Mi primer fic! Tengo otros escritos pero nunca me atrevo a subirlos, a ver este k tal…A, por cierto, por si alguien no lo sabe Avatar no me pertenece y blah, blah, blah…

Capitulo uno: La mujer en el claro de luna.

Aang

El aire era difícil de respirar, espeso, pesado. Nunca había sentido mi elemento así. Miré a mi alrededor, desorientado. Estaba en medio de un claro, brillante por la luz de la luna llena, adornando a los árboles que me rodeaban con tonos rotos de color negro, gris y azulado. La brisa golpeó con fuerza las ramas, movió las hojas color ocre y la hierba que había a mis pies, pero yo no lo sentí. Era extraño. Como estar dentro una firme burbuja. Sin embargo no me sentía asustado. Sabía muy bien donde estaba…Solo el mundo de los espíritus podía hacerme sentir sensaciones tan placenteras y, por que no, inquietantes.

Avatar Aang…

Medió giré el cuerpo, encontrándome con una figura tras de mi. Era una hermosa mujer, con los labios color carmín y media sonrisa en el rostro. Su piel oscura, su melena infinita de color ébano, sus ojos cristalinos…Me recordaba a alguien. Medio fruncí el ceño, interesado y repasé con la mirada aquella túnica blanca que perfilaba su cuerpo.

¿Eres un espíritu?- interrogué con tranquilidad. Era realmente irónico que aquello no me resultase ínfimamente extraño. Sonrió con aquellos labios de carmín.

Puede…Creo que conoces la respuesta. Y tú eres el Avatar Aang, ¿Me equivoco?

Puede…Pero creo que ya conoces la respuesta- murmuré imitándola. Me di el lujo de sonreírle. No parecía ser peligrosa- ¿En que puedo ayudarte?

¿Crees que puedes ayudarme?- preguntó suavemente. La respuesta me sorprendió. Parpadeé dos veces.

Bueno… Ese es mi trabajo.

Ella me miró a los ojos largo rato y finalmente asintió, distraídamente, como si no encontrara sentido a lo que le estaba explicando.

A mi no puedes ayudarme…Ya no. Pero tienes que salvarlos…

¿Salvarlos?- inquirí torciendo el cuello- ¿Salvar a quien?

Por favor- me suplicó tragando saliva. El aire removió sus cabellos, pero yo seguí sin sentirlo- Por favor…Ya no queda tiempo. Sálvales. Sálvala…

Oye, tranquila- la apacigüé yo levantando las manos en señal de paz.- Lo haré. Solo dime a quien tengo que…

Negó y de repente su calma se vio destruida por un torrente imparable de lágrimas que rodaron por sus mejillas hasta llegar al mentón. ¿He dicho algo malo?

¡Eh! ¿Qué te ocurre?- pregunté alarmado- No pasa nada, te prometo que…

Se acaba el tiempo, Aang- susurró ella. Y justo entonces, desapareció como si nada.- Se acaba el tiempo…Aang…Aang…Aang…

¡Aang!

Jadeé y me desperté alterado ante el grito que pegó una voz conocida. Con la respiración agitada, miré a mí alrededor, intentando situarme. La calidez que entraba con las primeras luces de la mañana, los tonos rojizos y dorados que invadían la habitación y la mullida y lujosa cama donde acababa de incorporarme me recordaron donde estaba. En el palacio de la nación del fuego, hogar del, como no, Señor del Fuego, el cual me sonreía burlonamente con las manos en las caderas. Desinflé el pecho de aire con un resoplido y entrecerré los ojos, atravesando con la mirada a mi amigo.

¿Se puede saber que mosca te ha picado?- gruñí poniendo mi mejor cara de sueño- ¿Estas son formas de despertarme? ¡Casi haces que me de un infarto!

Carai- Zuko se encogió alegremente de hombros- El gran avatar Aang muerto de un infarto…Nunca lo habría dicho.

Sí…Puedes contárselo a tus nietos, sería una buena historia- confirmé yo fingiendo mal humor. Me estiré de nuevo en la cama y me cubrí con la manta hasta la cabeza. – Pero siento decepcionarte porque morirme no está en mis planes…Lo que sí está en mis planes es dormir un par de horitas más…

De eso nada- Zuko adoptó ese tono autoritario que solo un rey consigue sacar.- Mueve tu trasero de la cama: Tenemos trabajo.

Gemí.

¿Qué clase de trabajo?

De ese que no te gusta- comentó en tono casual.

¿Política?

Ahí le has dado.

Volví a soltar un lastimero quejido, provocando la risa de mi amigo.

Anda, arriba dormilón.

¿De verdad tengo que ir? – gruñí con voz de niño pequeño- Al fin y al cabo tu eres el Señor del Fuego…Esos temas deberían ser tuyos, no míos.

Y tú eres el Avatar y tu trabajo consiste en poner paz: P-A-Z- deletreó él. Suspiré con fuerza, vencido ante sus argumentos.

Si supongo…Dame cinco minutos…O diez…Sí, diez mejor…

Le oí suspirar, perdiendo la poca paciencia que yo sabía que tenía.

Muy bien…Tú lo has querido…

Y justo entonces, sentí un calor excesivo por encima de las mantas. Me las quité de encima de un revuelo y solté un grito de sorpresa. ¡Estaban en llamas! Apurado las apague todo lo deprisa que pude con un movimiento circular de mi mano, antes de correr el riesgo de quemarme. Al desaparecer las llamas oí la risa socarrona de Zuko ya en la puerta de la habitación, preparado por si tenía que improvisar una huida rápida.

¿Estas loco?- le recriminé yo.

No más que tú…

Fruncí el ceño con severidad, pero apenas dos segundos después una sonrisa juguetona ocupó mi rostro.

Sabrás lo que significa esto ¿Verdad?

Ya lo creo- asintió Zuko, también cogiendo una pose desafiadora. Mi sonrisa aumentó y me tensé, preparando todos mis músculos.

¡ES LA GUERRA!

Al decir eso salí disparado de la cama, viendo como el Señor del Fuego salía escopeteado por el pasillo. Lo perseguí a toda pastilla, riéndome a grandes carcajadas. Los innumerables pasillos de baldosas relucientes reflejaron nuestras apresuradas imágenes corriendo entre ellos. Eran laberínticos, retorcidos, largos, cosa que Zuko usaba para intentar darme esquinazo. Ja. No lo iba a conseguir ni en mil años. Cuando nos encontramos en un largo pasillo que conducía al comedor principal, usé el poder del aire para poder correr más rápido. Mis pies, ligeros como una pluma, escalaron sin problema por la pared hasta llegar al techo dejándome boca abajo. No tardé nada en adelantar a mi amigo y cuando lo hice, me dejé caer delante de él, entorpeciendo su camino.

¡Bu!- grité juguetonamente.

¡Ah!

Quiso frenar, pero lo cierto es que ni él ni yo contamos con lo resbaladizo que era el suelo. Sus pies derraparon y, incapaz de reducir velocidad, chocó contra mí, consiguiendo tumbarme en el suelo. Nos deslizamos a toda velocidad por el suelo sin ser capaces de parar. Lo único que nos detubo fue el fuerte golpe que nos dimos contra las puertas del comedor, las cuales se abrieron de par en par hasta dejarnos por fin quietos, en el interior de la enorme estancia. Zuko y yo intercambiamos una mirada y rompimos a carcajadas.

¡Que bueno! ¿Otra vez?- pedí con ilusión.

Mejor no- reposó Zuko- ¿Qué pensarían los habitantes del palacio si vieran a su rey y al Avatar corriendo como maníacos y rodando por el suelo?

Pues- miré a mi alrededor, divertido- No sé… ¿Por qué no se lo preguntas?

Zuko miró hacia arriba, topándose directamente con la mirada de Mai, la cual nos miraba con severidad, alzando una ceja en tono inquisitivo. Oí al chico de mi lado tragar saliva.

Emm…Hola cariño…

Hola Mai- saludé yo poniéndome en pie con un ágil salto. Pude ver como sirvientes y demás personas nos miraban atónitos ante nuestra entrada. Tuve que contener la risa ante la cara de mala baba de la esposa de Zuko. Sí, exacto, esposa desde hacia más o menos medio año. Suspiró.

¿Se puede saber que hacíais?- interrogo ella con cara de resignado fastidio. El Señor del Fuego se levantó del suelo. Intercambiamos una mirada.

Emm…Comprobando la resistencia del suelo.

Esa es buena- susurré entre dientes. Mi atención enseguida se desvió hacia la infinita mesa de madera, ocupando la enorme estancia que era el comedor y ofreciendo exquisitos manjares que iban a ser mi comida.- ¡Bien! ¡Desayuno!

Corrí a toda prisa hacia mi asiento, olvidando por completo a Zuko y sus problemas maritales.

- Así que… ¿Dónde has dicho que vamos? – pregunté yo, cómodamente sentado en la cabeza de Appa con las piernas cruzadas. Miré desde ahí la increíble altura que habíamos cogido, justo por encima las nubes.

- Por cuarta y última vez, Aang: A Majong.

- Y eso está en…- murmuré invitándole a seguir. Zuko rodó los ojos y gruño algo.

- Al este de Ba Sing Se, más o menos.

- Amm…Y…

- Y tenemos que ir para restablecer las relaciones entre la Nación Del Fuego y el Reino de la tierra.

- ¿Eso no lo hicimos ya?- resoplé yo.

- Sí, pero en otras ciudades.

- Vale…Reacuérdame porque voy yo…

- Porque ese pueblo desde que acabó la guerra ha guardado mucho rencor a mi país y no creo que me reciban muy amablemente. Solo te escucharan a ti…

- Puf…

Apoyé el codo sobre los muslos y la mejilla en la palma de la mano. Menudo incordio. ¡La guerra había terminado hacia 3 años! ¿Era necesario ser tan rencoroso? Yo ya había olvidado y perdonado todo el mal que nos hizo la Nación del fuego, y eso que destruyó mi pueblo. Yo y todos mis amigos fuimos los primeros en perdonar y olvidar, y eso que fuimos los que más luchamos contra ellos…Mis amigos… Hacía tanto que no les veía…Hacía 2 años que no sabía nada de Thop, de Sokka y Suki y…de Katara. Katara… Madre mía… Como pasa el tiempo. Suspiré mirando el agua del mar que sobrevolábamos con fijación. Sonreí con melancolía.

Aun me acordaba del sonido exacto de su risa, de la contorsión de sus delicadas manos al mover el agua, de la caricia que me proporcionaba su cabello con cada brisa, del azul intenso de sus ojos, hermosos como zafiros…Suspiré. Dejarla marchar había sido la decisión más dura (y estúpida) que había tomado jamás.

Flashback

¡Ya llegamos! ¡Ya llegamos!- gritó con ilusión la muchacha morena que había a mi lado, agarrándome con ilusión e impaciencia de la camisa y zarandeándome, consiguiendo marearme.

Tranquila mujer- sonreí yo mirando a mi novia (nunca me cansaba de usar esa palabra) con una mueca burlona. Katara se sonrojó un tanto y se mordió el labio, soltando mi ropa.

Perdona- susurró dulcemente. Una sonrisa curvó sus labios, haciendo su rostro aun más hermoso si es que eso es posible.- Es que estoy tan contenta de volver a casa, Aang.

Lo que estás es histérica- intervino la voz de su hermano, mucho más relajado. Katara le saco la lengua, molesta. – A ver si maduras...

Mira quien habla…

Calla, petarda.

Sokka, no seas desconsiderado con tu hermana- le regaño Suki.

Desconsiderado es su apellido- gruño la eludida. Solté una risita. El viaje había sido todo igual. Peleas entre los hermanos, Suki regañando, risas, conversaciones, nuevas peleas, Suki regañando, yo haciéndome el sordo, risas, más risas…

Desde luego era una época muy feliz. Después de la guerra habíamos tardado más de medio año en poder disponer todo a punto para volver a polo sur. Y medio más en poder llegar, ya que las paradas para reestablecer el orden eran numerosas. No era un viaje fácil y aun quedaba mucho por hacer para reconstruir un mundo vencido por la guerra. Y ahí estábamos Sokka, Suki, Katara y yo, apunto de volver al lugar donde empezó todo. Zuko, como señor del fuego, tenía demasiado trabajo como para olvidar sus obligaciones en un viaje tan tediosamente largo. Y Toph, bueno, ella se había negado en redondo a viajar a un lugar donde no hubiese tierra y por lo tanto, no pudiese "ver". En vez de eso, había aprovechado para ir a visitar por fin a sus padres. Esperaba en el fondo de mi corazón que no tuviese problemas…

Entretanto, me di cuenta que el hielo se acercaba a nosotros cada vez más. Las figuras se fueron perfilando, dibujando el contorno de un poblado hecho de cabañas de piel en medio de la nieve. Oí un gritito de emoción de Katara y sonreí, feliz de su felicidad. Desde luego había añorado muchísimo su tierra…

Appa aterrizó y de inmediato fue rodeado de los pueblerinos de piel tostada. Entre ellos había una figura claramente destacable.

¡Gran Gran! – chilló Katara bajando de Appa de un potente salto. La anciana sonrió tiernamente, abriendo los brazos para encajar el abrazo de su nieta, la cual se echó a llorar de alegría- ¡Te he echado tanto de menos...!

Segundos después la escena familiar se repitió con Sokka, el cual abrazó con alegría a su abuela, para después, unirse los tres en un abrazo. Suki y yo nos miramos, con una sonrisa.

¡Suki!- le llamó su novio- ¡Ven! ¡Deja que Gran Gran vea lo guapa que es mi chica!

La joven guerrera se sonrojó y rodó los ojos bajando de Appa. Gran Gran la observó con detenimiento antes de darle un caluroso abrazo.

Bienvenida a la familia...

Apreté los labios con nerviosismo, suponiendo que era mi turno. Bajé de Appa y avancé hacia la recién reunida familia, mostrando una tímida sonrisa. Katara me dio valor agarrando con fuerza mi mano y mirando a su abuela dijo:

Supongo que todos recordáis a…

¡Aang!- chilló una avalancha de niños que me tumbó al suelo. Me reí al ver a aquella pandilla de críos vestido de azul abrazándome y reclamando mi atención.

¡Hola chicos! Cuanto tiempo… - saludé yo.

¡Niños! Un poco de respeto hacia el Avatar- les regañó amablemente Gran Gran.

No, no pasa nada, de verdad- me incorporé y expulsé los restos de la fría sustancia que me había quedado en la ropa- Adoro la nieve- añadí con voz burlona. Todos rieron.

Es un honor tenerte de nuevo entre nosotros, Aang- susurró la abuela de mis amigos, haciendo una reverencia. Sonreí e hice una igual.

El honor es todo mío.

¡Katara! ¡Sokka!

Una voz masculina desvió nuestra atención. El padre de los dos nombrados se acercó a ellos con una sonrisa de ilusión. ¡Ah sí! Ahora me acordaba. Hakoda había decidido volver hacia varios meses, añorando de más su tierra. Sus hijos sonrieron con gran ilusión.

¡Papá!- corrieron hacia él, el cual les atrapó en un fuerte abrazos a los dos con cada brazo.

¡Chicos os he echado de menos! – sonrió mirando en nuestra dirección- ¡Aang! ¡Suki! ¡No seáis tímidos, tengo abrazos para todos!

Nos reímos y avanzamos hacia él, el cual nos atrapó en un nuevo abrazo como el anterior, tan fuerte que apunto estuvo de petarme el pulmón izquierdo. Solté un sonido asfixiado.

Me alegro de verle… - declaré yo con voz ahogada por el aprieto.

Y yo a vosotros… ¡Por fin toda la familia reunida! – dijo con gran alegría, quizás interpretando mi tono como un signo de emoción. Sonreí cuando me soltó, no sé si por lo que acababa de decir o por el alivio de verme liberado.

¿Familia?- repetí para cerciorarme de que lo había oído bien. Él asintió.

Claro: Tengo aquí a mis hijos, a mi querida y preciosa yerna- las mejillas de Suki volvieron a adoptar un tono manzana- y como no, a ti, Aang, que eres como un hijo para mi- me rascó la cabeza como para desordenarme el cabello, y eso que no tenía- Y ya sabes que Sokka y Katara te quieren como a un hermano pequeño…

Emm…Ya…- titubeé algo incómodo. Oí a Katara carraspear.

Oye papá…

La que se va a liar- me susurró Sokka al oído- Si aprecias tus pelotas deberías empezar a correr…

¡¿Cómo?- me alarmé yo, pegando un respingo.

¿Es que no sabes lo protector que es con ella?- me preguntó burlonamente. Tragué grueso a la vez que mi amigo sonreía maliciosamente- Estás muerto…

¡Sokka!- le regañó Katara, sobresaltándonos a los dos.- Deja de asustar a Aang- me dedicó una dulce y preciosa sonrisa- Tranquilo…Se lo va a tomar bien.

¿El que?- intervino esta vez Hakoda, perplejo ante aquella conversación que para él no debía tener ni pies ni cabeza.

Papá…- susurró Katara tomando de nuevo mi mano y atrayéndome hacia ella. Me sonrojé y centré la vista en el suelo, como si la nieve tuviese algo realmente fascinante- Verás, es cierto que quiero mucho a Aang…Pero no de la forma que tu piensas…

En ese momento tuve unas ganas terribles de salir corriendo y gritando, esconderme tras Appa, taparme los oídos y cantar para no oír nada más. Dios…Que vergüenza…Que vergüenza…Y que miedo.

¿A que te refieres?- me encogí al oír el tono de su progenitor. Dios, si me quieres mátame y esparce las cenizas lejos del padre de mi novia…

Bueno…Me refiero a que Aang y yo…Pues- Katara, tan diplomática ella, tampoco sabía bien como expresarse. Tomó aire mientras yo jugueteaba con sus dedos nerviosamente. Y soltó la bomba- Estamos juntos…

Seguí con la mirada fija en el suelo, repitiéndome a mi mismo que respirar era vital para la salud. Esperaba un exclamación, un ¿Qué? o algo así, pero el silencio fue lo único que llenó los siguientes segundos. Por ello me atreví a levantar la vista del suelo, para encontrándome con la mirada del padre de Katara clavada en mi, mirándome con una expresión que no supe descifrar.

¿Juntos?- murmuró finalmente, con una ceja alzada y la otra fruncida. Me tensé, intentando aguantarle la mirada. La verdad, no sabía que hacer: Si soltar la cálida mano de Katara como si fuese un hierro ardiente o abrazarme a ella pidiendo protección. - ¿Cómo que juntos?

Pues…Juntos de…Juntos papá. Salimos juntos- aclaró Katara que intercambió una mirada algo apurada conmigo. Giré el cuello para mirar nerviosamente a Sokka.

¿Debería correr ya?- susurré yo, preocupado. Sokka se cruzo de brazos por encima del pecho, claramente divertido por tal escena.

Más te vale…

Y justo pensaba hacer eso cuando de repente vi como Hakoda se abalanzaba encima mío sin darme tiempo a reaccionar. Solté un grito ahogado al pensar que iba a ser golpeado o algo por el estilo, pero no caví en mi de sorpresa al encontrarme dando vueltas en el aire. ¿Me acababa de alzar en brazos? Mi cuerpo chocó contra el del hombre de la Tribu del Agua del sur, apretándome con gran fuerza en un nuevo abrazo que me asombró incluso más que el anterior. Le oí reírse socarronamente.

¿Lo habéis oído todos?- exclamó con alegría- ¡El Avatar es mi yerno! ¡El Avatar! – me dio varias vueltas antes de dejarme en el suelo, dejándome totalmente descolocado. Si no fuera porque Katara me agarró de los hombros me habría caído por la falta de equilibrio- ¡No sabes la alegría que me das, chico!

¿A…sí?- musité parpadeando, esforzándome por procesar la información. Asintió varias veces.

¡Por supuesto! ¡Siempre he dicho que el primero que se acercara a mi hija, probaría el sabor de mi bumerang! – le lancé una mirada asustada a Katara, la cual solo rodó los ojos- Creí que no habría nadie lo suficientemente bueno para ella… ¡Pero el Avatar…! ¡Eso lo cambia todo! ¿Quién podría ser mejor que tu?

Emmm…

¡Nadie!- se encargó de contestar él.

Supongo.

¡Genial! ¡Pues ya tenemos 3 cosas que celebrar: El final de la guerra, vuestro regreso y la unión de Katara y tú! La fiesta de esta noche va a ser movida…

¿Fiesta?- preguntamos Suki, Sokka, Katara y yo. Hakoda se limitó a esbozar una feliz sonrisa.

¡Por supuesto! En honor al gran Avatar y a los valientes héroes de guerra. Aquí sabemos cuidar a las personas importantes…

Y tras decir eso se marchó, dando instrucciones sobre no sé que de la decoración y la comida. Dejé ir el aire retenido. Uf. Me había librado. Le dirigí una sonrisa socarrona a Sokka, más propia de él que de mi mismo.

No ha sido tan terrible- opiné con alegría. Todos rieron, menos él, que parecía decepcionado por la reacción de su padre.

Vamos, quiero visitar al resto de la aldea- dijo Katara corriendo por delante de nosotros, tan feliz que sus ojos azules brillaban como zafiros.

Las risas, las voces, los brindis y el olor a carne de foca frita lo impregnaban todo. Arrugué la nariz asqueado, dudando entre acercarme al fuego para tener más calor o alejarme para que ese nauseabundo aroma dejara de abofetearme. Decidí quedarme donde estaba, observando en silencio como el resto de invitados comían, bebían y charlaban entre ellos alrededor de aquella enorme fogata que habían preparado a la luz de la luna llena. Me medio incliné sobre Katara, acercando mis labios a su oído.

¿Hay alternativa vegetariana?

¡No seas aguafiestas, comehierba! – se quejó Sokka, metiéndose un gran trozo de foca en la boca- La carne esta deliciosa y el animal ya no se va a quejar si lo muerdes.

Le puse mi mejor cara de profundo disgusto.

Caníbal.

Zanahoria.

No sabes lo que te pierdes- me escarmentó él, dando otro bocado a su manjar. Me encogí de hombros.

¡Gran Gran!- gritó Katara, llamando la atención de la anciana.- ¿Sabes si hay algo de verdura por ahí?

¡Oh! Por supuesto…He dejado a macerar un caldo de verduras especial para nuestro joven héroe…

Me sonrojé levemente. Aún me incomodaba que la gente me tratara de ese modo.

Gracias…- susurré yo.

Iré a buscarlo- se ofreció Katara, levantándose del frío suelo, no sin antes aplicarme un beso a la mejilla que aumento sensiblemente mi rubor y me dejo una sonrisa de idiota enamorado en la cara.

Oye Aang- posé mi vista en una niñita de unos 7 o 8 años que me observaba con timidez y admiración- ¿Nos podrías explicar tu lucha final contra el Señor del Fuego Ozhai? Porfa…

¿Eh? Oh…Bueno, esa historia está muy gastada…

Pues yo nunca me canso de oírla- dijo Suki con una brillante sonrisa, acomodándose en el hombro de Sokka. Torcí el gesto. Ser el centro de atención era algo demasiado monótono para mí.

¿Por qué no lo contáis uno de vosotros? Al fin y al cabo también estabais ahí…

¡Oh! ¡Yo, yo, yo!- se emocionó Sokka levantando un brazo- Fue flipante, en serio…Aang, deberías haberte visto.

Siento habérmelo perdido- bromeé rodando los ojos.

Ahí estaban los dos, el uno enfrente el otro- Sokka iba gesticulando con los brazos de forma exagerada, casi consiguiendo que Suki cayese al suelo- El señor del fuego no paraba de enviarle llamaradas a diestro y siniestro, no llamitas, sino fogonazos del tamaño de Appa...Y Aang los iba esquivando dando saltos y volando por ahí y por allá- nos entró la risa cuando Sokka levantó los brazos imitando mi forma de volar- El se protegía con la tierra, le devolvía el fuego con fuego, lo apagaba con el agua, lo desviaba con increíbles ráfagas de aire, pero el malvado señor del fuego era más duro de pelar de lo que nadie hubiese creído. Le envió una potente llamarada que Aang no pudo parar y este chocó violentamente de espaldas contra una montaña- hubo en jadeó de horror por parte de los niños, los cuales se mantenían en tensión escuchando la historia. Rodé los ojos, sonriendo. Estaba claro quien había ganado, si no yo no estaría ahí. En ese momento noté como Katara se agachaba a mi lado, tendiéndome un cuenco de sopa.

Muchas gracias- le sonreí amablemente a la vez que acercaba el recipiente a mis labios y sorbía un tanto. Ñamm…- ¡Carai! Está muy rica…

Me alegro- murmuró ella observando como su hermano seguía hablando- ¿Qué historia cuenta?

Adivina- le reté con una mueca. Ella rió y se sentó de rodillas tras de mi, rodeando mi cuello con los brazos y apoyando el mentón en mi hombro. Una corriente eléctrica me hizo estremecer, viajó de la nuca al espinazo, sacudiendo todo mi cuerpo y acelerando de una descarga mi corazón. Suspiré y cerré los ojos, disfrutando de su cercanía y calor. Casi inconscientemente, una de mis manos se posó encima de las que tenía rodeándome el cuello.

Ese fue el mayor error de nuestro malvado antagonista- susurraba Sokka con voz mística para mantenerlos a todos en ascuas- El golpe que se dio el Avatar activó de nuevo todos sus chacras…Aang cayó aplastado por unas rocas y cuando el Señor del fuego lo iba a rematar, este resurgió, con los tatuajes y los ojos brillando poderosamente. Había entrado en estado Avatar…

¡BIEEEEEEEEEEEEEN!- gritaron los niños elevando los brazos en alto. Eché la cabeza hacia atrás, riendo y pude notar la risa de Katara sobre mi cuello también.

Entonces las tornas cambiaron- prosiguió mi amigo, cada vez poniéndole más énfasis- Aang fue como un remolino: Usó al mismo tiempo los cuatro elementos de una forma realmente increíble. Era como presenciar a un huracán, un maremoto, una erupción y un terremoto al mismo tiempo. Nunca varéis nada más impresionante…

No exageres- me quejé yo.

¡No exagero Aang! Fue…Indescriptible. Alucinante.

Es cierto- asintió Suki. Gruñí un "No hay para tanto" entre dientes. Odiaba que dieran tanta importancia a algo que yo detestaba…Estar en estado Avatar no era precisamente agradable. Me hacia tener miedo de mi mismo y…Me obligaba a olvidarme de todo lo que amaba. Miré de reojo a Katara, sintiendo una presión en mi pecho.

Aang persiguió al señor del fuego por los aires, el cual no podía hacer más que lloriquear como una nena- todos rieron- Y cuando lo tuvo de rodillas arrinconado, le dijo con una voz profunda como el trueno, y sin ofender Aang, pero que acojonaba un rato…

No me ofendo…

Pues le dijo: "Señor del fuego Ozhai- me imitó poniendo una voz ronca, gruesa y profunda - Tu y tus antepasados habéis puesto en peligro el equilibrio del mundo y por lo tanto, lo pagarás con la vida…"Y justo cuando creí que lo iba a dejar frito, Aang volvió a recuperar su voz, dejó de brillar y se dejó caer al suelo, decidiendo no matarlo, sino tan solo quitarle sus poderes. Un gesto admirable…aunque personalmente hubiese preferido el primero.

Arrugué la nariz y seguí bebiendo la sopa con paciencia, para después dar mi opinión.

Esa fue mi lucha…Pero de nada hubiese servido si no fuese porque tú, Suki, Katara, Toph, Zuko y todos los demás me ayudasteis. Os debo mucho…

Bueno, por supuesto yo tuve un papel esencial e indispensable en esta guerra…- Sokka infló el pecho con orgullo y oí como Katara maldecía algo- Veréis resulta que yo…

No le soporto cuando se pavonea de este modo…- intervino en voz baja su hermana.

Nunca lo soportas- le contradije con una sonrisita.

Ya…Pero cuando se pavonea menos que nunca…

Me giré suavemente entre sus brazos para mirarla.

¿Emprendemos una discreta retirada?- propuse con voz juguetona. Katara medio sonrió.

Yo te cubro…

Cogí mi bastón y en total silencio, nos deslizamos hacia atrás gateando muy lentamente hasta que la luz del fuego nos dejó de alumbrar. Entonces, procurando no llamar la atención de nadie, salimos corriendo hacia la estepa polar, riéndonos. Nos detuvimos tras un pequeño montículo, tomando aliento. Bueno, ella, porque la verdad a mi me hacia falta muchísimo más que esa pequeña carrera para cansarme. Mi novia se sentó en el suelo, pasándose una mano por el pelo.

Uf…Por que poco.

Me reí y me acomodé a su lado, lo más cerca posible de ella.

Sí…Nos hemos librado de oír la historia por… ¿Cuántas veces van ya? ¿155 veces?

Yo diría que es la 156- se rió Katara.

¡Vaya! Habría apostado lo que fuese a que era la 155…

Los dos nos echamos a reír.

Ahora el problema es que no se ve nada sin la fogata…

¿Eso es un problema?- me burlé yo. Chasqueé los dedos y entre ellos apareció una llamita que ilumino una pequeña parte de nuestro campo de visión. Katara pestañeó y después negó con la cabeza.- ¿Qué?

Nada…Es que a veces me olvido de quien es mi novio…

Sonreí observando el fuego chispeando cerca de mi mano, pero sin quemarme.

Pues me alegro que así sea…

¿Cómo?- preguntó confundida. Suspiré, mirando hacia el infinito sin ver nada más que una larga extensión blanca.

Cuando supe que era el Avatar…Bueno, mejor dicho, cuando la gente lo supo, empezó a tratarme diferente. Mis amigos ya no me veían como a uno más…Sino como a…Como a algo a lo que hay que respetar y temer. E incluso Suki y Sokka al verme en acción contra el señor del fuego después me miraban de forma un poco diferente- La miré con atención. Su piel tostada, reflejando en tonos calidos las llamas, su cabello medio recogido moviéndose libremente al son del viento y sus enormes ojos azules posados en mí… ¿Podía existir algo más hermoso? – Y me alegro que para ti sea, no el Avatar, sino simplemente Aang.

Para mi tu siempre serás Aang- me contestó con dulzura. Sonreí, hipnotizado por el movimiento de sus labios al hablar- Mi Aang. Siempre lo serás.

Me sonrojé, bajando la mirada nerviosamente hacia la nieve. ¿Oiría ella lo rápido que latía mi corazón?

¡Oh mira! ¡Que preciosidad!

Levanté la mirada de la nieve, y la posé en su cara. Estaba mirando el cielo, así que también lo hice, para llevarme la sorpresa de la noche. En medio la oscuridad del cielo, se dibujaba una gran tela de todos los colores, brillando, ondeando incandescente entre las estrellas, dando un tono verdoso al horizonte. La mandíbula se me descolgó.

¿Qué es eso? – pregunté con un hilo de voz maravillado.

Es la aurora boreal…Lo que más había echado de menos del polo sur.

Wow…-conseguí gesticular. Oí la risa harmoniosa de mi chica.

¿Verdad que es lo más hermoso que has visto en tu vida?

Posé la mirada de nuevo en Katara, la cual seguía mirando el horizonte, encandilada. Sonreí.

No. Lo segundo más hermoso…

Ella frunció el ceño, confusa y me miró de forma interrogadora. Tardó un par de segundos de entender lo que quería decir e inmediatamente después se piel tomó un color rojo en las mejillas. Se mordió el labio inferior con timidez y volvió a observar el cielo.

Tonto…- murmuró avergonzada con la mirada puesta en la aurora boreal. Yo la miraba a ella. No había mejor espectáculo que su belleza. - ¿Sabes? Cuando era pequeña, las noches que no podía dormir, mi madre me llevaba ahí- señalo en la lejanía una especie de terraplén que sobresalía de una pendiente totalmente vertical.- Nos sentábamos ahí, arriba del todo y mirábamos la aurora en su mayor esplendor.

Me entristeció un poco oír el tono de su voz. Sonaba muy melancólico, como un sueño lejano que no se puede alcanzar. La sombra que tenía en sus ojos no me gustó nada. Elevé la mano libre de llamas y con cariño le retiré un mechón de pelo de la cara.

¿Quieres que vayamos?- me ofrecí yo. Ella negó con tristeza, intentando sonreírme.

No se puede llegar ahí. En un bombardeo de la nación del fuego la pasarela de hielo por la que subíamos fue destruida…- suspiró, apenada- Habría que saber volar para llegar.

Cerré la mano en un puño y el fuego se extinguió de inmediato, tras lo cual me puse en pie de un salto y cogí mi bastón.

Repito: ¿Y eso es un problema?

Pude distinguir su cara de confusión en medio de la penumbra. Le tendí la mano, ayudándola a ponerse en pie y tras lo cual enrosqué un brazo alrededor de su cintura, pegándola contra mi cuerpo. La oí jadear por el inesperado zarandeo y seguidamente los latidos de su corazón llenaron el silencio de la noche. Solté una risita, divertido.

Agárrate fuerte a mi, nena.

Espera… ¿No irás a…?

¿Confías en mí?

Emm…Sí, claro.

Pues agárrate fuerte- contesté con voz despreocupada.

Me obedeció rodeando mi cintura con ambos brazos con firmeza. Con un golpecito ágil, desplegué las alas de mi bastón, di dos pasos adelante y…Despegamos.

Oí un gritito agudo de Katara por el vértigo y noté como se apretaba con más fuerza a mí a medida que cogíamos altura. Me reí al sentir como oprimía la cara contra mi pecho.

Tranquila…Yo nunca te dejaría caer…

Lo sé, pero…- miró hacia abajo, donde ya muy lejos, estaba la nieve, tras lo cual volvió a esconder su cara en mi ropa- Dios…Estamos altos.

Sí- me reí yo- Pero con Appa volamos incluso más alto.

Encima de Appa tengo algo sobre lo que pisar- gruñó apretujándome con más fuerza.

Volví a reírme y cerré los ojos, disfrutando de la brisa de la noche impactando contra mi cara…

Lentamente fui descendiendo sobre el acantilado y dejé reposar mis pies sobre la firme nieve. Katara suspiró aliviada, soltándome por fin. Miró hacia el cielo, luego hacia el suelo y luego de nuevo hacia el cielo. La luna llena estaba justo encima de la aurora boreal y nos iluminaba incandescentemente, con una luz tan potente que al principio cegaba y se reflejaba en los colores de la aurora y estos dibujaban arcoiris en la nieve.

Mi novia, con una sonrisa de oreja a oreja, se sentó en el suelo, abrazándose a sus rodillas. Sus ojos brillaban de emoción. Me acomodé a su lado, observándola en silencio. Admito que me asusté un tanto al ver como una lágrima resbalaba por su mejilla, pero enseguida supe que era de felicidad. Sonreí suavemente y se la retiré con el pulgar.

¿Es como habías soñado?- pregunté con ilusión. Katara negó.

Es mejor.

Tras decir esto acomodó su cabeza en mi hombro. Cuando se me pasó la primera sorpresa, mi corazón botó de alegría y le cubrí afectuosamente la espalda con un brazo.

Gracias, Aang.

No hay de que...Ya sabes que haría cualquier cosa por ti- le recordé apoyando mis labios en su cabello, disfrutando de ese embriagador aroma. Hubo unos minutos de absoluto silencio en que nos dedicamos a estar abrazados, mirando la magnificencia que ofrecía el polo sur.

Había echado tanto de menos todo esto…No te imaginas cuanto. Me alegro de poder estar por fin en casa.

Hmm…-murmuré pensativo.

Algo negro se despertó en mi interior. A Katara le encantaba ese lugar…Ahí tenía su familia y…Yo no era la única persona que la necesitaba. Empecé a plantearme algo que me hizo revolverme el estomago…Algo demasiado doloroso. Y sin embargo, mi instinto me decía que era lo correcto. Gemí entre dientes. ¿Por qué siempre a mí? ¿Por qué tenía que renunciar a lo que quería para el bien de los demás? ¿Es que yo no tenía derecho a ser feliz?

¿Qué te ocurre?- preguntó ella con un timbre de voz un tanto preocupado.

¿Eh? Oh, nada…- seguí mirando el espectáculo del cielo.- Estaba pensando.

¿Y en que pensabas?

Giré la cabeza para contestarle, pero en cuanto me encontré con sus ojos se me olvidó la ingeniosa respuesta que le iba a dar. Estaba tan próxima a mí que su aliento, su delicioso aliento, golpeó mi boca, aturdiéndome y robándome cualquier pensamiento coherente. Me quedé embobado observándola, como un autentico imbécil.

¿Aang?- murmuró divertida- ¿En que pensabas?

Conseguí parpadear.

Creo que…Se me ha olvidado…

Katara rió harmoniosamente ¿Existía sonido más bonito?

¿Y en que piensas ahora?

En…besarte- confesé con la mirada fija en sus labios. Estos sonrieron de forma provocativa.

¿Y a que esperas para hacerlo?

Me incliné sobre ella al instante y aplasté mi boca contra la suya, ahogándole una risita. Sentí sus brazos rodeando mi cuello en un estrecho abrazo y yo deslicé mis manos hasta sus caderas, ahondando más profundamente en aquel maravilloso, dulce y cada vez más intenso beso. Mi corazón se desbocaba contra mis costillas, haciendo retumbar mi pecho y el suyo, ambos aferrados como si el mundo fuese a acabar en cualquier momento, ambos muriendo y volviendo a nacer en la boca del otro, convirtiéndonos en una sola cosa, una sola respiración, un solo corazón, una sola alma…

Entonces lo supe. Bueno, mejor dicho, reafirmé una verdad innegable: La amaba. La amaba de una forma insoportablemente intensa. Y para mi desgracia, era demasiado amor como para comportarme como un cabrón egoísta. Tenía que hacer lo correcto para ella…

Sentí su lengua acariciar mi labio inferior segundos antes de que se separase de mi muy lentamente, respirando con dificultad por la falta de aire. Seguí con mis ojos cerrados, pegando mí frente a la suya. La oí jadear levemente mientras cogía aire.

¿Cómo un niño de 14 años sabe besar tan bien?- me preguntó suavemente. Fruncí el ceño, aun con los ojos cerrados.

No soy ningún niño- rebatí fastidiado. El tema de mi edad era un tema delicado, ella lo sabía. Le oí reírse.

Sí que lo eres…

¡Ah! ¿Te crees muy mayor?- le desafié yo. Casi imaginé como se encogía de hombros.

Tengo 16. Soy 2 años mayor que tu…

Mentira- rebatí.- Tan solo un año y nueve meses…

Katara se apartó suavemente de mí. Abrí los ojos con lentitud y le dediqué una sonrisa tranquila.

Además…Técnicamente, tengo 114 años…

Ella rodó los ojos.

Pues me tendría que dar mucho asco salir con un hombre tan mayor.

Desde luego…

Sonrió, me cogió la cara entre las manos y me dio un fugaz beso en los labios, tras lo cual se quedó mirándome a los ojos, con una intensidad que me abrasaba, me quemaba, me hipnotizaba totalmente…

Te quiero- me susurró delicadamente- No tienes ni idea de cuanto.

Y yo a ti, Katara. Ya lo sabes...- musité con ternura, perdiéndome en el mar azul que era su mirada. Ella sonrió felizmente y yo tragué saliva, dispuesto a hacer lo más duro. Lo correcto- Y por eso…Creo que deberíamos dejar lo nuestro aquí.