Situado en el capítulo 84 del manga.
Parejas: Kiyoshi x Hyuuga y se menciona el Kagami x Kuroko.
Advertencias: fetiche de cejas, improperios mentales a Riko (pobrecilla, que conste que me cae bien :c)
Entre comillas van los pensamientos, entre guiones los diálogos.
¡Espero que os guste!
Seirin contra el instituto Senshinkan, Winter Cup. La sonora señal dio paso al descanso. Hasta ahora, todo trascurría como lo deseado para Kuroko y sus compañeros. Cuarenta y tres contra los apenas veinte del Senshinkan no eran moco de pavo, el partido estaba prácticamente ganado. Como prueba de ello, obviando el claro resultado que se reflejaba en el marcador, nuestros jugadores estrella se encontraban inusualmente relajados, frente a la actitud tosca y desganada que se reflejaba en el banco contiguo.
A pesar de todo y teniendo en cuenta la cruel derrota que habían sufrido en la competición que ahora parece lejana, la Inter-High, el tiempo no había curado del todo las heridas que esta había provocado en su determinación. Dicha capacidad que tantas veces les había salvado de diversas ocasiones peliagudas, es decir, de diversas derrotas ante los miembros de la Generación de los Milagros, no les había servido de mucho a la hora de verse las caras con Aomine Daiki. Fue un golpe muy duro que atravesó sin piedad el alma soñadora de los protagonistas, por lo que ahora, por pequeño que sea el equipo, siempre salen a la cancha deseosos de abrirse camino hacia la gloria, regocijándose con cada victoria conseguida con un mérito indudable por muchos.
Sin embargo, no todo eran risas y fiestas en el equipo Seirin. Algo rondaba en la mente del capitán Hyuuga, preocupándole e impidiéndole disfrutar con sus compañeros de lo bien que les estaba yendo en su reincorporación al mundo del baloncesto. Mientras los demás se dedicaban a parlotear sobre temas banales en su mayoría, el sexto sentido del capitán no parecía querer aceptar que todo estuviera yendo tan bien. Durante el partido había notado algo comparable con la intuición de una madre preocupada por sus hijos. Todos sus compañeros de curso saben lo maternal que puede llegar a resultar el escolta, mimando a sus queridos niños de primer año, o a veces (más comúnmente) llegando a regañarlos.
Para variar, el objetivo del capitán no era exactamente uno de sus niños, estos se encontraban perfectamente. Kagami estaba girando un balón entre sus manos, logrando que no se cayera pese a lo dificultoso de la actividad, fardando de su maestría. Por otra parte, si el capitán se fijaba bien, podía incluso localizar a Kuroko observando con un extraño destello, inusual en los ojos de pez muerto que suele tener el chico sombra, al pelirrojo saltarín.
Ante este pensamiento, a Hyuuga le dio un escalofrío. Aún recordaba el día en el que se le escapó el desafortunado comentario sobre la tez inmutable del peliazul frente al pelirrojo. Este le propició una serie de moratones permanentes que, si bien no eran heridas serias, demostraba cuánto el cejas de primer año se preocupaba por su pareja. De baloncesto, claro.
Desde entonces, el jugador de lentes siempre pensaba dos veces antes de soltar alguna barbaridad al lado de esos dos niños. Ah, la pubertad.
Los pensamientos del escolta volvieron a su cauce original una vez se recuperó de la sensación de peligro que le provocaban semejantes recuerdos. Fijó sus cuatro ojos en, como él lo llamaba para sus adentros (y en ocasiones en las que le sacaba de quicio, en su cara también), el idiota sin corona.
Si Junpei Hyuuga era considerado (siempre a escondidas, claro) como la mamá de todos, bien podría decirse que Teppei Kiyoshi era el papá. Atento y considerado, apoyaba a todos cuando lo necesitaban y lamía las heridas de los distintos baloncestistas de Seirin, figuradamente. Ya le gustaría al capitán que fuera literal. Aunque probablemente, si algún compañero suyo fuera capaz de insinuárselo, acabaría más lesionado que el fundador del equipo de básquet.
Ese tema vendado no es otro que el que causaba una sensación de incertidumbre y, muy a su disgusto, preocupación en el capitán. Había notado que el rey se había pasado la mitad del segundo cuarto cojeando ligeramente, además de con espasmos ocasionales que sacudían sus ambas piernas. Tal información podría haber pasado desapercibida incluso a los ojos de águila de Izuki, pero no al poder de las gafas del escolta. No es como si se pasara la mayor parte del tiempo mirándolo, para nada.
Este último pensamiento provocó que no pudiera dignarse a alzar la mirada de nuevo hasta que su cara volviera a ofrecer un tono más cercano al blanco que al rojo.
Fue entonces cuando vio a la entrenadora colocada en frente a su… ¿amigo?, dificultándole la visión. La chica tenía una postura curiosa: manos en la cintura, tronco inclinado ligeramente hacia adelante, sumado a lo que alcanzaba a ver de sus gestos faciales colocados en un rictus de enajenación. A pesar de que el común de los mortales hubiera llegado a la conclusión de que Riko estaba echándole la bronca por dios-sabe-de-qué-se-trataba-esta-vez, la materna mente de Hyuuga opinaba distinto. No solo sospechaba, sino que podía afirmar con toda la certeza posible que tiene un tsundere acosador, que ésa solo estaba buscando una excusa para restregarle la copa-B por las narices al iluso Kiyoshi.
La situación era algo que amenazaba con lograr que casi dejara de preocuparse por el rey de la estupidez y dejarle a su suerte. Casi.
Así pues, el capitán decidió tomar cartas en el asunto.
-Hey, entrenadora, ¿ocurre algo?- exclamó mientras añadía para sus adentros: "porque deberías alejarte de mi Kiyoshi, a ver si se me va a escapar un balonazo en toda tu chepa".
-Ah, ¡Hyuuga! Verás, ¡éste ha estado durante el segundo cuarto con las vendas desatadas y no ha dicho ni mú! ¡¿Se puede ser más irresponsable?!-
"Depende, ¿se puede ser más puta?" -¿Es eso cierto, Kiyoshi?- añadió el escolta como si se acabara de enterar de la noticia.
El aludido que hasta ahora había mantenido la boca cerrada y una mirada impenetrable, soltó aportando algo de su estilo de sentido común al grupo: -Oh vamos chicos, no sé por qué os ponéis así, ¡si tampoco es para tanto! Me vendo ahora y listo.-
-No tienes remedio, mira que eres raro.- dijo Riko, tras un breve suspiro. –Puedes apoyarte en mi cintura, vamos, te ayudaré a volvértelas a colocar en el vestuario- añadió, ofreciendo su frágil mano al lesionado.
"Oh no, ¡ni sueñes que te lo voy a dejar a solas, que a saber qué le haces! Ya sabía yo que tu habilidad era muy rara, ¿cómo sabes la musculatura de un tío con solo verlo? A SABER CON QUIÉN HAS PRACTICADO, PEDAZO DE-"
-¿Ocurre algo, Hyuuga?- la mirada de susto que le devolvió la entrenadora le dio una idea de hasta qué punto su cara podía llegar a reflejar su pequeño monólogo interno. Incluso Kiyoshi estaba asusta- "UN MOMENTO, ¿ES ESO QUE VEO UNA SONRISA? ENCIMA QUE LE ESTOY INTENTANDO AYUDAR A QUE NO LO VIOLEN, ¡MALNACIDO!"
-Nada entrenadora, estaba pensando en otras cosas. No creo que sea necesario que gastes tu tiempo en un idiota como él, yo le ayudaré a ponerse las vendas. Además, creo que Kuroko te estaba buscando para algo, y parecía serio.- Tras esto, Hyuuga se giró y le guiñó el ojo al peliazul, recibiendo otro guiño por su parte. Formas de comunicación que solo ukes podrían llegar a entender.
-¿Kuroko? Qué raro, yo pensé que preferiría la compañía de Kagami antes que la de Riko.- murmuró Kiyoshi una vez en las manos del capitán, asegurándose de que la entrenadora estuviera bien lejos de ellos, susurrando solo para que el cuatro ojos lo oyera. Ese comentario le pareció tan inusual por parte del rey sin corona, que decidió dejarlo pasar, auto convenciéndose de que habían sido imaginaciones suyas. Sin embargo, sí que pudo notar la risa que sacudió el cuerpo de su ahora paciente al encontrarse tan juntos el uno del otro, mientras se dirigían a un cuarto más privado.
El camino hacia el vestuario fue una de las pruebas más difíciles que el escolta hubiera podido soportar nunca hasta el momento. Cada paso que daba se repetía la misma escena: el metro noventa y tres que medía el centro en toda su gloria, se apartaban ligeramente durante unos milisegundos para luego volver a pegarse como si se viera atraído por un imán (realmente, por unas manos) al pelinegro. Así, fue un minuto angustioso donde se repetía el réquiem que llevaría a Hyuuga hasta la locura: "vacío-ropa-músculos, vacío-ropa-OHDIOSESOTRAVEZNO". ¡Si es que el casi-rey pesaba mucho!
A esto había que sumarle, además, los momentos en los que Kiyoshi se tropezaba accidentalmente contra el cuatro ojos. Una de esas veces había logrado que ambos se estrellaran contra la pared, provocando que la distancia entre sus cuerpos se redujera aún más. No siendo esta la única molestia, el capitán también tuvo que aguantar que sus caras estuvieran apenas rozándose. Fue en ese instante cuando notó como las cejas de su odioso compañero le acariciaban ligeramente la frente.
Sólo podía definirlo de una manera: tuvo la misma sensación como cuando, meses atrás, se echó a la boca el primer trago de agua tras la agonía sufrida en el primer partido contra un miembro de la Generación de los Milagros tras su separación, contra Kise Ryouta. Refrescantemente agradable. Como si fuera algo que hubiese anhelado durante su corta vida. Como si su único propósito de vida fuera tocar esas espesas cejas. Como si sólo existieran él y esas rebeldes castañas.
Precisamente por eso, sabía que no podía relajarse. Podría pasarle lo mismo que con el agua: para saciar su sed acabó atragantándose y tuvo que recibir primeros auxilios. Trasladando el fallo a la situación que ahora se presentaba ante sus ojos, podría acabar rindiéndose a sus deseos y quedar consumido por la pasión. Con solo tocarlas un poco, sabía que se quedaría totalmente prendido de ellas, así que decidió lo más sensato: apartar de un empujón a semejante íncubo, ganando con ello espacio para respirar, tiempo para frenar su ritmo cardíaco, y a su protegido en el suelo, mirándolo incrédulo. Hyuuga tenía muy presente que el mayor riesgo de un baloncestista con fetiche de cejas era sufrir daños cardíacos, y pensaba evitarlo a toda costa. Al menos, esa fue la idea inicial.
A trompicones y sin demasiados dramatismos, la pareja logró llegar a una salita silenciosa con numerosas taquillas, con olor a desodorante y unas cuantas prendas de ropa regadas aquí y allá. En otras palabras, llegaron al vestuario correspondiente a Seirin.
El capitán no perdió el tiempo y, con toda la delicadeza que su mente era capaz de manejar en semejante situación, depositó a su recién adquirido paciente en el banco más cercano. En el fondo no entendía cómo podía estar tan nervioso, ya había hecho esto antes. Nunca con el individuo en cuestión únicamente, y siempre con asistencia de algún otro compañero, pero no estaba tan mal para una primera vez. Además, si las cejas le molestaban mucho, podría afeitárselas como último recurso.
-¿D-dónde tienes las vendas?- "MIERDA, ¡se supone que no me debería temblar tanto la voz! Si el equipo me viera así, seguro que me perderían el respeto. Me lo imagino, hasta Kuroko nº2 se descojonaría de mí, ¡necesito mantener la compostura!"
-Te las dio Riko, ¿recuerdas?- dijo Kiyoshi, mostrando una estúpida sonrisa en su estúpido rostro.
-¡SI ME LAS HUBIERA DADO LO RECORDARÍA, NO ME TRATES COMO SI FUERA…!-
Nada sucedido anteriormente fue comparable a ese instante. Si antes Hyuuga creía que le iba a dar una taquicardia, ahora estaba seguro de que no saldría vivo de ahí. El motivo fue nada más y nada menos que, sin previo aviso, el mayor de la pareja deslizó su mano… esa mano tan grande y masculina, en el bolsillo derecho del pantalón del capitán. El bolsillo delantero derecho.
Al mismo tiempo, el cuatro ojos dejó de serlo. El escolta juraría que sus gafas se habían empañado. Si no, no había otra razón por la que se sentía tan mareado. Lo primero que se le ocurrió fue creer que el manazas había pillado algo y se lo había contagiado. Sentía su cabeza ardiendo, estaba espeso, notaba ligeros temblores. Señales claras de que algo no iba bien en su organismo. "Sí, debe de ser eso" intentaba convencerse a sí mismo.
A pesar de ello, su juicio se vio doblemente nublado cuando pudo apreciar como los largos dedos de Kiyoshi le rozaban ligeramente la parte interior del muslo.
-Hyuuga, tanto baloncesto te está afectando al cerebro. ¿No notas algo duro aquí?- sugirió haciendo presión en una zona demasiado cercana a la canasta del aludido, para disgusto de este.- Eso son las vendas, Sherlock.- añadió sacando las llaves, triunfante, y con la misma boba sonrisa dibujada en su cara.
El capitán no logró encontrar ninguna frase ingeniosa para replicarle. Ni siquiera supo dar un berrinche. Estaba demasiado concentrando intentando que la sangre le permaneciera en el cerebro. Contraria a sus deseos, esta parecía entusiasmada en viajar hacia el sur.
-I-idiota.- perplejo, no sabía que decir para defenderse. Le llevó unos segundos que se le hicieron eternos recuperar algo de compostura, ayudándose de imágenes mentales de un pobre Mitobe llevando prendas femeninas.
Gracias a ello, al rato levantó la mirada y fue capaz de incluso mantenérsela a Kiyoshi. Le arrebató de las vendas como si de un preciado tesoro se tratase y le pidió (ordenó) que abriera un poco las piernas.
La reacción del lesionado fue inesperada. No de la rareza cotidiana a la que estaban todos acostumbrados, sino a una con más dinamismo, o eso pensó Hyuuga. Una sonrisa, de estas que realizan actores en las películas, y con las que uno sabe que están tramando algo con solo verlas. Era una sonrisa larga, perspicaz, acompañada de unos ojos entrecerrados. Como si supiera algo que el capitán no. Y eso le tocaba las narices enormemente.
Así pues, se arrodilló de mala leche delante del centro, quedando con la cabeza a una altura aproximada de sus rodillas. Desde esa perspectiva, al menos no tendría que enfrentar la mirada de su compañero, limitándose a tratar las piernas dañadas con mente fría. Era la primera vez que estaba tan cerca de ellas, y desde esa distancia podía observar perfectamente el marcado contorno de sus músculos inferiores, resultantes de numerosos partidos además de los entrenamientos sobrenaturales impuestos por su entrenadora. Apostaría sus figuras de colección a que el muy había estado ejercitando su cuerpo incluso cuando debería haber estado reposando en cama. El capitán se dio el capricho de delimitar con sus dedos encallados el patrón de estas obras de dioses, al fin y al cabo, un médico debe examinar concienzudamente a su paciente, ¿no?
Una ligera exclamación dolorosa por parte de su compañero fue advertencia suficiente para señalar lo malherido que debía estar, además de una idea sobre la cantidad de tiempo que había tenido que aguantar guardándose dicho dato para sus adentros. Ese pensamiento provocó que una punzada de preocupación le atravesara el pecho, aunque decidió exteriorizarlo con un insulto entre dientes al lesionado, dudando de su capacidad mental. A pesar de ello en el fondo (muy en el fondo) sabía que se lo había callado para no preocupar al resto del equipo. Era ese tipo de actitud, anteponiendo a los demás antes que a sí mismo, la que provocaba el odio del ojiverde dirigido hacia el otro.
Kiyoshi decidió ignorar momentáneamente la mala contestación ante sus condolencias por parte del ojiverde, tenía mejores planes que pasarse el tiempo que quedaba discutiendo con él sobre lo insensible que era. Además, él le conocía bien, y sabía que esa palabreja mal sonante no era más que un símbolo de la impotencia que debía sentir ante sus dolencias. Así que, aprovechando la situación de desconexión mental que parecía ofrecer su amigo, deslizó su pierna derecha entre las de este con cuidado. Pasó inadvertido, lo que significaba que podía continuar con su Plan para desvirgar a mamá, alegrándose de tener ya el liderazgo de la situación.
Lo que Hyuuga no podía ni llegarse a imaginar era que todo formaba parte de una estratagema cuidadosamente elaborada por la totalidad del equipo de baloncesto del instituto Seirin. Teniendo cautela para que el escolta no les descubriera, habían elaborado un minucioso ataque con el fin de lograr la consumación del Kiyoga. Y es que ya estaban hartos de tantas miradas furtivas entre ambos seme y uke, tantas broncas que eran simples excusas para lograr un mínimo contacto piel con piel de los papis… Ya habían tenido suficiente. Hasta el pobre Izuki, el único superviviente heterosexual del actual Seirin, se tuvo que topar con un desesperado Teppei masturbándose en medio de las duchas, ahí, en toda su gloria, mientras agarraba fervientemente la camisa del número cuatro. Pero fue ese desagradable encuentro el que logró que el pervertido reconociera a todo el equipo los sentimientos que tenía por el capitán. Tras asimilar la información, decidieron poner en marcha una infalible jugada que ayudaría al rey a conquistar el huidizo culo del escolta.
En primer lugar, Kiyoshi debería fingir encontrarse mal. Les llevó días de trabajo hacer de él un buen actor: que aparentara el sufrimiento justo y necesario para despertar la alarma de madre del ojiverde.
En segundo lugar, necesitarían de algo que rompiera las barreras que Hyuuga había construido a su alrededor. Para ello, necesitarían despertar celos de la manera más sutil posible, siendo Riko la candidata perfecta para esta misión. Costó convencerla, pero lograron hacerla entender que todo era por el bien del yaoi, que el tamaño de sus pechos no tenía nada que ver.
Por último, la fase más importante: cuando la pareja ya se encontrara en un lugar alejado el lesionado se encargaría de hacer que su pasivo se rindiera ante el placer, y vaya si estaba dispuesto a lograrlo.
Con una valentía propia del que no sabe que se encuentra entre las fauces de un lobo, el capitán intentaba colocarle lo mejor posible las vendas a su malherido. No era un trabajo muy difícil, tan solo tenía que enrollar cada porción de piel existente en la rodilla de este, la sustancia adherente del material se encargaría del resto. No fue hasta que ya llevaba apenas la mitad de su tratamiento logrado cuando sintió una ligera presión en su entrepierna. Más sorprendido que asustado, decidió desviar la mirada hacia el lugar de donde provenía esa incomodidad, descubriendo un tenis similar al que él mismo llevaba puesto. Pensó que no había porqué alarmarse, probablemente se trataba de un breve descuido. Sin embargo, volvió a ocurrir. No una, ni dos, si no tres veces. E iban en aumento.
Hyuuga juraría con lo que le quedaba de razón, que esas caricias en su parte sensible iban haciéndose cada vez más continuadas y con mayor fuerza aplicada por parte del más alto. Llegó incluso a pensar que era intencionado. Adrede o no, le estaba volviendo loco.
-Oye, muestra un mínimo de respeto ante los que te ayudan.- acusó a Kiyoshi intentando mantener la compostura. Inesperadamente, la respuesta nunca llegó. No había señales de que le hubiera oído.
Cuando el cuatro ojos se disponía a pedirle explicaciones de nuevo, una oleada de placer interrumpió su habla. El muy bastardo se había dejado de pequeñeces, se restregó contra toda la extensión de su cosita. Pareció que todo se movía a cámara lenta: Hyuuga notaba como su temperatura corporal ascendía. El aire parecía estar deseoso de salir de sus pulmones, para luego volver a ingresar a ellos rápidamente, como si ansiara volver a su hogar inicial. Sus partes se endurecieron un tanto, ansiando más calor corporal del individuo (o de su pie). Resumiendo, estaba poniéndose cachondo.
La cosa no se detuvo ahí, ya que el corazón de acero logró captar la "alegría" que estaba comenzando a sentir su compañero ante su toque. Si es que no hacía falta tener la vista pajaril de Takao para discernir entre un capitán normal y uno excitado. Él, que en otras ocasiones siempre se ha mostrado concienzudo y formal, estaba derritiéndose cual maibou en la boca, bajando las defensas hasta un punto que nunca se hubiera sospechado. Incluso las vendas yacían olvidadas en un rincón, mientras ambos se iban calentando cada vez más, tanto el observador como el observado.
En un primer momento, Kiyoshi no quería destruir la sensualidad que se había construido entorno a la figura del escolta: numerosas perlas poblaban ya su piel cubierta con el uniforme reglamentario de baloncesto, no tan exageradas como en los partidos, pero que resultaban eróticas a la visión. Sobre todo cuando alguna de ellas, traviesa, decidía juguetear un poco con el cuerpo de Hyuuga, naciendo de la frente de este, bordeando sus labios para finalmente caer hacia su pecho, donde se escondía tras la ropa como si tuviera temor a ser arrebatada del cuerpo de su creador. No solo eso sino que, al encontrarse tan absorto en el placer, el cuatro ojos había arqueado la espalda, embistiendo contra su pierna. En conjunto, formaba un adorable erotismo con su piel perlada, ojos entrecerrados y un ligero sonrojo en las mejillas, además de esa lengua que sobresalía de su boca semiabierta, luchando por la libertad de la cavidad bucal. Honestamente, no sabía quién estaba más al borde del orgasmo, si el mismo con esta película porno en vivo, o el angelito que tenía entre las piernas. En añadido a esto, también pensaba en que la mente del susodicho estaba tan empañada por las caricias leves pero insistentes que le estaba administrando, que lo más probable era que no se estuviera realmente dando cuenta de la situación, lo que lo colocaba completamente en sus manos (o pies).
Este pensamiento S fue lo que termino de consumir la paciencia que le quedaba, abalanzándose ante su presa desprotegida. Esta salió de su ensoñación lo justo para soltar un gritito de asombro, ahogado rápidamente con la presencia de una lengua ajena jugueteando con la suya. En parte, Kiyoshi lo hizo porque no pudo controlar más sus instintos animales. Sin embargo, su pequeña parte inteligente al fondo de su mente, no quería dejar al capitán pensar. Temía que si se le aclaraba la mente, se preguntara por esta situación. Temía que saliera huyendo. Temía que realmente le odiara como en diversas ocasiones le había dicho ya (aunque ni él se lo creyera)… pero a lo que más tenía miedo era, sin lugar a duda, a las ratas.
Bueno, y a herir a su chico, la verdad sea dicha.
Le había dicho que le protegería, incluso si eso significaba que tenía que cuidarlo de él mismo. De todas formas, ya se preocuparía luego por el rumbo que tomaban las cosas. Por ahora, iba a grabarse a fuego en el cuerpo del otro.
¡En el próximo capítulo habrá smut! Planeo subirlo en, como máximo, una semana.
Hasta entonces preciosidades, y no olvidéis que para cualquier crítica o aportación que tengáis estaré encantada de leerlas en forma de reviews ^-^
