Tom respiró profundo mientras subía el capuchón de su sudadera ocultando sus rastas, lo que menos necesitaba era ser reconocido gracias a su cabello. Estaba aparentemente relajado, para su fortuna a las seis de la mañana era difícil encontrarse a alguien en los pasillos del edificio.
El timbre del elevador le sonó prometedor, faltaban solo segundos para dejarse llevar. Tomó su auto y manejó hacia el sur. Trataba de respirar profundo, jalaba cantidades de aire gigantes a su corazón; iba tan acelerado que necesitaba calmarse. "Espera, maldito cobarde, espera solo un segundo más", gritó mientras se estacionaba.
Encendió su i-pod y se ajustó la sudadera, chequeando llevar las llaves, su celular y una botella de agua. Nunca dejaba de correr por las mañanas desde que tenía memoria, pero esta ocasión lo necesitaba más que nunca.
Empezó su rutina lentamente, era casi una caminata, y seguía respirando profundo. "Contente, Tom, vamos", se animó. "No quiero", gritó por fin, mientras se soltaba en una carrera desenfrenada, internándose en el bosque.
Y ahí fue cuando dio rienda suelta a lo que sentía, el frío aire de la mañana chocándole contra la piel y lastimándole. Dejó que el viento se llevara sus lágrimas, y apretando sus manos con furia, queriendo golpear algo. Se detuvo frente a un árbol y atestó dos puñetazos; sintió la piel rasgada y siguió corriendo. "Ya deja de llorar de una puta vez, no eres una nena, Tom, no lo eres", gritaba más fuerte, subiendo por la ladera.
Finalmente, llegó a un llano y se arrodilló, sus lágrimas que salían a borbotones ya no le dejaban enfocar nada. Se recostó en posición fetal, tomó el celular que llevaba un buen rato vibrando en la bolsa de sus grandes pantalones y lo tiró, estrellándolo contra una roca. Siguió sollozando por largo rato, mientras sus manos se enterraban en la tierra y arrancaba con furia las plantas que aplastaba. Su cuerpo empezó a ceder, cada músculo empezó a dolerle. "Ya, Tom, cálmate, no seas cobarde, nunca lo has sido así que no empieces ahora", se dijo.
Nuevamente empezó a respirar pesadamente, tranquilizándose y caminando de vuelta a su auto.
-Buenos días.
-¿Como siempre? -fue la amable sonrisa de la chica al otro lado del mostrador. Él asintió y a los pocos segundos tenía en sus manos un café negro que acompañó con dos cigarros camino al edificio.
Entró a su apartamento y sacó unas piezas de pizza del día anterior, las metió en el microondas y fue directo a la grabadora… Veinticinco mensajes de voz, los borró todos, no quería oír uno solo. Desayunó con unas cervezas heladas. El teléfono comenzó a sonar, sabía que no podía darse el lujo de esconderse como otros años.
-Buenos días, Mr. Tom. -Era la voz de una chica
-Diga.
-Hablo del consultorio del Dr. Rick Samos.
-Prosiga.
-Confirmando su cita el día de hoy.
-Estaré ahí a las 3 en punto como había sido acordado.
-Gracias, señor.
Tom colgó de golpe el auricular. Al menos no había sido ninguna de las llamadas a las que le estaba huyendo. El teléfono sonó nuevamente.
-Buenos días -contestó atragantándose con la pizza.
-¿Tom? Mi querido Tom -fue lo que escuchó del otro lado. Esa era la única voz que ese día no odiaría escuchar, ese hombre había sido lo más cercano a un padre que había tenido; le resultaba reconfortante oírlo. Y hasta cierto punto, le avergonzaba no ser él quien le llamara de vez en cuando.
-¡Padre MacPheterson!
-Feliz cumpleaños, hijo.
-Gracias.
-¿Cómo te va?
-Increíblemente bien.
-Ya sabes, acá oramos por ti y tu trabajo siem…
-¿Le llegan mis donaciones sin problemas? -interrumpió de golpe.
-Agradezco tu generosidad, pero…
-Pero es lo menos que puedo hacer, usted lo sabe.
-Bueno hijo, que Dios t…
-¡No! No lo diga.
-Perdón lo sé, no crees en…
-No, no creo, así que no arruinemos el momento.
-¿Vendrás alguna vez?
-Lo haré. -Eran las líneas que siempre repetían desde hacía unos años, y los dos sabían que Tom nunca las cumpliría.
-Te dejo, tendrás un día ocupado.
-Gracias por llamar.
Colgó de nuevo. Ahora fue él quien marcó, quería desconectar el teléfono y para hacer eso, antes tenía que hacer una llamada.
-Hallo.
-Hola.
-Tom, feliz cumpleaños.
-Gracias.
-¿Estás listo?
-Claro, solo dime a qué hora y en dónde.
-Red bar. Empieza a las siete, tu llegada debe ser como a las nueve. Te pasaré a recoger, seguro terminarás borracho y no estoy para que te hagas un rasguño tres días antes del lanzamiento.
Tom rió, viéndose los puños raspados y con sangre seca. -Qué agente más considerado, cualquiera diría que te preocupas por mí de gratis. Te espero entonces -dijo arrancando el alambre de la conexión telefónica.
Necesitaba un baño largo y tibio, pensó mientras iba por otro par de cervezas para dirigirse al baño.
*****
-Sabes, Dana, eres bella. No veo por qué insististe en morir -dijo Bill, pasando sus manos por el rostro de la rubia reportera del canal 35, uno de los pocos medios que aún no le pertenecían, directa o indirectamente.
-Maldita sabandija.
-Wow, wow no nos pongamos agresivos, quieres, el único problema aquí fuiste tú metiendo tu linda naricita -dijo jalándola- en algo que no es asunto tuyo.
-No dudo que me mate, lo hizo con sus padres.
-Shhtt, vela Frank, qué irreverente me salió la chica -rió Bill, señalándola mientras hablaba con su jefe de seguridad-. Ahora Shuck, repásale a la señorita lo que sabemos.
Shuck Valdenverg se paró directo hacia donde ella estaba. -Miss Dana, buen día-saludó casi burlonamente, a lo que Bill se carcajeó agarrándose el estómago.
-Eres lindo Shuck, ¿¡lo sabías!? Dime qué haría yo sin ti.
-Como le decía, tenemos en nuestro poder el borrador del reportaje que le presentaría mañana a su jefe en la televisora: "El asesino detrás del heredero". Quiero que sepa que no nos gusta este tipo de juego, atacar a Mr. Kaulitz de la forma que preten…
-Tengo pruebas, maldito animal -gritó la chica-. Usted mató a sus padres para convertirse en la cabeza de Kaulitz Enterprises.
-Ay, por favor, esto es realmente ridículo -dijo Bill, parándose frente a ella-. ¿Sabes?, me duele lo que estás diciendo, ¿no Shuck?
-¿Pero cómo saben ustedes eso? Yo escribí el borrador ayer y solo lo ha visto mi…
-Tu novio. Ves, eres una mujer promedio, tarada hasta la mierda, pretenciosa porque te crees que no soy suficiente como para que viniera él y te delatara conmigo por unos cuantos miles de euros… ¿Sabes…? Nah ya me harté, no me voy a poner a platicar con ella. ¡Frank! -gritó Mr. Kaulitz-. Un tiro seco al cerebro, no quiero espectáculos.
Dana palideció, en cambio, el resto de seguridad ni se inmutó. Mr. Kaulitz daba instrucciones así cada vez que quería.
-¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme! -empezó a gritar Dana.
-Hazlo de una vez, Frank, no soporto este tipo de agonía, gritos, llanto… Puff, qué desesperante. Me aburre cuando alguien no puede aceptar su destino. Hazlo, quiero verlo. La detonación explotó y el cuerpo cayó tendido frente a él…
-Mierda, ¿no me salpicó? -preguntó volteando a ver a su asistente.
-No, Mr. Kaulitz todo perfecto.
-Franker, ven acá, muchacho -llamó Bill. ¿Era esto lo que me querías dar?
-Sí señor. Feliz cumpleaños.
-¿Coartada? -preguntó señalando a Mikel como si estuvieran en una cátedra.
-Asesinato pasional Señor, ya tenemos al novio, la mata, luego él se suicida. Ya sabe, toda una novela.
-Sweet. Amo a mis hombres de confianza -comentó dándole un abrazo. Volteó hacia el resto del equipo y dijo-: ¿Quieren ser uno de estos tres? -Señaló a Frank, Shuck y Mikel-. Es fácil: gánenselo. Nos vamos.
Frank dejó coordinado el equipo de limpieza, quienes se encargarían del cuerpo. Mr. Kaulitz había tenido que deshacerse de demasiada gente en el último par de años.
-Eres un mal nacido, Frank -afirmó Shuck, seriamente-. Otra vez nos ganaste con tu regalo para Mr. Kaulitz
-Siempre lo hago. Deja de hacer numeritos histéricos y dime que le compraste tú.
-Un estuche de oro labrado con su nombre para sus drogas.
-Wow, qué original.
-Ya no te burles.
*****
La sala estalló al pararse para abandonar el lugar. Los treinta hombres que en otros tiempos ayudaron a limpiarle los mocos al niño más detestable del mundo, según su propio juicio, ahora recibían órdenes de él. Bill Kaulitz, desde hacía dos años, había cobrado posesión de todas las empresas y propiedades de la familia Kaulitz.
Siendo tan joven ocupaba el sexto lugar entre los hombres más ricos del mundo y con ello, obviamente, más poderosos. Era una eminencia en los negocios, absorbía, negociaba y, si podía, arrebataba con tal de ir escalando.
Frente a él tenía a los presidentes regionales de sus múltiples compañías de electricidad, petróleo, industria del entretenimiento, ropa, zapatos y cualquier porquería que ni él imaginaba que le pertenecían.
-Gracias por los regalos, pero lo único que necesito es que sigan trabajando como lo hacen. Muchas gracias, es un honor trabajar con ustedes, caballeros -finalizó la reunión.
Salió del restaurante con una sonrisa en el rostro. Había dejado callados a esa sarta de inútiles con su eclipsante presencia. -Me odian, lo sé, a quién pretenden engañar -se dijo mientras a su lado se situaba su asistente Shuck Valdenverg, la única persona en la que Bill confiaba.
-Detesto estas mierdas -masculló mientras subía a la limosina acompañado de Frank y Shuck, seguidos por tres autos con su seguridad-. Shuck, léeme mis titulares y notas más importantes.
En la People: "Mr. Bill Kaulitz celebra hoy su cumpleaños."
The Reader's Digest: "Día de fiesta nacional, Mr. Bill Kaulitz celebra su cumpleaños el día de hoy."
Man and Business: "El príncipe empresarial, Bill Kaulitz, celebra su cumpleaños."
The New Post: "A dos años del terrible fallecimiento de sus padres, traemos la nota del hombre que no dejó caer el imperio empresarial más importante del mundo. Hoy Bill Kaulitz celebra su cumpleaños."
Vanity Fair: "El hombre más deseado del año, Bill Kaulitz, cumple años el día de hoy."
Bill se empinó un
trago, sonriendo. -Sabes, Shuck, hasta yo me deseo -dijo chupando sus
labios y levantando la ceja, y no era que le coqueteara a su
secretario personal, más bien era la única persona con la que
hablaba y bromeaba. La lealtad de Shuck era incomparable, sabía que
era irremplazable, además el día que decidiera irse, no ignoraba
que Bill tendría que matarlo pues sabía demasiado.
Pero había
algo más que los unía, un secreto. El terrible accidente que lo
había puesto al frente de todo como único heredero de la dinastía
Kaulitz.
-En la línea está su novia -dijo, tendiéndole un teléfono.
-Hola -saludó la voz de la chica-. Feliz cumpleaños, guapo.
-Creo que lo celebramos ayer -contestó con voz fría.
-Si a eso quieres llegar, lo diré: ¡me enteré que tendrás una fiesta hoy! ¿Se puede saber por qué YO no estoy invitada?
-Mierda, Alessandra, cuántas veces deberé decirte que no andas con ningún mequetrefe. Hazme un favor y entiende tu posición, no te tomes confiancitas como esta de llamarme cuando se te dé la gana, y mucho menos de pedirme explicaciones -dijo colgando el aparato-. ¿Alguien sabe cuánto detesto a las mujeres? -preguntó levantando la ceja y cogiendo una revista para ojearla-. Shuck, ¿qué sigue en la agenda?
-Vamos a la mansión su masajista y el estilista lo espera, Ernie llegó con…
-¿Quién mierda es Ernie?- interrumpió
-El diseñador que lo vistió para su última portada en Digest, ahora es su nuevo asesor de imagen. Luego partimos a su fiesta y la afterparty para sus amigos cercanos en el área de entretenimiento de la mansión que ya está preparada.
-¡¿Droga!?
-Toda la que pidió.
-¿Gustav y Georg?
-Hospedados, señor, con sus respectivos staff.
-Perfecto.
