzumaki. No habló. No exclamó, si acaso se escuchaba el chirrido de sus pisadas levantando polvo por las estrechas calles de la parte suroeste de Konoha. Subió las escaleras con un sonido metalizado siguiéndole la expresión congelada del rostro. La mano la mantenía cerrada empezándose a oxidársele por el esfuerzo. La determinación le quemaba tal cual la molestia. Tocó tres veces y la puerta crujió por la fuerza del metal contra la madera, casi pudo notar que algunos pedazos de astillas volaron directo a su lente bifocal. Se percató de que estaba usando demasiada fuerza debido al sentimiento agrio que empezaba a depositársele en la boca. Era como si hubiese tenido sentido del gusto toda la vida y trasto digestivo. Le dolía incluso el centro del pecho como una gastritis. Se estaba muriendo por dentro, porque en el fondo sabía que la señorita Hinata siempre había estado enamorada de ese grandísimo imbécil. Se veía en la forma dulce que le hablaba y las sonrisas que le regalaba solamente a él. Una sonrisa especial.

Tuvo que tocar dos veces más para que al final le abriesen. Naruto estaba todavía en ropas de dormir, cuando ya era plenas doce en punto de un día activo en la aldea. Mecha Naruto lo reprobó con la mirada, atravesándolo literalmente con los ojos robóticos. Hinata-san no se encontraba en su habitación. Podían hablar de hombre a hombre, sin interrupciones. Uzumaki se alzó sobre sus brazos dejando pasar un tremendo bostezo que lo dejó viendo borroso, cuando enfocó la mirada sintió que un golpe seco le caía a la garganta. Nunca le había agradado Mecha-Naruto, más había aprendido a soportarlo y en cierta manera le había cogido cariño. ¡Pero no a las doce del mediodía de un fin de semana, cuando él por fin tenía descanso después de una semana de misiones y cama —con Hinata—! A esa hora él no era gente y mucho menos para pretender ser político con tipos tan intensos como su visitante. Se apoyó del marco de la puerta esperando cualquier cosa, desde que había visto los senos de Hinata; ya nada le sorprendía.

— ¿Qué quie…? —no le dejaron terminar la frase.

— ¡Deja de coquetear con Hinata-san! —la voz mecánica llenó el espacio de la casa vacía produciendo impresión en el rostro del rubio que no podía creer lo que escuchaba de 7610. — ¡Te lo prohíbo!

Rió de buena gana, ni siquiera siguió escuchando toda esa perorata que soltaban al frente del pasillo que llevaba a su habitación. Una brisa fresca soplaba contra los cabellos del Naruto humano y creaban un sonido de roer a través de la cabeza metálica del robot haciendo el momento aún más incomodo. Mecha Naruto se colocó en posición de lucha ante la descarada burla de su rival.

— ¿De qué te ríes, teme? —movió los brazos mientras seguían sonando sus circuitos arreglándose y expandiéndose para darle ese aspecto terriblemente humano.

— ¿Lo dices en serio? —preguntó cuando estuvo calmado mientras se pasaba el dedo índice por debajo de la nariz, todavía divertido por la situación.

— ¡Por supuesto, te prohíbo que te acercas a Hinata-san! —exclamó totalmente fuera de sí.

— ¿Es enserio? —repitió sin creérselo.

— ¡Si no te alejas de Hinata-san, juro que lo lamentaras!

Naruto frunció el cejo empezando a molestarse, aunque realmente el sentimiento le sentó de golpe. No pronunció otra palabra más, los dos se quedaron esperando una respuesta a sus peticiones. Los dedos de Mecha-Naruto se movían alternativos, casi naturales si no fuese por el sonido robotizado. Los ojos de Uzumaki se fueron oscureciendo al notar la verdadera determinación del visitante. ¿Quién se creía al venir a pedirle semejante estupidez? ¡Hinata era su novia y era él quien decidía si estaba con ella, si le coqueteaba o no!

Dio un paso hacia atrás antes de estampar un golpe en el pecho de acero, esa acción le hubiese costado unos nudillos fracturados. Decidió descargar su rabia, ante el hecho de confirmar —por más obvio que fuese— que 7610 estaba más que colado por su novia, con la puerta. La cerró de un puntapié que la llevó contra el marco en menos de un microsegundo haciendo retumbar no sólo las paredes de su casa, sino también el piso y el techo de los apartamentos vecinos. Una de sus macetas se cayó al suelo destrozando una pequeña margarita que había venido cuidando desde hacía meses sin tregua. No le importó, seguía demasiado molesto en el hecho de que al parecer todo el mundo se le antojaba Hinata. Primero aquel loco de la luna que la quería raptar y hacer su esposa, ahora venía con sus lisonjas el grandísimo de Mecha Naruto. ¿Quién faltaba? ¿Sasuke Uchiha? ¿Kiba Inuzuka? ¡El mismísimo Neji Hyuuga! Se sumió en un estado grumoso por recordar al genio caído, mientras caminaba directo al sillón frente al televisor. El olor a un ramen que le esperaba en el microondas le abrió el apetito. ¿Qué hubiese pensando Neji sobre su relación con Hinata? ¿Se habría opuesto de la misma manera en que ahora lo hacía aquel teme?

El sonido de algo que golpeaba contra la ventana lo despertó de su letargo. Casi cae al suelo al ver la cara retráctil del Naruto robótico asomado por la ventana de la cocina, con los ojos esperando hacer contacto visual. Desquiciado, inamovible, terco como lo era también el Uzumaki. No se atrevió a dar un paso, en aquella mirada parecía estar impregnada la decisión de hacer cualquier cosa con tal de recuperar a Hinata. La misma que él uso para luchar contra Toneri Ootsuki.

— ¡Deja tranquila a Hinata-san! —volvió a exclamar, pero al parecer por el esfuerzo de mantener el cuello estirado para mirar dentro de la vivienda, tembloroso. Naruto sonrió prepotente, se movió en tres pasos hasta llegar directo a la ventana de la cocina. Abrió sus puertas corredizas en un solo movimiento y le bastó simplemente sacar las manos de golpe para hacer que 7610 perdiese el equilibrio y cayese directo al basurero que quedaba ubicado —estratégicamente— en la calle ciega al lado de la casa de Naruto. Se le abolló la parte trasera que estaba hecha de latón y fue aquella acción la que más le enfureció estando precedida de la siguiente exclamación:

— ¡Hinata es mi novia, teme, y le coqueteo cuantas veces me dé la gana, dattebayo!

Cerró la ventana como si aquel asunto estuviese resuelto al dar por sentado que no se iba a dar por vencido. Era tan ingenuo para aquellas épocas en apenas comenzaban los asaltos, jamás pensó que las cosas sólo se complicarían cuando aparecieran otros individuos que deseaban entorpecerle la relación con su Hinata.

¡Suya! ¡No de ellos! —por si alguno de los lectores lo ha olvidado—.¡Hinata Hyuuga era propiedad de Naruto Uzumaki, de más nadie, hasta que…!

Se podría decir hasta que apareció Toneri Ootsuki, pero, eso sería una afirmación no del todo cierta. Toneri ya había sido rechazado en sus pretensiones, cuando había decidido llevarse con o sin consentimiento a las Hyuugas —una por los ojos, otra por su amor—. El extraterrestre —porque tiene que ser uno si vive en la luna—, incluso, había planeado un monologo sobre darse por vencido y encontrarse totalmente derrotado. Nadie veía lógico que el Ootsuki fuese a regresar a la tierra luego de formalizar de su relación, pues, era un desenlace bastante obvio. Digamos que el descendiente de Hamura cambió de opinión. Darse por vencido haría que realmente perdiese su oportunidad con la Hyuuga, mientras, si seguía intentando arrebatársela a Uzumaki a la primera equivocación tendría mayores posibilidades de conseguir la simpatía de su amor unilateral. Dos semanas después del drama de Mecha-Naruto, apareció Ootsuki con su rostro inexpresivo, su voz pasiva y renovadas ganas de llevarse a Hinata hecha su esposa.

Comenzó actuando bajo los influjos de la ley. Hizo, de nuevo, a Naruto su rival y le dejó muy claro sus planes de dejarlo soltero por el resto de la vida. Tuvo varios encuentros con Hinata, que fueron interrumpidos por el rubio, aunque fueron suficientes para hacerle saber —con lujos de detalles— todos los planes que tenía para con ella. ¡Hacerla reina, la mujer más bella que jamás se hubiese visto gobernar la luna! ¡Un clan invencible, donde el amor que le profesaba él era lo único necesario para mantener su relación a flote! ¡La amaría como nunca un hombre la pudiese amar!

Hinata no se dejaba enredar en aquel juego de palabras e, incluso, le producía algo de risa todo el empeño rebuscado que colocaba Toneri en tratar de tomarle interés. Sin embargo, como ella era siempre políticamente correcta y creía en que el corazón es un instrumento que no se debe atrofiar; lo trataba con cierta delicadeza. Sus rechazos llenos de sonrisas y consejos de cómo conseguir un nuevo objetivo amoroso sólo le daban más esperanzas al Ootsuki que no veía el momento de llegar victorioso a la luna con aquella mujer maravillosa colgada del brazo. Pensaba, incluso, a veces: "No debí haberla dejado ir en primera instancia, aún si él ganó".

En todas sus elucubraciones que a veces eran más fantásticas que las de una niña de nueve años, con el pánico infundado de los aldeanos y el recelo de Kakashi al tenerlo como persona non-grata de Konoha por su alta peligrosidad, jamás Toneri concedió volver a atacar la tierra para conseguir a la Hyuuga de vuelta. No era una idea loable, porque pensaba que la única manera de conquistar a una mujer de aquel tipo, era por el camino tradicional.

Pedazos de luna cayendo por toda la inmensidad de su mundo natal, matando a las personas que amaba, no era exactamente la idea más acertada para que ella le tomase cariño. La fuerza bruta no atraía a las herederas de clanes nobles, o al menos ese concepto le pareció acertado la primera semana de su estadía en la villa. El segundo martes que organizó para encontrarse, por "coincidencia", con su "esposa" y ella no lo atendió porque estaba demasiado apurada para llegar puntual a una cita con Naruto-kun; la realidad le golpeó de la manera más dolorosa. Directo en el esófago dejándolo sin aire. No podía ganar aquella batalla. Hinata Hyuuga estaba irremediablemente enamorada de Naruto Uzumaki y sus sentimientos, ahora mutuos, no iban a cambiar de la noche a la mañana. Ella terminaría siendo la esposa de otro hombre, perteneciéndole en cuerpo y alma a alguien que no fuese él. Esa simple idea lo amargó, le quitó el sueño por las noches y, en algunas ocasiones, lo mantuvo cautivo en la habitación de aquella diminuta posada "alquilada" mirando la inmensidad de la aldea mientras planeaba nuevas formas de hacer inevitable su regreso a la luna ya casado con su eterno amor.

Aún así, con un Toneri voluble y sombrío, las amenazas no aparecieron hasta la quinta semana. Era inevitable que llegaran junto con él, porque la forma de su alma y sus comportamientos erráticos eran siempre de origen violento. Siempre terminaba por hacer lo que deseaba y no le importaba quienes pudiesen salir afectados en sus planes, con tal de satisfacerse. Egoísta y dictatorial; con un verbo siempre dominante y grosero. Nadie podría decir, a ciencia cierta, como llegó a Konoha desde su mundo alterno; tampoco es como si los exnovatos del mundo real lo conocieran. Muchos, como Lee, lo confundieron con el mismo Naruto pero de cabello teñido. Iba con el pecho desnudo sin importarle que las mujeres lo recorrían con sus ojos delineando cada partícula de su bien formado cuerpo, disfrutando por sobre todas las cosas su perfecto trasero. Había hecho aquel arriesgado viaje con tal de conseguir venganza, devolverle la misma moneda a Uzumaki; pero se encontraba más bien perdido en ese nuevo mundo.

Era la misma villa, sin lugar a dudas. Las casas de madera desvalidas con sus colores ocres del sol, los pasadizos de canto y las callejuelas de tierra polvorosa, la misma gente que ríe y vende flores en la esquina al fondo del edificio Hokage, el olor a ramen desde el puesto Ichiraku, las mujeres vestidas para el verano y el sonido de las aves volando en un cielo azul pastel que hace el ambiente arder de calor. Todo parecía encajar con sus memorias, exceptuando la gente. Por ejemplo: ¿Por qué cejotas hablaba de esa manera…? ¿Qué le pasaba a Sasuke Uchiha que tenía el cejo fruncido todo el santo recorrido y sólo decía "hmp" cuando le preguntaba por el paradero de su rival? ¿Kiba Inuzuka era amante de los perros…? ¿Shikamaru podía usar palabras tan complicadas…? ¿Y Chouji había ganado peso? ¿Por qué demonios Ino está mostrando su ombligo?

Se ocultó en una calle ciega, esperando que pasara el grupo de ninjas que al parecer iba directo a una tasca-bar que pudiese satisfacer sus peticiones del alcohol. Los vio alejarse como un niño en pánico sin entender a qué clase de lugar había llegado, si todo parecía tan igual y a la vez… ¿Dónde estarían sus padres, por ejemplo? ¿ó… Sakura? Empezó a sentir ansiedad, y cada vez que las cosas se le salían de control, tenía las inevitables ganas de romper algo. La imagen del cabello negro que pasaba muy cerca de él, lo hizo trastabillar.

¿Era Hinata…? ¡Hinata Hyuuga! Venía bajando por la calle del comercio con las manos muy juntas, la postura recta, la sonrisa grácil y las hebras azules lisas tapándole el pecho fértil sobre la camisa lavanda de misiones. No pudo contener el movimiento de sus labios al abrirse, porque sabía —ella se lo había restregado varias veces— que Hinata era hermosa, pero nunca percató ese tipo de aura alrededor de ella. Era elegante, calmada y calladamente hermosa. Caminaba y el resto del mundo parecía moverse para ella, sin ser ajena, les agradecía y sonreía. "Ohayo", decía con aquel tono de campanilla que lo tuvo flotando por unos segundos. ¿Era la Hinata ruda y mordaz que él conocía? ¿ó… el Naruto de este mundo estaba disfrutando de un ser celestial que ostentaba el titulo de heredera del clan Hyuuga?

Le pasó cerca y la brisa le trajo el olor de un perfume misterioso, sutil. Los ojos de los dos se encontraron y la mujer se removió nerviosa al descubrir que ese azul se parecía mucho al iris de Naruto-kun. No tuvo tiempo de seguir caminando o decir algo, la mano bronceada del moreno la tomó con violencia y algo de torpeza; la jaló para sí y la estampó contra la pared del edificio aledaño. Ella tembló por completo, cosa que volvió a desconcertar a Menma Namikaze. Sólo quería preguntarle una dirección pero un manto rojo se posó sobre sus mejillas haciendo su piel totalmente pálida y sus ojos nublados. Lo miraba con timidez y los labios separados transpirando con dificultad, el pecho le bajaba y subía en un vaivén que hacía su camisa tensarse. No perdió ninguno de aquellos detalles, porque todos hacían ver a Hinata Hyuuga deseable; como nunca la había visto.

— ¿Na…Naruto-kun? —preguntó ella aun mirándole directo a los ojos, con el cabello comenzando a pegarse en su piel sudada por el susto. Trató de moverse, pero las manos de Menma seguían aprisionando sus codos contra el concreto rasgándolos —rasguñándolos hasta sacar sangre— Due… duele.

Listo, era el fin de él. No sabía quién era esa mujer, aún cuando se parecía a aquella Hinata. No entendía porque lo miraba de esa manera entornada como si le quisiera, pero al mismo tiempo dudase de él; tampoco entendía porque sus labios brillaban tan rojos como invitándolos a besarlos. Era callada, tímida, asustadiza. Le encantaba. Sentía tener el dominio de la situación y que su presencia la iba aplastando poco a poco, hasta dejarla sin respiración. Un movimiento y todo su iris temblaba, cerraba más su mano y ella gemía quejándose, respiraba por encima de su rostro y entrecerraba los ojos como esperando a que él dijese que era una broma.

Él era su captor y podía hacer lo que deseaba con ella, porque era voluble; moldeable. Podía ser suya con aplicarle sólo un poco de fuerza. Lo veía en sus ojos: era débil y eso le gustaba. No es como si le desagradaba la manera descarada en que su Hinata le tocaba la entrepierna ó besaba sus labios en un momento inadecuado; pero nunca había experimentado una excitación tal por el simple hecho de arrinconar a una criatura tan quebrantable contra una pared, aprisionándola. Nunca había sentido tanto calor y deseo por una mirada sobre su rostro. Inocente.

"Es como cuando asfixias a un pollito", eso había pensando.

Sí, él quería quebrar esa inocencia. Y, lo hubiese hecho en aquella calle ciega a plena luz del día con los aldeanos sonando sus zapatos como rastrillos, si no fuese porque Naruto Uzumaki lo interrumpió en el mismo instante en que su rostro se inclinó sobre la delicada quijada de la pelinegra susurrándole complacido, ronco de placer:

— ¿Te duele…? —una sonrisa malvada se había formado en el mismo instante en que hundió más su peso sobre los brazos suaves de ella. Esponjosos y tensos por la presión, ella había cerrado los ojos sin saber que esperar. Estaba confundida… ¿No era Naruto-kun aquel joven de cabellos negros? ¿No le estaba jugando una mala broma? Cerró los ojos mientras sentía que el aire le empezaba a faltar, sólo podía tragar la respiración de aquel extraño. Cerca, palpitante, su manzana de Adán moviéndose para tragar. Algo lo arrancó de sus pretensiones, una mano fuerte. La acción hizo que volviese abrir los ojos mientras escuchaba la voz metálica de su novio, atravesando con las palabras a aquel que planeaba propasarse con su novia:

— ¿… te crees que eres? —fue lo único que diferenció cuando Naruto tomó el cuerpo del joven por el cuello y lo estampó al otro lado del callejón, contra la pared de ladrillos rojos. Los dos se miraron entre sorprendidos e irritados, la boca del pelinegro se abrió para luego formar una sonrisa afectada. Naruto no cabía en la sorpresa… ¿Era ese chico Menma Namikaze? ¡Ese maldito que le había dado tanto trabajo vencer! Tenía el cabello algo más largo, los ojos agudos y la piel lisa sin ninguna herida visible; había crecido lo justo. Naruto no lo soltó, ni siquiera cuando Hinata se agarró de su brazo asustada mientras le susurraba su nombre en pánico.

Ella no esperaba encontrarse con dos Naruto-kun en un solo día, y estaba a punto de disculparse, cuando aquel chico la interrumpió. Prepotente, con todo el dominio en sí mismo y la mirada pegada sobre el cuerpo diminuto de ella. Taladrándola con los ojos, haciéndola suya en la mente mil veces en ese callejón y cualquier lugar. Violándola, literalmente. Sus ojos se estacionaron en los prominentes pechos de la joven que estaban "bien" ocultos bajo la camisa de cuello alto, cerrada. A diferencia de la Hinata que él conocía, que siempre estaba mostrando sus atributos a terceros, esta nueva Hyuuga le producía un morbo increíble. ¿Qué se encontraba bajo aquella tela? ¡Jaja! ¡Él lo sabía, claro que sí! Pero el hecho de poder descubrirlo sin que ella se adelantara le producía la irremediable necesidad de acortar su respiración.

Un golpe seco y estaba de nuevo con el cráneo contra la pared. El rubio lo miraba directo a los ojos sin piedad alguna, cada vez sus dedos se apoyaban más en el rostro bronceado. Menma le sonrió, divertido. ¿Estaba celoso? ¿Le molestaba que mirasen a su Hinata? La sonrisa se ensanchó mientras subía la mano para quitarse a Naruto de encima. Forcejearon, pero la fuerza de Namikaze también había aumentado. Se empujaron uno a cada lado, mientras la joven retrocedía junto a Naruto pidiéndole explicaciones. Este sólo podía seguir observando el rostro retorcido de su otro yo, disfrutando de sus malditos pensamientos fuesen cuales fuesen. Lo sabía, él estaba mirando de esa manera a Hinata.

Le crujieron los dedos al cerrar la mano. Ya estaba harto de toda esa porquería. ¿Por qué a todo el mundo se le antojaba su novia? ¿No había más mujeres en la aldea que pudiesen satisfacer sus intereses amorosos? ¿Tenía que ser siempre Hinata? ¡Si el gusto era por las portadoras del Byakugan, Hanabi Hyuuga estaba soltera por los momentos! Ya estaba al tope con Mecha-Naruto persiguiéndolo a todos lados para que abandonase a su novia, luego tenía que aparecer Toneri tratando de convencerla que sea su esposa aún cuando ya había desistido de ella; incluso sus clones en los entrenamientos hacían comentarios obscenos sobre el tamaño de los senos de Hinata en las situaciones menos esperadas.

— La quisiera para mí —había dicho Naruto 1 la tarde del jueves; y lo dejó pasar porque después de todos entre los clones y él no había diferencia. — ¡Comparte un poco con nosotros, dattebayo!

— Sus senos son como dos sandías, sí… —Naruto 96 pasó la lengua descarada por toda la boca, desagradable— ¡Esa es la fruta correcta, dattebayo! ¡Una sandía!

El tercer comentario le venció y al mismo tiempo le plantó una idea loca en la cabeza, pero se contuvo aquella tarde en que se encontró a Hinata esperándolo sobre el primer peldaño de la escalera que llevaba hasta su casa. Leía y algo en su rostro parecía estar en otro mundo, más cuando escuchó sus pisadas los ojos dulces se volvieron a verle y le regaló la sonrisa más hermosa que jamás hubiese imaginado. No pensaba compartirla con nadie, ella sólo era de él; aún cuando Naruto 178 tenía cierto refinado gusto para las situaciones sexuales:

— ¿Hinata se vería muy bien en una orgía, Naruto? —Todos estaban de acuerdo, excepto el "original" — Deberías algún día invitarnos a la fiesta'ttebayo.

Ahora, no sólo era un robot, un extraterrestre y sus propios clones —además de Kurama, que seguía disfrutando de su placer culposo en silencio—, sino, también, su yo de un mundo alterno. Zafado por completo de los tornillos y con una retorcida manera de amar, así como de proporcionarse placer. La miraba como si se tratase de un buen bol de ramen recién servido, esperándole luego de una misión difícil. No pensaba seguir soportando esa situación. Bloqueó la visión de Menma con su propio cuerpo y cruzó los brazos en jarras, dispuesto a hacer lo que fuese con tal de colocar la muralla china entre los dos. Entre todos sus pretendientes este, sin lugar a dudas, era el más peligroso. El morocho percató su estúpido intento de alejarlo de aquella beldad que seguía mirándole con las pestañas espesas y esa expresión de desconfianza que sólo le producía más y más excitación.

"Si sigues así, yo realmente te pondré contra la pared, chiquilla", pensó mientras se relamía los labios para dejar pasar una sonrisa calculada. Lo estaba disfrutando y eso hacía que Naruto se molestara aún más, si eso podía ser posible. Los dientes le chirriaban uno encima del otro, pero no sabía realmente que decirle, se decantó por lo más fácil:

— ¿Qué haces aquí, Menma?

El aludido parpadeó como si esa no fuese el tipo de pregunta que se hubiese esperado luego de comerse, entera, a la novia de un rival; pero le servía de la misma manera. Echó una mirada aburrida, por toda la extensión del estrecho espacio que formaban los edificios, sin encontrar nada interesante y luego botó un suspiro de hastío. Sus planes habían cambiado por completo. ¿Venganza? ¿Hacerle pagar la misma moneda? ¿Morder el polvo? Nada de eso sonaba interesante ahora, incluso era invertir tiempo en un caso perdido. Ahora tenía nuevas metas que se veían más seductoras y proporcionadas, deseables. Como hacer gemir a esa belleza debajo de él, sobre él; en cualquier de las formas que pudiesen involucrarlo a él.

Sonrió mientras se mordía los labios al pasarle aquella imagen de la piel clara, inmaculada, de Hinata contra la suya bronceada, mientras le pedía más. ¿Más de qué? ¡De todo! A Naruto no le agradó la manera en que la nariz de Menma se movió para dejar pasar una suave risa.

— ¿Es tu chica? —preguntó ignorándolo por completo mientras la indicaba con un movimiento de cabeza. Hinata se ocultó más tras la espalda de su novio, apabullada. No entendía nada, ni siquiera quién era ese Menma y qué relación tenía con Naruto-kun. Sólo podía constatar que parecían dos gotas de agua y su mirada pesaba como un saco de tres kilos. El rubio alzó el rostro amenazante mientras tensaba más la quijada, los ojos se le afilaron y al otro joven le agradó ese tipo de reacción. ¿Estaba molesto? ¡Pues, se iba a molestar más, aún más! — Pues, quiero hacer mía a tu chica — y ese mía era de gran contenido sexual.

Naruto no dio crédito a lo que escuchó y lo mandó a volar con una patada por el trasero mientras le reclamaba más respeto. Se hubiese enfrascado en una gran pelea, si no fuese porque la misma Hinata les pidió explicaciones a los dos. Uzumaki prefería que ella no cruzase palabras con su yo alterno pero fue imposible detenerlo. Era descarado, daba dos pasos cuando sólo podía dar uno y por si fuera poco no le importaba en lo más mínimo que ella estuviese comprometida. Iba por todo para conseguirla. Era el inicio del fin.

Menma arruinó todo porque era en extremo ágil para convencer a las personas y envolverlas en sus planes; también porque su naturaleza violenta lo hizo actuar de inmediato. Si no le dejaba a Hinata Hyuuga en menos de una semana, explotaría a Konoha con una bijuu dama del tamaño de un campo de futbol. No le interesaban los aldeanos, lo que pensaba ella o el daño que pudiese ocasionar sus acciones. Él sólo la deseaba a ella para él, sentirla mientras se desmenuzaba en su ternura, penetrarla mientras batallaba por no verle a la cara. Quería —de necesitarla para sí— cada día más su timidez. Su primer intento no funcionó. Naruto también había mejorado en el tiempo que habían estado separados y aunque la pelea había sido cerrada, terminó por ganarle. Hinata pensaba que aquel episodio era suficiente para volver la calma a la villa y que el mismo Namikaze entendiese que no tenía cabida a sus peticiones. Estaba muy equivocada. Menma se las ingenió, siempre lo hacía.

Se había enterado, por casualidad, de que había un "grupo" de pretendientes que también se oponían a la relación. Tres eran multitud. Tres era el número exacto que podía hacer a Naruto flanquear y luego darle el golpe final. Hinata sería suya —bueno, por compartido, pero a fin de cuentas más suya que sólo de Uzumaki—. Al principio la alianza parecía imposible, pero él era tolerante cuando estaba buscando algo que deseaba. Mecha Naruto era un imbécil que se había enamorado perdidamente de la Hyuuga, no podría hacerle daño ni muerto. Toneri era demasiado orgulloso como para faltar a su palabra de no destruir la tierra, por vez consecutiva aunque ganas no le faltaban. Menma era el único que se arriesgaba con tal de conseguir todo, pero ese aspecto de su personalidad no congeniaba con los dos anteriores ya mencionados. Siempre había un punto de quiebre.

— No pienso destruir la aldea con tal de conseguir el amor de Hinata-san —decía en reiteradas ocasiones el robot.

— Me parece que un amor forzado no es lo que estoy buscando —terminaba la conversación Ootsuki con los ojos cerrados y el rostro ausente.

— Creo que tú tienes malas intenciones con Hinata-san —le apuntaban— ¿Qué deseas? ¿Si acaso la quieres?

¿Si acaso la quería? Menma sonreía, pero también se le daba muy bien la hipocresía. Los consolaba, los llenaba de resentimiento, les puntualizaba lo lejos que estaban de conseguirla. Lo minúsculo que era su amor en comparación con el esfuerzo que debían perpetrar para conseguirla.

— No destruiremos la aldea… —se planteó un día, cada vez más desesperado por conseguir su cometido— Le haremos creer que la destruiremos —Él sí estaba dispuesto a hacer volar en pedazos las cabezas de los Hokages, por ejemplo. — Hay que presionarlos, no conseguiremos nada si nos quedamos esperando sentados.

Esa nueva idea les parecía más conveniente, aunque Toneri seguía diciendo que las cosas no se "simulaban". O se hacían, o no se hacían. Volvían al punto de partida. Ninguno de esos dos lambiscones quería hacerle daño a Hinata Hyuuga. Estaban enamorados y todas esas mariconeras, que a él no le interesaba. ¿No se daban cuenta de que al enfocarse en los placeres carnales conseguirían mayores recompensas? ¿No se habían fijado en el tamaño de sus senos, en lo torneada de sus piernas, en la forma en que su voz se quebraba cuando estaba nerviosa o los labios carnosos esperando tocar lugares prohibidos, saciar deseos reprimidos? ¿No lo veían, si quiera, de lejos? Suspiró y al mismo tiempo que una parte de sí se daba por vencido, inclinándose por un asalto obligado en medio de la noche. Lo estuvo sopesando por varios minutos, seriamente, hasta que algo se le reveló.

Claro. ¡Cómo no lo había supuesto antes! Esos dos imbéciles creían que Hinata Hyuuga era totalmente pura; se horrorizaban de tan sólo pensar que algo pudiese dañar aquella inocencia que nacía de su virginidad. Estaban muy equivocados y no los culpaba. Indudablemente los dos tenían que ser unos tristes vírgenes. Un robot sin partes intimas, un extraterrestre que vive recluido en la luna. No había mucho que escoger. Pero… ¿Qué pasaría si se enteraban de la verdad? Su Hinata, hablando de aquella kunoichi idealizada en sus cerebros, ya no era la misma que habían conocido en sus interines temporales. No, ahora ella le pertenecía a un hombre. Eso lo podía oler Menma con los ojos cerrados. La manera en que se le torneaban las caderas era el mismo caminar de las mujeres cuando ya entran en el "celo". El sonrojo ante la cercanía de un hombre a una distancia que le recordaba la unión física. Sus ojos profundos ya desprovistos de aquel manto inútil llamado desconocimiento. La forma en que le reía cerca del oído de Naruto y como temblaba cuando él plantaba un beso en el cuello. Se separaban y miraban largo rato a los ojos deseándose en silencio. Esos dos, indudablemente, lo habían hecho. No, corrección, lo hacían todos los días, —incluso— dos veces al día o tres, dependiendo de cuanto tiempo de ocio tuviesen. Hinata ya no era una pura virgen, sólo una inmaculada belleza que podía ser abordada de cualquier manera; y una de ellas era la sexual.

Contarles aquella tontería, hacérselos entender con plastilina si fuese necesario, era lo único que necesitaba para enloquecerlos al punto de que ya no importaba cual fuese el método mientras Hinata no le perteneciese entera a ese demonio. Un pedazo de la luna cayendo contra la villa completa, una bijuu dama que los desapareciera de la faz de la tierra, ó, un misil teledirigido hacia la casa de Naruto y el edificio Hokage. Esas tres simples amenazas, perpetradas por dos tipos que no les temblaba el pulso para realizar locuras y un enamorado despechado, fueron lo suficiente contundentes como para hacer retroceder a Uzumaki. No se daba por vencido, pero cedía a tener una reunión en conjunto con el grupo "terrorista" que reclamaba la liberación de Hinata Hyuuga. Se los planteó tal cual lo había pensando desde el primer día en que Mecha Naruto le tocó la puerta. No pensaba dejar a Hinata por nada del mundo, la amaba, punto. Hubiese sido una solución fácil si aquellas palabras hubiesen convencido a todos los presentes, pero sólo reclamaron con más fuerza la injusticia de su acaparamiento.

Hinata debía pertenecerles a todos, complacerlos a todos.

Esa premisa desató la mente retorcida de Menma que cada día se encontraba más ansioso po poseer a aquella mujer que se paseaba por las calles apurada y nerviosa por el conflicto bélico que se formaba per culpa. Sonrió sin interrumpir el argumento del rubio: "Es mi novia, por eso me pertenece sólo a mi". Un silencio inundó la sala cuando habló dando en el clavo, la solución a todos los males.

— Entonces, compartámosla —determinó con ojo clínico mientras cruzaba las manos tras su nuca y desarrollaba una sonrisa perversa en el rostro. Era su idea y le agradaba aún más que el simple hecho de tenerla para sí sola. Verla, tan tímida, siendo tomada por todos esos hombres que la deseaban de distinta manera, lo excitaba. — Hinata debería pertenecerle exclusivamente a cada uno de nosotros por un día, toda la vida.

— ¡Eso es una estupidez, ella no es un juguete! —exclamó molesto Naruto y Mecha- Naruto estuvo de acuerdo por primera vez con él.

— Hinata-san ya ha sido vejada en su inocencia, como para que vengas a corromperla más de lo que ya ha sido por este teme.

Se volvieron a mirar con odio, aunque muy en el fondo una esperanza empezaba a florecer en el pecho de cada uno. Nadie iba a salir perdiendo, ella, después de todo, iba a pertenecerles de alguna forma. Un día, una hora, un minuto. Eso bastaba para suficiente felicidad. El único desagradado de aquella idea era quien tenía el monopolio de su amor: Naruto.

— Creo que es justo y democrático —habló Toneri luego de evaluar las ganancias y pérdidas. Si él usaba ese "día" con sabiduría y abordaba a Hinata de la manera correcta sin interrupciones algún día en aproximadamente quince años tal vez ella lograse enamorarse de él. Además, si la hacía suya, técnicamente la convertía en su esposa. Sonrió complacido, por primera vez, le agradó la genialidad de Menma.

— ¿Ves? —exclamó el pelinegro mientras veía a su opuesto e indicaba a cada uno de los reunidos— Todos quedaríamos satisfechos con esta tregua. Nadie tiene mayores derechos sobre ella y todos podemos disfrutarla.

— Tú solo la quieres usar para… —no pudo terminar la frase porque el simple hecho de pensar que Menma tendría el privilegio de tocar a su novia lo enloquecía. Quería matarlo, podía haberlo hecho en ese mismo instante si no estuviesen amenazados con una lluvia de meteoritos.

— Creo que es una idea acertada, Naruto —propuso una voz que al principio sonó desconocida, porque no era esperada, mas luego, el contenedor tembló al percatarse de que se trataba de Kurama. ¿Kurama? ¿Su amigo Kurama? ¿El zorro de las nueve colas comentada sobre la decisión de prostituir a su novia? ¿Y por qué…?— Y, yo también desearía formar parte de ese tipo de tratos.

¿Qué?

¿Cómo?

¿Cuál?

¿Cuándo?

¿Dónde?

¿Había escuchado realmente lo que había escuchado?

— ¡Kurama también, dattebayo! —exclamó viéndose al estomago aunque realmente no es como si pudiese verle la expresión al lobo desde esa perspectiva. Saltó, gritó e incluso le sacó en cara la irresponsabilidad de su comentario. El demonio se sintió en parte culpable, aunque su otro yo sólo esperaba que se cerrara el trato para disfrutar de su mayor fantasía. Tocarla.

— ¿Qué? —Gruño molesto— Lo haces siempre frente a mis narices, algún día me iba a terminar interesando la humanada —y arregló la dureza de sus palabras al sentir el derrame de la tristeza de su contenedor. Uno de sus amigos lo traicionaba sin el menor remordimiento era un sentimiento que ya había experimentado antes—. Sólo será una probada, tengo curiosidad.

— "Una probada, compartámosla, todos quedaran satisfechos" —los citó colérico mientras le daba un golpe a la pared de su casa. El hogar tembló en silencio más ninguno de los presentes se inmutó o asustó por su rabieta— ¿Quién creen que es Hinata? —y volvió a dar otro golpe, pero está vez tumbo una pila de pergaminos que tenía organizada por abecedario— ¿Un objeto del cual podemos decidir sin siquiera consultarle?

— Yo también pienso que Hinata-san debía estar presente en esta reunión —habló Mecha Naruto mientras juntaba las manos muy cerca de sus piernas—. No es justo deliberar sobre su futuro sin que este la aludida.

— Pues yo creo que ella no verá diferencia, después de todo, ninguno de nosotros le desea ningún mal —sonrió el morocho con la mirada fija en las facciones de Naruto. Lo quería asesinar, se veía en sus ojos, y le agradaba joderle de esa manera.

— Y no será algo forzado —aunó Ootsuki cada vez más entusiasmado aunque su rostro no lo demostraba. Parco, sencillo, aún con los ojos cerrados—, es de acuerdo popular.

— Esto es una locura…—empezó a murmurar Naruto al verse en una encrucijada— Yo…

— Por el bien de Konoha Hinata Hyuuga pasa a ser propiedad de Menma Namikaze, Mecha Naruto, Toneri Ootsuki, Naruto Uzumaki y Kurama… —exclamó el lobo que dejaba traspasar cierto tono de felicidad que le produjo nauseas al rubio— ¡Yoshi! ¡El trato ha sido cerrado!

Un silencio mortuorio. El alma de Uzumaki no soportaba otra palabra más, estaba lapidado y no había conseguido cambiarlos de parecer. Era Konoha o Hinata. ¿Qué se suponía que debía hacer un aspirante a Hokage? Hinata lo visitaría después de su entrenamiento con el equipo ocho. ¿Cómo se suponía que le iba a explicar ese desenlace? ¡Ahora tenía un harem…! ¡No, ahora le pertenecía a cinco hombres!

El carraspeo de Toneri los hizo enfocar su atención en su figura alta y su cabello plateado. Pareció querer sonreír pero el gesto fue horripilante, esa expresión sólo la lograba cuando estaba con Hinata:

— Y… —dudó— ¿Quién piensa hacer el cronograma de Hinata…?

Un largo silencio, una risa infantil y Menma hablaba:

— Yo me encargo, obviamente.

— No confió en ti —confesó Mecha Naruto fulminándolo con la mirada, un poco más y lo hubiese quemado con un rayo laser.

Naruto seguía parpadeando atónito. Ahora… ¿Se habían convertido en un club de fans que se compartían su ídolo con un horario pre-programado? ¡Pero, si él era el novio legal de Hinata Hyuuga! ¡Pero sí ni siquiera habían escuchado la respuesta de ella! ¡Pero…!

— Acordado… Mecha Naruto se encargara de la organización del horario de "visitas" —Kurama parecía ser, de alguna manera, el presidente de dicho club. Imaginamos que tomó dicha posición por ser un veterano—. Hay que tener en cuenta, también, que cualquiera que viole este horario será amonestado. Nadie puede ver a Hinata Hyuuga dos veces consecutivas sin la aprobación de una reunión de los involucrados y voto unánime —todos aplaudieron la última moción, excepto Menma y Naruto.

El primero porque no aplaudía, nunca. El segundo porque todavía trataba de encontrar las ideas, palabras y sentimientos que describieran su desconsuelo en ese mismo instante. ¿Le habían dado una especie de golpe de Estado?

Así se había formado el exclusivo harem de la heredera Hinata Hyuuga, sin que ella lo desease o estuviese buscando, sin siquiera su consentimiento. Estaba vetado reprimirse o negarse. Era una dictadura y ella debía acatar o sí no un pedazo de la luna caía en la mansión Hyuuga; ó una bijuu dama explotaba en la casa de Naruto-kun. Había varios ejemplos de las amenazas a las que estaba expuesta, pero al pasar del mes ya no hacían falta. No sabía si terminó por resignarse ó simplemente empezaba a disfrutarlo. Era una respuesta complicada porque seguía prefiriendo entre todos a Naruto-kun.

Eran cinco chicos, y sus clones. Cinco amantes para Hinata Hyuuga. Cinco hombres que conformaban el harem perfecto para una heredera de un clan milenario. Los cinco jovenes perfectos que lograrían satisfacer cualquier imaginación. Ella les pertenecía a todos por compartido, pero ellos exclusivamente a Hinata.

Así habían comenzado tres largos meses de… ¿placer?


Bueno, bueno. Esto lo escribí en tiempo record. Dos días (¿?). Y la verdad, fue difícil. Iniciar una historia de este tipo, sin sentido, y por puro placer no es mi fuerte; pero creo que quedó desentón. Espero (¿?) Va dedicado a todos aquellos que estuvieron pendiente de mi estos días para que publicase este mierdecilla. Los quiero y gracias por su apoyo, sus horas que me hacen reír, y bueno, por shippear lo mismo que yo shippeo (¿?). Dejen sus comentarios, aunque sea para lanzarme un tomate, y siempre y cuando deseen dejar un poco de su perversión tirada por aquí. Escríbanme, todas las ideas son bienvenidas en cuanto a prostituir a estos chicos.

Matta Ne~

PD: Tratare de publicar de vez en cuando, tengo dos fics que debo seguir a juro y porque sí no tengo nada escrito de ellos baj; y debo un one-shot BoltHima; así que tratare estar de vuelta lo más pronto posible. Un abrazo y gracias por leerme.