CAPÍTULO 1: LA INVASIÓN DE LAS SOMBRAS

La Tierra de Hylia había sido invadida por el Rey Demonio y su ejército de monstruos, tal y como Link vaticinó. Nadie quiso creerlo cuando Link advirtió de que un grave peligro acechaba el reino. Lord Dagianis acusó a Link de traición, aunque sabía que era inocente. Link fue condenado a pasar el resto de su vida encerrado en un calabozo, hasta que de él solo quedaran sus huesos. Allí se encontraba Link, en una fría y oscura mazmorra, completamente solo y culpándose de no poder evitar que la tierra que amaba acabara destruida. Lo único que cubría mínimamente su cuerpo era una túnica verde y raída que apenas lo protegía del frío. Se encontraba encadenado de brazos y pies, aunque el peso de su cuerpo y su débil estado lo hacían inclinarse hacia delante, ya que apenas tenía fuerzas para mantenerse erguido.

Las cadenas provocaban heridas en sus muñecas y tobillos. Prácticamente eran como perros que mordían y desgarraban su carne con sus afilados colmillos. Del techo caían gotas de agua a través de una pequeña grieta, que formaban un charco alrededor de los pies desnudos de Link. Durante los cuatro años que llevaba encerrado había perdido la esperanza de volver a ver la superficie. Su honor había sido machacado cruelmente entre humillaciones y castigos, por todas las personas a las que había prometido proteger cuando se armó caballero, y por algo que no había hecho.

Tenía las marcas de las flagelaciones grabadas todavía en su espalda. En su mente resonaban los insultos y humillaciones de los ciudadanos de su querido hogar. Recordaba el sentimiento de humillación que experimentó mientras lo flagelaban delante de todo el reino. A pesar de todo el daño que le habían provocado, Link no dejó de querer luchar por su hogar. Deseaba poder librarse de las cadenas que lo retenían y combatir el mal que los atormentaba. Mientras Link pensaba en todo eso, alguien golpeó la puerta de su mazmorra con violencia y se abrió. Un grupo de hombres con uniformes de soldado entraron en la celda y observaron a Link.

- ¡Link! ¡Menos mal que te hemos encontrado!

Link permaneció inmóvil y callado. Sabía perfectamente quién era el dueño de aquella voz y sus acompañantes: eran Orville y los que hace cuatro años fueron sus amigos.

- Link, nuestro héroe.

Link alzó la cabeza y fulminó a sus compañeros con una mirada de indiferencia. Sonrió burlonamente y dijo:

- Veo que ahora sí que acudís a mí.

- Tenías razón desde el principio. Tu premonición sobre el Rey Demonio y la destrucción era cierta. Por eso hemos venido a buscarte.

- ¿A buscarme? ¿Ahora venís a buscarme y me llamáis héroe, después de humillarme, torturarme, acabar con mi honor y abandonarme en una sucia celda para que mi cuerpo acabe pudriéndose?

- Lord Dagianis ha sido asesinado por el Rey Demonio. Acudió a su encuentro para negociar con él, pero su respuesta fue decapitarlo. Hemos venido a sacarte de aquí para que luches junto a nosotros para defender la Tierra de Hylia.

- Link, Orville ha guardado tu espada y tus ropajes como el más valioso tesoro del reino- intervino uno de los hombres mientras se arrodillaba ante Link y sostenía su espada y sus ropajes- Eres el único que puede derrotar al Rey Demonio.

Durante unos segundos Link no pronunció ni una palabra, hasta que finalmente tomó una decisión:

- Y yo que pensaba que al fin me dejaríais tranquilo... Pero ahora no puedo quedarme a descansar; tengo un reino que defender.

Los soldados sonrieron satisfechos con su decisión. Liberaron a Link de sus cadenas y le entregaron su espada y sus ropas. Rápidamente Link se equipó y sintió como sus fuerzas volvían de nuevo. Cuando estuvo preparado se dirigieron a las murallas del castillo. Cuando Link salió al exterior, la luz del sol le cegó por completo. Llevaba cuatro años oculto en la oscuridad, por lo que la luz del sol lo dejaba sin la totalidad de su visión. Cuando sus pupilas se acostumbraron a la claridad, pudo observar el paisaje desde lo alto de las murallas. Miles de soldados se encontraban a los pies de la muralla vitoreando a Link. El cielo estaba parcialmente cubierto por una nube negra y a lo lejos se podían divisar las montañas cubiertas de más nubes negras. La Tierra de Hylia había sufrido muchos cambios desde la última vez que Link la vio.

"Mi amada Tierra de Hylia...", pensó Link, "No permitiré que destruyan la belleza y pureza que posees. Pondré mi espada a tu servicio para defenderte de todo mal que quiera herirte. Daré mi vida por ti para protegerte". Link se asomó a las almenas y se dirigió a los soldados con estas palabras:

- ¡Ejército de Hylia! ¡Luchemos juntos para defender lo que amamos! ¡Combatamos el mal que nos acecha, hijos de Hylia!

Todos los soldados alzaron sus espadas al cielo y liberaron sus gritos de guerra. Las palabras de Link les habían hecho recuperar el coraje perdido. Iban a defender su hogar hasta dar el último suspiro. Y liderados por Link conseguirían alzarse con la victoria.

- ¡ Alto! ¡¿Qué es eso?!- alertó uno de los soldados mientras señalaba una extraña figura que sobrevolaba la fortaleza.

Link clavó sus ojos en aquella figura. "¡Es un pájaro!". En efecto, un gran ave de plumas rojizas se encontraba sobrevolando su ejército.

- ¡Arqueros!- gritó Orville- ¡Disparad vuestras flechas!

El cielo se llenó de una lluvia de flechas, pero ninguna de ellas conseguía siquiera rozar al pájaro. Link divisó que el pájaro no estaba solo; alguien iba subido en el lomo del animal, usándolo de montura.

- ¡Parad!- ordenó Link- ¡Hay alguien subido!

El ave aterrizó sobre el campo de batalla y Link y sus compañeros acudieron a averiguar quién era el jinete de tan extravagante criatura. Cuando llegaron a su encuentro, la misteriosa persona bajó de su montura y mostró su rostro a todos los presentes. En los rostros de los soldados se dibujaron expresiones de incredulidad, y se escaparon algunos suspiros de asombro. Link tuvo que emplear toda su razón y fuerzas para no ceder y caer de rodillas ante el ser que estaba contemplando. Su corazón dio un salto y se quedó sin aliento. Sin duda era una mujer, pero más bien parecía una ilusión. Era la mujer más hermosa que cualquier hombre hubiera visto jamás.

Sus dorados cabellos eran tan largos que casi rozaban el suelo, y tenían cintas, lazos y cuentas adornando los extremos. Una fina diadema de la que colgaban piedras preciosas ornamentaba su frente. Sus ojos eran de un azul tan intenso que podrían confundirse con zafiros, y su mirada hechizaba hasta el punto de perderte en ella. Su sonrisa era tan perfecta, tanto por sus finos labios como por sus dientes blancos, que haría perder el juicio a todo el que la mirase. Sus facciones parecían estar esculpidos en mármol. Su vestido era blanco, de mangas extremadamente largas y anchas y con unos pequeños cortes que dejaban al descubierto sus hombros, y la hacía deslumbrar como si fuera la más brillante de las joyas de este mundo. Su esbelta figura y su pálida piel complementaban su impactante belleza. Link se quedó sin palabras ante tal mujer, mientras contemplaba y admiraba a la dama que tenía delante de él, haciendo el esfuerzo de no perder la cordura y sintiéndose desfallecer. La dama con una dulce y melodiosa voz dijo:

- Soy la diosa blanca Hylia, guardiana de la tierra que pisáis. Este es mi pelícaro, un ave divina.

Ahora todo tenía cierto sentido para Link. Una mujer así no podía ser de este mundo. Los soldados se sobresaltaron ante esas palabras. Se asustaron por tan importante presencia.

- Veo que nuestra búsqueda ha sido en vano, mi señora- intervino el pelícaro- Se han dejado llevar tanto por el miedo que no son capaces de darse cuenta de ante quién se encuentran. Desde luego los humanos son unos inútiles. No creo que aquí pueda encontrar un jinete que combata conmigo contra el Rey Demonio.

Link se sintió ofendido por las palabras hirientes del ave, y lleno de ira contestó:

- ¡¿Inútiles?! Puede que ante vuestros ojos los humanos seamos débiles y nos dejemos arrastrar por el miedo, pero aquí todavía quedan hombres que están dispuestos a derramar su sangre sobre el campo de batalla para salvar lo que aman.

- Dime tu nombre, humano- ordenó el pelícaro.

- Link, caballero de la Tierra de Hylia.

El pelícaro batió sus alas y comenzó a volar en círculos alrededor de Link.

- Si tan valientes sois los humanos, demuéstrame que tus intenciones son sinceras.

El pelícaro se alejó del ejército de Hylia y se perdió entre las pocas nubes blancas que no habían sido cubiertas por la oscuridad. Hylia se acercó a Link con un extraño objeto envuelto en una tela entre sus brazos. Link notó como su corazón se aceleraba, pero mantuvo la serenidad en todo momento.

- El Rey Demonio destruirá mi tierra en cualquier momento. No puedo permitir que eso suceda. Para evitarlo, os mandaré al cielo y allí estaréis seguros.

- ¿Al cielo?- preguntó Orville- ¿Cómo llegaremos hasta allí?

Hylia retiró la tela que cubría el objeto, dejándolo al descubierto. Era una espada. Su hoja brillaba con los rayos del sol y su mango era de un color morado intenso. Link la observó detenidamente. Hylia la sostuvo delicadamente entre sus manos y pasó los dedos por su filo.

- Esta es la Espada Maestra, un arma creada por los dioses y con el poder de acabar con el mal. Su filo arrancará una porción de tierra y la sostendrá en el cielo.

Todos se quedaron estupefactos ante tal arma sagrada. Link no dejó de analizar cada centímetro de esta con su mirada.

- Para despertar sus poderes, es necesario que un héroe vuelva a forjarla y así pueda usarla para derrotar al Rey Demonio.

Hylia extendió sus brazos y le tendió la espada a Link. Link se quedó mirándola altamente sorprendido.

- Mi señora, no creo ser el más indicado para tan importante misión. Perdí mi honor hace cuatro años, y no creo que pueda ser digno de portarla.

Hylia tomó su mano izquierda, haciendo que Link se maraville por el tacto de su mano, y puso la espada en ella. Le miró directamente a los ojos y le dijo:

- Link, héroe de Hylia, ¿piensas dejar morir al pueblo que te humilló y encarceló, o piensas salvarlo de un destino cruel y atroz?

Link amaba profundamente su hogar. Quería defenderlo de aquel monstruo. No deseaba verlo perecer. Emplearía su valor para salvar la Tierra de Hylia.

- Lucharé hasta el final para acabar con ese malnacido- respondió Link.

Hylia le dedicó la más hermosa de sus sonrisas en señal de agradecimiento. Link sintió volverse loco ante aquella sonrisa. Parecía un espejismo. Desde luego valía la pena arriesgar su vida para contemplar una sonrisa suya.

- Sé que no me defraudarás.

Hylia se desvaneció y todos los presentes clavaron la mirada en su héroe. Link cerró los ojos, sostuvo la espada con firmeza y recordó la sonrisa que le había dedicado Hylia. "No lo haré, Hylia. Daré mi vida por ti y por tu tierra".